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Irene Escolar da cuerpo a la palabra de Lorca

“De las cosas más bellas que haga nunca”. En una mañana especialmente agitada, mientras deja enfriar el té sobre la mesa de la cafetería, la actriz Irene Escolar (Madrid, 1988) recuerda el pasado 21 de octubre. Ese día entró en la Residencia de Estudiantes, en la sala donde el poeta Federico García Lorca tocaba el piano y, junto a ese mismo instrumento, se lanzó a un recital de hora y diez en el que reunía el teatro, los versos y las conferencias sobre literatura del autor. En primera fila, Irene y Laura García Lorca, descendientes del granadino, que por un momento se volvieron el ama y la tía de Doña Rosita la soltera, cuando la actriz les dirigió unos parlamentos. Entre el público, algunas de las personas que la han acompañado en los últimos años, y aquellos que habían confiado en la producción del recital aun sin haberlo visto. “Seguramente será uno de los días en los que más nerviosa haya estado, pero en el que a la vez he transitado por todo de una manera más fuerte, como actriz y como mujer”, dice.

Escolar se resiste a dejar a Lorca. Las primeras palabras que pronunció sobre el escenario eran suyas. Tenía nueve años y se lanzó a una gira de dos años, en ocasiones encadenando dos funciones, con Mariana Pineda. Aún recuerda el texto. Más tarde, Lluís Pasqual la cazaría para la causa lorquiana en un taller en la Bienal de Venecia. No podía ella saber que de allí saldría un nuevo montaje de El público, una de las obras del teatro imposible del poeta. La pasada temporada se estrenaba en el papel de Julieta con una nueva versión de Álex Rigola. Cuando la Universidad Menéndez Pelayo le propuso, el pasado verano, que se acercara a su auditorio al aire libre, ella decidió que sería con Federico (ella lo llama así, con la familiaridad del nombre de pila). Ahora ambas obras se unen en cartel: El públicoEl público regresa al teatro de La Abadía hasta el 18 de diciembre, y Leyendo Lorca estará en El Pavón Teatro Kamikaze hasta el 13 de diciembre, mientras prepara una gira nacional.

La actriz es considerada algo más que una joven promesa. Sexta generación de una familia dedicada a la escena y el cine, nieta de Irene Gutiérrez Caba, hija de un productor y una script, los críticos teatrales –aunque también ha hecho televisión como Juana la Loca en Isabel, papel que le ha dado popularidad­— se fijaron pronto en ella. Ahora ven a una intérprete llamada a ser una gran dama del teatro. "No hay duda de que es una de las actrices con mayor proyección de nuestra escena", decía sobre ella el jurado del premio Valle-Inclán de Teatro, al que estuvo nominada en la pasada edición. Entonces ganó también el Goya a mejor actriz revelación por Un otoño sin Berlín. Y ella se toma su trabajo con la misma seriedad: “El público ha sido un paso muy importante en mi carrera. Necesitaba ponerme un reto ahora. Y este lo ha sido, para ver hasta qué punto estaba preparada para estar sola en el escenario, para llevar durante tanto tiempo la atención del público. Ahora me siento más poderosa, más fuerte, más valiente”.

El recital le ha exigido también pringarse las manos con la dramaturgia. Lo describe como un proceso muy natural. Primero, fue el teatro, todos esos personajes que asegura que no va a poder hacer: aparecen fragmentos de Bodas de sangre o Yerma, de los que resta los interlocutores. "Pero se me quedaba corto. Entonces pensé en la prosa, en las conferencias, que son maravillosas", cuenta. Y la poesía: el Poeta en Nueva York que conocía, los Sonetos del amor oscuro a los que no se había acercado. Utiliza, para abrir el recital, una de las conferencias impartidas por Lorca para presentar Poeta en Nueva York: "Hoy no tengo más espectáculo que una poesía amarga, pero viva, que creo podrá abrir sus ojos a fuerza de latigazos que yo le dé. De todos modos hay que ser claro. Yo no vengo hoy para entretener a ustedes. Ni quiero, ni me importa, ni me da la gana. Más bien he venido a luchar". 

