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Ponferrada, "el pueblo chico, infierno grande" para Nevenka Fernández

'Soy Nevenka'.

Cualquiera que haya pasado por Ponferrada o Zamora sabrá en los primeros minutos de metraje de Soy Nevenka que no se ha rodado donde ocurrió la historia. La película de Icíar Bollaín sobre la primera condena por acoso sexual a un político en España trascurre por los lugares más reconocibles de Zamora porque el Ayuntamiento de Ponferrada no les abrió las puertas para grabar allí. La misma institución donde Nevenka Fernández conoció el infierno ahonda más de 20 años después, de nuevo gobernada por el PP, en la herida no cerrada de esta historia: Ponferrada como el “pueblo chico, infierno grande” del que la entonces concejala tenía que salir para escapar, para encontrar escucha, para buscar su defensa, para reconstruir su futuro, para, como ella ha dicho después, pelear por su vida.

Bollaín prometió en marzo, al terminar el rodaje en Zamora, una premier en la ciudad y expresó su deseo de que hubiera otra en Ponferrada, pero finalmente no ha ocurrido. El martes 1 de octubre, la directora tendrá un encuentro con el público en el único cine de Zamora, pero en Ponferrada no se organizará nada. “El anterior equipo de Gobierno (del PSOE) hemos intentado que vinieran al estreno Icíar, parte del equipo, incluso Nevenka. Y te puedo decir que hemos estado a punto de conseguirlo, pero finalmente no van a poder venir y no va a haber nada en especial. Desgraciadamente no pudo ser, que hubiera sido fantástico”, explica a infoLibre el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Ponferrada, Olegario Ramón. Su grupo municipal asistió en bloque al estreno este viernes y publicó en Twitter una fotografía en la que el exalcalde expresa su pena y rabia “por el sufrimiento de Nevenka Fernández, por la reacción de sus compañeros y gran parte de la ciudad y también porque se haya tenido que grabar fuera de Ponferrada”.

El acosador de Nevenka Fernández, el exalcalde del PP de Ponferrada Ismael Álvarez, nunca se fue de la ciudad y sigue siendo una persona influyente. Nunca reconoció lo que hizo ni le pidió perdón, sino que trató por sus abundantes medios de darle la vuelta a la historia a pesar de la condena en su contra. La economista visitó en marzo el rodaje y, en una entrevista que se ha emitido esta semana, la periodista Ana Pastor le pregunta por la anomalía de estar en Zamora y no en Ponferrada. Ella contesta: “parece ser que en Ponferrada no han cambiado todavía suficiente las cosas”. En otro momento de esa conversación, Pastor dice “no estamos en Ponferrada” y Nevenka, más de 20 años después, responde “menos mal”.

Autobús a Madrid, avión a Reino Unido

Icíar Bollaín había contado durante el rodaje que concebía a Ponferrada como “un tercer protagonista”, una idea fuerza que logra mantener toda la película. Entre todos los escenarios de la cinta hay dos conjuntos que la marcan: dentro y fuera de Ponferrada. La película hace que el espectador sienta el alivio de Nevenka cuando se sube a un autobús nocturno camino a Madrid y que se angustie con su desazón cuando tiene que volver en coche a su ciudad. Ponferrada, capital del Bierzo con 63.000 habitantes, es en la historia real de Nevenka Fernández y en la cinta de Bollaín ese “pueblo chico, infierno grande” del que tantas personas han tenido que huir para poder ser quienes son, para encontrar sus vidas o para, como fue su caso, salvarlas.

Nevenka no puede volver a Ponferrada ni como película veinte años después

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Soy Nevenka, de Movistar Plus+,  es el tercer trabajo que cuenta esta historia, tras la miniserie documental Nevenka, que Ana Pastor hizo con Newtral para Netflix en 2021, y del libro Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad, que Juan José Millás publicó en 2005 y se ha reeditado ahora. Bollaín quería aportar la emoción del cine y ha conseguido que el espectador viaje con Nevenka de la claustrofobia de las estancias del Ayuntamiento o el salón de sus padres a la sensación de control y posibilidad en la oficina de su abogado en Madrid o en sus primeros trabajos en Reino Unido.

Cuando las amigas de la infancia descubren cómo está Nevenka y lo que ha ocurrido, lo primero que le dicen es que hay otra vida y está cerca: vete a Madrid, vete a Madrid y ya está. Irse a Madrid durante unos meses le permitió a Nevenka comenzar a recuperarse, encontrar personas que la escucharan y la entendieran, poder tener la oportunidad de defenderse: en una ciudad como Ponferrada ningún abogado se hubiera atrevido a llevar su caso contra el todopoderoso alcalde y empresario Ismael Álvarez. A su familia le hicieron la vida imposible y le buscaron la ruina. Una compañera del grupo municipal a la que había tenido por confidente declaró en su contra: varios de sus familiares estaban empleados en el Ayuntamiento. No quiso pedir a sus amigas que testificaran porque en una ciudad como la suya sabía que enseguida tendrían represalias.

La historia de Nevenka Fernández fue mediática, ya se conocía, no ocurrió hace tanto aunque lo parezca. El libro sentó el relato real, con detalle y cronología, frente a las tergiversaciones y a las campañas de descrédito. El documental aportó la voz de la economista con la perspectiva del tiempo; retomar el caso en momento en el que la sociedad estaba más dispuesta a escucharlo y darlo a conocer a las generaciones más jóvenes. La película escenifica cómo en un caso de acoso sexual ocurrido en un sitio pequeño la víctima puede sufrir un infierno donde las llamas queman en todas partes y donde, incluso más de dos décadas después, pueden no haberse apagado del todo. 

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