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El rincón de los lectores

¡A la hoguera!

Ilustración de Miguel Ángel Martín.

Toño Benavides

Provocar es tarea fácil en un país tan aficionado a contar chistes pero carente por completo de sentido del humor y que está permanentemente dispuesto a sentirse ofendido por las más variopintas razones. España, a falta del consenso necesario para una definición más completa, es ese lugar geográfico donde los católicos reaccionan como si las hordas del lobby gay y otras fuerzas del mal anduvieran todo el rato buscando por las calles beatíficos corderillos para sodomizar en el circo máximo. Sin embargo, este pertinaz nacionalcatolicismo tan nuestro (verdadera marca España), que se siente tan perseguido, ordena el calendario festivo de todos, toma las calles a su antojo durante la Semana Santa mientras los pobres se pelean por cargar con el crucifijo y te puede arrojar pilón por hacer bromas en el bar con la virgen de cualquier pueblo o llevarte ante el juez por hacer chistes sobre Dios o Carrero Blanco, sobre todo si quien los hace es una joven transexual (vade retro) que no se calla ni tiene por qué.

Podríamos añadir el caso del Cristo cocinado de Javier Krahe —a quien también, qué casualidad, la democracia de Felipe González quemó en la pira del ostracismo por componer y cantar aquel “Cuervo ingenuoque todos conocemos o los más recientes del cantante de Def con Dos César Strawberry, El Gran Wyoming y Dani Mateo o Rita Maestre por quitarse la camiseta en una capilla que estaba donde no debía estar. En cuanto a los corderillos sodomizados, ya sabemos que es más fácil encontrarlos bajo una rancia sotana protegida por la púrpura cardenalicia que en cualquier otra parte.

Resulta increíble que, en un país teóricamente europeo y aconfesional, las leyes amparen a todo el que se siente agraviado por la sátira de sus creencias. De este modo, cómo no admitir a trámite las  querellas en los juzgados por chistes sobre Buda, Mahoma, Jehová, Zeus o Raticulín, que también es de Dios. El dibujante Darío Adanti ponía de manifiesto el absurdo de tal situación con una sentencia propia de su genio: “Tendría que haber un delito de ofensa a los sentimientos científicos: a mí me molesta que digan que el mundo se creó en siete días”.

La soltura en los ataques a la libertad de expresión por parte de un gobierno que no se avergüenza de su pedigrí franquista y la alteración quirúrgica del código penal hasta convertir un régimen de libertades en una mutación fascistoide sólo tiene una explicación: tras la muerte del dictador, en España, muy pocos aspiraban a la democracia. A la mayoría le bastaba con la Transición, sobre todo a los que llevaban el águila bordada en el ajuar de cuna. Ya lo dijo su santo patrón Fraga Iribarne: “Si llego a saber que la democracia era esto, me hubiera hecho demócrata mucho antes”.

En una coyuntura como esta, el eterno y polémico enfant terrible del cómic Miguel Ángel Martín, uno de los autores españoles con mayor proyección internacional, es un firme candidato a la hoguera y raro será no verle a él o a su editor español Jesús Egido (Reino de Cordelia) en el banquillo de los acusados por este Total Over Fuck que acaba de ser distinguido con el premio al mejor cómic europeo ex aequo con La casa, de Paco Roca (publicado en España por Astiberri), en el festival Romics 2017  que tiene lugar en Roma.

De hecho, la peripecia que ha sufrido ante los tribunales el editor italiano de la obra ha sido más que florida. En Italia, país donde Martín es ampliamente conocido pese a que se ha mantenido siempre en la escena underground, la edición fue secuestrada en 1995 tras la denuncia presentada por el impresor, bajo las acusaciones de inducción al suicidio, al homicidio y la pedofilia. El editor fue finalmente absuelto tras un largo proceso de cinco años de censura sin compensaciones.

Los nutrientes de Martín, laureado en 1995 con el premio Yellow Kid al mejor autor de cómic, que es el equivalente al Oscar o al Pulitzer, van de la literatura de J. G. Ballard o William Burroughs, al cine de Cronnenberg, David Lynch o Peckinpah; del porno a la música techno industrial. Ha generado una estética, absolutamente personal y reconocible al primer golpe de vista,  basada en ese dibujo limpio, descriptivo y sintético propio de la llamada línea clara con la que logra sumergirnos en el ácido torrente de sus ideas. Peligroso como un caramelo de wasabi envuelto en celofán rosa, Martín nos conduce con la inocencia del niño que te lleva de la mano al lado más oscuro de la mente humana, y nada de lo humano nos es ajeno. Sin embargo, su valor no radica tanto en la capacidad de provocación, inherente a los temas que toca, como en el sentido del humor con que lleva a cabo la escabechina de tinta que se despliega ante nuestros ojos. No es muy diferente de la técnica con la que otros personajes de ficción como Dexter o Hannibal Lecter han cosechado la afinidad y el cariño del público. La risa nos identifica con el monstruo y nos recuerda lo que somos. Algunos se lo agradecemos y otros no se lo perdonan.

La deliciosa edición en tapa dura por parte de la editorial Reino de Cordelia de este Total Over Fuck, recientemente galardonado, recoge la producción de diferentes periodos del autor y no ha dejado indiferente a nadie aunque algunos hayan reaccionado como en una estampida de gallinas decapitadas.

Recuerden, es la obra literaria de un autor, dibujos y texto; no curas pederastas en la impunidad del seminario. Manténgase fuera del alcance de los niños y disfrútenlo en solitario, en pareja o en grupo.

Paco Roca cuelga el pijama

Paco Roca cuelga el pijama

Bon appétit.

*Toño Benavides es poeta e ilustrador.Toño Benavides

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