¿Y qué viene a hacer Irene Escolar? "Yo no pretendía ni pretendo hacer algo para que digan: 'Dios mío, qué bien recita estos versos', porque no es mi momento de hacer eso. Yo quería, desde mi juventud, mi inexperiencia, pero también desde el corazón, que es la única manera en que se puede hacer Lorca, transmitir su poesía", explica. Habla con humildad porque tiene en la cabeza, no solo a su abuela en Bodas de sangre, sino también a Haciendo Lorca, versión de Lluis Pasqual sobre fragmentos de Bodas de sangre, Así que pasen cinco años y Yerma, protagonizada por Nuria Espert. El título del recital evoca aquel montaje: la actriz catalana ha sido su referente y Pasqual fue su maestro. Con él, en un taller de la Bienal de Venecia, aprendió a acercarse al poeta: Supongo que eso llega cuando dejas de racionalizarlo y te entregas. Que es lo mismo que te pasa como público: si tratas de entenderlo, no hay manera, solo lo tienes que sentir. Y ves lo que había detrás de eso, esa persona arrolladora, de luz". 

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La fascinación por Lorca no se acaba, explica, por mucho que le lea. "Llevamos 150 funciones de El público y todavía, cuando escucho algunas frases entre cajas, me pregunto: '¿Cómo es posible que alguien escribiera esto?", dice, con los ojos bien abiertos, "Esa poesía tan elevada, pero tan cercana y terrenal, tan entendible. Que llega por los sentidos, que cala muy profundamente". El público ha sido su otra aula, la que le ha acercado a un Lorca que abandonaba el silencio y el espacio ambiguo del sobreentendido de obras anteriores para mostrar claramente sus propias tensiones. "Es la pieza más personal y donde él dice qué es lo que era y lo que le habría gustado ser. Que es que uno pudiera relacionarse con otra persona sin la máscara. Y también defiende el amor libre", recopila la actriz. El recital incluye una grabación de "El pastor bobo", una cuartilla que se encontró dentro del manuscrito de El público y que se representa con la obra. Morente y Lagartija Nick le pusieron música, y en la versión de Rigola lo interpreta Nao Albet, compañero de faena de la actriz. En él, el poeta habla de las "caretas" de las "águilas con muletas". 

Consiguió vencerlas hasta su asesinato en 1936. Con él cierra Escolar el recital: "Era necesario, después de haber escuchado ese nivel de poesía, saber qué ocurre, y lo que nos hemos perdido, lo que se ha perdido con él". Para eso retoma el relato que recoge Ian Gibson de la muerte: "No murió enseguida  y hubo que rematarlo con un tiro de gracia". "A mí me impactó tanto aquello cuando lo leí…", recuerda, "Pensé que había que recordar lo que había pasado. Él, como reflejo de otras muchas vidas". ¿Ha visto también la despolitización de su figura que han denunciado algunas asociaciones de defensa de la memoria histórica? "No sé si es cuestión de politizarlo, pero sí de asumir cómo fueron las cosas. A esta persona la asesinaron de esta manera. Ves también cómo él tenía mucho miedo a que eso ocurriera. Debió de ser horroroso, horroroso para él. Hay que saberlo, hay que decirlo, tiene que estar ahí para que no se olvide".

 

“De las cosas más bellas que haga nunca”. En una mañana especialmente agitada, mientras deja enfriar el té sobre la mesa de la cafetería, la actriz Irene Escolar (Madrid, 1988) recuerda el pasado 21 de octubre. Ese día entró en la Residencia de Estudiantes, en la sala donde el poeta Federico García Lorca tocaba el piano y, junto a ese mismo instrumento, se lanzó a un recital de hora y diez en el que reunía el teatro, los versos y las conferencias sobre literatura del autor. En primera fila, Irene y Laura García Lorca, descendientes del granadino, que por un momento se volvieron el ama y la tía de Doña Rosita la soltera, cuando la actriz les dirigió unos parlamentos. Entre el público, algunas de las personas que la han acompañado en los últimos años, y aquellos que habían confiado en la producción del recital aun sin haberlo visto. “Seguramente será uno de los días en los que más nerviosa haya estado, pero en el que a la vez he transitado por todo de una manera más fuerte, como actriz y como mujer”, dice.

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