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"Se meten en nuestras camas": por qué la educación sexual indigna a la derecha (y a alguno más)

Manifestación feminista por el 8M en Asturias.

"En España no hablamos de tocarse a los sesenta. O de hacerlo con la regla". Bajo esta premisa, el Ministerio de Igualdad desliza una propuesta: nombrar aquellas cuestiones vinculadas a la sexualidad que han permanecido tradicionalmente relegadas a un segundo plano. Igualdad lanza una campaña que habla de visibilizar, reflexionar y educar. Pero las voces críticas sacan su artillería. Entre los titulares, medios que tildan la campaña como un anuncio "subido de tono" y tertulianos que ponen el grito en el cielo. "A mí me ofende profundamente", ha señalado la presentadora Ana Rosa Quintana, "¿nos van a decir ahora lo que tenemos que hacer en nuestra intimidad?". La escritora Isabel San Sebastián ha completado el pormenorizado análisis con una conclusión tajante: "Se meten en nuestra cama".

En el marco del acto Mujeres que transforman, la ministra Irene Montero insistió en la idea: "Va a tocar hablar del placer de las mujeres y del deseo sexual de las mujeres de 50, de 60, de 70 y de 80 años. Y va a tocar hablar de tener relaciones sexuales con la regla, y va a tocar hablar de cómo sentimos las mujeres placer y con qué prácticas sexuales no lo sentimos". Que Irene Montero pronunciara estas palabras supuso una auténtica ofensa para algunos nombres propios que se sintieron interpelados. "Le digo a la ministra que a lo mejor no conoce lo suficiente, con perdón, mi coño para saber lo que siento o lo que dejo de sentir", tuvo a bien lanzar la presentadora Nuria Roca en el programa El Hormiguero. Y como si de un mandato se tratase, zanjó el asunto exclamando: "Hasta las narices de que me digan lo que tengo que sentir".

No es la primera vez que el departamento de Irene Montero trata de hacer de la educación sexual la base de sus políticas. Y no es la primera vez, por supuesto, que la pretensión es tomada como una imposición que viene a impugnar las prácticas sexuales hegemónicas. A principios de marzo, la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, Pam, ponía sobre la mesa datos extraídos de un estudio confeccionado por el Instituto de las Mujeres y analizaba los resultados. Pam criticaba que la falta de coeducación y los discursos conservadores impiden a las mujeres explorar áreas de su sexualidad, priorizando el canon heterosexual: "No intentes reconocer ni saber cómo funciona tu cuerpo, no nos interesa que se sepa tanto que a lo mejor tú puedes tener placer de estas formas y sin embargo estas otras no van a ser tan placenteras aunque sean las habituales. Por eso para mí es tan escandaloso ese 75% de niñas y chicas jóvenes en nuestro país que dicen preferir la penetración que la autoestimulación".

Las palabras fueron tomadas por algunos sectores como un ataque a la intimidad y la libertad de las mujeres. El periodista Antonio García Ferreras no dudó en afirmar que "antes era la Iglesia la que decía cómo tenían que disfrutar las mujeres" y "ahora es la secretaria de Estado de Igualdad".

El estudio que citaba Ángela Rodríguez fue elaborado por el Instituto de las Mujeres en julio de 2022. Bajo el título La sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español. Percepciones subjetivas e impacto de la formación, el análisis constataba que "la práctica más habitual entre las entrevistadas es la penetración vaginal (74,6%), por encima, incluso, de la autoestimulación (66,5%)". Las autoras del estudio señalaban como "llamativo" que la masturbación "registre un porcentaje ligeramente inferior al sexo con otra persona mediante la penetración. El canal de acceso al placer aparece así, para algunas mujeres, condicionado en cierto modo a la concurrencia de otra persona (en este caso varón), sugiriendo la vigencia de ciertos tabúes o estereotipos que operan de manera diferencial entre ambos géneros".

