Por qué no es posible un tercer mandato de Trump pero sí que siga dirigiendo EEUU en la sombra

“No, no estoy bromeando, hay métodos, planes, para hacerlo”, aseguraba recientemente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una entrevista en la cadena de televisión NBC. La pregunta era una que durante décadas ha parecido completamente prohibida en la política estadounidense: ¿Podría un presidente saltarse la limitación constitucional de dos mandatos y postularse una tercera vez? Durante años, esta ley estaba grabada en piedra en las cabezas de los políticos y ciudadanos de EEUU, pero ahora, como otras tantas cosas que parecían dadas por sentadas, la era Trump 2.0 ha vuelto a abrir el debate sobre ello.
La posibilidad de presentarse una tercera vez ha pivotado cada cierto tiempo desde que Trump ha vuelto a la Casa Blanca. Sus seguidores más acérrimos, que le ven más como una suerte de elegido que como un político al uso, pero también algunos de los miembros más radicales y cercanos de su círculo, han comenzado a fantasear con una opción que rompería siglos de tradición de limitación temporal del poder. Una posibilidad a la que, como siempre, Trump se ha esforzado en dar pábulo. Pese a que nunca se había mostrado tan explícito como ahora, el presidente ha alentado en varias ocasiones los rumores sobre un tercer mandato. Algunas veces hacía referencia a su popularidad, otras a que si la gente lo quería habría que trabajar para hacerlo… pero todas esas intervenciones las zanjaba diciendo que estaba bromeando o no hablando en serio. Hasta ahora.
Pero saltarse la limitación de los mandatos presidenciales se presenta como algo prácticamente imposible incluso para alguien tan experimentado en caminar por los márgenes como Trump. La costumbre de que los presidentes solo ocupen como máximo dos mandatos en la Casa Blanca está enraizada en los mismos orígenes de la nación, en el siglo XVIII. En 1797, el héroe de la Guerra de la Independencia y primer presidente de EEUU, George Washington, decidió voluntariamente no volver a presentarse a las elecciones para repetir por tercera vez en su puesto. Había comenzado su mandato ocho años atrás y, pese a ser uno de los grandes héroes de la nación y alguien que sin duda podría haberse mantenido en el cargo durante al menos cuatro años más, Washington decidió dar un paso al lado por su convicción de que una persona solo debía detentar el poder de forma temporal.
Ya entonces, la figura del primer presidente del país se convirtió en una suerte de referencia absoluta para todos los mandatarios que le sucedieron. Ese halo de misticismo y de veneración transformó todas sus decisiones en incuestionables, incluida la de renunciar al poder por su propia voluntad. Todos sus sucesores, aún en la actualidad, han intentado emular su figura, convirtiendo a Washington en el modelo perfecto de lo que debería ser un buen presidente. Durante siglos, ese mito sirvió para juzgar y evaluar a quienes pasaban por el Despacho Oval: cuanto más se pareciera un presidente a Washington, mejor había gobernado. Y en ese pack también estaba la limitación del mandato presidencial. No hacían falta leyes, la costumbre era suficiente para que nadie se atreviera a hacer lo que Washington no había hecho.
Ocho años no son suficientes
Por ese motivo, solo tres presidentes han intentado estar más de ocho años en la Casa Blanca en toda la historia de EEUU. El primero que lo intentó fue Ulysses S. Grant. Héroe de la Guerra de Secesión y presidente durante la era de la reconstrucción del país, trató de presentarse por tercera vez, pero ni siquiera llegó a lograr la nominación de su propio partido. En las primarias republicanas del 1880 (tres años después de abandonar la Casa Blanca) perdió contra James Garfield, acabando así su carrera política y frustrando sus opciones de un tercer mandato.
El que sí llegó a presentarse a las elecciones fue Theodore Roosevelt, uno de los líderes más queridos de la historia del país, aunque técnicamente sin llegar a contradecir la costumbre de Washington de no ser elegido más de dos veces. Roosevelt accedió a la presidencia en 1901 después del asesinato del presidente William McKinley pocos meses después de tomar posesión para el cargo. Él era el vicepresidente y ocupó el cargo prácticamente los cuatro años para los que su antecesor fue escogido. Tras ello, fue reelegido en 1905 y, pese a que técnicamente solo se había presentado en una ocasión, renunció a volver a ser candidato para las elecciones de 1909. Sin embargo, su enfrentamiento a William Taft, su sucesor al frente del Partido Republicano y en la Casa Blanca, le llevó a intentar postularse en las primarias de la formación, perdiendo contra Taft. Finalmente, Roosevelt decidió fundar su propio partido y presentarse a las elecciones, en las cuales quedó segundo, superando a Taft pero perdiendo contra el demócrata Woodrow Wilson.
El segundo en saltarse la limitación fue otro Roosevelt, pero en este caso Franklin Delano, el único presidente de la historia que se presentó a cuatro elecciones, ganándolas y manteniéndose en la Casa Blanca durante cuatro mandatos y doce años, hasta su muerte en 1945. Su decisión de saltarse la ley no escrita de los dos mandatos de Washington vino justificada, según él, por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y por la necesidad de mantener el mismo liderazgo durante el conflicto armado. Pese a que Roosevelt era enormemente popular (y ganó por goleada las dos elecciones extra), hubo un gran debate social y dentro de su propio partido sobre si era o no procedente que el demócrata se saltara la limitación de mandatos por primera vez en la historia del país.
