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¿Quiénes son los Hermanos Musulmanes? Ni una Internacional islámica ni la semilla del yihadismo

Homenaje al expresidente egipcio Mohamed Morsi en Palestina, en junio de 2019.

¿Quiénes son los Hermanos Musulmanes para que los servicios de inteligencia de Emiratos Árabes Unidos se hayan tomado tanto interés en rastrear como sabuesos su presencia en toda Europa? La investigación Abu Dhabi Secrets revela cómo la agencia de detectives suiza Alp Services envió a los servicios de inteligencia de los Emiratos Árabes Unidos los nombres de más de mil personas y 400 organizaciones de 18 países, alegando que son miembros, simpatizantes o sencillamente están relacionados con los Hermanos Musulmanes en Europa.

Fundada en 1928 por un maestro de escuela egipcio, Hassan al Bana, la hermandad es mucho más que una simple asociación. Se trata de un movimiento social y político panárabe, transnacional, del que se dice que son miembros unos 2,5 millones de personas. Está extendido por todo Oriente Próximo y Europa, y también tiene presencia en España, aunque reducida. La hermandad carece de jerarquía en Occidente, tampoco existe ninguna asociación o entidad españolas de los Hermanos. “Es una corriente de pensamiento y de práctica política, en Europa no es una organización en sí”, explica Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, “más bien se trata de grupos o instituciones, religiosas, de caridad y activismo social que se reconocen en un ideario, pero no mantienen vínculos institucionales u orgánicos entre sí”. Luz Gómez niega que exista una organización parecida a la “Tercera Internacional" musulmana en este momento.

Ese ideario es “conservador en lo social”, según describe, “por ejemplo, defienden que la sharía regule los matrimonios y las herencias”, pero también “participan en la política de acuerdo con los cánones del sistema”. Gómez compara así a la hermandad con la democracia cristiana, por su conservadurismo social, su intervención en la política y su defensa de la economía de mercado y el sistema liberal.

A su juicio, la categoría de “hermano musulmán” es una “etiqueta volátil que se les pone desde fuera y que a veces otros adoptan”.

En sus inicios en Egipto, la hermandad se dedicaba únicamente a la reforma social, fundando escuelas, abriendo hospitales, construyendo mezquitas. De hecho, sus primeros estatutos prohíben a los miembros “involucrarse en asuntos políticos, cualesquiera que sean”. Su lema era y sigue siendo muy sencillo: “El Islam es la solución”. Al Bana quería promover los valores musulmanes, que consideraba en peligro por culpa del colonialismo británico y la occidentalización que este imprimía en la sociedad egipcia. Pero más adelante los Hermanos se convirtieron en un movimiento integral, que no diferencia entre política y religión. Al Bana fue asesinado en 1949 a manos de la policía secreta del rey Faruk.

Desde Egipto, donde fue duramente reprimida por los gobiernos de Nasser y Mubarak, la hermandad se extendió hasta Palestina, Jordania y Siria, donde se distinguieron por su oposición al régimen de Hafez-Al Asad. Ilegalizada en Egipto por el Gobierno de Nasser, en 1954, sus líderes terminaron en la cárcel. Ahí se gestó la línea revolucionaria del islamismo, según explica Luz Gómez en su Diccionario del islam y del islamismo. El sucesor ideológico de Al Bana, Sayyid Qutb, pasó entonces a defender la yihad como instrumento para imponer el islam. Fue ejecutado en 1966 en Egipto y los Hermanos se alejaron de su defensa de la violencia. Pero una escisión, la Yihad Islámica, puso en práctica sus tesis.

Huyendo de la represión egipcia, muchos de sus miembros se trasladaron a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Catar... Hasta convertirse en la que hoy es la entidad musulmana más antigua, extensa, rica y organizada.

