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Berzosa: “La inflación es un impuesto a los pobres y por eso los salarios deben subir, sobre todo los más bajos”

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En 1974, el economista José Luis Sampedro resumió el problema de la inflación en una clave: es un conflicto entre grupos sociales por repartirse una factura. Si no la pagan los trabajadores, lo harán los empresarios, y viceversa. Sus tesis fueron tan influyentes, que en 2012, en plena crisis, la editorial le pidió que actualizara su libro, La inflación. Pero Sampedro ya tenía nada menos que 95 años, así que le pidió ayuda a un colega: Carlos Berzosa, catedrático emérito de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, rector saliente, un académico con poco tiempo y muchos compromisos. Berzosa dijo que sí, por su admiración por el autor, a quien califica de “brillante”. Sampedro falleció el año siguiente. Se cumple ahora una década de la reedición, justo cuando la inflación está desbocada a unos niveles inconcebibles. 

Carlos Berzosa, de 77 años, tiene hoy algo más de tiempo, que reparte entre sus nietos, patronatos, fundaciones, asociaciones y los artículos que escribe. “Al final me lío más de lo necesario”, se resigna. Pero se alegra de que por fin saca ratos para leer. Ahora está con Vida y destino, una obra de 1.111 páginas escrita por Vasili Grossman en 1959 y que critica los regímenes estalinista y hitleriano. “La quería leer desde que era decano”. Nos sentamos a la sombra, en una plaza en Tribunal, en el centro de un Madrid semivacío, a 32 grados a la sombra. La conversación acaba extendiéndose dos horas. Hay mucha tela que cortar en la actualidad económica. 

¿Se podía imaginar tasas de inflación del 10% en Europa cuando actualizó la obra de José Luis Sampedro?

No me lo imaginaba. Se editó en 2012, cuando la inflación no estaba demasiado alta... En los años 70 sí hubo tasas del 20%, durante la crisis del petróleo, pero pensaba que estos niveles de inflación eran ya un tema del pasado. Podía haber algún repunte, dentro de un orden, del 4-5%... 

En el libro se habla de los procesos inflacionarios como una lucha entre grupos sociales, que tratan de descargar el coste del aumento de precios en los demás… ¿Quién va a pagar la factura?

La factura la pagará el trabajador, como siempre. Como decía Sampedro, la inflación es un impuesto a los pobres. El que más lo sufre es el 20% de las rentas más bajas. Entre el 20 y el 40% siguiente también lo sufre bastante. A partir de ahí, el sufrimiento es menor. Las personas con rentas más bajas consumen la mayor parte de su dinero en productos básicos, es decir, alimentación, vivienda y vestido. Si sube la inflación en los productos básicos, para ellos es terrorífico, un palo muy grande. Otros podemos aguantar. Esto se sabe desde el siglo XIX. La Ley de Engel decía: “Cuanto más pobre es un individuo, una familia o un pueblo, mayor será el porcentaje que debe dedicarse a la alimentación”. 

El laboratorio de ideas Funcas prevé que la inflación en 2022 podría quedarse en una media del 8,9%. ¿Deben actualizarse los salarios de los trabajadores al mismo ritmo de la inflación?

La diferencia de ahora respecto a los años 70, cuando hubo una inflación tan gorda, es que en España los convenios colectivos subían con la inflación pasada, debido a la fuerza presión sindical que existía esos años, y que se ha ido perdiendo con el neoliberalismo. Entonces claro, si la inflación subía un 20%, los salarios subían un 20%. Con lo cual se producía una espiral de salarios-precios, es decir, los empresarios para salvaguardar los beneficios, cargaban el aumento de las nóminas a los precios, que volvían a subir al mismo nivel. Con los pactos de la Moncloa lo que se acordó fue fijar los salarios en función de la inflación esperada, no la pasada, para romper esa espiral. Eso hizo bajar la inflación. 

¿Así es como los beneficios de las empresas contribuyen a la inflación?

Sí. Las empresas lo que hacen es subir los precios para repercutir el aumento de los costes salariales de los trabajadores sobre los ciudadanos. Esa es la espiral. 

Los salarios deberían subir. Es una pérdida de poder adquisitivo demasiado grande

¿Considera usted entonces que subir los salarios al mismo nivel que la inflación generaría un círculo vicioso inflacionista? 

Los salarios deberían de subir. Es una pérdida de poder adquisitivo demasiado grande, mientras los beneficios crecen y crecen. Es verdad que al tejido de las pequeñas y medianas empresas, poco capitalizadas y de baja productividad, las subidas salariales les afectan bastante. Hay que tener en cuenta el conjunto del tejido para no crear una situación de paro o de espiral de la inflación. Sobre todo tendrían que subir los salarios más bajos. Los sindicatos están en ello. No están planteando que suban los salarios al 8%. Entre un 1% y un 8% siempre hay un punto intermedio. El 4%, el 5%...

