Una llamada, seas maricón o no, a amariconarte. Así resume Christo Casas (Cuenca, 1991) el alegato nuclear de Maricas malas (Ediciones Paidós), Un ensayo a favor de la libertad y de las disidencias, una reivindicación de que la lucha LGTBIQ+ nos concierne a todos. Un texto en el que el periodista y escritor nos muestra la quimera de la normalidad, entendida como una manera concreta de consumo, que se ha convertido en un obstáculo para las luchas sociales y de clase. "El problema del matrimonio igualitario son las personas que no se quieren casar y querían otras reivindicaciones", plantea a infoLibre, entre otras cuestiones, en esta entrevista.
¿Qué es Maricas malas?
Maricas malas es un ensayo que propone romper un poco con la narrativa que se nos ha impuesto a las personas LGTBI de que tenemos una herida que sanar. Se ha tendido a explicar las historias de las personas LGTBI, tanto en política como en la ficción, como unas personas que nacen con muchos problemas y que a lo largo de su vida necesitan ir recuperándose porque las persiguen, las pegan y las insultan, y tienen ese arco narrativo de patito feo de que cuando llega la edad adulta todo va a mejor, de repente te aceptan y está todo bien contigo. Pero esto tiene una contraparte porque, vale, las cosas van a mejor, pero tú también te vas moldeando para encajar mejor. Accedes a casarte, a tener una familia normativa, un trabajo, éxito empresarial (que es una cosa que se asocia mucho a los hombres gays)... ese tipo de cosas. Y quizás por eso te van aceptando, porque el patito feo va cortándose aquellas plumas que podrían molestar cuando crezca.
Y Maricas malas plantea que no hay plumas que cortar.
Sí. Este ensayo plantea que lo mejor de nosotras es lo peor de nosotras mismas, y que lo que tenemos que hacer es reivindicar precisamente aquello que esperan que corrijamos. Hay que reivindicar la pluma, la estridencia, la promiscuidad, la suciedad... Dice Camila Sosa Villada, por ejemplo, que la identidad trans está manchada de tierra, de semen y de sangre y que no hay ninguna necesidad de limpiar todo esto porque podemos estar orgullosos de esas manchas. Por eso este libro viene a explicar también que la figura de la marica no solo es una historia de sufrimiento, una narración de dolor, sino que es también una historia llena de alegrías y felicidades que tenemos derecho a reivindicar. Y son alegrías y felicidades donde las personas cishetero también pueden encontrar su propia alegría o su propia forma de realizarse.
Los hombres cishetero harían muy bien en preguntarse a cuantas cosas han renunciado que les harían felices solo para que no les confundieran con un maricón
¿Qué se pierde en ese proceso de adaptación y de ser aceptado socialmente?
Los niños que se identifican como varones, cuando son pequeños, explican sin ningún tipo de complejo que quieren hacer cosas que son corregidas. Dicen 'quiero cantar, quiero bailar, quiero jugar con muñecas, jugar con las niñas'. Y todo esto se va corrigiendo diciendo que eso no es de niños, que tiene que dejar la muñeca y apuntarse a fútbol y ser más masculino, que los hombres no lloran... renunciar a llorar es una gran pérdida para un hombre cishetero y es una cosa a la que renuncia para no ser percibido como maricón. Es como ese hombre hetero que renuncia a bailar porque se tiene que quedar apoyado en la barra del bar, porque bailar es de maricones y de mujeres... pues bien, creo que los hombres cishetero harían muy bien en preguntarse a cuantas cosas han renunciado que les harían felices solo para que no les confundieran con un maricón. Igual que los hombres cishetero se amoldan a la sociedad y pierden todo esto, para devenir en aceptables a los maricones también nos obligan a renunciar a cosas que nos harían felices.
En el camino a la aceptación aparece el matrimonio igualitario, del que dice que es una gran derrota.
