'Minari', una abuela fuera del sistema

Irene Bullock (Insertos)

David (Alan S. Kim), un niño, corre por un paraje natural tras su abuela (Yuh-jung Youn) y grita para que esta le oiga, pues desea que vuelva a su lado. De pronto, es inevitable rememorar la carrera y los gritos de otro chiquillo llamando a un forajido que se aleja, a Shane, en Raíces profundas de George Stevens. La abuela de David también ha venido de un lugar lejano, Corea, y ha establecido con su nieto de Arkansas un vínculo especial. Como en aquel mítico western, la abuela es una forajida que trata de restablecer la unión en una familia. El grupo se está desmoronando ante las dificultades para sacar adelante un proyecto de productos agrícolas coreanos con los que abastecer a inmigrantes como ellos.

Minari. Historia de mi familia (en cines este 12 de marzo) es una crónica familiar con un aroma autobiográfico muy especial que firma Lee Isaac Chung, un director estadounidense de origen coreano. En su cuarto largometraje recrea, a partir de la memoria y el recuerdo, la odisea de una familia inmigrante durante los años ochenta, la era Reagan, en los campos de Estados Unidos. La peculiaridad es que estos nuevos pioneros son inmigrantes coreanos y se dan de bruces con la fragilidad del sueño americano. La abuela se convierte en personaje catártico que sirve de puente entre los usos y costumbres del nuevo país y la identidad coreana. Es una mujer malhablada, divertida, dulce y fuerte como las antiguas pioneras ante las adversidades, que trae semillas de minari, una especie de apio. La abuela planta las semillas junto a su nieto y las deja crecer, salvajes, junto a la orilla de un río, a la sombra. Unas semillas que echan raíces fuertes en Estados Unidos sin perder su particular aroma.

Minari avanza con el ritmo pausado y tranquilo de cierto cine oriental, centrándose en la intimidad de los personajes y en la sencillez de la puesta en escena, pero bebe a la vez del western. De ese cine de agricultores pioneros que luchaban día a día por salir adelante en el salvaje Oeste. Así, hay personajes tan fordianos como Paul (Will Patton), un excombatiente de la guerra de Corea, que claramente ha estado varias veces al borde de la locura y emplea la religión como medicina espiritual. Pero la cinta también esconde una mirada a esas zonas rurales estadounidenses, acuciadas por los problemas y el sufrimiento, ya reflejada en clásicos como El pan nuestro de cada día de King Vidor o Las uvas de la ira de John Ford, donde los protagonistas siempre terminaban encontrando las fuerzas para seguir adelante.

Minari, por otra parte, tiene una mirada sensible y especial, la de David, un niño inteligente, travieso y lleno de vida, que ama a sus padres, Jacob (Steven Yeun) y Monica (Yeri Han), y a su hermana, Anna (Noel Cho). La película también es el recorrido de aprendizaje del muchacho. Este va desprendiéndose del miedo a morir, y confiando en su fortaleza interior, sobre todo de la mano de la abuela, a la que aprende a querer poco a poco. El corazón enfermo de David, que necesita sanar, es también una representación de la ruptura del vínculo familiar que necesita restablecerse.

Y ese es el otro conflicto de la trama: las distintas perspectivas que tienen de la vida Jacob y Monica. El primero cree ciegamente en el éxito, en la tierra de las oportunidades y el sueño americano. Su esposa tiene los pies más en la tierra y trata de ser más pragmática. Están en un momento en que no encuentran un equilibrio; se quieren, pero sus visiones de la vida les separan. Olvidan la premisa con la que viajaron a la tierra prometida: ayudarse y salvarse mutuamente ante las dificultades.

Los dos sobreviven en el día a día sexando pollos en una granja. Los machos se descartan, solo sirven las hembras, que son las que ponen huevos. Cuando David pregunta a su padre por el humo negro que sale de una chimenea de la granja, este le explica que ahí van los pollitos machos que no son útiles. Y le dice al niño que ellos tienen que hacer todo lo posible por ser útiles, por conseguir el éxito. Una demoledora metáfora del sueño americano.

Lee Isaac Chung propone, además, un interesante punto de vista que durante años o bien era estereotipado o silenciado: el de los asiáticos estadounidenses. Sin embargo, últimamente, películas como Minari están aportando una mirada renovada y rica en matices. Este largometraje sigue la estela abierta por títulos como Columbus (2017) de Kogonada, o documentales como Be water (2020) de Bao Nguyen, que analiza cómo se ha mirado a la comunidad asiático estadounidense en el cine y la importancia de figuras como la de Bruce Lee para terminar con los estereotipos. Como western rural y contemporáneo con raíces orientales, Minari ofrece un nuevo horizonte en la reivindicación de esta mirada.

David (Alan S. Kim), un niño, corre por un paraje natural tras su abuela (Yuh-jung Youn) y grita para que esta le oiga, pues desea que vuelva a su lado. De pronto, es inevitable rememorar la carrera y los gritos de otro chiquillo llamando a un forajido que se aleja, a Shane, en Raíces profundas de George Stevens. La abuela de David también ha venido de un lugar lejano, Corea, y ha establecido con su nieto de Arkansas un vínculo especial. Como en aquel mítico western, la abuela es una forajida que trata de restablecer la unión en una familia. El grupo se está desmoronando ante las dificultades para sacar adelante un proyecto de productos agrícolas coreanos con los que abastecer a inmigrantes como ellos.

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