Liebre por gato
El microrrelato como fábula
La sección de microrrelatos inéditos 'Liebre por gato' está coordinada por Fernando Valls y Gemma Pellicer. Esta nueva entrega recoge dos textos del escritor Óscar Esquivias.
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El jardinero y el ángel de la muerte
Aquel amanecer, el ángel de la muerte se extrañó al ver al joven jardinero en Bagdad, cuando lo esperaba por la tarde en Isfahán. El ángel pasó el día recorriendo toda Persia. Él también era un poco jardinero y seleccionaba con cuidado los tallos que cortaba, a veces los más floridos y hermosos, otras los secos o marchitos.
Al anochecer, cuando ya sonaban las voces de los muecines, llegó a Isfahán y allí vio al mocito, en el patio de la gran mezquita, lavándose los pies, todavía sofocado por las muchas horas de galopada. Otros fieles corrían para llegar a tiempo a la oración y un muchacho de la misma edad del jardinero se remangó a su lado para hacer las abluciones. Entre ellos, estaba el ángel del amor, tan poderoso como el de la muerte. Ellos, aunque no lo veían, notaron inmediatamente su presencia.
–¿Es tuyo o mío? –preguntó un ángel a otro.
Lo echaron a suertes y, esta vez, como les gusta a los poetas, venció el amor. Pero como el jardinero nunca volvió a Bagdad, le dieron allí por muerto y su corta vida se convirtió en leyenda.
Fábulas
Juan, mi marido, llevaba unos días sintiéndose enfermo del estómago. Yo pensé que era una excusa (otra más) para evitar la visita dominical a mi madre, así que vestí a las niñas (eran hijas suyas, de un matrimonio anterior) y me fui con ellas en el tren de cercanías. Creo que ni me despedí y lo dejé en la cama, interpretando su papel de Argán.
Mi madre no preguntó por él, solo dijo: "Hoy no tendré que hacer un plato aparte para el señorito" (Juan, el señorito, es vegano). La comida fue opípara, larga, abrumadoramente carnívora, tensa. Al despedirnos, dio a las niñas una bolsa con regalos y a mí me metió algo en el bolsillo del abrigo. Yo ya no me molestaba en rechazar sus propinas, sus caramelos o, incluso, las latas de mejillones o fuagrás que me obligaba a llevarme, como si fuera un contrabandista en el país de los herbívoros. Nos besó sonora y repetidamente.
Ya en el tren, vi que no me había dado comida, sino una novela de Patricia Highsmith. En el primer capítulo, un ama de casa de Brunswick Corner se afanaba en preparar un veneno, descrito detalladamente: nuez vómica, ralladura de scilla (esto yo no sabía lo que era), ácido salicílico, harina, azúcar, esencia de anís, se hacía una pasta, se freía…
No pude seguir porque las niñas empezaron a pelearse. Mi madre les había regalado media docena de libritos ilustrados, pero las dos querían hojear el mismo. Se lo quité y empecé a leerlo en alto, para calmarlas. Era la historia de un cazador que disparaba a un pato y dejaba así a los patitos huérfanos. En el siguiente, unas foquitas veían cómo un oso polar devoraba a papá foca; en el tercero, papá conejo caía en una trampa y sus hijitos debían sobrevivir solos...
La verdad sobre Pessoa
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Las niñas protestaron cuando guardé los libros y se echaron a llorar. Yo me pasé el resto del viaje llamando a Juan, sin que me respondiera.
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Óscar Esquivias (Burgos, 1972) ha publicado varias novelas y los libros de cuentos Óscar EsquiviasLa marca de Creta (Premio Setenil), Pampanitos verdes y Andarás perdido por el mundo. Su narrativa breve fue antologada en el libro El chico de las flores. Sus aforismos y microrrelatos aparecen, además, en distintas publicaciones artísticas (muchas realizadas con el fotógrafo Asís G. Ayerbe) y en revistas digitales. Recibió el Premio Castilla y León de las Letras 2016.