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'Mitos y realidades del Estado de bienestar'

'Mitos y realidades del estado del bienestar', de Rafael Muñoz de Bustillo.

Rafael Muñoz de Bustillo

infoLibre publica un extracto de Mitos y realidades del Estado de bienestar, ensayo de Rafael Muñoz de Bustillo publicado por Alianza Editorial. En él, el catedrático de Economía Aplicada analiza los peligros que acechan al Estado de bienestar, partiendo primero de un análisis histórico que trata de explicar su aparición, recorriendo luego los cambios económicos y sociales que lo desafían, y terminando con un análisis de cómo ha cambiado en países como Alemania, Suecia, Reino Unido y España y qué le puede esperar en un futuro. En el fragmento recogido, el autor aborda el envejecimiento poblacional como uno de los factores que ponen en liza este modelo organizativo. 

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  Estado del bienestar y cambio en la estructura de edad de la población

 

La construcción y consolidación del estado del bienestar coincidió con una situación demográfica distinta según los países y su posición en el proceso de transición demográfica, pero caracterizada, en términos generales, por un relativamente bajo porcentaje de población de edad avanzada (por convención estadística, 65 años y más) y una fuerte presencia de población infantil y adolescente (menos de 15 años). Desde entonces, la composición de la población ha cambiado de forma muy significativa, reduciéndose el peso de la población de menor edad y aumentando el de la población de más de 64 años, en un proceso de trasvase de población de la base de la pirámide demográfica a su cúspide, que, en la mayor parte de países de renta alta da lugar un aumento de la población entre 15 y 64 años, la edad considerada potencialmente activa. [...] Tomando a España como ejemplo, se observa que a finales del periodo el peso relativo de la cohorte de población más joven se había reducido prácticamente a la mitad, al tiempo que aumentaba el peso de la población de más edad también en múltiplo de dos y crecía ligeramente la población de edad potencialmente activa, en este caso concreto ayudada por el fuerte proceso inmigratorio experimentado por el país con el cambio de siglo.

Ello significa que, en su proceso de construcción, los Estados del bienestar se beneficiaron de contar con una relativamente pequeña población de alta edad, debido a la menor esperanza de vida existente que limitaba el tamaño de las cohortes de mayor edad, y por lo tanto un menor coste a la hora de cubrir la protección a la tercera edad vinculada a los sistemas de pensiones, así como menores costes sanitarios, en la medida en que es en este grupo etario en el que se concentra buena parte del gasto médico. Por el contrario, la existencia de un elevado porcentaje de población joven repercutía en otro tipo de gastos, si bien parte de ellos, los gastos en educación, en aquella época estaban vinculados a recorridos educativos más cortos, mientras que otros recaían mayoritariamente sobre las familias, que eran gastos de índole privado y no público.

El aumento de la esperanza de vida al nacer, que pasa del entorno de los 70 años en los países de renta alta en 1960 a los 80 años en 2009, y el aumento de la esperanza de vida a los 65 años, explican el crecimiento del peso de la población de más edad en el conjunto de la población de los países de renta alta. Este fenómeno, que el demógrafo Julio Pérez (2003) denomina acertadamente la madurez de las masas, entendida como la situación en la que la mayor parte de los integrantes iniciales de una generación sobrevive al menos hasta su madurez (entendida a su vez como culminación de la vida adulta y la antesala de la vejez), es uno de los grandes logros de las sociedades modernas, al suponer la "democratización de la supervivencia mínima necesaria para completar la fase adulta de la vida" (Pérez, 2003, p. 4) y, en cierto sentido, la "democratización de la vejez". Cuando esta dinámica se da simultáneamente con una reducción de la tasa de fecundidad (ilustrada para 5 países en el gráfico 6.1 y vinculada a la culminación de la transición demográfica y a otras transformaciones socioeconómicas que analizaremos más adelante), entonces se produce el proceso de "envejecimiento demográfico" al que nos hemos referido más arriba en términos del aumento de peso poblacional de las cohortes de mayor edad en el conjunto de la población.

