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Johann Hari: “La represión no ha resuelto el problema de las drogas”

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Johann Hari era una joven promesa del periodismo británico. Colaborador de The Independent, sus incisivas columnas —en las que reflexionaba sobre política y otras cuestiones desde una perspectiva de izquierdas— nunca dejaban a nadie indiferente. Tenía premios a sus espaldas y un futuro prometedor a la vista. También una familia con un pasado relacionado con las drogas. “En mi vida ha habido muchos adictos alrededor”, confiesa. “Uno de mis primeros recuerdos es el de intentar levantar a un familiar mío y no poder, y según fui creciendo mi relación con este mundo se fue estrechando aún más, hasta llegar a tener una relación con un heroinómano”.

En 2011 se destapó el escándalo: Hari (Glasgow, 1979) tuvo que reconocer que había plagiado muchas veces citas que sus entrevistados habían dado a otros periodistas, y que llegó a falsear su propia página de la Wikipedia —adornándola— y las de otros reporteros rivales —afeándolas— en su particular viaje hacia la autodestrucción en el que también llevaba drogas en su propia maleta. Después de pedir perdón públicamente, su intento de reconducir su carrera, y su vida, le ha llevado en una ruta de tres años por nueve países y 50.000 kilómetros en busca de una respuesta a ese enigma que le ha venido marcando desde su infancia: el de la adicción. Los resultados de sus pesquisas llevan el nombre de Tras el gritoTras el grito (Paidós), un libro con una tesis fundamental de voluntad rompedora: que (casi) todo lo que pensábamos sobre este tema “es incorrecto”.

El ensayo se divide en tres grandes apartados: la historia de la moderna guerra contra las drogas, que se remonta a principios del siglo XX; el actual funcionamiento de este submundo desde el punto de vista de adictos y traficantes, científicos y médicos, policías y políticos, y los casos de éxito probados en lugares tan dispares como Portugal o Vancouver. "La razón por la que empecé a trabajar en este libro es porque sabía que justo ahora iba a hacer un siglo desde que las drogas se criminalizaron y desde que empezó la guerra contra el narcotráfico”, explica el periodista, al teléfono con infoLibre desde Barcelona, donde estos días presentaba la versión en castellano de su libro, editado por Planeta. “Entonces me empecé a dar cuenta de que había un montón de preguntas básicas sobre las adicciones para las que no tenía respuesta: ¿Por qué se prohibieron hace cien años las drogas? ¿Por qué continúa la lucha contra el narcotráfico si no funciona? ¿Qué causa realmente la adicción a las drogas?”.

Como ratas enjauladas

Quizá sea esta última pregunta la que define el quid de la cuestión que plantea. Frente a la idea extendida de que son los componentes químicos de las drogas los que hacen que una persona se enganche, Hari defiende —e intenta probar desde el ejemplo— otra explicación radicalmente diferente. “Si te rompes la cadera porque te atropella un coche, en el hospital te van a suministrar diamorfina, que es heroína, solo que encima mucho más pura que la encuentras en la calle y más potente”, ilustra. “Si lo que creemos sobre las adicciones fuera cierto, lo que debería pasar es que, de que toda la gente a la que se suministra diamorfina, al menos una parte de ellos debería engancharse. Y sin embargo, tu abuela no se convierte en una yonqui después de su operación de cadera”.

“Desconcertado” ante este descubrimiento, Hari emprendió una búsqueda de respuestas que le llevó hasta el trabajo realizado por el doctor Bruce Alexander en los años setenta. “Él me explicó que la idea que actualmente tenemos de la adicción procede de una serie de experimentos que se realizaron a comienzos del siglo XX”, señala. “Esos experimentos consistían en coger a una rata y ponerla en una jaula. Le dejas dos botellas de agua, una normal y otra con heroína o cocaína. Si haces eso, la rata casi todas las veces va a preferir el agua con droga, y en casi todas las ocasiones va a terminar matándose”. Alexander, sin embargo, introdujo una modificación en aquel test: “En vez de utilizar ratas solas encerradas en una jaula, que no tienen otra cosa que hacer más que drogarse, se inventó lo que llamó un 'parque de ratas', que es básicamente el paraíso de las ratas: un espacio donde la rata puede tener un montón de amigos, un montón de sexo, comida, entretenimiento… Y también dos botellas de agua, una normal y otra con droga”.

Es en ese punto donde llega la “parte fascinante” del experimento: “En el parque, a las ratas no les gusta el agua con droga, y casi nunca la toman. De hecho, aunque obviamente la prueban, porque no saben lo que es, ninguna rata la toma compulsivamente, y ninguna sufre sobredosis. Lo que esto demuestra es que las teorías sobre la adicción, tanto la de derechas como la de izquierdas, están equivocadas. La de derechas dice que la adicción proviene de la bajeza moral, de la autoindulgencia, mientras que la de izquierdas dice que no se trata de tu moralidad, sino de los químicos que te causan la adicción. La cuestión es que ninguna de esas dos explicaciones es absolutamente válida, sino que de lo que se trata es sobre todo de la jaula en la que vives: de cómo te adaptas a tu entorno”. La clave para desengancharse, pues, no debería residir en el castigo o el avergonzamiento del drogadicto, sino todo lo contrario: la respuesta está, cree Hari, “en el amor y la compasión”.

