VIOLENCIA SEXUAL

Qué hacemos con los relatos de Alice Munro, la Nobel feminista que encubrió al agresor de su hija

La escritora canadiense Alice Munro.

En su cuento Dimensiones, la escritora canadiense Alice Munro describe el momento exacto en que Doree encuentra los cadáveres de sus tres hijos, asesinados brutalmente la noche anterior a manos del padre. "Tú te lo buscaste", exclama el agresor poco después del hallazgo. La autora dibuja en el relato el mundo interior de una mujer atravesada por la violencia, las contradicciones y la culpa, quien pese a sus conflictos decide visitar en prisión al hombre que cumple pena por haber asesinado a sus hijos.

Munro, fallecida el pasado mes de mayo, lo escribió años antes de que el Nobel de Literatura aterrizara en sus manos y el mundo entero –especialmente la mitad que encontró refugio en sus cuentos– celebrara el reconocimiento. La historia de Doree es pura ficción, pero es ese relato de violencia el que ronda obsesivamente los pensamientos de algunas de las mujeres que han conocido esta semana el desgarrador testimonio de una de las hijas de la escritora, víctima de la violencia sexual ejercida por su padrastro y silenciada por su entorno, incluida su madre.

En un artículo publicado en el diario The Toronto Star, Andrea Robin Skinner verbaliza las agresiones sexuales de las que fue víctima a mediados de los setenta, con tan sólo nueve años, el descrédito de su familia —incluido el padre biológico— y la connivencia de su propia madre con su agresor, una vez la víctima fue quien de compartir con ella el trauma, casi dos décadas después. "Mi madre, confrontada con la verdad de lo que había sucedido, eligió quedarse con mi abusador y protegerlo. La fama de mi madre hizo que el silencio continuara", escribe la víctima. Su violador, Gerald Fremlin, sería condenado años después y la escritora permanecería a su lado hasta el día de su muerte. El biógrafo de la canadiense, Robert Thacker, ha reconocido esta semana que conocía los hechos, pero decidió omitirlos. Lo veía, afirma, "como un asunto familiar privado".

Mujeres y violencia

En su libro Monstruos. ¿Se puede separar el autor de su obra? (Península, 2023), la escritora Claire Dederer reconoce que su "lista inicial de mujeres monstruosas era corta y sus pecados estaban relacionados, todos ellos, con la maternidad. En concreto, con la maternidad negligente. Si el crimen masculino es la violación, el crimen femenino es la renuncia a los cuidados. Lo peor que puede hacer una mujer es abandonar a sus hijos". Si existe un debate alrededor de cómo juzgar la obra de un autor reprobable por sus actos, ese debate, decididamente feminista, ha girado tradicionalmente en torno a nombres masculinos. Pablo Picasso, Woody Allen, Roman Polanski o Plácido Domingo han precipitado una activa discusión sobre los ojos con los que mirar una obra inevitablemente marcada por los actos de quien la firma. 

En raras ocasiones el debate gira en torno a una mujer. ¿Es el de Alice Munro un caso inusual? "No es excepcional: esto pasa constantemente. Del mismo modo que hay violencias y abusos en las familias, en esas mismas familias también hay otras mujeres que apoyan al abusador por encima de todo, porque creen que es la manera en que deben actuar". Habla la escritora Luna Miguel. "No digo que haya que aceptarlo, pero es lo común, no es excepcional", se apresura a aclarar.

"Desde Simone de Beauvoir, pasando por Virginia Woolf, Blanca Varela o Flannery O'Connor", son muchas las mujeres artistas que también "han ejercido violencia que tiene que ver con su racismo, con su clasismo o con su misoginia interiorizada, por mucho que su discurso sea feminista", agrega la poeta.

En ese último punto se detiene la escritora Cristina Fallarás: en cómo encajar, desde la mirada lectora, las contradicciones entre una obra decididamente feminista y la decisión consciente de tolerar la violencia sexual. "Para mí, el centro del dilema es la pregunta de si Alice Munro era una escritora feminista. Y yo apelo a la mayor: si partimos de la base de que el feminismo es una forma de habitar el mundo, no podríamos decir que lo fuera", asiente al otro lado del teléfono. "De hecho, es una mujer que ejerce violencia sobre otra mujer".

El siguiente paso, propone la también periodista, tiene que ver con abordar la "crisis que provoca esto en aquellas que hemos usado sus relatos como forma de construcción íntima", dar respuesta a una pregunta: "¿Dónde colocarlos ahora?".

Mirada crítica

Para la más que probable decepción de quienes jalean discursos antifeministas advirtiendo de una orquestada cultura de la cancelación, todas las voces consultadas se expresan de forma unánime en contra de la censura. "No debemos renunciar a la obra de Alice Munro, del mismo modo que no hemos renunciado a la obra de Octavio Paz, a la de Ted Hughes, ni a la de nadie", asiente Luna Miguel. Y en términos prácticamente idénticos se expresa la escritora Eva Orúe: "Ni a la de ella ni a la de nadie", dice sin espacio para la duda. 

Fallarás no sólo se opone a la censura, sino que impugna la existencia de una eventual cultura de la cancelación. "La obra de Alice Munro no va a ser cancelada –augura–, porque la cancelación es mentira. Algunas personas tirarán sus libros, otras no, igual que muchas no hemos tirado los de Gabriel García Márquez".

El cuento, una puerta a la escritura de las mujeres

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¿Pero es posible revisitar ahora su obra de la misma manera que antes? ¿Se debe seguir leyendo y estudiando a Alice Munro sin un cambio de enfoque? "Hay que ser conscientes de lo que ha hecho y no ocultarlo, como se ha hecho hasta ahora con su historia", introduce Miguel. La poeta apela al contexto como herramienta irrenunciable, pero se opone a tener que reinterpretar su obra. "Ella es una autora que ha retratado, como nadie, las violencias familiares. Ahora que tenemos esa información vemos de dónde bebía su inspiración para retratar la violencia familiar", reflexiona. "Al fin y al cabo, lo interesante no será leerla de otra manera, sino saber quién era cuando la leamos y explicar su historia cuando contemos quién era esta escritora". 

Coincide en el diagnóstico la escritora Laura Freixas. "Separar la obra del autor no significa que debamos dejar de analizar al autor. Los autores, sobre todo los consagrados, son un espejo en el que nos miramos, así que no hay que darle la espalda a este tipo de episodios: hay que analizar sus vidas en la medida en que son un ejemplo para la sociedad, pero también analizar la obra porque muchas veces el mensaje racista o machista está ahí".

Para Eva Orúe, si de algo sirve el conocimiento radical de la realidad que atraviesa la vida de un artista, es para comprender su obra. "Si un autor escribe sobre judíos, nos interesa saber si es antisemita", pone como ejemplo la también directora de la Feria del Libro de Madrid. "Si tenemos a una autora que es feminista declarada, está bien saber que está siendo una hipócrita", sentencia la autora, y eso "no resta ni un ápice de valor" a sus creaciones. Al interrogante de cómo será a partir de ahora la mirada sobre Alice Munro, responde la propia Orúe: "Más crítica, seguro. Y posiblemente más triste y más amarga".

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