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Manuel Vilas: "Los escritores literarios no saben hacer 'best sellers', pero los harían si supieran"

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"Me parecía que después de tantos años escribiendo había ideas sobre el escritor que no correspondían a lo que yo estaba viendo en el día a día de los escritores. No solo por mí, sino por los colegas que conozco, porque el 95% de mis relaciones sociales son gente de este mundo. Contemplándolo, me di cuenta de que había un abismo entre las vidas reales de los escritores y las vidas que los lectores piensan que llevan los escritores. Me pareció que ahí había un principio de comedia y por eso he escrito sobre eso, porque me parece muy importante que el lector desmitifique la idea del escritor".

Así resume Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) a infoLibre el germen de El mejor libro del mundo (Ediciones Destino, 2024), su nueva novela, una tragedia cómica de la vida de un escritor en primerísima persona con evidente (y confesada) inspiración autobiográfica. Una mirada única, ocurrente y muy real sobre cómo un escritor (él) que acaba de cumplir sesenta años revisa su pasado, interpreta su presente, otea su futuro y se da cuenta de que el único sentido de la vida de un escritor es intentar escribir el mejor libro del mundo. Es la historia de un fracaso anunciado. También la lucha por ser apreciado, sentirse querido y pasar a la posteridad desde una verdad habitada por el síndrome del impostor, la constante comparación con los demás, las decepciones y la incertidumbre hasta el fin de sus días.

"Muchas veces te da reparo empezar a leer un libro de otro y comprobar que su prosa es mejor que la tuya", admite entre risas lo que muy pocos (¿nadie?) admite. "¿Cómo vivo yo mi día si toda mi ilusión y preocupación es esa?", continúa reconociendo, para luego proseguir. "Eso es un trastorno, la parte más filosófica, que se refiere a esa vocación extrema con la que un escritor vive la literatura. Esto quizás hace especialmente interesantes a los escritores, porque otra profesión igual no está tan obsesionada como esta con la idea de la excelencia como justificación de una vida. Seria una excelencia existencialista, es decir, ¿cómo justifico yo mi vida? Me he hecho mayor y de repente quiero saber si ha merecido la pena lo que he hecho, ya que la excelencia es un lugar donde te puedes guarecer del paso del tiempo", plantea, antes de puntualizar que, evidentemente, como se ve en esta nueva novela, "pretender escribir el mejor libro del mundo es una utopía, porque estás condenado a no hacerlo".

Reflexiones variopintas sobre la literatura, un ejercicio de sinceridad de quien ahora, pasados los sesenta, ve claro que "en la vida humana predomina la comedia". "Y la vida de los escritores es muy divertida en esa vulnerabilidad que ocultan", asegura, lanzando una de esas verdades que pueblan (y son muchas) las páginas de este nuevo título: "Lo disimulan porque queda mal, pero el 100% de los escritores busca sus libros cuando entran en una librería. Van mirando de reojo, buscándose la letra del apellido en las estanterías y en las listas, para comprobar si hay en esa librería alguna huella de su paso por el mundo".

La realidad de que el escritor necesita vender libros para vivir se oculta, no se dice

"Si se ven en exposición ya es un día de fiesta –continúa–. Si están con las novedades, en una pila de ocho libros o son recomendados por el librero, ya ese día ese escritor o escritora sale contento de la librería y te entran hasta ganas de comprarle un libro. Yo cuento en un capítulo que cuando entro en una librería y veo mis libros bien puestos me digo 'hostia, voy a comprar algo aquí a este hombre'". Pero luego empiezo a ver que hay otros que están mejor colocados que yo (risas). Esa es una escena de comedia".

Profundizando en la desmitificación, señala Vilas que muchos lectores creen –"y me parece bien", aclara– que los escritores son como una especie de guías, de gente que tienen una especie de sacerdocio laico con la cultura, con la verdad, con el progreso". "Y en muchos casos puede que así sea", concede, si bien apostilla que al mismo tiempo los escritores tienen esa "cara b en la que son trabajadores que tienen que mirar por su pequeño negocio, ver si sus libros están en las estanterías de las librerías o les llaman para clubes de lectura, estar atentos a la promoción" o digerir "el disgusto que reciben cuando a un lector no le gusta su libro...". "Son, en definitiva, como cualquier otro trabajador de cualquier ámbito", asegura.

