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Socialdemocracia

Por qué los socialdemócratas han fracasado en Países Bajos y pueden ganar a Merkel en Alemania

Lodewijk Asscher, candidato socialdemócrata, en la noche electoral holandesa.

Ibon Uría

La socialdemocracia clásica europea sumó este miércoles un nuevo batacazo a su ya larga lista de fracasos electorales: el Partij van de Arbeid (PvdA), se desplomó en las elecciones holandesas al pasar de los 38 escaños obtenidos en 2012 a 9, en una Cámara baja de 150 diputados. Trasladado a las dimensiones del Congreso de los Diputados en España, sería como si una fuerza con 88 actas –el PSOE tiene ahora 85– se quedara con 21.

¿Cómo es posible que un partido pierda tres cuartas partes de su representación parlamentaria en un ciclo electoral? Expertos consultados por infoLibre señalan factores como la participación del PvdA en el Gobierno de la pasada legislatura, liderado por los conservadores y que realizó profundos recortes, el sistema electoral –que favorece la entrada de nuevas formaciones– y la aparición de otras fuerzas de izquierda con discursos más modernos.

Pablo Simón, doctor en Ciencia Política, explica que las políticas liberalizadoras e impopulares –como la subida de la edad de jubilación– del hasta ahora primer ministro conservador Rutte han perjudicado especialmente "a los grupos sociales que apoyaban tradicionalmente a los socialdemócratas". Además, el PvdA aceptó una gran coalición a solas con los conservadores, algo infrecuente en Países Bajos, donde es habitual que "tres o más partidos" formen parte del Gobierno, dice Simón. 

La suma de esas políticas impopulares y la falta de más partidos entre los que "repartir el coste electoral de esas decisiones", argumenta el politólogo, es lo que ha dañado especialmente a los socialdemócratas. Por si fuera poco, el candidato, Lodewijk Asscher, ocupaba hasta ahora el cargo de viceprimer ministro: "Eso le ha dificultado distanciarse de la mala imagen del Gobierno entre su electorado", señala Simón.

Máriam Martínez-Bascuñán, doctora en Ciencia Política, coincide con ese análisis. Explica que los "recortes duros", que en otros países llegaron antes, se hicieron en esta última legislatura en el caso de Países Bajos. Pero hay más motivos que explican la debacle. Por ejemplo, la capacidad del ultraderechista Wilders de marcar la campaña: "Su discurso populista ha calado –señala– y, frente a él, las nuevas izquierdas compiten mejor que la socialdemocracia".

El motivo es que Wilders ha instalado en la sociedad holandesa un "discurso anti-establishment" y "contrario a los partidos tradicionales". "Partidos como los verdes lo han hecho muy bien, y también el D66 (liberales). Frente al discurso de Wilders, anti-inmigración y que plantea una sociedad cerrada, han sabido ofrecer proyectos antagónicos, que conectan con las clases urbanas mejor que el discurso de la socialdemocracia clásica", explica Martínez-Bascuñán.

Por si fuera poco, añade José Fernández Albertos, también politólogo, esos competidores se han beneficiado de un sistema electoral "muy abierto", que les da "muchas facilidades": primero porque la circunscripción es única –lo que hace el sistema muy proporcional–, segundo porque no hay barrera de entrada –un mínimo de votos a conseguir para entrar en el parlamento– y tercero porque, en un contexto de gran fragmentación, unos pocos escaños pueden valer su peso en oro para completar mayorías de Gobierno.

Tendencia a la baja

Fernández-Albertos señala que el caso holandés es "muy difícilmente extrapolable" pero, en mayor o menor medida, los socialdemócratas parecen estar desnortados en más lugares, no sólo en Países Bajos: en Francia, por ejemplo, sus perspectivas electorales pasan por ser cuarta fuerza con un 13 o 14% de los votos. Los analistas creen que les afectan males comunes, como la falta de un discurso capaz de agrupar a los distintos grupos que componían sus electorados tradicionales o la gran volatilidad del panorama político.

Pablo Beramendi, politólogo y profesor en la Universidad de Duke, califica la tendencia bajista de la socialdemocracia de "innegable", pero advierte de que la situación es "heterogénea", con factores nacionales muy específicos que hacen que las situaciones sean muy diferentes. En todo caso, cree que una de las claves es la "transición a una economía de servicios" y la "dualización de oportunidades entre generaciones": los intereses de los jóvenes y los mayores ya no son los mismos, y la base electoral de trabajadores industriales "ha desaparecido". Eso complica la articulación de un discurso atractivo, a juicio del analista.

Para Fernández-Albertos, los partidos socialdemócratas tienen por delante precisamente el reto de "poner de acuerdo" a grupos sociales con necesidades ahora divergentes, "como los jóvenes que se enfrentan a situaciones precariedad, las mujeres, los funcionarios o los trabajadores de clase obrera". "Ellos constituían el gran colchón de votantes de la socialdemocracia –señala– y ahora no les preocupan las mismas cosas, así que cada uno de esos grupos va alejándose de la socialdemocracia y opta por alguno de los nuevos partidos".

