25N Día Contra la Violencia Machista
Delegadas contra la violencia de género: "España tiene que cambiar ya su cultura machista"
Sus voces son diversas, provienen de lugares a veces antagónicos, pero todas llegan a un punto común: la lucha contra la violencia de género como objetivo prioritario, al margen de colores políticos. Este 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, toman la palabra quienes están y han estado al frente de la institución que concentra el grueso de las políticas públicas contra un problema estructural que ha segado la vida de 1.118 mujeres desde 2003. infoLibre habla con Victoria Rosell, actual delegada del Gobierno contra la Violencia de Género y con los exresponsables del organismo Pilar Llop (2018-2019), Blanca Hernández Oliver (2011-2017) y Miguel Lorente (2008-2011).
Rosell lleva algo menos de dos años al frente de la Delegación. Suficiente para haber tomado nota de algunos aprendizajes. El más importante, que "nunca es suficiente", dice a preguntas de este diario. Queda avanzar en aspectos como "la violencia digital, profundizar en la violencia vicaria e institucional, el trabajo con hombres y el sistema de evaluación de las políticas". Para Rosell, es justo reconocer que desde las instituciones se hace "muchísimo", pero igual de cierto es que "a la vez queda mucho por hacer".
En esta segunda parte, en todo el camino por andar, se detiene el médico forense Miguel Lorente. Al otro lado del teléfono, se reconoce consciente de las asignaturas pendientes y no tanto de los logros cosechados. Llegó a la Delegación cuando el Ministerio de Igualdad no era más que un recién nacido, con Bibiana Aído al frente. Lorente vivió aquellos primeros pasos desde "la ilusión, la felicidad, la alegría y el compromiso". También rodeado de plásticos y embalajes. La experiencia no duró todo lo que habría cabido esperar: el Ministerio de Igualdad echó el cierre en octubre del 2010. "Hubo una quiebra importante cuando, sin tener la más mínima sospecha, se decidió fusionar el ministerio" con el de Sanidad. Aquello, cree Lorente, fue un "error importante" y fundamentado en las razones de quienes "no querían el ministerio", fue algo así como "darles la razón" y se vivió "con muchísima tristeza".
El trabajo de quienes forman parte de la institución puede ser, en ocasiones, invisible, pero siempre constante. Todo depende de "su competencia, su ética y su sensibilidad" y cuando existe "compromiso sobre una causa, la capacidad de impactar sobre la situación y mejorarla es muy alta". Son palabras de Blanca Hernández Oliver, actual letrada de las Cortes Generales y delegada del Gobierno para la Violencia de Género bajo el Gobierno de Mariano Rajoy. "Hay que tratar de sumar, porque es la única forma de llegar al objetivo que pretendemos: la dignidad y la igualdad", recalca.
Pilar Llop ha llevado esa pelea que inició en los pasillos de la Delegación al corazón del Ministerio de Justicia que hoy lidera. Coincide de pleno con sus compañeras al reflexionar sobre el camino recorrido: "Creo que todas las personas comprometidas en la lucha contra la violencia de género somos conscientes de los logros, pero aún más de todo lo que queda por hacer".
"En una sociedad democrática no cabe la prostitución"
Decía el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero que su "deseo no cumplido" fue el de aprobar una ley abolicionista de la prostitución. "La violencia que sufren las mujeres, en todas sus manifestaciones, es un obstáculo para la consecución de la igualdad", reflexiona Llop. Y ahí entra en juego la prostitución, una de las formas de violencia de género "más abyectas". Abolirla, cree la actual ministra de Justicia, debe ser objetivo prioritario de las instituciones. "Estoy convencida de que en esta legislatura vamos a dar pasos irreversibles en este sentido", vaticina, porque "en una sociedad democrática no cabe la prostitución".
Lorente recuerda que el debate sobre la prostitución "no estaba sobre la mesa" hace una década. La Delegación tenía entonces una prioridad: dar respuesta a la violencia en pareja. "La más frecuente, la más cercana y la más grave". Pero han pasado un puñado de años desde entonces y el marco teórico se ha quedado estrecho, sobrepasado por una violencia endémica que se multiplica. Y que afecta a todas.