El proceso de envejecimiento demográfico, compartido por todos los países de renta alta y que según todas las proyecciones continuará y se intensificará en las próximas décadas hasta estabilizarse en los años 2050-2060, tiene implicaciones importantes en dos ámbitos distintos de la actividad económica. En primer lugar, la reducción de la tasa de natalidad podría dar lugar a una reducción de la población potencialmente activa en el futuro, que de no cubrirse mediante la entrada de población procedente de otros países (inmigración) podría derivar en cambios demográficos: pensiones e inmigración 211 una reducción de la capacidad de crecimiento económico, en la medida en que el trabajo es uno de los factores productivos par excellence. Sin duda alguna, este constituiría el principal problema derivado del cambio demográfico, ya que supondría reducir la capacidad de crecimiento de la economía. Así y todo, las economías de mercado están plenamente capacitadas para afrontar problemas de este tipo de forma prácticamente automática, ya que la escasez de factor trabajo se vería seguida por un aumento de su precio de mercado (el salario), que actuaría como señal para que las empresas sustituyeran dicho factor por capital, adoptando tecnologías más intensivas en capital y menos intensivas en trabajo. De hecho, la historia del capitalismo es una historia de cambio tecnológico a favor de tecnologías más intensivas en capital. De ser así también en el futuro, deberíamos esperar una aceleración del cambio técnico intensivo en capital. Por otra parte, las proyecciones actuales de población en el escenario 2060, aunque contemplan cambios importantes en la composición etaria de la población europea, arrojan unas cifras de reducción de la población potencialmente activa relativamente manejables en la mayoría los países. Así, en cinco países: Bélgica, Irlanda, Luxemburgo, Suecia y el Reino Unido, la población 15-64 años aumentaría, en otros, como en España, Italia o Finlandia la reducción rondaría el 7-8%. De hecho, la caída del 13% de la población de la UE (27) en este grupo etario se explica fundamentalmente por el adverso comportamiento demográfico estimado para los antiguos países del bloque socialista, con caídas de hasta el 48% para el grupo etario que nos ocupa en el caso de Bulgaria. A estos países se suma en esta ocasión Alemania, con una caída estimada de un tercio de su población potencialmente activa, en un contexto de caída de la población total cercano al 20%.

'Socialismo, historia y utopía'

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La segunda cuestión con implicaciones económicas, especialmente para las actividades del estado del bienestar, asociada al cambio demográfico previsto es de una naturaleza distinta, ya que está vinculada al cambio en la demanda esperable de prestaciones sociales derivada de la transformación de la estructura de población. En este caso, y a diferencia del caso anterior, nos movemos dentro de los ámbitos distributivos, esto es, aunque no hay una reducción absoluta en la población potencialmente activa, y por lo tanto no se reduzcan las posibilidades productivas de los distintos países, si al cambiar la composición etaria de la población aumenta el número de personas demandantes de prestaciones sociales, aumentarán también las necesidades de financiación del estado del bienestar que tendrán que ser atendidas por una población potencialmente activa menguante o estable.

Tres son los ámbitos de actuación del estado del bienestar que se pueden ver más afectados por esta dinámica de cambio en la estructura de edades. Por un lado, la reducción de la población más joven supondrá una reducción de las necesidades educativas. Sin embargo, la reducción esperada en este ámbito es pequeña, de un 6% para el conjunto de la UE (27), que se explicaría por el comportamiento de los países del Este y Alemania. En España, por ejemplo, se espera una caída de la población 0-14 años de tan solo un 3% para 2060. En segundo lugar, el aumento de la esperanza de vida supondrá el aumento de la población de 65 y más años, que para el conjunto de la UE se espera sea de un 75% pasando de los 87 millones de 2010 a 153 en 2060. En el caso de España, el aumento proyectado es todavía mayor (112%), al pasar de 7,7 millones a más de 16, lo que supone que este colectivo pase de suponer el 17% de la población a casi un tercio de esta (el 31,5%) en 2060. Cuando se combina una población de 65 y más años creciente con una población potencialmente activa estable, cuando no ligeramente decreciente, se obtiene un inevitable aumento del ratio de personas de 65 y más años con respecto a población potencialmente activa, lo que se conoce como tasa de dependencia demográfica (TDd, normalmente expresada en tanto por ciento), que refleja el número de personas potencialmente activas que existe por cada persona potencialmente jubilada y, por lo tanto, dependiente de la producción ajena para su subsistencia. Con la finalidad de facilitar la comprensión de la intensidad de estos cambios demográficos proyectados, en el gráfico 6.2 se recoge la evolución de la tasa de dependencia demográfica en un número escogido de países europeos. Una forma distinta de visualizar esta relación es calculando su inversa (100/TDd), ya que en este caso tendríamos el número de jubilados que hay por cada persona potencialmente activa en un país. Por ejemplo, utilizando los datos de España, pasar de una TDd del 25% en cambios demográficos: pensiones e inmigración 213 2010 al 56% en 2060 equivale a pasar de 4,1 personas potencialmente activas por jubilado a 1,8.

Este cambio plantea numerosas incógnitas y ha dado lugar a la puesta en marcha de importantes reformas de los sistemas de pensiones, cuestiones ambas que se tratan brevemente más adelante. En este sentido, como señalan de forma clara Bloom y Canning (2005): "Es importante recordar que los cambios previstos en la estructura demográfica por edades, así como la disminución en población que se espera ocurra en los países desarrollados no tienen paralelo en la historia. En tanto que tenemos larga experiencia de altas tasas de dependencia juvenil y de altos ratios de población activa respecto al total de la población, a los países desarrollados les va a tocar enfrentarse por primera vez con altas tasas de dependencia demográfica de población mayor de 65 años y niveles de población rápidamente decrecientes" (p. 35).

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