En España

A España los primeros hermanos llegaron en los años 60. Eran jóvenes sirios, la mayoría universitarios, que escapaban de la represión siria de Al Asad. Y que trajeron un “islam más elaborado, más denso y potente doctrinalmente, que el que han traído posteriormente los inmigrantes marroquíes”, apunta Jordi Moreras, profesor de la Universidad Rovira i Virgili y experto de las comunidades musulmanas en España. Son los marroquíes los que conforman la mayoría de la población musulmana española, un 37% de los 2,3 millones que contabiliza el último Estudio demográfico de la población musulmana, elaborado por el Observatorio Andalusí de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide).

Pese a esa presencia “histórica” y “constante” en España de los Hermanos Musulmanes a través de los exiliados sirios, Moreras asegura que su papel en el eje vertebrador del islam español es “modesto”. El islam mainstream, como él lo llama, procede de esos emigrantes más tardíos y ha tenido una “transmisión familiar, apegado a la práctica cotidiana, con poca base doctrinal”. Jordi Moreras cree que es en ese islam donde ”pesca bastante bien el salafismo”, en contraposición con el difundido por los Hermanos Musulmanes en ámbitos universitarios, ahora destinado a una “nueva generación” y que hace menos hincapié en la práctica religiosa que en “tener una conciencia musulmana”. Menos trabajo en las formas y más en el principio de identidad, resume.

Primavera árabe

Pero cuando los Hermanos Musulmanes alcanzaron protagonismo internacional fue durante la primavera árabe. La revolución de Túnez en 2011, tras la inmolación del joven Mohamed Buazizi, espoleó poco después las revueltas en Egipto. Tras sólo 18 días de manifestaciones, disturbios, huelgas, represión policial y 846 muertos, Mubarak abandonó el poder el 11 de febrero.

En mayo, los Hermanos Musulmanes solicitaron constituirse en partido político, se presentaron a las elecciones de junio en coalición con otros grupos y su candidato, Mohamed Morsi, ganó en las urnas con un 51,73% de los votos en segunda vuelta. Entonces se le saludó como el primer presidente elegido democráticamente en un país árabe. Además, era el primer civil al frente del Estado. Aunque también hubo quien vio en el nuevo gobierno una amenaza de islamización de Egipto. La transición iba a ser imposible.

De hecho, la euforia duró poco. El desempleo, la inflación desatada, los cortes de luz y la falta de carburantes dispararon el descontento. En noviembre de 2012, además, un decreto pretendía conceder al presidente poderes especiales e inmunidad legal. Estallaron las protestas y la famosa Plaza Tahrir volvió a llenarse de manifestantes, pero esta vez para exigir la marcha de Morsi. El 3 de julio de 2013, un golpe de Estado le derrocó y colocó a la cabeza del Estado al general Abdul Fatah Al-Sisi, que aún sigue en el poder. Morsi fue detenido y juzgado; los Hermanos Musulmanes, disueltos. Condenado a muerte –una sentencia luego conmutada a cadena perpetua–, Morsi murió en junio de 2019 poco después de declarar ante el juez en uno de los cinco procesos a los que fue sometido.

Mientras, la represión en Egipto contra los Hermanos Musulmanes ha sido brutal: juicios sin garantías con condenas a muerte, vigilancia masiva, desapariciones forzadas. El 14 de agosto de 2013, la policía abrió fuego sobre miles de manifestantes en la plaza de Rabaa Al Adawiyya, causando la mayor masacre de la historia reciente de Egipto. Según Human Rights Watch y Amnistía Internacional, los muertos superaron el millar. En diciembre, Egipto declaró a los Hermanos organización terrorista y lo mismo hicieron enseguida Arabia Saudí, Baréin, Siria y Emiratos Árabes Unidos.

