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Nexa vendió equipos de espionaje a las fuerzas del rebelde Haftar violando el embargo de armas a Libia

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Yann Philippin / Fabrice Arfi (Mediapart)

Libia es un escándalo francés sin fin. Aunque ya había sido señalada por la Justicia por haber vendido sistemas de cibervigilancia al régimen del difunto dictador Muamar Gadafi, la empresa Nexa, vinculada a los servicios de inteligencia franceses, volvió a hacerlo 13 años después, esta vez en beneficio del actual hombre fuerte del este de Libia, el mariscal Haftar.

Así lo revela la investigación Predator Files, basada en documentos confidenciales obtenidos por Mediapart y Der Spiegel, y realizada por infoLibre y la red de medios European Investigative Collaborations (EIC), que en esta investigación ha trabajado con Shomrim (Israel), Die Wochenzeitung (Suiza), Reporters United (Grecia), Domani (Italia), Daraj Media (Líbano) y The Washington Post (EEUU), así como con el apoyo del Security Lab de Amnistía Internacional.

Nexa y sus principales directivos fueron acusados en junio de 2021 de complicidad en torturas en relación con el primer contrato libio, que fue firmado en 2007. Tanto la empresa como sus ejecutivos niegan estas imputaciones.

Fue durante esta investigación cuando los dos jueces de instrucción y los gendarmes de la Oficina Central de Lucha contra los Crímenes contra la Humanidad y los Crímenes de Odio (OCLCH) descubrieron que la empresa firmó a finales de 2020 un contrato de 3,3 millones de euros con el régimen de Haftar para suministrarle equipos de interceptación de teléfonos móviles. Ese contrato se celebró violando el embargo sobre la venta de armas a Libia, y a pesar de que el mariscal Haftar es objeto de investigaciones por crímenes de guerra, y de que su gobierno no está reconocido por la comunidad internacional.

Al descubrir estos hechos, las dos juezas de instrucción encargadas del caso, Stéphanie Tacheau y Ariane Amson, solicitaron, el 23 de junio de 2021, autorización para ampliar su investigación a tres delitos y faltas vinculados al contrato de Haftar.

Pero la Fiscalía Nacional Antiterrorista (PNAT), dirigida por el fiscal Jean-François Ricard, y el Ministerio de Economía, encabezado por Bruno Le Maire, parecían decididos a frenar las investigaciones.

La fiscalía se negó a ampliar la primera calificación realizada por los magistrados: “participación en un acuerdo o en un grupo constituido con vistas a cometer crímenes de tortura y desapariciones forzadas en Libia”. Por tanto, de acuerdo con la ley francesa, los jueces sólo están autorizados a seguir examinando los documentos ya incautados y tienen prohibido llevar a cabo cualquier investigación adicional –audiencias, registros, escuchas telefónicas–.

No obstante, la fiscalía aceptó que la investigación se ampliara a la violación del embargo de armas en Libia. Pero esta vez fue el Ministerio de Economía el que bloqueó el procedimiento. Ese delito requiere, para iniciar el procedimiento, una denuncia firmada por el ministro de Economía, Bruno Le Maire. Y nunca la presentó.

Tras nueve meses de espera, los magistrados finalmente preguntaron a la fiscalía y obtuvieron, en marzo de 2022, la ampliación de la investigación a un delito menos grave, que no requiere el acuerdo de Economía: “exportación sin declaración de mercancías prohibidas”.

Preguntada por sus decisiones, la fiscalía no quiso explicar si había informado al ministro de que tenía que presentar una denuncia. Respondió que “el juez de instrucción conoce in rem [es decir, sobre los hechos, en lenguaje jurídico] y puede dar a los hechos otra calificación penal”. Pero esta declaración se contradice con la carta enviada al juez de instrucción en julio de 2022 por el vicefiscal primero de la fiscalía, quien establece que, a pesar de la remisión in rem, “la ausencia de denuncia” por parte del ministro no permite incoar un procedimiento por violación del embargo.

En resumen, en este nuevo asunto libio, Nexa parece haber sido protegida por el Estado francés.

