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Newsom, Buttigieg y ¿Ocasio Cortez? Los demócratas buscan cómo rearmarse ante Trump

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El 6 de enero del año que viene, Kamala Harris, en calidad de vicepresidenta de los Estados Unidos, será la encargada de certificar los resultados de las elecciones del pasado 5 de noviembre. Justo 4 años después y en el mismo lugar en el que cientos de partidarios de Donald Trump irrumpieron para impedir la validación de la victoria electoral de Joe Biden, la candidata demócrata tendrá que pasar el mal trago de certificar su propia derrota. Si nada cambia, este será el último servicio de Harris como vicepresidenta y, muchos apuntan, también como figura política de primera línea dentro de los demócratas. Tras su derrota ante Donald Trump, donde además de perder en el colegio electoral también lo hizo en voto popular (algo que los republicanos sólo habían logrado una vez más en este siglo), su carrera política para llegar a la Casa Blanca parece definitivamente frustrada.

“En el partido hay mucha desolación porque no esperaban un desempeño tan bajo en la campaña, los datos son muy malos y eso ha hecho saltar todas las alarmas de los demócratas”, describe Juan Luis Manfredi, catedrático de Estudios Internacionales en la Universidad de Castilla-La Mancha. Existen varias corrientes dentro del partido, aseguran los expertos consultados, que tratan de explicar desde diferentes prismas la derrota. Algunos culpan al excesivo discurso identitario usado en campaña que habría alejado a un votante más tradicional, otros hablan del error de volver a presentar a una mujer en un país tan sexista como EEUU y otros responsabilizan a la gestión económica de Biden como responsable de la mayor pérdida de votos.

El debate interno que se produzca durante los próximos meses en el seno de los demócratas determinará en gran manera qué rumbo tomará el partido en el futuro. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en Europa, la decisión de cómo será esa nueva línea ideológica no será consensuada por la cúpula de la formación, sino que se realizará de forma mucho más descentralizada. “Lo primero que van a tener los demócratas es una entusiasta guerra civil donde habrá recriminaciones desde todas las partes. Después, y teniendo en cuenta que en EEUU no hay una estructura jerárquica en los partidos, iremos viendo cómo, de forma independiente, los políticos demócratas de todo el país van tomando decisiones estratégicas de forma más o menos visible, las cuales irán determinando hacia donde se mueve la formación. Es un proceso muy abierto y descentralizado”, explica Roger Senserrich, politólogo afincado en Connecticut y experto en política americana.

¿Un giro a la izquierda?

Alex Maroño, analista de El Orden Mundial especializado en Estados Unidos, piensa que ese largo proceso sí va a traer unos cambios sustanciales en el partido. “Todo indica que la inflación les ha hecho perder muchos votos, por lo que en el futuro, el partido podría optar por moverse a posiciones más populistas en materia económica. Una visión más progresista, como ya están haciendo algunos senadores, para tratar de recuperar a la clase blanca trabajadora, una de las mayores bazas de Trump”, asegura Maroño.

Una opinión que expresaba en X el senador Bernie Sanders, uno de los pioneros y voces más importantes del ala progresista: "No debería sorprendernos demasiado que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. Mientras los líderes demócratas defienden el status quo, el pueblo estadounidense está enfadado y quiere un cambio. Y tienen razón", escribía.

Sin embargo, ese posible giro a la izquierda tiene muchos matices, ya que buena parte de los demócratas continúan teniendo una visión ambivalente de su ala más progresista. Para Senserrich, existen dos tendencias dentro de esa facción más a la izquierda: por una parte está la integrada por las personas más radicales y ruidosas, la cual está muy mal vista por buena parte del partido por su negativa a apoyar sin fisuras a Harris durante la campaña en temas como Gaza, y por criticar incluso las medidas más progresistas de Biden. En contraste con ellos, existe otra tendencia mucho más leal con el partido, la cual ha intentado ser pragmática y cuya prioridad no es tanto hacer ruido sino empujar a los demócratas a volver a ser referencia entre la clase trabajadora. 

A esta última pertenece la gran esperanza del progresismo demócrata, la congresista por Nueva York Alexandría Ocasio-Cortez, de tan solo 35 años. Su indudable carisma y su gran habilidad política son innegables, pero aún tiene varios problemas que solucionar antes de lanzarse a la primera línea política. A su juventud se unen las dudas por su capacidad para ser competitiva en Estados menos progresistas como Nevada, Arizona, Wisconsin o Georgia, todos ellos claves para ganar las elecciones. 

“Está fuera de la agenda de los demócratas porque ella nunca va a ganar unas elecciones sin los votos del americano medio, los cuales, en este momento, no parece capaz de conseguir. Desde luego, no creo que aún sea su momento”, asegura Manfredi. Una idea en la que también insiste Senserrich. “Ella es congresista por un distrito muy demócrata y por eso no la hemos visto en contextos más difíciles. Además, a diferencia de los senadores, en la Cámara de Representantes no sueles tener mucho poder real cuando estás en la oposición, como parece que será el caso en estos dos próximos años”, insiste el politólogo. 

Los sucesores de Harris

Más allá de Ocasio-Cortez, la quiniela de aspirantes a erigirse como el próximo candidato presidencial de los demócratas es bastante larga. El partido, paradójicamente y pese a lo que pudiera parecer con la rápida elección de Harris, sí tiene una buena cantera de posibles presidenciables entre sus gobernadores, senadores y algunos de los políticos con más peso durante la Administración Biden.