Algunas voces claman ahora por una definición más amplia. No es una ocurrencia, sino un mandato que brota en las propias instituciones. El Gobierno se ha comprometido a iniciar el próximo año un recuento de las víctimas de violencia sexual más allá de las relaciones afectivas. La ley de 2004, un hito que llevó a España a la vanguardia, encuadra la violencia de género en el marco de la pareja o expareja. ¿Es hora de un cambio? Para Hernández, "hay que erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres". Sin matices, sin excepciones. Y la violencia contra las mujeres "por razón de género tiene muchas caras: la violencia en el seno de la pareja es solo una de ellas". Todas esas formas de violencia, "la trata, la mutilación genital, la violencia sexual fuera de la pareja", deberían entrar "en el ámbito de la ley", defiende la exdelegada.
Educación, formación y concienciación
En su etapa al frente de la institución, Hernández trató de cubrir una de las grandes lagunas que detectó en la lucha contra la violencia machista: la protección de los hijos e hijas de las víctimas. Fue la responsable de modificar la ley en 2015 para que los menores se considerasen víctimas también. Hernández presume de los pasos hacia adelante, pero sus palabras expresan cierto pesar ante las dimensiones de un problema no resuelto: "Es uno de los más dolorosos. Falta formación para detectar este sufrimiento en los menores y prevenir situaciones de riesgo". Al instante recuerda el caso de las niñas asesinadas por su padre el verano pasado en Tenerife.
También Rosell apela a la formación cuando plantea la que juzga la gran prioridad como país en la erradicación de la violencia. Hay que "cambiar la cultura machista y patriarcal, aprender a reconocer los sesgos de género en todos los ámbitos públicos y privados". Y para eso, sostiene, es "esencial la educación, la formación especializada y la concienciación". También para atajar el problema de la infradenuncia. En el ámbito íntimo, según todos los indicadores, roza el 70%. En parte por "falta de protección integral y de formación". El Estado, las instituciones, agrega la actual delegada, "deben de ser proactivos y no exigir sin más que las víctimas den el primer paso denunciando". La clave, señala, consiste en "poner las condiciones materiales para que salir de la violencia no sea una heroicidad inexigible a las víctimas".
Discurso de odio
Y mientras la infradenuncia se erige como uno de los grandes obstáculos en la salida de la violencia, hay quien se empeña en hablar de denuncias falsas. Pese a que no hubo ni una en todo 2020. Se trata de emblemas negacionistas que alimentan los discursos de odio y que son condenados, sin excepciones, por todas las voces consultadas.
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"Los discursos negacionistas reaccionarios", comienza Rosell, "hacen mucho daño" porque promueven "no sólo bulos", sino que "avergüenzan, cuestionan y humillan a las víctimas". Mientras el movimiento feminista "lucha por la igualdad y salvar vidas", las voces "reaccionarias ejercen mucha fuerza en sentido contrario".
Esas sombras no son nuevas. Lorente las recuerda bien: "Siempre han estado". A veces son incluso "las mismas personas sosteniendo los mismos carteles de feminazis". Pero sí hay una diferencia: ahora son más numerosas, más fuertes y se lanzan desde los púlpitos de las instituciones. "Eso hace que el sonido tenga más eco", lamenta el médico forense.
Hernández difícilmente se explica cómo el negacionismo logra sobrevivir. "No se puede negar que exista la violencia contra las mujeres porque los datos dicen lo contrario", asiente. Y lo hace desde la perplejidad de ver cómo el negacionismo no sólo no se ha extinguido, sino que se ha fortalecido. Hace años, evoca, "no había esta distorsión de conceptos". Llop va un paso más allá y condena no sólo el negacionismo más extremo, sino la trampa de la neutralidad: "Los discursos que quieren aparentar neutralidad, que se ponen de perfil o incluso niegan la violencia contra las mujeres, alimentan un fuego muy peligroso: el de la involución, el de la pérdida de derechos que nuestras madres pelearon para nosotras y que ahora debemos no solo mantener, sino reforzar para nuestras hijas".