¿Es el caso demasiado embarazoso quizá para el Gobierno de Francia? Las negociaciones comerciales entre Nexa y el mariscal Haftar coincidieron en el tiempo con los movimientos políticos del presidente Emmanuel Macron y de su entonces ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, para elevar el perfil del señor de la guerra libio en la escena internacional a pesar de su pésima reputación.

EIC preguntó a Emmanuel Macron y a Bruno Le Maire –su ministerio se encarga de las licencias de exportación de tecnología de vigilancia– si estaban informados del contrato entre Nexa y Haftar y si lo validaron. Macron no ha contestado. Le Maire Bruno no explica por qué no presentó una denuncia: “Dados los procedimientos judiciales en curso, no podemos hacer comentarios sobre este caso concreto. Dejaremos que los tribunales hagan su trabajo y den las respuestas que esperamos”.

Nexa siempre ha sabido alinear sus intereses con la política internacional más o menos discreta de Francia. La historia libia es un caso de manual de cómo funciona la diplomacia gala en este tipo de asuntos.

Sarkozy y Gadafi

Un pequeño flashback. En la época en que aún se llamaba Amesys, Nexa ya había aprovechado la luna de miel entre el presidente francés Nicolas Sarkozy y Muamar Gadafi para desarrollar y luego vender al régimen de Trípoli, en 2007, el potente sistema Eagle, el primero del mundo capaz de vigilar masivamente internet a escala de todo un país.

El contrato, negociado con Abdalá Senusi, exmilitar libio, antiguo jefe de inteligencia y cuñado de Gadafi, que fue condenado en Francia a cadena perpetua por el atentado contra el avión DC-10 de la compañía UTA en 1988 –170 muertos–, se saldó con el pago de más de cuatro millones de euros en comisiones ocultas al intermediario Ziad Takieddine, un empresario franco-libanés próximo a Nicolas Sarkozy, en cuentas bancarias situadas en paraísos fiscales.

Estos hechos están hoy en el centro de la investigación por corrupción sobre la supuesta financiación por Gadafi de la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007. Nicolas Sarkozy y tres de sus antiguos ministros, junto con otras nueve personas, acaban de ser enviados a juicio por este motivo. La Justicia francesa sospecha que los equipos vendidos entonces por Francia permitieron al régimen de Gadafi espiar, antes de detener y a veces torturar –o incluso algo peor–, a los disidentes de Bengasi que habían iniciado una revolución armada contra el autócrata libio a raíz de la Primavera Árabe.

La guerra en Libia que siguió entre marzo y octubre de 2011 a la caída del régimen y la muerte de Gadafi reveló los compromisos de Amesys con la dictadura. A su vez, desencadenó investigaciones de la prensa y la presentación de una denuncia por parte de dos ONG, la Liga de Derechos Humanos (LDH) y la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH). Ambas consiguieron que se abriera un procedimiento penal contra Amesys.

En el proceso, la empresa se rebautizó como Nexa y cambió el nombre de su software de Eagle a Cerebro, con la esperanza de continuar sus actividades discretamente.

Pero, contra todo pronóstico, la desaparición del régimen de Gadafi no sofocó las ambiciones empresariales de Nexa en ese país. Como demuestran documentos internos obtenidos por Mediapart, la empresa francesa volvió a invertir en territorio libio en 2013. A pesar del embargo sobre la venta de armas votado por el Consejo de Seguridad de la ONU en febrero de 2011. Y a pesar de que, tras la guerra, una parte importante del país se encontraba en manos de milicias, señores de la guerra e islamistas sin ley.

“Desde que Muamar [Gadafi] ya no está, ha perdido color de todos modos...”, bromea el comercial de Nexa Raphaël C. en un SMS enviado en enero de 2013 al número tres del grupo, colgando una foto de las vistas al mar desde su habitación de hotel en Trípoli. ¿El objetivo del viaje? Vender Cerebro al nuevo régimen. La operación lleva el nombre en clave de Phoenix. Nexa quiere resurgir de sus cenizas en Libia, en el mismo lugar donde vendió por primera vez su software de espionaje.