¿Es así como los trabajadores acabarán pagando la factura de la inflación? Limitando los salarios por debajo de las subidas de precios...

Exactamente, como siempre. Por eso la inflación es bueno frenarla. La inflación es desigual, a la gente de renta baja le afecta muchísimo. 

¿Cómo valora que las pensiones se actualicen con el IPC a este nivel?

Está bien que las pensiones se actualicen con el IPC. Aquí se puede decir que soy pensionista y que lo miro desde mi punto de vista. No. Yo no suelo mirar las cosas según mis situaciones personales. A mí me va bien, se podría decir eso de “gracias a la vida que me ha dado tanto”. Yo tengo una pensión máxima, no me afecta tanto la inflación. Me parece razonable porque hay muchas personas con pensiones menores. Las pensiones máximas las tenemos una minoría. Hay quien dice: “¡Es que si suben las pensiones va a seguir subiendo la inflación!”. No. La subida de las pensiones no tiene por qué afectar a la inflación, porque no afecta a los costes de las empresas, como sí ocurre con los salarios.

Entre los pensionistas hay situaciones de renta muy diferentes, a algunos no les llega para mantener a sus familias y otros pueden permitirse acumular el capital. ¿No habría que diferenciar?  

Según Escrivá, no hay problemas de pensiones en este momento. Que la gente habla sin conocimiento de causa. En este sentido, yo he tenido un compañero en la Facultad, José Antonio Herce, que lo aprecio bastante, sabe mucho. Pero en Fedea [laboratorio de ideas privado que investiga sobre cuestiones económicas y sociales], se ha ocupado de decirnos que las pensiones tenían que bajarse porque no iban a ser viables. Ese plazo ha pasado y no ha pasado nada. Es verdad que hay déficit fiscal, que la bolsa de la época de Zapatero ya no existe, pero no se ha resquebrajado el sistema de pensiones. Y se lo dije un día. Le dije: “No has acertado tus pronósticos sobre las pensiones". Y me dijo: “A corto no he tenido razón, pero a largo sí”. Y le dije: “¡Pero hombre! ¡Si no aciertas a corto plazo como vas a acertar a largo plazo!”. Nadie sabe lo que va a pasar. Con esto meten a la gente la necesidad de que tengan un seguro de pensiones privado. ¿En Chile qué sucedió? Fue una catástrofe, porque cuando se hundió la bolsa se hundieron las pensiones. Váyase al sistema privado, que verá lo que pasa cuando la bolsa se hunda... Esa gente se va a acabar manifestando, pidiendo al Estado que les saque las castañas del fuego.

A mí no me preocuparía que mi pensión aumentara menos, si subieran las de abajo

¿Qué le parecería diferenciar entre las pensiones según la renta? Para no comprometer demasiado el gasto social en el futuro y las cotizaciones sociales de las generaciones más jóvenes.

A mí no me preocuparía que mi pensión aumentara menos, si subieran las de abajo. El problema es que no suben las de abajo. El problema está en otro lado, en los ingresos del Estado. Hay mucho paro, empleo precario. Si se recauda menos, no cubres el gasto. En ese sentido, veo muy importante la última reforma laboral. Que la gente tenga trabajo indefinido, que suba el salario mínimo… Eso es importante para que se mantenga el sistema de pensiones. Los pensionistas hemos pagado una cuota y no te la pueden quitar ahora, yo tengo un derecho adquirido. Ya no tengo otra oportunidad, no puedo tener otro empleo. 

En España ha habido dos sectores muy importantes: la construcción y el turismo. La primera crisis hundió la construcción. La pandemia ha hundido el turismo

España tiene una tasa de paro del 12,4%, la más baja desde 2008, pero no consigue acercarse a la media europea, que es del 7,6%. ¿Por qué para esto? 

Es un problema que se ha debatido mucho. Alberto Garzón dijo una cosa antes de ser ministro que era coherente: “¿Por qué hay más paro en Andalucía que en Navarra? Si la ley es la misma”. Es la estructura productiva, que en Navarra es importante y en Andalucía no la hay. En España hay empresas competitivas, eficientes y exportadoras. Ha habido dos sectores muy importantes: la construcción y el turismo. La primera crisis hundió la construcción. La pandemia ha hundido el turismo. Estos dos sectores además generan muchas actividades también alrededor. No quiero decir que debemos tener menos turismo, ¿eh? Francia tiene más turismo que España, pero la diferencia es que tiene un sector industrial poderoso. Francia, por cierto, también ha sufrido la desindustrialización en parte, y ahora Macron ha dicho que el país tiene que reindustrializarse. 