Pero quizá el ataque más cruento contra las propuestas de educación sexual lo sufrió directamente la ministra de Igualdad en septiembre del año pasado. Montero defendió en sede parlamentaria que "todos los niños, las niñas, les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto tiene derecho a tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia". Tienen derecho, subrayaba, "a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas eso sí en el consentimiento". La derecha no dudó en retorcer estas palabras hasta concluir que aquello era, en realidad, apología de la pederastia.

"Miedo, ignorancia o ideología"

La coeducadora Marian Moreno conoce bien las consecuencias de trabajar por la igualdad desde la educación sexual. Su programa Skolae, pionero a nivel estatal e implantado en Navarra, sufrió una persecución constante por parte de sectores conservadores y ultracatólicos. "Hay varias razones" que explican la reacción en contra, dice en conversación con este diario. Por un lado, "somos un país que no ha tenido educación sexual, generación tras generación nos hemos buscado la vida como hemos podido". Por otro lado, la experta no puede dejar de señalar la influencia de la Iglesia católica "durante el franquismo y más allá", un sector "con muchísimo dinero y poder que tiene una ideología absolutamente contraria a abordar cualquier asunto vinculado a la sexualidad". No se trata por tanto de una reacción exclusiva de la derecha, sino que es producto de valores culturales que han marcado la socialización de distintas generaciones. Hablamos, según la educadora, de "miedo, ignorancia o postura ideológica".

Existe, en consecuencia, la voluntad de que "la sexualidad permanezca en ese lado oscuro, no visible" de las vivencias personales. Este planteamiento relega a la sexualidad –en toda su amplitud: desde prácticas sexuales, hasta modelos relacionales– como un asunto privado expulsado del debate y las políticas públicas. "Durante los primeros años en que se empezó a hablar de la violencia de género, algunos argumentos en contra hablaban de que sucedía en casa, en la vida privada y que era una cuestión de pareja", rememora Moreno. A su juicio, resultaría útil tomar esa evolución y replicarla para la educación sexual, a través de "campañas y sensibilización" enfocadas a "quitar los miedos, hacer pedagogía y explicar que la sexualidad es parte del ser humano y es muy global".

Marián Gómez, formadora de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, cree que al margen de que el contenido de una campaña, como la última confeccionada por el departamento de Irene Montero, "guste más o guste menos", lo cierto es que habitualmente cualquier cuestión "relacionada con derechos, libertades y deseo sexual de la mujer es susceptible de generar controversia y polémica". Gómez cree importante tomar las enseñanzas de la tercera ola del feminismo, por la que "el cuerpo de las mujeres y su sexualidad" se situaron en el centro de la agenda feminista. "Desde entonces, se vienen reivindicando diferentes sexualidades frente a la opción heteronormativa y se cuestiona el papel de las mujeres y su cosificación a través de la pornografía y la prostitución", completa. 

Inma Martínez Cerrillo y Nacho López Martín, sexólogos y socios fundadores de la cooperativa Iniciativa sexológica y acción social (Insex), observan a preguntas de este diario que uno de los "grandes escollos en la implementación de la educación sexual en nuestro país es que se considera una cuestión de ideología" y de esa premisa parte la decisión de si "fomentarla o denostarla".

Excluirla de ser una "rama más del conocimiento", provoca daños a futuro. "Gran parte de los problemas que aparecen asociados al sexo son resultado de una deficiente formación sexual y de un sistema de valores ineficaz, producto de trasladar la lógica del mercado a la intimidad y a los proyectos de vida, de mercantilizar los deseos, de instrumentalizar la erótica, de patologizar la diversidad y de olvidar que somos, sobre todo, convivenciales e interdependientes", observan los expertos. En ese sentido, recuerdan que si bien "las interacciones pueden pertenecer al terreno de lo íntimo", la educación es "también una cuestión pública". Y para avanzar, sentencian, es necesario "deshacernos de miradas dualistas y simplistas" para ser capaces de "acoger la incertidumbre, entender la complejidad del hecho sexual y aprender a gestionarla".