Pero el viaje no es fácil. “Siempre hay tiros por todas partes. [...] Están todos armados menos yo”, escribía Raphaël C. el 21 de enero de 2013. El vendedor intentó visitar los centros de vigilancia donde se habían instalado los equipos de Nexa antes de la guerra, pero sólo pudo echar un vistazo al edificio antes de dar media vuelta: “Evitamos parar porque hay milicias en esta calle”.

En septiembre de 2013, Raphaël C. se quejó de que un intermediario estaba difundiendo demasiado la propuesta comercial de Nexa: “Si esto acaba en la mesa de un periodista, tendríamos problemas”. Pese a sus esfuerzos y a una reunión con el “hermano del presidente de la República”, la operación fue un fracaso.

Cambio de bando

Dos años más tarde, Nexa dio la espalda al Gobierno de Trípoli y acudió al más poderoso de sus enemigos: el mariscal Haftar. El primer contacto comercial se produjo en 2015, cuando un representante del mariscal visitó el stand del grupo francés en una feria internacional de Dubái.

Por aquel entonces, Jalifa Haftar ya se había convertido en el hombre fuerte del este de Libia. Antiguo jefe de la fuerza expedicionaria del ejército de Gadafi, el militar se pasó a la oposición en los años 80 antes de exiliarse en Estados Unidos. Regresó a Libia en 2011 para apoyar la insurrección contra Gadafi y unos años más tarde asumió el mando del Ejército Nacional Libio (ENL), una autoproclamada fuerza militar, convirtiéndose de hecho en una especie de procónsul de la mitad oriental del país.

Sin embargo, Jalifa Haftar fue excluido de la coalición que formó el Gobierno de Acuerdo Nacional Libio, reconocido en diciembre de 2015 por el Consejo de Seguridad de la ONU como “el único gobierno legítimo de Libia”. Inspirado en el nacionalismo árabe, reúne una red heterogénea de fuerzas tribales, antiguos partidarios de Gadafi y antiislamistas. Presentado como un baluarte contra los yihadistas, ha recibido el apoyo oficial de varias potencias internacionales, en primer lugar de Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Egipto no dudó en utilizar cazas Rafale comprados a Francia para llevar a cabo campañas de bombardeos en beneficio de Haftar; en cuanto a los Emiratos, se cree que han financiado en gran medida las ambiciones de Jalifa Haftar. Por no hablar de la milicia rusa Wagner, que también acudió en apoyo del mariscal.

Por el contrario, los opositores de Haftar denuncian sus inclinaciones autoritarias y los abusos de sus hombres, en particular desde la operación denominada Dignidad, lanzada en la primavera de 2014 y sobre la que pesan ahora sospechas de crímenes de guerra, como ha señalado el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI). También se han abierto investigaciones penales en Francia por tortura y actos de barbarie, y en Estados Unidos por crímenes de guerra.

Pero nada de eso fue suficiente para frenar el entusiasmo comercial de Nexa. Para la compañía francesa, todo se aceleró con Haftar en 2017 en París, durante Milipol, la feria mundial de la seguridad. Un documento comercial, marcado como “confidencial”, muestra que un intermediario, Jalal Dira, expresó el interés del mariscal libio por los equipos de vigilancia de Nexa. Ya activo como intermediario en la venta de armas con Francia bajo el régimen de Gadafi, Jalal Dira, descrito como próximo al fabricante aeronáutico francés Dassault, es conocido en los medios diplomáticos e industriales franceses por haber puesto su agenda a disposición de los sucesores del dictador.

Contactado por Mediapart, Dira no niega los contactos con Nexa en Milipol, pero precisa que no estuvo “implicado en ninguna transacción financiera con la empresa, ni con los equipos del mariscal Haftar, y menos aún en la violación de embargo alguno, en Libia o en cualquier otro lugar”.

Al mismo tiempo, en julio de 2017, Jalifa Haftar fue recibido oficialmente a bombo y platillo por el flamante presidente Emmanuel Macron, durante una cumbre internacional en La Celle-Saint-Cloud, un elegante suburbio de París. Las fotos del acto muestran a los dos hombres cogidos del brazo. Tiempo después, el ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, llegó a decir que deseaba “victorias” al mariscal, según un reportaje de Le Figaro .