"Son, en definitiva, como cualquier otro trabajador de cualquier ámbito", asegura, al tiempo que defiende la pertinencia de verbalizar y escribir negro sobre blanco estas "inseguridades en una sociedad avanzada como la nuestra". "El 100% de los escritores llevan dentro este tipo de cosas", insiste, poniendo más ejemplos de primera mano: "Y llegas a un club de lectura o a una conferencia y te habla de cosas elevadas, que está muy bien, pero luego ese mismo escritor se pone a firmar ejemplares al terminar y lo que quiere es firmar cuanto más mejor para vender más ejemplares".

Además, afirma que "la mayoría de los novelistas se repiten", aunque eso "no se dice" porque a lo mejor se ha adentrado en otro tipo de historia u otro ámbito y "parece que es distinta". "Pero siempre es la misma novela en realidad, porque es la misma obsesión y la misma persona", apunta: "Y la 'literatura literatura', no la literatura comercial, se rige fundamentalmente por el estilo del escritor, que es casi siempre el mismo. Evoluciona, pero mantiene unas pautas que están en todas sus novelas, de manera que lo que una novela hace sobre la anterior es que de repente introduce un adjetivo nuevo y con eso ya el escritor entiende que esa novela tiene sentido".

A su juicio, hay también incluso una "especie de neurosis psiquiátrica", que es la idea de que la justificación de un escritor "es lo que escribe y, si no escribe, su vida se apaga". Esta es, para Vilas, una idea "por un lado bonita, pero también un poco trágica", ya que "la mayoría de la gente lo que hace es vivir, y con el acto de vivir tiene suficiente". "Pero para el escritor el acto de vivir no es suficiente, eso no le da todo, necesita luego escribirlo, y esa es una neurodivergencia, por llamarlo así, que tiene su parte romántica pero tiene a su vez su parte desquiciante", argumenta.

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Y lo cierto es que el escritor, ya sea considerado "de culto" o "inculto". Dos posiciones contrapuestas, pues uno es alabado por sus obras, que apenas se venden, mientras el otro no tiene el respeto de la cultura y la crítica pero, efectivamente, vende miles de ejemplares. "Esa es una de las grandes hipocresías de este negocio", resalta Vilas, recordando que el de culto que vive en su "torre de marfil" también tiene que "comprar zapatos, comida o un abrigo". "Necesito comer y, por lo tanto, necesito vender libros. La realidad de que el escritor necesita vender libros para vivir se oculta, no se dice. Un libro puede ser un thriller o lo que sea, pero en realidad trata de vender. De eso tratan los libros", explica.

Y aún agrega: "De hecho, hay una acuñación verdaderamente paradójica cuando se dice 'novela literaria'. La novela es en sí misma literatura, tener que aclarar que es novela literaria significa que estamos en un mercado donde el libro comercial es el dominante. Sin embargo, la literatura sigue, y de repente un libro de literatura puede venderse más que un best seller. Es entonces cuando en la industria editorial dicen que hay editar literatura también. Cuando un libro literario vende miles y miles de libros repercute en beneficio de toda la literatura, y automáticamente todo escritor literario ve acrecentado su negocio. Sin embargo, muchos escritores literarios, cuando ven que una novela literaria vende muchos libros, lo que quieren es matar a ese escritor, porque son torpes".

Muchos escritores literarios, cuando ven que una novela literaria vende muchos libros, lo que quieren es matar a ese escritor, porque son torpes

Lo que ocurre en el fondo de toda esta hipocresía es, para Vilas, que "los escritores literarios no saben hacer 'best sellers' pero, de hecho, si supieran hacerlos, los harían". "El problema es que no saben", remarca. "A mí me dicen ¿por qué no haces un 'best seller'? Porque no sé. Si supiera por supuesto que lo haría, a mí también me gusta tener una mansión en Palma de Mallorca, un piso en París y otro en Nueva York como tienen los grandes 'best sellers'", asevera, aunque cuando se le recuerda que él mismo tuvo un gran éxito de ventas que cambió su estatus con Ordesa (Alfaguara, 2018), como de hecho también confiesa en esta nueva novela, cavila un instante para recordar que en aquel momento "no tenía conciencia" de estar escribiéndolo. "No sé hacerlo con conciencia", ratifica.

"Me parecía que después de tantos años escribiendo había ideas sobre el escritor que no correspondían a lo que yo estaba viendo en el día a día de los escritores. No solo por mí, sino por los colegas que conozco, porque el 95% de mis relaciones sociales son gente de este mundo. Contemplándolo, me di cuenta de que había un abismo entre las vidas reales de los escritores y las vidas que los lectores piensan que llevan los escritores. Me pareció que ahí había un principio de comedia y por eso he escrito sobre eso, porque me parece muy importante que el lector desmitifique la idea del escritor".

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