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TEATRO

El 'mena' que ahora es actor o cómo la vuelta al teatro de Botto y Peris-Mencheta es un antídoto contra el odio

Ahmed Younoussi cuenta su historia en '14.4'

Es su historia, pero es la de otros muchos. Es el lance terrible de todos los que de alguna u otra forma intentaron llegar a España desde Marruecos en busca de una vida no ya mejor, sino sencillamente digna. Pero aunque sea la de tantos otros, es la odisea personal de Ahmed Younoussi, quien a principios del siglo XXI entraba a nuestro país con tan solo nueve años escondido (y solito) en los bajos de un camión con una única posible dirección: la supervivencia.

Ahora Ahmed, más de dos décadas después, comparte su testimonio en una obra teatral titulada 14.4 (la distancia mínima que separa a Marruecos de España) que él mismo ha coescrito con Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta, y que protagoniza bajo la dirección de este último. Una coproducción de Barco Pirata y Teatro Español que puede verse en las Naves del Matadero Madrid desde el 27 de junio al 28 de julio.

"Es la vida de miles y miles de chavales y chavalas que intentaron venir. Muchos de ellos llegaron y otros no porque murieron en el camino", resume a infoLibre el intérprete, admitiendo que es "bonito" contar su experiencia, si bien lo "importante" es que es la de "muchos y muchas". "Qué suerte la mía por poder contarlo yo, pero el gusto de contarlo va por mí y por todos los que algún día lo intentaron con diferente fortuna", apostilla el actor, que siendo muy niño escapó del maltrato familiar en el hogar para vivir en las calles de Tánger. En ellas nació la obsesión que lo recorre todo: cruzar a España.

Una vez aquí no todo resultó ser (claro) como imaginaba. Pero el destino le tenía reservado un inesperado giro. Así las cosas, el germen del proyecto se sitúa en 2009, durante el rodaje del cortometraje Metrópolis Ferry, de Juan Gautier, que cuenta la historia de tres hermanos que, volviendo de Marruecos, tienen un incidente en el puerto de Algeciras al descubrir el maltrato por parte de las autoridades portuarias a un chico marroquí que viajaba escondido en los bajos de un camión. El primer día de rodaje, el actor que debía interpretar al chico marroquí no apareció en el set y terminó él mismo interpretando el papel del chaval en quien estaba inspirada parte de la historia. Ahmed, que entonces tenía 17 años, había acudido al set gracias a conocidos de Borja, su tutor legal, para asesorar al actor que no se presentó. 

La feliz coincidencia fue que Sergio Peris-Mencheta participara como actor en el corto y, allí mismo al conocerle, le propuso echarle una mano buscando alguna beca impresionado por su talento natural en la interpretación. También le prometió que algún día él mismo contaría su historia desde el escenario. Lo que parecía un idea peregrina como otras tantas, se hace realidad quince años después. "Le gustó mi historia y se comprometió a contarla algún día. Parece mentira, me cuesta creerlo, pero vamos a contarla ahora en el teatro", confiesa emocionado Younoussi, un rostro habitual desde entonces hasta ahora al que hemos visto en series como El príncipe, La pecera de Eva, Cuéntame cómo pasó, Águila Roja, La unidad o Los nuestros.

Yo se lo presenté a mi madre y Amhed estudió becado los cuatro años de carrera en la escuela de Cristina Rota

Juan Diego Botto

Botto, por su parte, subraya que este proyecto "nace del empeño de Sergio de contar esta historia". "Él coincidió hace muchos años con Ahmed haciendo un corto, conoció su historia y decidió que en algún momento esto se tenia que convertir en una obra de teatro", rememora el actor, quien tras conocer su historia y por animado por su amigo dio un paso definitivo: "Yo se lo presenté a mi madre y estudió becado los cuatro años de carrera en la escuela de Cristina Rota". Desde entonces, Sergio le ha "seguido insistiendo a lo largo del tiempo", pero el proyecto siempre quedaba postergado por algún otro hasta que finalmente ha llegado su momento: "Quedé con él, me contó toda su vida y con eso yo escribí un borrador que después entre los tres fuimos afinando".