A principios de 2019, el mariscal Haftar lanzó una vasta ofensiva militar destinada a conquistar el oeste de Libia y derrocar al gobierno. A principios de abril, las fuerzas del ENL estaban a las puertas de la capital. Mientras los combates arreciaban en los suburbios de Trípoli, Nexa envió al bando de Haftar, en noviembre de 2019, una oferta comercial de 41 páginas. Versaba sobre el producto más potente del grupo francés, diseñado con su socio Intellexa, el desarrollador de Predator. Por nueve millones de euros, Nexa ofrece al mariscal comprar el AlphaSpear 360, una furgoneta capaz de infectar teléfonos con Predator en un radio de aproximadamente 500 metros en modo zero-click, es decir, completamente invisible para los objetivos. Y una herramienta muy útil en el campo de batalla.

Pero el mariscal duda. Su ofensiva militar es un fracaso. En junio de 2020, los soldados del ENL regresaron a Bengasi.

Vigilancia de móviles y de internet

El acuerdo con Nexa se cerró inmediatamente después. En septiembre y luego en noviembre de 2020, el gobierno de Haftar firmó cuatro contratos para la compra de equipos de interceptación, por un importe total de 3,3 millones de euros. Esa factura incluía un sistema para interceptar teléfonos por satélite Thuraya, y tres IMSI catchers, incluido el modelo más potente, el AlphaMax, capaz de escuchar las comunicaciones de voz e internet de los teléfonos móviles dentro del alcance de su antena. En diciembre se paga a Nexa un primer anticipo de casi 100.000 euros.

El contrato lo firma, por cuenta de los gobernantes Haftar, un tal Ahmed al-Werfalli. Su hermano, Mahmud, era uno de los principales lugartenientes de Haftar y sospechoso de múltiples atrocidades. Según la Corte Penal Internacional, que emitió varias órdenes de detención contra él, encargó el asesinato de 33 personas en junio de 2016 y ejecutó personalmente a balazos a 10 personas frente a una mezquita de Bengasi en enero de 2018.

Ahmed al-Werfalli, firmante de los contratos de equipamiento de Nexa, fue detenido brevemente en Lituania en 2019 para ser interrogado en el marco de la investigación de la Corte Penal Internacional contra su hermano. Se negó a cooperar con los investigadores. Más tarde, prometió pagar los daños después de que su hermano destruyera las oficinas del fabricante de automóviles Nissan en Bengasi.

Finalmente, Mahmud al-Werfalli no tuvo que responder de sus actos ante la justicia internacional. Murió tiroteado en 2021 en turbias circunstancias en Libia por hombres armados no identificados.

Pero, por parte de Nexa, los negocios iban bien. En enero de 2021, el jefe del grupo francés dio luz verde a la venta al mariscal Haftar, visiblemente muy interesado, de un sistema de escuchas telefónicas y de vigilancia de internet, el MCng.

Pero Nexa tiene que trabajar duro para encontrar la manera de entregar los equipos encargados por Haftar. El asunto es espinoso, porque Libia sigue bajo embargo. Aunque no parece ser un problema para la dirección del grupo galo. Lo que no saben los ejecutivos de Nexa en ese momento es que los gendarmes les han intervenido los teléfonos y empiezan a descubrir el alcance de sus nuevos trucos sucios en Libia.

Cómo eludir la licencia de exportación

Para evitar tener que pedir a Francia una licencia de exportación, el acuerdo fue cerrado por Advanced Middle East Systems (AMES), la empresa hermana de Nexa en Dubái. Para mayor confusión, oficialmente AMES sólo es el proveedor de otra empresa también con sede en Dubái, AR Global Group, que revendió el equipo al gobierno de Haftar.

El esquema parece diseñado para evitar solicitar una licencia de exportación en Emiratos: “Hemos preguntado a la autoridad de control en Dubái, nos han dicho que, si utilizamos un intermediario en Dubái, no nos pedirán absolutamente nada”, dice por teléfono el jefe de Nexa, Stéphane Salies. Otra ventaja: “No habrá transacciones directas entre el país y nosotros”.