Dentro del primer grupo tenemos a algunos de los nombres que más sonaron cuando el todavía presidente decidió bajarse de la carrera. Quizás el que sobresale por encima de todos sea Gavin Newsom, gobernador de California, un excelente político que combina un buen bagaje progresista (protección del aborto, legalización del cannabis) con ser una de las estrellas ascendentes más populares dentro de los demócratas. En su contra, asegura Maroño, puede jugarle el ser de California, uno de los Estados más progresistas del país, algo que también lastró a Harris para hacerse con los votos más moderados.

Además de Newsom, otros gobernadores aspiran a subir en la escala de candidatos para lanzar su campaña en 2028. Gretchen Whitmer, de Michigan, y Josh Shapiro, de Pennsylvania son otros de los que tienen más posibilidades. La primera ya ha sonado varias veces como posible candidata a unas primarias, aunque el ser mujer puede hacer que los demócratas tengan más dudas para presentarla tras las derrotas de Clinton y Harris. Shapiro, por su parte, fue hasta el final el favorito para acompañar a la actual vicepresidenta en el ticket electoral (antes de que esta se decidiera por sorpresa por Tim Walz) y podría ser una opción si los demócratas optan por un perfil popular en un Estado clave y más moderado. Otros candidatos podrían ser el gobernador de Kentucky, Andy Beshear, el de Illinois J.B. Pritzker, o el senador por Connecticut, Chris Murphy.

En este último aspecto destaca otro valor al alza: Pete Buttigieg, de tan solo 42 años. Su nombre salió a la palestra en las primarias de 2020, cuando logró dar la sorpresa y ser el candidato con más delegados en Iowa y el segundo en New Hampshire. De perfil centrista, fue alcalde de la ciudad de South Bend en Indiana, veterano de guerra en Afganistán y posteriormente secretario de transportes durante el mandato de Biden. Es muy cercano a los postulados de este último, por lo que es visto como un miembro destacado del establishment demócrata. En su contra, para Maroño, puede jugar que es homosexual, algo que puede hacer dudar a los demócratas para presentarlo en un país como EEUU, donde aún falta tanto camino por recorrer en los derechos de las personas LGTBIQ. Por otra parte, durante su campaña en 2020, Buttigieg tuvo muchos problemas para atraer, pese a su juventud, al votante joven, lo cual puede jugar igualmente en su contra.

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Además del nombre, otro de los grandes debates radica en el perfil que debe tener el futuro candidato de los demócratas. Entre la moderación y el progresismo existe incluso el debate de si el partido debería buscar a su propio Trump para hacer frente a las campañas del magnate. En ese sentido, Senserrich cree que si algo se puede aprender del éxito de Trump es que los políticos deberían dejar de hablar como políticos si quieren ganar elecciones. “El ahora presidente electo es un orador muy infravalorado. Es muy efectivo porque habla como una persona normal que está teniendo una conversación de tú a tú con la audiencia. Harris es absolutamente todo lo contrario a eso”, opina el politólogo, recordando que eso no se tiene por qué traducir en ser maleducado o faltoso.

Sin embargo, sí existen algunas figuras dentro de los demócratas que están usando esta forma de hacer política. John Fetterman, senador por Pennsylvania, es uno de ellos. De más de dos metros, con perilla y sin vestir casi nunca con traje, “es la típica persona que podrías ver en un bar viendo un partido de los Eagles”, asegura Senserrich, lo cual le coloca al mismo nivel que sus votantes. Otro nombre es el de la congresista Marie Gluesenkamp Perez, la cual ha logrado ganar un distrito muy trumpista usando este tipo de técnicas. “Es latina, pero nunca lo dice. Antes de ser política tenía un taller mecánico y proyecta esa imagen, la de una mecánica que es una persona normal y joven. Es la clase de políticos que el partido debería empezar a apreciar y que vamos a ver cada vez más”, anticipa Senserrich.

Maroño, por su parte, cree que tras la debacle, los demócratas deberían tratar de encontrar una especie de “nuevo Obama” que pueda revitalizar al partido. Es decir, una figura realmente inspiradora y carismática que contrarreste a Trump y que vuelva a ilusionar al partido. “Obama tenía políticas muy concretas, sobre todo en sanidad, pero lo que realmente consiguió fue vender una imagen que resonó entre mucha gente y un proyecto político nuevo y fresco que rompía con el establishment de entonces. Por eso, ahora mismo los demócratas necesitan esa figura que pueda, además de atraer votantes, aglutinar todo un movimiento social”, zanja el analista de El Orden Mundial. 

El 6 de enero del año que viene, Kamala Harris, en calidad de vicepresidenta de los Estados Unidos, será la encargada de certificar los resultados de las elecciones del pasado 5 de noviembre. Justo 4 años después y en el mismo lugar en el que cientos de partidarios de Donald Trump irrumpieron para impedir la validación de la victoria electoral de Joe Biden, la candidata demócrata tendrá que pasar el mal trago de certificar su propia derrota. Si nada cambia, este será el último servicio de Harris como vicepresidenta y, muchos apuntan, también como figura política de primera línea dentro de los demócratas. Tras su derrota ante Donald Trump, donde además de perder en el colegio electoral también lo hizo en voto popular (algo que los republicanos sólo habían logrado una vez más en este siglo), su carrera política para llegar a la Casa Blanca parece definitivamente frustrada.

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