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La madre que nunca dijo "Auschwitz"

Portada de Una familia en Bruselas, de Chantal Akerman.

Una familia en Bruselas

Chantal Akerman

Regina López Muñoz

Editorial Tránsito

Madrid

2021

Una buena amiga me ha regalado este librito, uso el diminutivo por su extensión, una nouvelle, ni siquiera eso, un monólogo interior de 68 páginas. Y no hace falta más para condensar una forma tan bella de contar una historia familiar, que no sólo sorprende, sino que a más de una que nos dedicamos a esto nos gustaría saber hacerlo de ese modo.

Chantal Akerman (Bruselas, 1950-París, 2015) está considerada como pionera del feminismo en el cine, su oficio principal, en el que se inició como directora tras ver una película de Godard. La vida de esta creadora belga, directora, guionista, actriz, productora de cine, fotógrafa y escritora de origen judío polaco, estuvo muy marcada por su madre, que sobrevivió con 15 años a Auschwitz. El resto de su familia pereció en el campo de concentración. Cuando la madre murió en el año 2014, Chantal se vino abajo. Se dio cuenta de que todo el centro de su obra gravitaba alrededor de su madre y, ahora que ella no estaba, sentía que ya no tenía nada que decir. Un año después, la cineasta se suicidó. Tenía entonces 65 años.

Este extraordinario libro, Una familia en Bruselas, lo escribió en 1998 y ahora lo acaba de publicar, con un gusto exquisito, la editorial Tránsito, que apenas lleva dos años funcionando bajo la batuta de otra mujer, Sol Salama. La traducción ha corrido a cargo de Regina López Muñoz. Cuando terminé de leerlo me vino a la cabeza el principio de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Y eso es lo que nos retrata. Como un monólogo interior realizado por una mujer recién enviudada (con aires a la madre de Chantal), que a veces pasa al monólogo interior de “la hija que vive en el barrio de Ménilmontant” (la propia Chantal), nos va contando con una sutileza extraordinaria los aspectos de la vida de esa mujer, la enfermedad del marido, la vida aparentemente normal de toda la familia, la hija que vive lejos, casada y con hijos, la otra, que vive a su manera y no ha querido ser madre, los parientes que la recogen los viernes, los que viven al lado del mar, en clima cálido, y se elide, pero está presente, muy presente, “aquello de lo que no se habla”. A base de pinceladas sutiles nos deja ver el origen judío, aquello que pasó tan terrible, lo que marca una experiencia así: el dolor, ese dolor que no se menciona pero que está ahí, rezumando en cada página. Así va construyendo eso del principio de Ana Karenina, cómo la infelicidad de esa familia es específica, por lo que está en su origen. ¿Es una novela del Holocausto? No. Es una novela de una familia, de una mujer que acaba de enviudar y recuerda, evoca, da vueltas, habla por teléfono con sus hijas, sale a la calle, le duelen los huesos. Y detrás… detrás está lo que habita, pero también la forma de contarlo: frases sin apenas comas, como un monólogo reconcentrado:

Entonces por suerte el teléfono sonaba y a esa hora no era la hora de mi hija la que tiene hijos sino la de la que no tiene y cuando lo cogía podía constatar que era ella y por supuesto mi hija preguntaba cómo estás y yo decía bien y ella decía te noto en la voz que no estás bien y yo decía qué te puedo decir y ella decía no sé y hablábamos así un poco de todo y de nada hasta que finalmente ella quería hablar con su padre y yo cogía el inalámbrico y se lo daba y le decía es tu hija.

 

Y cuando el padre se pone enfermo, enfermedad que no se nombra, pero se describe, vuelve la sombra del pasado, que está ahí agazapada, marcando la vida de esta familia, aunque no se mencione:

…mi hija vino y se puso a gritarme, me dijo, si no recuerdo mal, te quieres morir tú también, sí eso fue lo que me dijo y más cosas también que no tengo ganas de repetir porque están relacionadas con eso de lo que nunca hablo pero mi hija sí habla de ello…

 

Parece ser que la madre no fue capaz de pronunciar nunca en su vida la palabra “Auschwitz”, ni siquiera la frase “campo de concentración”.

Chantal Akerman se consagró ante la crítica internacional con el filme Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), sobre la vida cotidiana de una viuda que se prostituye para salir adelante junto a su hijo. Pese al irregular recibimiento que tuvo, el New York Times la etiquetó como “la primera obra maestra del feminismo en la historia del cine”. Y la teórica del cine Laura Mulvey dijo: “Esta película significa para el movimiento feminista una sacudida solo comparable a la que produjo Ciudadano Kane (1941) en la historia general de la cinematografía”.

Todas sus películas, por lo que he leído, son intimistas, basadas en la cotidianidad, en las mujeres, la comida, la sexualidad, el aislamiento, lo que hacen, lo que sufren, la soledad. Y todo ello se ve reflejado en Una familia en Bruselas. Chantal Akerman echó de menos el cariño de una madre traumatizada que no hablaba de sus fantasmas, de su experiencia en el campo de concentración donde murieron sus padres.

Mi primavera literaria

Mi primavera literaria

Me sigo sorprendiendo cada vez que me encuentro con una mujer como Chantal Akerman que, con tanto talento y valía, apenas es conocida. Reconozco que es lo primero que leo de ella. Y es una pequeña gran obra literaria. No he visto sus películas. Su referencia como cineasta también la tengo por esa buena amiga que me habló de ella y me regaló este libro. Pero si me subyugan del mismo modo que lo ha hecho este libro, sé que me volveré una incondicional. Sirvan estas pequeñas líneas como un acto de redención y agradecimiento a la editora Sol Salama por publicar esta bella historia. Si quieren apoyar a esta editorial, que se lo merece, tanto por la finura de su edición como por el contenido de su catálogo, solo mujeres, hagan el favor de comprar este libro. No se arrepentirá nadie. Y si no es así, estoy dispuesta a reembolsarles yo la cantidad del mismo.

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Carmen Peire es escritora. Su último libro esCuestión de Tiempo (Menoscuarto, 2017).

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