Pero el 18 de mayo de 2021 surgió un gran problema: Lituania se niega a conceder una licencia para la exportación de componentes, fabricados en el país, que se utilizan para los equipos de Nexa. Tres días después, el 21 de mayo, Stéphane Salies llamó a Kay Höft, su abogado alemán especializado en el cumplimiento de la normativa sobre exportaciones. La conversación es impresionante. “Tenemos una petición de un país súpermalo”, en este caso el “bando de Haftar”, explica el director de Nexa, que pregunta si “está completamente prohibido”. El abogado responde que sí, sin dudarlo, ya que existe “un embargo de armas”, el ENL es “una entidad militar” y los productos vendidos por Nexa tienen “un alto índice en la clasificación de artículos no autorizados”.

El jefe de Nexa insiste, y detalla su plan con “un intermediario en Dubái”. El abogado le advierte: “Usted conoce el embargo de armas [y] el esfuerzo de la Unión Europea con respecto a Libia... Son muy estrictos”. Le aconseja a Salies que “lo olvide”.

Cuatro días más tarde, Stéphane Salies vuelve a llamar a Kay Höft para presentarle un nuevo plan: ha encontrado “un proveedor situado en Inglaterra”, que está dispuesto a realizar la venta y la entrega. El abogado señala que, en este caso, es necesaria una licencia de exportación británica. Pero sugiere un truco para evitar pedirla: Nexa podría enviar los equipos a Dubái, luego “ensamblarlos con otros artículos y reexportarlos desde los Emiratos Árabes Unidos, y así no tendría que revelar la identidad del usuario final [a las autoridades del] Reino Unido”. “Vale, ya veo, es factible, podría ser fácil”, le contesta el jefe de Nexa.

Contactado a través de su portavoz, Ahmad al-Mesmari, Jalifa Haftar no ha contestado a las preguntas de EIC sobre este asunto. Por su parte, los Emiratos “refutan enérgicamente cualquier acusación de facilitar la venta de cualquier sistema de vigilancia a cualquier país”, asegura un funcionario del Gobierno emiratí a EIC. “Los Emiratos siempre han respetado y seguirán respetando las sanciones impuestas por la ONU. […] Cuentan con un marco legal de control de las exportaciones y supervisan continuamente la exportación de productos de doble uso”, explica.

“Bajo embargo, pasando por varios países, para evitar restricciones”

En cualquier caso, la investigación de los gendarmes parece que detuvo la ejecución del contrato libio. El 15 de junio de 2021, tres semanas después de esta conversación telefónica, los gendarmes registran las oficinas de Nexa y los domicilios de sus directivos, que son interrogados bajo custodia policial.

Frente a los gendarmes, el número tres del grupo, Renaud Roques, declara que sólo ha “oído hablar de un proyecto” en Libia, y que “no puede decir” si el país “está embargado o no”. Stéphane Salies, por su parte, invoca el “secreto profesional” y la clasificación de “defensa confidencial” para no responder con precisión a las preguntas sobre el contrato con Haftar.

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Preguntado por sus conversaciones con el abogado Höft, Salies indicó que quiso “encontrar una solución para poder hacer la entrega legalmente”. Afirmó también que “el material está en un hangar” en Dubái “a la espera de las licencias de exportación para poder entregarlo”. “Lleva pendiente más de tres meses, lo que demuestra claramente que estoy esperando la licencia”, insistió.

Pero en un breve informe los gendarmes son categóricos: “Esta transacción se hace bajo embargo, pasando por varios países, para evitar restricciones”. Y dicen que estos hechos están “constatados” en sus investigaciones.

Preguntados por Mediapart, Stéphane Salies y su colaborador Olivier Bohbot respondieron que “ninguno de los equipos [...] fue entregado a la Libia del mariscal Haftar”. Se negaron a hacer más comentarios sobre sus actividades en el país.

Libia es un escándalo francés sin fin. Aunque ya había sido señalada por la Justicia por haber vendido sistemas de cibervigilancia al régimen del difunto dictador Muamar Gadafi, la empresa Nexa, vinculada a los servicios de inteligencia franceses, volvió a hacerlo 13 años después, esta vez en beneficio del actual hombre fuerte del este de Libia, el mariscal Haftar.

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