Porque 14.4, efectivamente, es una obra a seis manos basada en una vivencia muy personal, pero que ahora adquiere una dimensión más universal gracias a los tres creadores. "Lo primero que Ahmed me dijo es 'no quiero dar pena y hacer una obra de pobrecito niño que vivió en la calle y lo pasó fatal'. Me parece muy revelador y conmovedor por su parte", señala a infoLibre Botto, quien además pone en valor la fuerza de voluntad de Peris-Mencheta para sacar adelante el proyecto a pesar de estar "peleando contra el cáncer" en un centro de Los Ángeles.

Y sigue relatando: "Barajamos la posibilidad de suspender, pero consideró que lo mejor para él era seguir adelante con todos los planes y no estar solo centrado en la enfermedad. Se instaló todo un sistema de cámaras y micrófonos en los ensayos que le permitían verlo todo. Han sido horas de ensayos por videoconferencia en los que él iba dirigiendo a Ahmed y hablando con todo el equipo, poniendo esta pieza en pie. Ha sido un acto de amor al teatro. A veces le veíamos con el gotero en el hospital dirigiendo, ha sido un acto de entrega que nos ha motivado a todos a intentar estar a la altura".

Me encantaría que los que odian a los menores no acompañados se sentasen a ver la función con ese sentimiento y se fueran con cierto arrepentimiento de tanto odio. O no arrepentimiento, pero sí de entender desde otro punto de vista, de abrir más los ojos y dejar que el corazón sienta

Ahmed Younoussi

El resultado de este triunvirato de talentos es un montaje que evita la mirada condescendiente hacia al migrante y en el que no faltan el humor y la ironía como acompañamiento necesario a la emoción y el drama. "Tanto Juan Diego como Sergio son referencia y ejemplos a seguir de lucha, constancia y responsabilidad", recalca Younoussi, "muy agradecido" de poder trabajar con ellos para contar su historia y convertirla en un "viaje precioso" en solitario en el escenario, con un claro objetivo: "Me encantaría que los que odian a los menores no acompañados se sentasen a ver la función con ese sentimiento de odio y se fueran con cierto arrepentimiento de tanto odio. O no de arrepentimiento, pero sí de entender desde otro punto de vista, de abrir más los ojos y dejar que el corazón sienta sin poner un caparazón. Eso sería bonito".

Así, el protagonista remarca que la obra quiere "cambiar un poco el punto de vista que tienen cuatro irresponsables, para que la gente vuelva a ver a los que llegan como personas y no como cosas". De esta forma, compartiendo su experiencia pretende hacer ver a los espectadores que no es verdad que los marroquíes quieran venir a Europa, sino que "sencillamente quieren ir a un sitio mejor y Europa es el que está más cerca". "Los mexicanos no vienen a Europa", puntualiza con sorna, para luego lamentar: "La inmigración no debería ser algo que tenga que hacerse debajo de un camión. Este es un mundo de mierda porque intentamos todo el rato clasificar a la gente, y una vez que empiezas así ya no tiene sentido nada. Qué pena de sociedad que no entiende y siempre se lanza al otro charco sin preguntar ni corroborar".

"Yo no soy un mena listillo que viene a decirte que tú eres malo", aclara Younoussi, "sino un chaval que viene a decirte que tu opinión está mal construida". Por eso, espera con esta obra poder ayudar a que el público vea "de verdad" quienes son estos inmigrantes que "muchos piensan que vienen a robar a sus abuelas". Y lanza una propuesta: "Molaría que España tuviera un fondo económico para hacer de estos chavales inmigrantes educadores sociales que puedan estar en los centros y, así, dirigir situaciones complicadas y ayudar con conocimiento de causa de primera mano. Que los chavales tengan oportunidad de llorar a alguien de su propio país ayudaría mucho y haría mucho bien".

Porque, lamentablemente, a su juicio, aunque los educadores sociales españoles "tienen un gran corazón y un afán de ayuda muy grande", no llegan bien preparados a los centros después de haber hecho cuatro años de carrera universitaria y poco más. "El chaval que llega viene de la calle, de esnifar disolvente, de fumar porros... no le pongas a alguien inexperto, ponle a un educador bestia, que los hay también. Sin embargo, te ponen a un chaval de 24 años que lo que quiere es que llegue el viernes para irse de fiesta". "Si hubiera educadores marroquíes podrían ayudar de manera realmente efectiva", termina.

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