Todo es un secreto, hasta al autor del libro
Fuck data
Max Power
Sonámbulos Ediciones (Granada, 2022)
El último título hasta la fecha de la colección Macasar de Sonámbulos Ediciones es un acontecimiento editorial. A ver, hay todo tipo de acontecimientos, y luego unos trascienden y otros guardan su secreto, no sabemos exactamente cómo ni por qué, ni debe importarnos. Lo importante, ahora, es celebrar el que motiva este encomio, que no es otro que el nacimiento de una extraña criatura.
Al preparar estas palabras imaginé proferirlas a una congregación como la de la escena final de La semilla del diablo: un grupo heterogéneo, no demasiado numeroso, reunido alrededor de otra extraña criatura recién llegada al mundo, con Margaret y Elmer, los famosos Modlin entre ellos, pero sin la comparecencia del padre del bebé. Fuck Data no es un diablo hijo de Satán, pero tampoco estaría en el cenáculo Max Power, su hacedor. Y eso ya nos pone sobre la pista de su extrañeza. Lo habitual en las presentaciones de los libros es justamente la presencia de quien los firma, alrededor de la cual gira todo el acto. Los futuros lectores acuden a él para conocer en persona al escritor, para escucharle o hacerse un selfie con él, con ella. Y esta, este, acuden, también, para poner cara, cuerpo, voz a sus lectores, para comprobar que estos existen, que no están solos ante el teclado, que es verdad que, ahí afuera, hay gente real que acoge su trabajo. Y, sin embargo, ese tipo de comunicación, ese intercambio que rige la lógica de tales actos estaría cortocircuitado en el que imaginaba para dar a conocer Fuck Data. Hay una razón para ello, que explica, para empezar, que la velada sería un acontecimiento.
Acabo de referirme a una película. Ahora citaré otra (y no es ajeno al espíritu de la novela la remisión al cine): La regla del juego. Esta vez no traigo el filme a colación por una escena en concreto que pueda servir para evocar cierto clima sino, sencillamente, por su título. Es lo que me interesa subrayar. En cualquier otra presentación estaría el autor hablando de su libro, probablemente junto a un o una acompañante con quien dialogaría. En la de Fuck Data, en cambio, el juego sería otro.
Como decía mi director de tesis: el autor no ha venido. Él lo decía para liberarnos de la losa de lo que habría querido decir, para desactivar el principio de autoridad y afrontar el texto del que se tratara atentos a nuestra propia subjetividad. Así que serían unos cuantos lectores los que hablarían. Esa sería la regla del juego. Que está dictada por el propio libro: Fuck Data de Max Power. ¿Quién es Max Power? La solapa lo presenta: […] según se va leyendo, va conociéndose y comprendiendo que esta nota biográfica es literal. Porque Max Power es un personaje. Y aquí radica la novedad de su planteamiento, que explica la regla del juego. Fuck Data es lo contrario a la autoficción dominante, probablemente ya en vías de agotamiento. Efectivamente: en la autoficción el escritor se convierte en personaje, en Fuck Data el personaje se convierte en escritor. Así es, exactamente. Creo que es un eslogan que formula concisamente el acontecimiento que supone.
Otro lector del texto, Jorge Carrión, que me dijo que le había parecido un juego meta-narrativo y ensayístico fuerte, se preguntaba sin embargo por qué no lo firma su autor real, o sea, la persona que, en el mundo que habitamos los lectores, está detrás de este artefacto literario. Lo veía una operación muy arriesgada. Si siguiera los argumentos que esgrimí, también su novela Membrana, por ejemplo, podría haber sido publicada sin su firma (porque, recodémoslo, el pacto narrativo que propone es que el texto está escrito por inteligencias artificiales del futuro). Tiene razón. Pero por eso mismo Fuck Data es un acontecimiento: porque se toma en serio la inversión de la lógica comunicativa y comercial dominante. La audacia del gesto, y la generosidad del autor real también al borrar su nombre no solo de la cubierta sino también de todos los paratextos que acompañan la obra, al ceder su lugar al personaje que se ha convertido en escritor, obedece a un posicionamiento contra lo que subyace en esa lógica contra la que se rebela: el narcisismo generalizado, del que la autoficción triunfante (sancionada nada menos que con el Nobel de literatura) sería un síntoma. No se trata de emboscarse, ni mucho menos de paranoia, no pasa nada por saber quién está detrás de Max Power. De lo que se trata al dar un paso atrás para conceder todos los focos al personaje, es de oponer resistencia a las inercias. Para mejor sumergirse en la historia y dejarse llevar por el juego de su meta-edición.
De ese modo, y en consonancia con el koan (al que se remite desde el principio), se refuerza la potencia de algunos de los temas principales que aborda la obra. Al no remitir a nada exterior a ella misma se aborta la tentación de buscar fuera huellas que nos despistarían. Tenemos que centrarnos exclusivamente en las transcripciones (ya se comprenderá, a su debido tiempo, por qué ese nombre y no "capítulos") y en lo que ellas revelan de nuestra naturaleza. Como se dice en algún punto, con un neologismo que aventuro que terminará formando parte de la lengua (por ahora, hice la prueba de buscarla en Google y encontré una sola referencia, dentro de una página en árabe salvo por unas pocas palabras entre las que esta se encontraba… imposible para mí conocer su contexto), lo que nos hace humanos es "inimprontable".
La vida de los otros
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Francisco Baena es escritor y director del Centro José Guerrero de Granada.