Catar y Emiratos, rivales en el Golfo

Y aquí hay que introducir un nuevo elemento: las rivalidades geopolíticas. Arabia y Emiratos Árabes consideran a los Hermanos Musulmanes una amenaza, temerosos de que la primavera árabe se contagie y ponga en peligro sus respectivos regímenes autocráticos, nada amigos de la idea de hacer compatible islam y democracia. En junio de 2017 ambos gobiernos, junto con los de Baréin, Egipto, Libia y Yemen, rompieron relaciones diplomáticas con Catar, al que acusaban de apoyar a los Hermanos Musulmanes, a Al Qaeda y al ISIS. También de injerencia en la política interna de esos países. Le exigieron el cierre de Al Yazira y sufrió un bloqueo aéreo, terrestre y marítimo que no se levantó hasta enero de 2021. En realidad, no hay mucha diferencia ni entre los regímenes políticos de ambos bandos ni entre el islam que defienden, por un lado, Arabia Saudí y Emiratos, y Catar por otro.

Sin embargo, ningún país europeo ni la UE han incluido a los Hermanos Musulmanes en sus listas de organizaciones terroristas. Tanto Luz Gómez como Jordi Moreras se oponen también a que se asocie a la Hermandad con el yihadismo. Y no sólo porque lo rechaza en sus documentos y fetuas, o porque los yihadistas renieguen de los Hermanos como “ulemas de palacio” y vendidos a Occidente. Moreras descarta también que se establezca una relación directa entre “más musulmanes y más radicalización”, porque no son los colectivos los que se radicalizan, “sino perfiles concretos”. “El matiz es muy necesario en estos temas”, zanja. También echa de menos un “análisis mucho más fino y contextualizado” que trascienda la perspectiva de la seguridad y “atienda también a la sociología de estos movimientos”. “Los Hermanos Musulmanes no deberían estar bajo la mirada del terrorismo”, concluye.

En su último documento sobre la hermandad, Fernando Reinares, exinvestigador del Real Instituto Elcano y experto en terrorismo, admite que “son muy pocos los miembros activos de las organizaciones de la Hermandad Musulmana en Occidente que se han radicalizado hasta el punto de implicarse en actividades violentas”.

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A su juicio, los casos de yihadistas detenidos en España en los últimos años, desde los relacionados con Al Qaeda y el 11-S –Operación Dátil (2001)– pasando por los autores del 11-M y los descubiertos en la Operación Warmor (2019), son “insuficientes” para corroborar que “las ideas y los objetivos de los Hermanos Musulmanes son incompatibles con los valores de las sociedades abiertas en el contexto de democracias liberales”. Tampoco sirven para asegurar –como sí hacen otros expertos– que la hermandad “favorece la radicalización de jóvenes musulmanes alienados en los países occidentales donde viven, al islamizarlos de un modo que enfatiza su identidad religiosa en detrimento del sentimiento de ciudadanía”.

Visible y activa

Jordi Moreras niega que los Hermanos Musulmanes tengan una “agenda oculta”. “Es visible y activa en defensa de un islam intelectual que se pone en marcha porque hay un nuevo público, unas nuevas generaciones interesadas en él”, sostiene. En su opinión, tratan de “utilizar el marco de libertad religiosa” que les ofrece Occidente para “reclamar esos derechos y pedir educación religiosa”, u otros. Pero Moreras no cree que sea un movimiento “antidemocrático”.

El profesor de la Rovira i Virgili, que trabajó en la Secretaría de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Catalunya entre 2002 y 2004, asegura que tanto el Centro de Cultura Islámica de Valencia como los dos que hay en Barcelona están vinculados con los Hermanos Musulmanes, “pero es que hay 300 mezquitas en toda Cataluña”, matiza. También la organización benéfica Islamic Relief –otro de los objetivos de la agencia de detectives Alp Services– es una derivación de los Hermanos, añade. Pero advierte de que no todos en la Comisión Islámica de España (CIE) pertenecen a la Hermandad, aunque sí lo sea su presidente. Tampoco el partido marroquí Justicia y Caridad tiene relación con ellos, continúa, pese a que Alp Services los incluyó en la red española de los Hermanos. Moreras niega la mayor, la hipótesis que la agencia de detectives suiza Alp quiso demostrar para su cliente de los servicios de inteligencia emiratíes: “¿Los Hermanos Musulmanes están en todos lados? No”.

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