La ecuación de Miriam Reyes

Francisco Díaz de Castro

Con

Miriam Reyes

La Bella Varsovia (2024)

Desde su primer libro, Espejo negro (2001), Miriam Reyes ha creado un personaje poético y una voz de radical originalidad. La búsqueda de una identidad que desde el principio es esencialmente conflictiva se ha desarrollado cada vez más decididamente desde la necesaria exploración en el lenguaje y también desde lo contradictorio de las relaciones afectivas y la complejidad del cómo expresar la dificultad de entenderse más allá de las palabras. Y ello tanto en el terreno de lo familiar, en Espejo Negro y Desalojos (2008), como en el de las experiencias sentimentales y sexuales ya en Bella durmiente (2004) pero, sobre todo, ­en Haz lo que te digo (2015) y en el reciente Con.

Ambos libros son modelos excepcionales de esa forma de realismo que rompe con la inmediatez de la representación narrativa para abrir el campo de indagación en el lenguaje mismo, más acá y más allá de las relaciones del yo poético con el mundo y con los otros, con "la persona otra", como se formula en Con la relación con el sujeto/objeto amoroso, ese "contigo" que no llega a definirse más que borrosamente. Y es que, como decía la poeta en Desalojos, "sólo puedo enseñar lo que las palabras me permiten/ Apenas nada/ Apenas/ un álbum de humedades, reflejos y grietas".

Es en la ecuación escritura-cuerpo-identidad donde se sostiene la poética de Miriam Reyes, como ella misma ha expresado en distintos lugares. Porque, junto a la incertidumbre última sobre qué es lo que expresan las palabras, es de la corporeidad como materia esencial de su imaginario poético de donde se parte y donde se precisa la cuestión de la propia identidad en relación con lo otro: "Mi vientre es mi mundo interior./ El espacio vacío de todo lo que fui dejando por el camino.// El mejor lugar donde buscarme" (Espejo negro).

Así como en Haz lo que te digo Miriam Reyes analiza las contradicciones de la experiencia sentimental en una dialéctica que enfrenta pasión y desamor en el callejón sin salida de la "falsa ilusión de sentido", ahora, en este magnífico Con, la indagación en los entresijos de la experiencia amorosa se depura y se polariza en poemas sin título, breves en su mayoría, que dejan abierta la lectura. Desde sus títulos, las tres partes del libro plantean explícitamente el recorrido: la Expectación en los comienzos, la progresiva e hiriente complejidad de la relación íntima en Peligro/ temores y una conclusión a la que el desarrollo previo de los textos conduce como territorio abierto en Coraje/ lance: "luego no termina aquí ni en lugar// se continúa infiltrando el cuerpo/ para derribar la muralla// se continúa trabajando el signo/ para construir lo mutuo", como apuntan ambiguamente los últimos versos del libro.

Pero lo distintivo siempre en la poesía de Miriam Reyes es la intensidad de la expresión que desde el inicio se amplifica constantemente en sugerentes imágenes: "Desnuda como una cinta te ofrezco/ la oscuridad del nudo/ te ofrezco la oscuridad del nudo/ con el que me sujeto a mí misma/ -al mástil de mí misma-/ contra las perturbaciones del equilibrio". Es el mantenido análisis de la entrega a la experiencia física lo que expresan fragmentariamente los poemas de la primera parte: percibido lo desconocido del tú como la oscuridad de un bosque, el deseo lleva al abandono del cuerpo a las sensaciones: "pasaría la noche en lo frondoso/ dejando a la vida subirme por las piernas/ picarme morderme cagarme encima/ los dientes la zarpa el aguijón de la vida, el olfato húmedo/ la fruta rompiendo en mi cabeza". La secuencia de los poemas va desplegando detalles del intercambio erótico en secuencias verbales en las que en todo momento irrumpe un cuestionamiento en segundo plano: "Umbral o carne/ párpado o ala/ interrogación o fruto// ¿qué es lo que abres/ cuando me abres?". En este vaivén entre impulso y reserva, el diálogo con el tú explicita los detalles de la experiencia sexual pero también la inquietud y el temor: "Hay algo fuera de mí/ ¿eres tú?// hay alguien fuera de sí/ ¿soy yo?// estoy en nadie y me hace miedo/ no me oigo ni la sangre/ no tengo ni un por dentro", porque es "en el interior de la conciencia/ donde más hondo chilla el hielo al quebrarse".

A partir de esta constatación, en Peligro/ temores cesa el diálogo y se pasa a poemas reflexivos, más abstractos, donde el tú queda distanciado ahora como "la persona otra" frente a la que se evidencia lo que es el fondo de toda relación como una cuestión de poder: "-es de esperar llaga profunda como cauce/ de río-/ como cauce de río conde el león y la cebra/ otro acto del drama". La posesión, la incomunicación -"falta prosodia para entender lo que se dice/ imposible traducir lo que deshacen las palabras"-, la violencia sutil, la anulación, el desencanto se desgranan sin solución de continuidad en esta secuencia extensa que culmina con una sarcástica conclusión: "A menudo se toma/ una cosa por otra/ o una cosa por nada".

Finalmente, y de nuevo en segunda persona, Coraje/ lance plantea en una breve secuencia una síntesis que es inevitablemente ambigua, ya que de lo que se trata es de materializar en palabras el laberinto de toda relación, de ese Con que da título al libro. Es lo que a la vez se nos presenta como una difícil experiencia de conocimiento –"Con o por medio de tu cuerpo/ amplío los límites de mi consciencia/ mi consciencia/ que no es materia sensible/ pero tiembla"–, como un proyecto de aprendizaje y también como una evidencia de la ambigüedad del lenguaje, que en estos poemas finales se retuerce y desgrana, no sin ironía: "este cuerpo imaginado o sometido a examen/ vec tor se mán ti co/ es truc tu ra sim bó li ca/ e je de la ex pe rien cia/ es pa cio ex pre si vo/ sis te ma de sis te mas/ cons truc to so cial/ par ti ci pan te/ sin escapatoria". Nos quedamos en la intemperie cuando las expectativas del sentimiento y las del lenguaje se desvelan como insolubles e inservibles, por más que siga afirmándose un proyecto con el que continuar para "construir lo mutuo", sólo que "lo primero que necesito aprender es el movimiento/ lo segundo: el territorio".

La luz

No se cierran las expectativas en este final abierto que culmina con un extenso homenaje en Al fin (Dedicatoria celebrante), que puede leerse como una especie de agradecido "poema de los dones", pero también como un texto de autoafirmación del sujeto poético en el seno de una realidad multiforme e interminable que abriga de la intemperie íntima: "[…] Al pájaro de arabia Al día A la noche A la inmortal memoria A la gulosa Grecia Al forastero Al que nos guarda Al calor Al día A lo que menos Al formidable salto A la ardiente lucha […]", etc. Una autoafirmación que, como en "Lo hermoso es esto", el poema final de Haz lo que te digo, sitúa como conclusión la resistencia tenaz frente a lo que en el desarrollo del libro se ha ido descubriendo como la escritura de un intenso proceso sentimental con sus alternativas, sus atolladeros y sus contradicciones. 

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Francisco Díaz de Castro es poeta y crítico.

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