Hacia un cambio radical

Pero para hacerlo hace falta una mirada rigurosa sobre qué es y qué abarca la educación sexual. "Quizá se ponga excesivamente el foco sobre los actos sexuales, cuando la sexualidad humana es mucho más global y la educación sexual, entendida desde la coeducación, se basa en la convivencia, el intercambio, el conocimiento del propio cuerpo y ajeno, en los límites… Se trata de una sexualidad vista como construcción personal y global que compete no solo al ámbito de los actos sexuales concretos, sino también al ámbito de la convivencia", introduce Marian Moreno.

Un diagnóstico compartido por Martínez Cerrillo y López Martín. "En general, hay bastante confusión en lo que nombramos como educación sexual", deslizan. A su entender, "no resulta lo mismo pensar la educación sexual como una batería de recomendaciones dirigidas a mejorar nuestras técnicas amatorias, como un manual de reducción de riesgos en las interacciones eróticas, o como una educación dirigida a la formación integral de hombres y mujeres como sujetos sexuados". 

A Moreno no le cabe duda de que una socialización enfocada a convivir en igualdad, es la base necesaria para construir relaciones sanas. Es, a su juicio, la única manera de trabajar "la empatía, el respeto y los límites", constituyendo de esta manera la mejor prevención de la violencia sexual.

El anteriormente citado informe del Instituto de las Mujeres advierte de que cerca del 60% de las mujeres jóvenes encuestadas ha mantenido relaciones sexuales sin deseo. Y que casi siete de cada diez mujeres ha recibido comentarios sexuales o sexistas inapropiados en espacios públicos. Un 46% ha recibido imágenes o comentarios de índole sexual sin su consentimiento a través de redes sociales y un 36,2% ha sufrido tocamientos sexuales no deseados.

Según el informe Políticas públicas contra la violencia de género, elaborado por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, en menos de una década se han multiplicado por cinco los delitos de contacto mediante tecnología con fines sexuales hacia menores de dieciséis años.

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En el ámbito autonómico, el informe Vivencias, actitudes y percepciones sobre la violencia de género en adolescentes de la Comunidad de Madrid, puesto en marcha por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres en 2020, concluye que un 29% de chicas consideran habitual que cuando alguna amiga está bebida, intenten besarla o hacer algo con ella. Un 70% dice que sus amigas prefieren volver acompañadas a casa, poniendo de manifiesto que la calle ya no es considerada como un espacio de socialización seguro y el 69% de las adolescentes cree que la violencia de género la sufren mujeres y hombres indistintamente.

Marián Gómez advierte que sin una educación sexual "temprana será el profesor porno quien se encargue de enseñar a los menores a descubrir sus cuerpos y su sexualidad, transmitiendo la idea de que a las mujeres nos gustan las relaciones sexuales en las que hay una jerarquía clara: ellos dominan y nosotras aparecemos sumisas y cosificadas". Gómez concibe la pornografía como una herramienta que "normaliza y promueve las agresiones sexuales" que sufren las mujeres "de manera desproporcionada" y a la que los más jóvenes acceden a edades tempranas. En el reverso, la educación sexual permite "promover relaciones igualitarias, poner el consentimiento y el deseo como eje central de las relaciones sexuales y evitar las violencias machistas que destrozan la vida las mujeres".

Si bien la tarea puede parecer sencilla, la inmediata reacción en contra ante cualquier atisbo de propuesta evidencia que el terreno es yermo. "Los cambios son inherentes a las sociedades, pero suelen ser lentos", reflexionan Martínez Cerrillo y López Martín. En España de hecho "ni siquiera somos capaces de nombrar la educación sexual como tal, sino que le añadimos el adjetivo de afectivo, una herencia de los años de la dictadura". Con ello se asume que "el sexo es algo simple y sucio que necesita ser edulcorado", completan los sexólogos y puntualizan que "el sexo, como hecho humano, no puede no ser afectivo". Por ello es necesario "un cambio radical" que implique un "planteamiento ordenado, riguroso, sistemático y profesional", zanjan. Hablar de ello podría ser un primer paso.

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