Portugal: tan cerca y tan lejos

En vez de eso, bien se sabe, se encuentra en marcha una auténtica guerra contra las drogas que se expande a nivel global. Sólo en el norte de México, como recuerda el autor, ha acabado con 60.000 vidas. En el libro, Hari se remonta a principios del siglo XX para señalar el origen de este conflicto, y saca un nombre a colación: el de Harry J. Anslinger, quien fuera el primer comisario de la historia de la Oficina Federal de Narcóticos de los EEUU. Aquel hombre se puso sobre los hombros la misión de acabar con las drogas cuando desde siempre estas habían sido consumidas, y lo hizo con la ley seca –esa que dio nacimiento a todo un imperio criminal– como modelo. “Se sentía impulsado por dos tipos de odio: el odio a los adictos y el odio a los afroamericanos”, añade el autor, que en el libro pone como ilustrativo de esta política del terror el caso de la cantante Billie Holiday, mujer, negra y drogadicta a quien aquella oficina “acosó y acabó matándola”.

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En el otro extremo de la búsqueda de soluciones se encuentra el país vecino, Portugal. “En el año 2000 tenían un grave problema con las drogas, de los peores en Europa”, apunta Hari. “De hecho, un 1% de la población estaba enganchada a la heroína, lo que es algo alucinante. Cada año aumentaban los castigos, y cada año el problema se agravaba. Hasta que un día, el primer ministro y el líder de la oposición se reunieron y acordaron que no se podía seguir así. Lo que hicieron fue crear un panel de doctores a quienes dijeron: 'Explicadnos qué podemos hacer para resolver este problema y nosotros lo haremos'”. El consejo de los expertos fue completamente distinto a todo lo que se había probado hasta entonces: “Les dijeron: 'Descriminalizad todas las drogas, desde el cannabis al crack,crack y sobre todo, usad todo el dinero que se gasta arrestando y encarcelando a los drogadictos en programas que puedan dar un giro a sus vidas”.

Desde aquel punto de inflexión, “el consumo de drogas intravenosas ha caído un 50% y tanto las sobredosis como la transmisión del VIH han descendido significativamente”. “Creo que la parte crucial del plan fue que se creó un programa de integración laboral para los drogadictos”, subraya Hari. “El objetivo era que todo drogadicto en Portugal tuviera algo que hacer al levantarse de la cama por la mañana”. Con un ejemplo claro de éxito como este, al otro lado de la frontera, en España, se ha decidido sin embargo tomar el camino radicalmente opuesto. Frente no sólo a Portugal, sino a toda una tendencia internacional (desde Uruguay a diferentes estados de EEUU, pasando por Suiza) de despenalizar el consumo y tenencia de marihuana, en España se aprobó recientemente con los votos del PP la Ley de Seguridad Ciudadana (la ley mordaza) que, entre otras muchas y dispares cuestiones, incrementa los castigos por usar y poseer esta y otras drogas.

"Lo que está pasando en España es una tragedia para los españoles", sentencia el británico, "y pienso que esta es una causa más que justa por la que luchar. En ningún lugar del mundo la represión ha ayudado a mejorar el problema, sino todo lo contrario. Y hay que remarcar que este no es un problema abstracto, sino que es algo que repercute negativamente en las personas adictas". Ante noticias como la de que la Fiscalía Antidroga acaba de solicitar penas de prisión que suman 22 años a una asociación de usuarios de cannabis de Bizkaia, Hari no puede sino resoplar. "Esto tiene el efecto contrario al que busca el nuevo modelo de legalización que ya se está implantando en diferentes partes del mundo. Y creo que de todas las cosas terribles que salen de la guerra contra las drogas, y son muchas, la peor es la violencia que emana de la prohibición".

Johann Hari era una joven promesa del periodismo británico. Colaborador de The Independent, sus incisivas columnas —en las que reflexionaba sobre política y otras cuestiones desde una perspectiva de izquierdas— nunca dejaban a nadie indiferente. Tenía premios a sus espaldas y un futuro prometedor a la vista. También una familia con un pasado relacionado con las drogas. “En mi vida ha habido muchos adictos alrededor”, confiesa. “Uno de mis primeros recuerdos es el de intentar levantar a un familiar mío y no poder, y según fui creciendo mi relación con este mundo se fue estrechando aún más, hasta llegar a tener una relación con un heroinómano”.

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