Que el matrimonio homosexual fue una derrota es claramente un titular que invita a provocar y a que la gente se adentre a leer el ensayo para saber el por qué de esta opinión tan disidente con lo que vienen pidiendo los colectivos LGTBI desde hace años. En realidad es una trampa que hago para poder cuestionar el matrimonio per se, independientemente de si es igualitario o si es el tradicional entre hombre y mujer. Utilizo esta trampa porque el matrimonio igualitario tiene apenas 17 años en el Estado español y hay estados a nuestro alrededor donde ni existe como Italia. Esto aún sigue ocurriendo y, por tanto, nos permite imaginar sociedades donde no existe el matrimonio igualitario, pero el que es entre hombre y mujer existe desde hace siglos y hemos perdido la capacidad de imaginar una sociedad donde no nos organicemos en parejas monógamas. Lo que me permite la trampa del matrimonio igualitario es acabar hacia el final del ensayo poniendo en duda al matrimonio per se, que es una institución que los movimientos feministas y los movimientos LGTBI de los años setenta y ochenta ya reivindicaban como opresora y ya querían abolir, a pesar de lo cual el colectivo LGTBI ha accedido a un chantaje por parte de la sociedad, o del Estado, aceptando eso de 'bueno, nosotros te vamos a dar derechos pero a cambio tú te vas a casar y vas a formar una familia tradicional'.
Este ensayo propone abolir el trabajo, el matrimonio y la policía, pues las describo como tres instituciones que mantienen a raya la disidencia, la diversidad y la libertad de las personas
De ahí surge esa pregunta a la que responde ampliamente en el ensayo: "¿Ya podéis casaros, qué más queréis?"
Pues queremos el pan y queremos las rosas (risas). Sí, ya podemos casarnos y, obviamente, es una victoria que las personas que quieran puedan hacerlo. El problema en esto son las personas que no se quieren casar y querían otras reivindicaciones. ¿Qué han perdido en esto? Porque el movimiento LGTBI de los setenta y ochenta ponía muy en duda el derecho a la vivienda, por ejemplo, pues el sinhogarismo está muy condicionado por la orientación afectivo-sexual. El movimiento libertario LGTBI, en aquel momento llamado homosexual o gay, también llevaba la vivienda como bandera. Y actualmente vivimos en 2023 en una sociedad con una crisis brutal de acceso a la vivienda por ser un producto de especulación absoluta, y mi pregunta es: si el movimiento LGTBI en lugar de haber tirado por la rambla del matrimonio hubiera tirado por la de la vivienda, ¿qué mundo tendríamos en 2023? Quizás tendríamos derecho a la vivienda. Esas reivindicaciones se desecharon pero la del matrimonio siguió adelante.
Por eso la analogía que establece entre las pancartas de aquellas primeras manifestaciones que decían 'queremos trabajo' y 'queremos matrimonio'. Ahí subyace una lucha de clases y una reivindicación social que va mucho más allá de con quien se acueste cada cual.
Para mí, André Gorz es un gran referente en la abolición del trabajo. Yo propongo aquí abolir el matrimonio pero el objetivo final es abolir el trabajo (risas). Es un poco un caballo de Troya. De hecho, el ensayo propone abolir el trabajo, el matrimonio y la policía, pues las describo como tres instituciones que mantienen a raya la disidencia, la diversidad y la libertad de las personas. No es casual esta analogía porque el trabajo es un lugar de disciplinamiento absoluto del ser humano, que ha aceptado como natural ese chantaje de que para tener comida y vivienda tienes que entregar horas de tu vida a un tercero, que por normal general no trabaja porque solo vive de que trabajes tú. En ese hombre que renuncia a bailar porque tiene que sujetar la barra para cumplir con la masculinidad, están también todas las personas, y yo me incluyo, que tenemos que renunciar a hacer las cosas que nos gustan porque tenemos que pagar un alquiler y para ello hay que trabajar.
Un homosexual y un gay están definidos por con quien se acuestan. En cambio, el maricón está definido por a quien molesta, está definido por la pluma, por la estridencia, por romper normas más allá de lo que hace en la cama
¿Cuál es la principal diferencia entre maricón, gay y homosexual?
La diferencia es que un homosexual y un gay están definidos por con quien se acuestan y eso, aunque esto pueda causar molestia por ejemplo a gente de extrema derecha, como reivindicación política tiene poco recorrido. En cambio, el maricón está definido por a quien molesta, está definido por la pluma, por la estridencia, por romper normas más allá de lo que hace en la cama. Y por supuesto que hay que reivindicar hacer en la cama lo que nos dé la gana siempre que sea deseado por todas las partes, pero tenemos que reivindicar algo más, tenemos que reivindicar romper con las expectativas, ser estridentes, llamar la atención y vivir fuera de la cama también como nos dé la gana siempre respetando a los demás.
