Desde el flamenco

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Agapito Pageo Ruzafa

Decía el maestro Alfredo Kraus que los cantantes líricos tenían que aprender de la técnica de la voz flamenca. Con esta generosa y certera declaración rompía el tabú de que el flamenco es una música de inspiración donde la voluntad expresiva era capaz de construir más allá de las cualidades de la voz y ponía el acento en la calidad de la voz como columna vertebral del cante. Hacía el gran tenor estas declaraciones en el marco de la concesión del Premio Nacional de Música 1994 a Enrique Morente (en la modalidad de interpretación) y que generó en el mundillo musical una pequeña controversia en la que la propia Rosa Torres-Pardo participó como miembro de aquel jurado junto —entre otros— con el que firma esta crónica. Con aquella decisión del jurado se subrayó un fértil camino, ya iniciado en 1993 por Mauricio Sotelo y Enrique Morente con el Tenebrae Responsoria inspirado en el Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria.

Con el concierto Tres por cuatro de Rosa Torres-Pardo, programado dentro del ciclo Fronteras del Centro Nacional de Difusión Musical, las más inquieta y arriesgada de nuestras pianistas y merecido Premio Nacional de Música 2017 compone un interesante collage donde la música clásica de origen tradicional, la música de los compositores contemporáneos y la voz flamenca juegan y se condicionan mutuamente desde la articulación musical que el piano de Rosa Torres-Pardo construye con el más flamenco de los instrumentos musicales, una vez reconocida la preeminencia de la guitarra flamenca. El concierto se abrió con la frescura de las Lorquianas y se cerró con los célebres fragmentos del Amor brujo, ratificando lo que podemos denominar ya como el canon desde el cual debe interpretarse la imborrable obra de Falla, sellando así la feliz unión entre música de inspiración popular y flamenco tan querida por don Manuel.

Pero sin duda lo más atractivo del concierto fueron las obras de Megías  (Rosa en Alejandría), Kingswood (Fernweh) y Llorca, donde la tensión entre la libertad compositiva y el timbre flamenco ponen a prueba las fronteras entre géneros, y donde de nuevo se comprueba que la voz flamenca –una vez desprendida de connotaciones folclóricas— se convierte en un instrumento con nuevas sonoridades capaz de habitar un nuevo espacio musical. Obras distintas donde se crean atmósferas distintas y donde cobró especial relevancia el Vals de la bailarina de Ricardo Llorca y al que contribuyó sin duda una briosa María Toledo. Fue sin duda una gran noche donde la experimentación de compositores y artistas, la asunción de los riesgos e innovaciones busca y consigue también la implicación de un público entregado que siguió con entusiasmo todo el concierto.  

La labor de Rosa como artífice, intérprete y maestra de ceremonias del concierto contribuyo a crear un clima de cercanía que facilita una escucha menos rígida y más abierta a las novedades de lo que suele ser habitual entre los aficionados al Auditorio. La excepcional valía de Rocío Márquez (ya veterana en las lides con Rosa y con una inteligencia musical fuera de lo común), Arcángel (sin duda alguna el más original de los cantaores siempre desde el respeto a la tradición) y María Toledo (una arriesgada todoterreno con una formación musical formidable) subrayan la idoneidad de unas voces flamencas valientes, que se han atrevido en los intrincados caminos de la música contemporánea, pero donde la tradición de la Niña de los Peines, Vallejo, Marchena o Morente opera como escuela y respaldo de una música tradicional que, con iniciativas tan felices como la de Rosa Torres-Pardo, deja de serlo para ser también (como decía el maestro Morente) música y voces de nuestro tiempo.

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Artículo escrito con motivo de Tres por cuatro, concierto de Rosa Torres-Pardo, piano, celebrado el 13 de enero en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional. Artistas invitados: Rocío Márquez (cantaora), Arcángel (cantaor), María Toledo (cantaora y piano).

*Agapito Pageo Ruzafa es editor de la revista de flamenco Agapito Pageo RuzafaEl Canon

Decía el maestro Alfredo Kraus que los cantantes líricos tenían que aprender de la técnica de la voz flamenca. Con esta generosa y certera declaración rompía el tabú de que el flamenco es una música de inspiración donde la voluntad expresiva era capaz de construir más allá de las cualidades de la voz y ponía el acento en la calidad de la voz como columna vertebral del cante. Hacía el gran tenor estas declaraciones en el marco de la concesión del Premio Nacional de Música 1994 a Enrique Morente (en la modalidad de interpretación) y que generó en el mundillo musical una pequeña controversia en la que la propia Rosa Torres-Pardo participó como miembro de aquel jurado junto —entre otros— con el que firma esta crónica. Con aquella decisión del jurado se subrayó un fértil camino, ya iniciado en 1993 por Mauricio Sotelo y Enrique Morente con el Tenebrae Responsoria inspirado en el Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria.

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