Ante la inflación, las recetas ortodoxas dicen que hay que desincentivar el consumo y la inversión, es decir, reducir el gasto social y/o subir los impuestos. Pero Pedro Sánchez está aumentando el gasto social y Alberto Núñez Feijóo reclama bajar los impuestos, dos posturas aparentemente contrarias a la doctrina clásica. ¿Qué opina?

Creo que el PP es una derecha trasnochada, muy poco informada. El único programa económico que tiene es bajar impuestos. Lo tienen como mantra. En la pandemia, cuando veía lo que sufría la sanidad por los recortes, yo pensaba: “No creo que a nadie ya se le pueda ocurrir bajar los impuestos”. La sorpresa es que lo siguieron pidiendo. Al final bajar los impuestos es bajar los impuestos directos, lo que está demostrado que siempre beneficia a los ricos. Esto supone que los ricos sean más ricos. Hay dos premios Nobel de Economía, Banerjee y Duflo, que han escrito un libro llamado Buena economía para tiempos difíciles. Ahí explican muy bien cómo las bajadas de impuestos benefician a los ricos. La desigualdad desde los años 80 se explica por esa política regresiva sobre los impuestos. Esto está pasando en la Comunidad de Madrid: las bajadas de impuestos favorecen a los de arriba y ha perjudicado a la sanidad y a la educación pública. El mantra de que hay que bajar los impuestos solo favorece las tesis de los poderosos. Es un lema político muy sencillo, porque la gente está agobiada.

Feijóo acusó a Pedro Sánchez de estar “forrándose” con los impuestos de la luz y de la gasolina.

Fíjese el mensaje que están lanzando. Fíjese también en el presidente de Iberdrola, que cada vez dice más tonterías. ¡Que el gobierno se está forrando! El Gobierno no es una entidad con fines de lucro. Lo peor es que la gente se cree estos lemas baratos. En todo caso los impuestos serán para reducir el déficit fiscal o para aumentar el gasto público. Yo no estoy en las redes, pero el otro día, en un obituario de Emilio Ontiveros [el economista falleció el 1 de agosto a los 74 años], vi un comentario que decía: “Frente a él, estos como Rallo o Lacalle, qué diferencia…”. Es que tiene razón. Dicen unas burradas… Ontiveros era un economista serio y esos son unos charlatanes. 

No me abriría una cuenta de Twitter. Ya me acosaron bastante Esperanza Aguirre, González y Granados

Ahora que ha mencionado las redes, ¿no se plantea abrirse una cuenta en Twitter?

No, no, no, no. Por una razón: hay mucha carroña. Mucho insulto. Ya me acosaron bastante Esperanza Aguirre, González y Granados en mi etapa de rector [se ríe]. A mí me gusta mucho leer y el correo electrónico ya me quita mucho tiempo. Si me meto en las redes ya es la perdición.

El Gobierno, entre las medidas para proteger a los hogares y las empresas del choque de la inflación, ha tomado medidas que no discriminan por renta, como el descuento a los carburantes, ¿qué le parecen este tipo de medidas?

Me parece que están bien, es que ahí es difícil discriminar. Sobre todo en los carburantes. Son impuestos directos para todos, los pagan ricos y pobres, pero a una gasolinera no puedes llegar con la declaración de la renta. Entre hacerlo y no hacerlo, prefiero que lo hagan. Esto lo están haciendo en Europa, también gobiernos de derechas. Si estas medidas las hace la derecha en Europa, por qué en España algunos la consideran radicales. Existe un artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca que lo explica muy bien [Giro a la izquierda, publicado en El País el 26 de julio].

Luego hay otras medidas que no tienen sentido. Yo tengo un bono transporte de la Comunidad de Madrid que me cuesta tres euros y pico por ser pensionista. Es injusto. ¡Que los que tenemos pensión máxima paguemos tres euros y pico! Yo gano más que mis hijas… ¿y tengo que pagar menos en el transporte público? Y el año que viene se nos va a poner gratis, porque hay elecciones. Demagogia pura. Por cierto, hoy se me ha caducado. He ido a comprar un billete simple y me sale más caro que renovar el abono por un mes. ¡Es que no tiene sentido! 

Yo a veces miro a Pedro Sánchez y pienso: ¿Cómo sobrevive?

¿Cree que el Gobierno de coalición lo está haciendo bien?