¿El gay totalmente adaptado sería la marica buena o la marica buena directamente no existe?
La marica buena no existe. La marica buena es el castigo que llevamos encima todas las maricas. Marica buena solo hay una, que es el ideal, y maricas malas hay tantas como maricones existen. Mi idea es que no haya ninguna marica buena, ni siquiera el ideal, y que maricas malas haya tantas como personas existen. Y que también las personas heterosexuales abracen ser maricas.
En este proceso de aceptación social habla de conceptos como la gaytrificación y de lo que han cambiado las fiestas del Orgullo en Madrid al ser apoyadas por todo tipo de grandes empresas.
No tengo los datos, pero estoy convencido de que el hecho de que las viviendas en Chueca estén siendo sustituidas por vivienda turística y estén expulsando a los vecinos de toda la vida, incluyendo a muchos maricones, está ligado al Orgullo mismo y a la organización del MADO, que es una organización empresarial que se esconde detrás de una reivindicación supuestamente social y política para sacar dinero de ello, y que lo que hace es convertir Chueca en un barrio tradicionalmente marginal lleno de suciedad, promiscuidad e irreverente en un escaparate de cartón piedra donde vienen turistas de todo el mundo, homosexuales o no, a experimentar un Madrid que ya no existe.
Un escaparate hueco.
Y lo especialmente problemático de esto para mí es que está basado en una mentira que enfrenta a la población LGTBI con la población obrera, cuando la mayor parte de la población LGTBI es obrera. Son cosas que se solapan por mera estadística. Se dice que en Chueca la clase obrera está siendo expulsada por los maricones, como si los maricones fuéramos todos personas con poder adquisitivo para vivir en Chueca. Cuando en Chueca la gente, marica o no, está siendo expulsada por empresas y empresario. De la misma manera que las empresas utilizan a los maricones para hacer pinkwashing y lavar su cara, utilizan a los maricones para hacer sus movimientos de ingeniería social para decidir en qué barrios van a hacer más dinero. Así los maricones son doblemente instrumentalizados, porque por una parte son expulsados del barrio y por otra son culpados de la expulsión de la gente del barrio.
El homonacionalismo tiene un resumen para mí muy sencillo a la par que gracioso cuando puedes tomar distancia: 'a nuestros maricones no les pegan los moros, a nuestros maricones les pegamos nosotros'
Y son instrumentalizados también por la extrema derecha a través del homonacionalismo.
Exactamente. Cuando escribí el libro Macarena Olona no había todavía fundado su partido, que es homonacionalista por definición, pues ella no ha parado de hacer guiños al colectivo LGTBI desde que lo fundó con esa promesa de que nos van a defender de los malvados musulmanes. El homonacionalismo tiene un resumen para mí muy sencillo a la par que gracioso cuando puedes tomar distancia, que es 'a nuestros maricones no les pegan los moros, a nuestros maricones les pegamos nosotros'. La cosa está en que una vez hayamos llegado a ese mundo ideal que nos prometen porque ya no hay moros necesitarán un nuevo enemigo que van a ser los maricones que se han quedado aquí.
Esta semana hemos recordado a Ocaña por los cuarenta años de su muerte. ¿Es el ejemplo perfecto de marica mala?
Absolutamente. Es una marica mala por excelencia. La riqueza que hay en el concepto de marica mala es la posibilidad de imaginar mundos mejores, de imaginar cosas que no esperamos. Un gay, un homosexual, está perfectamente reglado, pero en cambio una marica mala siempre va a romper tus expectativas para bien o para mal. Ocaña tenía esa capacidad de imaginar y de ofrecer alternativas, mundos mejores. Él y Nazario y otras muchas personas de aquel momento de ebullición del barrio chino de Barcelona. Ese potencial de imaginar cosas mejores es lo que encierra el ensayo, y ese potencial de imaginar cosas mejores es lo que prometía Ocaña, por lo que para mí es el ejemplo perfecto de marica mala.
Ahora seguiría siéndolo y, seguramente, dando mucho más miedo a determinados sectores.
