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Yo también soy Terelu: por qué triunfan sus frases sobre las relaciones (con más miga de la que parece)

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Una frase de una portada de prensa del corazón ha traspasado esa frontera en los últimos días. “Llevo nueve años sin acostarme con nadie”. La decía Terelu Campos, presentadora española de 59 años, y explicaba después que estar en pareja no le parece tan importante y que a ella, en este momento, es algo que le restaría muchísimo. También deslizaba que muchas más mujeres dirían lo mismo si hablaran con franqueza. Sus palabras han trascendido a la prensa rosa porque llegan en un momento en el que el desajuste entre la mujer y el hombre heterosexual es objeto de estudio y debate alrededor del mundo. Una distancia a la que se le comienzan a atribuir las dificultades que encuentra la mujer heterosexual contemporánea para emparejarse.

“En España, un tercio de las mujeres igualitarias con estudios superiores no podrán encontrar una pareja masculina homógama, que es la opción preferida de la mayoría”, según un estudio elaborado este año por el Centre d’Estudis Demogràfics (CED) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Este trabajo analiza por primera vez los valores de los roles de género en los desajustes entre cónyuges potenciales. La participación de la mujer en el mercado laboral no ha estado acompañada por la correspondiente participación de los hombres en el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos. Lo que, recuerdan los investigadores, impide el desarrollo de un “nuevo equilibrio estable” y tiene consecuencias en la formación de parejas, la separación y la fecundidad.

“Ni sexo, ni hijos, ni emparejarse ni casarse” es precisamente el lema del movimiento surcoreano 4B, surgido en 2010 y de nuevo en el foco internacional por el interés que ha suscitado en Estados Unidos tras la conmoción feminista ante la una nueva victoria de Donald Trump. En el país asiático, con la peor brecha salarial de género en la OCDE y altos índices de violencia machista, muchas mujeres han decidido plantarse para exigir respeto o simplemente no ven atractivo el camino tradicional de casarse, tener hijos y atender un hogar. En 2016, el Gobierno las soliviantó al publicar un mapa en el que señalaba el número de mujeres en edad reproductiva por distrito para contextualizar la baja natalidad del país. Tuvieron que recordar que sus vientres no son propiedad nacional ni ellas unas máquinas de hacer hijos.

Este es un “momento difícil” para las relaciones heteronormativas, indica a infoLibre, Silvia Díaz Fernández, investigadora postdoctoral de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Es un contexto con posiciones muy enfrentadas, bastante polarización, y se está estudiando sobre todo a los chicos jóvenes, pero no creo que sea un problema de los hombres jóvenes exclusivamente”, considera en referencia a los sondeos que apuntan a la brecha entre unas chicas jóvenes cada vez más feministas y unos chicos jóvenes que parecen haber tomado el camino de la reacción machista ante esos avances.

Educar para que hombres y mujeres vayan al mismo ritmo

Cuando los aumentos de la educación y el igualitarismo no se producen al mismo ritmo para hombres y mujeres, se crea una disimilitud en la distribución de los niveles educativos y de los valores de los roles de género de hombres y mujeres, advierte la investigadora del CED, Maike van Damme, en su informe. Y deja una sugerencia: “es muy recomendable apoyar la reducción de estas diferencias de educación y valores y, mientras tanto, las parejas potenciales deberían ser conscientes de la imperfección del mercado de parejas de los jóvenes adultos españoles”.

Díaz Fernández coincide en la necesidad de atajar la brecha con educación. Cuando se le pregunta qué está ocurriendo en los primeros años educativos, responde con pesadumbre: “está ocurriendo muy poco y deberíamos tener esto como parte igual de esencial. Faltan asignaturas que nos enseñen a ser ciudadanos que tengan respeto, para conseguir un futuro mejor e igualitario. Falta una educación sexual integral”.

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“En general, las mujeres han tomado mucha conciencia en torno a lo que el feminismo ha puesto sobre la mesa sobre lo que son las violencias sexuales, lo que ha provocado que ahora se diga ‘no’ a conductas violentas que antes estaban invisibilizadas y pasaban como prácticas sexuales”, señala Manuel Rodríguez Gago, doctorando en Estudios Feministas y de Género en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 

“Mientras tanto —prosigue —, no se ha ofrecido educación sexual al respecto a ninguna generación. Y entonces tenemos al feminismo cuestionando el modelo sexual normativo, mientras desde los modelos de socialización sexual no hay referencias ni referentes de una sexualidad sana, así que hay una necesidad enorme de educación sexual: ¿Cómo practicar un sexo sin violencias? ¿Cómo encontrar parejas cuyas prácticas sexuales no incluyan, directa o indirectamente, violencias adquiridas en un proceso de socialización sexual patriarcal?”. Además de la falta de educación sexual en todas las generaciones, Rodríguez Gago, remarca el papel de algo que está “deseducando” a todas las generaciones: “una pornografía heterosexista, falocéntrica, y enormemente violenta contra las mujeres”.

Como Díaz Fernández, el investigador también considera que “últimamente existe una excesiva culpabilización de las brechas a las personas jóvenes”. Y lo argumenta: “como si las y los jóvenes se hubiesen socializado de la nada y no fuese, en realidad, un reflejo de cómo la sociedad ha construido una nueva generación dividida por las carencias del sistema, que ha puesto sobre la mesa muchos debates pero pocas soluciones. Así, sin atenderlo todo, solo florece la reacción”. Los estudios y el foco mediático están sobre los chicos más jóvenes, pero el desajuste entre la conciencia feminista creciente de las mujeres y la realidad práctica de las dinámicas de las relaciones heterosexuales emite señales en todas las franjas de edad y lleva cada vez más a que mujeres de todos los ámbitos digan en voz alta que, si es así, no les merece la pena.

Una frase de una portada de prensa del corazón ha traspasado esa frontera en los últimos días. “Llevo nueve años sin acostarme con nadie”. La decía Terelu Campos, presentadora española de 59 años, y explicaba después que estar en pareja no le parece tan importante y que a ella, en este momento, es algo que le restaría muchísimo. También deslizaba que muchas más mujeres dirían lo mismo si hablaran con franqueza. Sus palabras han trascendido a la prensa rosa porque llegan en un momento en el que el desajuste entre la mujer y el hombre heterosexual es objeto de estudio y debate alrededor del mundo. Una distancia a la que se le comienzan a atribuir las dificultades que encuentra la mujer heterosexual contemporánea para emparejarse.

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