Creo que lo están haciendo bien. Decir esto parece que es una herejía. Es que a este Gobierno le ha caído de todo… una pandemia, un volcán, Filomena, una guerra, los mayores incendios… Yo a veces miro a Pedro Sánchez y pienso: “¿Cómo sobrevive?”. Dicho esto, el Gobierno ha tenido limitaciones, errores, contradicciones internas… Pero han salvado a muchas empresas con los ERTE, que es básico para la recuperación económica posterior. Han subido el salario mínimo. Han hecho una reforma laboral. Han creado un ingreso mínimo vital que no existía a nivel estatal. Son medidas sociales que son muy importantes y en tiempos de dificultades, me han parecido extraordinarias. Creo que en ese aspecto lo han hecho bien. A veces sufro viendo el debate del estado de la nación. Tantos insultos… No quiero ni pensar qué hubiera pasado si nos pilla la pandemia con Pablo Casado en el Gobierno.

Si pudiera darle un consejo a Pedro Sánchez, ¿cuál sería?

Le diría que pusiera en marcha la reforma fiscal. Y que tenga en cuenta los informes de los expertos. Que acelere la transición energética para luchar contra el cambio climático y para reducir la dependencia del gas y del petróleo. España es una potencia en renovables.

¿Y a Yolanda Díaz?

Pocos consejos le daría, porque lo ha hecho muy bien. Que tenga éxito en su operación política. Creo que es muy importante para España que reciba apoyo y votos. Es importante que se le cierre el paso a Vox y a un PP que es muy de derechas. Y que profundice en sus reformas.

Usted apoyó la candidatura de Izquierda Unida en las elecciones generales de 2011, ¿qué opinión tiene hoy de la situación de la izquierda del PSOE?

Veo mal la situación. Tengo esperanza en la operación de Yolanda Díaz, pero me gustaría que no le pusieran palos en las ruedas. Hay que cerrar la puerta a la derecha. Les llamaría a la unidad. Espero que Sumar finalmente sume. Que sepan comunicar bien lo que han hecho y que los trabajadores no se dejen llevar por una cerveza en una terraza, una falsa libertad, y que valoren los ERTE, el escudo social, el salario mínimo… La inflación no es responsabilidad del Gobierno. Viene de la pandemia y de una guerra. Y un dato importante: el Gobierno ha conseguido desinflar el suflé en Cataluña.

Las sanciones a Rusia están haciéndonos más daño a nosotros

¿Usted cree que las sanciones de los países occidentales conseguirán frenar a Putin?

No. Nunca. Creo que estas medidas están haciéndonos más daño a nosotros. A Putin no le van a frenar las medidas porque es un dictador. Las medidas afectan a su pueblo, y lo que le afecta al pueblo le da igual, solo quiere el poder. Solo le importaría si pudieran derrocarle. Los ciudadanos en un país democrático sí pueden tumbar un Gobierno. Pero la historia nos dice que desde la Unión Soviética las masas se mueven poco, no hay experiencia en la movilización social. Y con razón, hay que tener mucho valor. 

¿Qué opina de las criptomonedas? Sus defensores esgrimen que puede hacer de cobertura frente a la inflación.

No soy un experto, a mi edad ya no se pueden estudiar cosas nuevas [se ríe]. Desde el principio el tema me creó suspicacias, por ser un mercado sin regulación, al margen de lo establecido. Al final la intuición me ha dado la razón, es un mercado muy especulativo. Creo que es muy peligroso, una especie de metástasis del cuerpo económico y social. Cuando el sistema financiero se liberalizó mucho y hubo una gran falta de regulación, ocurrió la crisis de 2008.

¿Se atreve a pronosticar algunos titulares de cómo será el mundo en 2030?

No he sido muy dado a ser futurólogo. Las previsiones económicas en condiciones normales no aciertan, imagínese ahora. Lo único que podemos hacer es predecir tendencias. No se vislumbra un futuro muy optimista, todo dependerá de cuánto dure la guerra, qué va a pasar por China, que está callada, apoyando a Rusia y enfadada con Estados Unidos. De estas crisis tenemos que aprender la importancia del sector público, de la investigación y el desarrollo. Tener una economía solvente, basada en energías renovables. Más solar. Más eólica. Tenemos muchas posibilidades de ser una economía puntera.

En 1974, el economista José Luis Sampedro resumió el problema de la inflación en una clave: es un conflicto entre grupos sociales por repartirse una factura. Si no la pagan los trabajadores, lo harán los empresarios, y viceversa. Sus tesis fueron tan influyentes, que en 2012, en plena crisis, la editorial le pidió que actualizara su libro, La inflación. Pero Sampedro ya tenía nada menos que 95 años, así que le pidió ayuda a un colega: Carlos Berzosa, catedrático emérito de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, rector saliente, un académico con poco tiempo y muchos compromisos. Berzosa dijo que sí, por su admiración por el autor, a quien califica de “brillante”. Sampedro falleció el año siguiente. Se cumple ahora una década de la reedición, justo cuando la inflación está desbocada a unos niveles inconcebibles. 

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