Sí, claro, por supuesto. Lo más curioso es que creo que Ocaña hubiera tenido un tiempo de no dar miedo a finales de los ochenta y principios de los noventa y ahora volvería a dar miedo. Esto sí que es algo preocupante porque demuestra cómo se está desplazando hacia la derecha el marco con el que interpretamos el mundo, con esos discursos de odio que se están normalizando. Porque siempre ha habido discursos de odio, pero en el momento que entran en un parlamento y hay partidos que dicen que tienen derecho a la palabra, estás permitiendo secuestrar la esfera pública por unos planteamientos que estaban completamente denostados hace diez o quince años.
Hemos aceptado contenernos durante unas décadas, se nos ha aceptado, pero en cualquier momento, si se dan las circunstancias oportunas volveremos a ser las víctimas perfectas
Y esto ocurre, como apunta en el libro, porque "las maricas siempre serán potenciales villanos si se dan las circunstancias necesarias para ello".
Podemos pasar un paréntesis en el que parece que se nos va a abrazar, que somos bienvenidas y podemos encajar, pero la semilla del villano está ahí, es muy fácil retomar ese discurso porque venimos de décadas de calado de que somos un potencial virus que hay que contener. Hemos aceptado contenernos durante unas décadas, se nos ha aceptado, pero en cualquier momento, efectivamente, si se dan las circunstancias oportunas volveremos a ser las víctimas perfectas.
Como vimos en los casos de la viruela del mono que también menciona en el ensayo.
O en el caso de Rodolfo Sancho, que es una barbaridad. Pones cualquier tertulia y son un horror los términos en los que se habla de la víctima. Entiendo que el asesino viene de un ámbito concreto de la esfera madrileña con sus contactos y amistades que quieren suavizar la situación, pero hemos escuchado barbaridades como que la víctima era maricón y le llevaba a la perversión. Incluso hace poco una tertuliana se preguntaba qué haríamos nosotros si nos encontráramos con este tipo de persona. ¿Qué tipo de persona? ¿Un migrante latino y maricón? Ese es el tipo de persona que merece ser asesinada.
En el libro comenta, precisamente, una intervención suya en una tertulia televisiva que le dejó un mal sabor de boca por no lograr trasmitir su mensaje.
Es que si no das un titular simple que parezca de sentido común el mensaje no va a calar. El problema es que el sentido común no siempre tiene que ser lo correcto, porque cada uno tiene el suyo. Por eso es necesario incluir diversidad y otros puntos de vista en las tertulias y en los medios de comunicación, para que otros puntos de vista sean también aceptables y no estemos secuestrados por un punto de vista único.
Termina Maricas malas animando a amariconar el mundo. ¿Cómo? Eso supone ir a la esencia de los movimientos LGTBI como movimientos transformadores que pueden cambiar el mundo más allá del propio colectivo.
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Es literalmente eso. Creo que las demandas del movimiento LGTBI de los años setenta y ochenta proponían un mundo alternativo no solo para el colectivo LGTBI, sino también para todas las personas independientemente de su identidad. Y hemos perdido esa capacidad de transformar el mundo. Siempre digo que eso está condicionado por las narrativas del apocalipsis, el caos y el colapso en las que vivimos inmersos cuando hablamos de emergencia climática, precariedad habitacional o inteligencia artificial. Todo lo que proyectamos es que el mundo va a ir a peor y, en este sentido, el activismo de entonces era muy feliz y alegre porque prometía un mundo mejor, algo que se ha perdido en todos los activismos. Por eso, para mí, amariconar el mundo es recuperar la felicidad y la rabia productiva, es decir, esa rabia que te tiene que ayudar a transformar el mundo en un lugar mejor para todos, y no en un lugar peor o en una distopía.
"Trascender lo marica para que otros puedan aprender de su propia disidencia", tal y como plantea.
Exactamente. Literalmente, Maricas malas invita a que todo el mundo aprenda de su propia disidencia y se adueñe también de sus estigmas.
Una llamada, seas maricón o no, a amariconarte. Así resume Christo Casas (Cuenca, 1991) el alegato nuclear de Maricas malas (Ediciones Paidós), Un ensayo a favor de la libertad y de las disidencias, una reivindicación de que la lucha LGTBIQ+ nos concierne a todos. Un texto en el que el periodista y escritor nos muestra la quimera de la normalidad, entendida como una manera concreta de consumo, que se ha convertido en un obstáculo para las luchas sociales y de clase. "El problema del matrimonio igualitario son las personas que no se quieren casar y querían otras reivindicaciones", plantea a infoLibre, entre otras cuestiones, en esta entrevista.