Por ejemplo, añade Simón, los partidos verdes y sus alianzas con formaciones postcomunistas "compiten mejor entre los electorados jóvenes". "El mundo ha cambiado, y a la socialdemocracia le va a costar mucho recuperar un papel hegemónico", comenta. El analista cree que este es el factor que en mayor medida explica la tendencia bajista de estos partidos, más que su supuesta "derechización" o su "descafeinamiento", ya que en los casos en los que se ha optado por "volver a programas claramente de izquierdas, como han hecho Corbyn en Reino Unido o Hamon en Francia, no parece que haya sido suficiente para ganar elecciones".

Martínez-Bascuñán cree que la "tesis del declive" de la socialdemocracia debe, al menos, ponerse en cuestión: en Portugal, por ejemplo, los socialistas rondan el 40% en las encuestas, y en Francia dos exministros de Hollande (Hamon y Macron) suman en torno al 30% en los sondeos. La experta apunta a la volatilidad como otro de los factores clave para definir el actual panorama político. Además, y en un contexto donde "se está globalizando el populismo de derechas", señala, ganan peso causas como la oposición al establishment y el debate sobre "sociedades abiertas o cerradas".

La primera cuestión perjudica a los partidos clásicos y favorece la aparición de "partidos-movimiento", como el socioliberal Macron en Francia: una candidatura sin estructura de partido detrás donde el líder juega un papel clave. Pero este factor, añade, tiene más que ver con distanciarse de la imagen de partido clásico "del sistema" que con el abandono de las ideas propias de la socialdemocracia. La segunda, agrega, facilita a la derecha un discurso identitario en clave nacionalista y dificulta a la socialdemocracia crear "identidades colectivas" con las que atraer a votantes diferentes.

La excepción alemana

La salvedad a la tendencia a la baja de la socialdemocracia es, quizá, Alemania, donde a seis meses para las elecciones generales, el candidato del SPD, Martin Schulz, aparece en los sondeos en un empate técnico con Merkel. A juicio de los politólogos, le favorecen cuestiones como el hartazgo con la canciller, la ausencia de otros partidos competitivos de izquierda y su propio carisma como líder político.

El caso de Schulz no deja de tener particularidades interesantes. El SPD, por ejemplo, viene de una gran coalición con Merkel. ¿No debería eso pasarle una mayor factura? Con la precaución que requiere cualquier teoría a seis meses de unos comicios y en base a los datos de encuestas, parece que no necesariamente: "Los grandes recortes sociales se hicieron en Alemania en la etapa de Schröder (1998-2005), de modo que el SPD ahora no ha pagado una factura tan alta por esa alianza con la CDU de Merkel", argumenta Martínez-Bascuñán, quien también hace referencia al "hartazgo" con la canciller y al "desgaste" de su figura.

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Pero, además, y en línea con la creciente importancia de los liderazgos políticos –"son decisivos hoy en día", dice la analista–, destaca "el papel del propio Schulz" como candidato: "Tiene un gran carisma, un discurso europeísta atractivo para las clases medias y un perfil particular –no tiene formación universitaria, superó el alcoholismo– que engancha con la clase obrera, donde había gente que se decantaba por votar a la ultraderecha y ahora está regresando al SPD", desarrolla. "Consigue mantener un tono institucional y un discurso antiausteridad", resume Beramendi.

Fernández-Albertos advierte de que "cada elección es un mundo" y de que "los votantes se guían no por grandes cuestiones como el papel de la socialdemocracia, sino por otras más cercanas como el programa o el candidato". Precisamente en el caso alemán, también ensalza el "papel exitoso" como líder de Schulz, que además viene de una etapa política en el Parlamento Europeo que le permite desvincularse en mayor medida de las "mochilas" del SPD a nivel nacional, y añade otro factor a la explicación del ascenso de los socialdemócratas en los sondeos: "No hay muchas alternativas viables de izquierda. En Alemania los nuevos partidos han emergido sobre todo a la derecha, y eso puede potenciar el papel de la socialdemocracia". Beramendi señala igualmente que "la competición con Die Linke fue muy importante años atrás", pero que ahora esa formación "parece haber tocado techo". El experto agrega que, en términos generales, la socialdemocracia tiene a perder más terreno en los países donde los nuevos partidos emergen a su izquierda, lo que no sucede en Alemania.

Martínez-Bascuñán añade finalmente que "con la victoria de Trump o la votación del Brexit, la gente ha visto que el voto tiene implicaciones importantes". "Hay quien vota para protestar contra una situación –dice–, pero ese voto protesta puede acabar teniendo consecuencias. Así que es posible que ahora el electorado reaccione y se movilice para que determinadas situaciones no sucedan".

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