Cultura
Tú me violaste, yo te escribo
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Lo anunció el pasado 15 de febrero ActuaLitté: Gabriel Matzneff está a punto de publicar un nuevo libro, un trabajo que ninguna editorial quiere publicar; de hecho, todo parece indicar que saldrá a la venta mediante una fórmula parecida al micromecenazgo...
¿Se acuerdan de Matzneff? Vanessa Springora no ha podido olvidarlo: "A los catorce años, se supone que un hombre de cincuenta no te espera a la salida del instituto, se supone que no vives con él en un hotel ni te encuentras en su cama, con su pene en la boca, a la hora de la merienda", escribe en El consentimiento a propósito de la relación que, oculta tras el silencio cómplice del tout Paris literario, también tolerada, incluso fomentada, por la madre de la menor, ambos mantuvieron.
En Francia, el libro ha sido un bombazo, se han vendido más de 180.000 ejemplares y la adaptación cinematográfica está en marcha. En España, fue seleccionado entre los mejores de 2020. Para Matzneff, un hombre antes celebrado en todos los salones, ha supuesto algo parecido a la muerte en vida. Ahora prepara su venganza: Vanessavirus, la ha titulado.
"Hay una cifra que estremece: los abusos a menores se han multiplicado por cuatro en la última década. Y el primer estudio, realizado por la Fundación Anar, que aborda la evolución de este tabú afirma que el 39% de las violaciones o acoso a menores han sido perpetrados por sus padres. El resto suele formar parte del entorno familiar". Quien habla es Joana Bonet, periodista y filóloga, autora entre otros libros de Fabulosas y rebeldes, Cómo me hice mujer. "Al principio, suele producirse una negación del propio menor, la mayoría son niñas, pre-adolescentes, o niños menores de 12 años. La mezcla de sentimientos instala una niebla, y muchos de ellos no pueden reconocerlo o verbalizarlo hasta años más tarde".
Si de Francia hablamos, Bonet me recuerda que, según la prensa de ese país, 6,7 millones de franceses confiesan haber sido víctimas de incesto. "Ha de ser muy difícil confesar. Dar el paso. Hasta ahora un manto de silencio se había instalado en el corazón de nuestra sociedad, el lugar donde un menor debería de estar más protegido". Si no se actúa desde la escuela, desde el centro de salud, desde la asistencia social en caso de ser necesario, y por supuesto desde la familia (además de las campañas de prevención y concienciación) es difícil atravesar ese silencio.
Un libro para que no te libres
Sin embargo, no son pocas las que lo hacen. Y lo hacen con un libro. Ahora mismo, en las listas francesas de más vendidos sigue fuerte La familia grande, así, en español, el libro en el que Camille Kouchner denuncia los abusos sexuales sufridos por su hermano mellizo a manos de su padrastro, Olivier Duhamel, un politólogo prestigiosísimo que ha desaparecido de la escena pública, tras ocuparla durante años a pesar de que, asegura Camille, todo el mundo lo sabía, o lo sospechaba.
Años antes, Flavie Flament contó en La Consolation que había sido violada, a los 13 años, por el fotógrafo David Hamilton, al que no nombraba. "Hamilton, Matzneff y tantos otros, han estado protegidos demasiado tiempo", declaró hace no mucho. Su libro salió en 2016; el 25 de noviembre de ese mismo año, su violador fue encontrado muerto en su casa, la cabeza cubierta con una bolsa de plástico. Los investigadores dijeron que era un suicidio. "No me sentí responsable de su suicidio. Lo único que hice fue ponerlo delante del espejo. Y fue incapaz de reconocerse. Ni de sostener la mirada de sus víctimas en un tribunal".
Y Adélaïde Bon vuelve en La niña de la banquisa sobre la agresión sexual que sufrió a los nueve años en el hueco de la escalera de su casa, y sobre las consecuencias de aquella agresión.
La concentración de denuncias que ahora se produce en Francia es llamativa, pero son muchas las mujeres escritoras que han revelado en sus libros esas experiencias traumáticas. Maya Angelou contó en Yo sé por qué canta un pájaro enjaulado (1969) cómo fue violada a los 8 años por su padrastro. Mary Karr ha relatado su tragicómica infancia y su no menos melodramática juventud en una trilogía rebosante de humor. La entrega titulada La flor explora su despertar sexual. ¿Fue difícil, tras haber sido violada de niña?, le preguntaron recientemente". "Sí, había perdido mi virginidad de pequeña, pero al escribir me metí en mi cuerpo de 13 años y vi que todavía era bastante inocente. Solo porque alguien te haya violado o herido no quiere decir que tu inocencia haya desaparecido. En algunas cosas yo todavía soy muy inocente a los 65 años…"
En ocasiones las historias son incluso más retorcidas. Hace un par de años se publicó por primera vez en España Queridísima mamá, de Christina Crawford, hija una de las leyendas de Hollywood, Joan Crawford. En concreto, la versión de 2017, porque esas memorias son, aunque parezca una contradicción, un work in progress y la edición original de 1978 no ha dejado de cambiar. "La violencia familiar es generacional, un comportamiento aprendido. [...] Solo la voluntad bien informada de las personas puede revertir realmente dicho comportamiento. Esa es la razón principal por la que he mantenido a Queridísima mamá en constante publicación durante cuarenta años", explica la autora, que evoca todas las variantes de maltrato a las que fue sometida, pero también que Joan, nacida Lucille Fay LeSueur en San Antonio (Texas), tuvo una infancia durísima en la que, a la pobreza, se sumó el abuso al que la sometió su padrastro desde que ella cumplió los 11.