Trump no solo se enfrenta ahora a esta costumbre para optar a un tercer mandato, también a la propia ley. Pocos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1951, se aprobó la 22ª enmienda de la Constitución, en donde ya se explicita como ley que "ninguna persona podrá ser elegida para el cargo de presidente más de dos veces". “La ley es muy clara y no tiene espacio para hacer otras interpretaciones. El texto es evidente y la intención originaria de las personas que la hicieron también: que nadie pueda presentarse más de dos veces al cargo. Así que Trump no tiene opción de saltársela de ninguna forma”, explica Pedro Soriano, abogado y analista experto en Estados Unidos de Agenda Pública.
Los "planes" de Trump
Por eso, si Trump quiere de alguna forma poder presentarse una tercera vez, tendrá que cambiar la ley, algo que ahora mismo se antoja imposible. Necesitaría una mayoría reforzada de senadores a la que ni siquiera se acerca y no parece que sea un tema en el que pueda convencer a los legisladores demócratas de que le presten su apoyo. Así que una vez cerrada la puerta a la vía legal, solo le quedan las fórmulas creativas e imaginativas. O, como a Trump le gusta decir, las “formas” y los “planes” que existan para intentar forzar la ley.
Una de las más comentadas en los círculos trumpistas es una reinterpretación de la palabra “elegir” en dos posibles sentidos. Por un lado, aunque sin mucha base, están los que defienden que la intención de la ley era evitar que un presidente se perpetuase en el poder y que, por tanto, la enmienda sólo se podría aplicar a dirigentes que estuvieran durante dos mandatos consecutivos en el cargo. Algo a todas luces que no responde al texto constitucional. Por otro, y sobre lo que sí hay más debate, quedaría la posibilidad de acceder a la presidencia por medio de la sucesión.
Es decir, es imposible que Trump se presente a unas elecciones como presidente por la enmienda, pero… ¿y si lo hace como vicepresidente y luego el candidato presidencial deja su puesto en favor del magnate? Para Soriano, es un escenario prácticamente de ciencia ficción no solo por estar al borde de la ley sino porque Trump debería encontrar a alguien que renuncie por él a la posición con más poder del mundo. Además, tampoco está claro si de esta forma sería legal, pues en la Constitución, su 12ª enmienda especifica que “ninguna persona inelegible para el cargo de presidente con arreglo a la Constitución será elegible para el de Vicepresidente de los Estados Unidos”, por lo que Trump también quedaría fuera.
En este sentido, la única y excéntrica forma que le quedaría al magnate sería acceder al tercer cargo en la línea de sucesión, el de presidente de la Cámara de Representantes o Speaker, y que dimitieran tanto presidente como vicepresidente para que él accediera. Una situación que sería de auténtica locura y que también plantearía muchas dudas legales. “Ni este Tribunal Supremo conservador se atrevería a tanto”, comenta Soriano.
Fuera de esas triquiñuelas legales, Francisco Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad de Extremadura y visitante en la estadounidense Georgetown, propone algo que también podría ser plausible para que el magnate mantuviera el poder sin tener que contravenir la ley. “Otra opción sería que J.D. Vance se presentara a presidente y Trump fuese quien realmente lleve la voz cantante aunque desde un lugar no oficial, algo parecido a lo que sucede con Elon Musk, pero con más poder. Sería algo similar a lo que hizo Vladimir Putin con Dimitri Medvedev entre 2008 y 2012, cuando la ley no le permitía al primero volverse a presentar. En suma, ser en la práctica el que decide pese a que en la oficialidad fuese Vance quien ocupara el puesto de presidente”.
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Sin embargo, el profesor piensa que, por encima de este tipo de especulaciones, el tercer mandato es el enésimo farol de Trump para desviar la atención y alentar a sus seguidores. “Creo que tiene más de campaña de comunicación y de relacionarse con su base de votantes más fieles y radicales que de realidad. Está jugando a la idea de que los trumpistas quieren que se presente de nuevo como una suerte de salvador, en una cuestión casi mesiánica”, asegura. Para él, la importancia de este debate no está tanto en si realmente Trump encontrará una forma o una artimaña legal para presentarse sino más bien en la imagen que está lanzando este debate a la población.
A las cuestiones legales hay que añadir además dos puntos clave. El primero, para Soriano, es la propia edad de Trump. Si el magnate se pudiera presentar de nuevo, las elecciones serían en 2027, cuando contaría con 82 años y medio, es decir, con una edad mayor a la que tenía Joe Biden cuando se postuló de forma fallida para un segundo mandato. El segundo, es la popularidad de Trump: “Ahora mismo está bastante deteriorada y si las elecciones de mitad de mandato se le dan mal, es muy complicado que tenga argumentos para volver a presentarse”, afirma Soriano.
A todo eso hay que añadir las posibles resistencias que pudiera tener dentro de su propio partido. “Hay muchas personas dentro de los republicanos que llevan esperando desde 2016 para poder optar a ser candidato a la Presidencia. Es cierto que la formación está muy trumpizada, pero dentro hay políticos muy ambiciosos que creen que tienen una oportunidad de acceder a la Casa Blanca, como puede ser el senador Ted Cruz. Y el argumento que pueden usar para convencer a las bases trumpistas sería fácil: nos encantaría que Trump pudiera presentarse de nuevo, pero constitucionalmente nos ha sido imposible”, asegura Soriano, que recuerda entre risas un punto que muchos parecen haber olvidado: “Si Trump puede volver a presentarse, también lo puede hacer Barack Obama. Ya hay encuestas de eso y no son muy halagüeñas para el magnate, pierde por cinco puntos”, zanja.