El reguero de pólvora se extiende por todo el mundo, la última explosión se ha registrado en Israel donde Galia, hija de Amos Oz, escritora, ha acusado a su padre de maltrato físico y psíquico. "Durante mi niñez mi padre me pegó, me insultó y me humilló", escribe en un libro titulado Algo disfrazado como amor. El escritor, al que otros miembros de la familia consideran incapaz de tal comportamiento, falleció en 2018.
"El progreso ético de nuestra sociedad, así como el movimiento MeToo y la fuerza con la que el feminismo ha ganado la batalla de la opinión pública, están creando un clima más propicio para denunciar, el primer paso para afrontar esta lacra", señala Bonet. Porque de una lacra se trata: cuando en 2000 escribió, junto a Anna Caballé, Mi vida es mía, tras estudiar más de 3.000 diarios íntimos de mujeres, pudo advertir "la existencia de un relato callado, doloroso, que envilece a la víctima y exonera a su verdugo, y que se ha perpetuado hasta el siglo XXI".
También Laura Ferrero, periodista, filósofa, menciona el MeToo como detonante de este fenómeno editorial. Que además atribuye al "auge de escritura autobiográfica. El hecho de haber arrojado luz, de haber visibilizado historias que hasta hace unos años no eran más que un secreto a voces, una inconveniencia, un tabú, ha sido parte de un cambio social que se refleja también en la literatura". Antes, asegura, determinadas instituciones parecían sagradas. La familia, por ejemplo. "Era menos habitual encontrarnos con películas como Celebración, de Thomas Vinterberg. Me parece necesario que este tipo de historias, ya sea desde la ficción o la autobiografía, muestren que a veces ocurre lo inimaginable, eso de lo que nunca hubiéramos querido hablar".
Desterrando a Pigmalión
Escribe Virginia Trueba Mira, de la Universitat de Barcelona, en La autobiografía femenina: la mujer como escritura, que, a lo largo de la historia, "el hombre sí ha podido hacerse la ilusión de la integridad de su propio yo, sí ha podido mirarse en el espejo, como Narciso, reconocerse, ilusión que ha sido contrariamente pata la mujer un imposible"; al menos desde Pigmalión, no se ha representado a sí misma, sino que ha sido construida por el otro.
Escribe Elva Rivera Gómez, de la Universidad de Puebla, en La autobiografía, fuente para el estudio de las mujeres que esos textos "constituyen fuentes documentales de índole personal, que presentan la vida de mujeres en sus diversos niveles de desarrollo, etapas y situaciones sociales. Proporcionan, asimismo, un retrato de diferentes medios, colectividades sociales, así como de instituciones que inciden en la vida de mujeres que influyen en sus mentalidades".
Se supone que no debo recordar, pero lo hago
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La palabra es una herramienta muy poderosa. Lo dice Laura Ferrero. "Los libros son a veces un espejo en el que encontrarse. Así, creo que este tipo de historias sirven, cuando están contadas desde la verdad, como recordatorio, pero también como acompañamiento para los que han sufrido algo parecido".
Bonet considera, en la misma línea, que la principal motivación de quien escribe y confiesa un abuso "tiene que ver más con el efecto terapéutico que supone, con la necesidad de volcar esa experiencia, de narrarla como una manera de exorcizarla, que con la denuncia o la venganza". Autores como Philippe Lejeune han profundizado acerca del valor sanador, de reconstrucción de la identidad, que se logra a través de la escritura autobiográfica. "Es probable que se genere un ‘efecto contagio’ entre quienes han vivido una historia similar. Para denunciarlo están los tribunales".
Les pregunto, para terminar, por la responsabilidad de las editoriales, los vehículos utilizados para esa liberación. "Creo que las editoriales han de ser tan responsables como los propios autores en el terreno de la no-ficción, cuando el relato de los hechos implique un juicio penal, además de social", me dice Bonet. ¿Deben poner límites para contrastar la veracidad de los hechos? Preguntado de otro modo: ¿cómo pueden evitar ser utilizadas como una herramienta de venganza? "Creo que no hay manera de averiguarlo —responde Ferrero—. Hay que confiar en la buena fe, en que la mayoría de ellos no están escritos como una herramienta de venganza si no porque es lo único que han podido hacer el/la que lo ha vivido: transformar la historia en palabras para quizás así poder integrarlo, poner distancia".