La amenaza nuclear de Putin: lo que sabemos, lo que no y lo que se supone que no debemos decir
Al intentar tranquilizar a los franceses, ¿ha tranquilizado Emmanuel Macron a Vladímir Putin? Este reproche se ha hecho al presidente francés después de que declarara, durante un programa de televisión el miércoles 12 de octubre, que Francia no utilizaría su arsenal atómico en caso de un ataque nuclear ruso en territorio ucraniano. Preguntado por esta hipótesis, el jefe de Estado respondió: "Nuestra doctrina [nuclear] se basa en lo que llamamos los intereses fundamentales de la nación, y están muy claramente definidos. Esto no es en absoluto lo que estaría en juego si hubiera, por ejemplo, un ataque balístico nuclear en Ucrania o en la región".
Entiéndase: en el lado de París, no pasaría nada. Esto no es precisamente una sorpresa. La doctrina nuclear francesa establece que la disuasión nuclear sólo afecta a los "intereses vitales del país". Aunque estos intereses no están definidos con precisión en ninguna parte (en contra de lo que afirma Emmanuel Macron), es realmente difícil imaginar que un ataque a Ucrania los ponga en juego.
Sin embargo, ¿debemos recordarlo en el horario de máxima audiencia? Varias voces, entre ellas la de Bruno Tertrais –director adjunto de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), autor de L'Arme nucléaire (PUF, 2008) y Le Président et la bombe (con Jean Guisnel, Odile Jacob, 2016)– han lamentado este exabrupto, considerando que el presidente francés no debería haber respondido con tanta precisión. Vladimir Putin podría ver esto como "una debilidad occidental", según el investigador.
Sin duda consciente de este riesgo, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, aseguró al día siguiente que un ataque nuclear de Rusia a Ucrania provocaría una respuesta militar de Occidente, aunque no nuclear, pero "tan potente que el Ejército ruso será aniquilado". ¿Se puede culpar a un jefe de Estado por ser demasiado preciso? En materia nuclear, tal vez. Porque la política de disuasión es una cuestión de vaguedades. Entre los grandes principios hechos públicos por los Estados que tienen el arma y las modalidades concretas de su aplicación, se abre un océano de incertidumbres, algunas de las cuales se sufren y otras se mantienen con astucia. Hacemos un balance de estas zonas grises y de las posibles respuestas a las mismas, ocho meses después del inicio de la invasión rusa de Ucrania.
¿Utilizará Vladímir Putin las armas nucleares?
No nos andemos con rodeos: esta es, sin duda, "la" cuestión que agita las noches de los dirigentes mundiales –y de muchos ciudadanos–. Resurgió con fuerza en el debate público cuando Putin aseguró el 21 de septiembre que utilizaría "todos los medios a su alcance para defender a Rusia y a su pueblo" en caso de amenaza a su integridad territorial (ver el texto completo de su discurso aquí). El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió a su vez de la perspectiva de un "Armagedón".
Una cosa es cierta: desde el principio del conflicto, el presidente ruso ha insinuado que podría hacerlo. Puso su sistema de disuasión nuclear en alerta. Insistió, ya el 24 de febrero, en que la política de Estados Unidos y sus aliados representaba "una amenaza [...] para la existencia misma del Estado [ruso] y su soberanía". Sin embargo, el mismo Vladímir Putin había firmado un decreto en junio de 2020 en el que afirmaba que Moscú tenía derecho a utilizar armas nucleares en caso de "agresión contra la Federación Rusa por medio de armas convencionales, cuando la propia existencia del Estado esté amenazada".
Con ello, "Putin definió la situación actual como una en la que, de acuerdo con los principios de su política de disuasión, Rusia se reserva el derecho a utilizar sus armas nucleares", señala David Holloway, profesor de Historia de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y autor de varios libros sobre la política nuclear soviética.
Para los que no creen en esta posibilidad, la escalada verbal del Kremlin es principalmente el "juego" ordinario de la disuasión
¿Pero lo hará? Los expertos –académicos, militares, especialistas que han participado en programas de desarme nuclear– están divididos sobre la cuestión.
Para los que no creen en esta posibilidad, la escalada verbal del Kremlin es ante todo el "juego" ordinario de la disuasión. "El uso de armas nucleares por parte de los Estados con armamento nuclear es tanto diplomático como militar. Pero en ambos casos, la función de este uso es la disuasión: son armas de disuasión, cuyo uso no está previsto en las doctrinas. Si se utiliza un arma nuclear, es porque la estrategia de disuasión que las enmarca ha fracasado. Por tanto, no es un arma de uso, ni en Rusia ni en ningún otro país con armas nucleares, con la posible excepción de Corea del Norte, cuya doctrina aún no se ha consolidado", explica Benjamin Hautecouverture, investigador principal de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS).
¿Qué pasa con los textos, como el decreto ruso publicado en febrero, que establecen que las armas nucleares pueden ser utilizadas en caso de amenaza a la "existencia misma" del Estado ruso? También en este caso hay que tomarlo con sutileza, dice el investigador: que se diga que las armas nucleares pueden ser utilizadas no significa que lo vayan a ser. Las doctrinas nucleares "enumeran [...] las situaciones en las que la disuasión nuclear es pertinente, lo que no significa, ipso facto, que se vayan a utilizarlas", continúa Benjamin Hautecouverture. El objetivo de la disuasión es que la gente lo piense.
Los que piensan que el jefe de Estado ruso podría pasar a la acción creen que sus últimos fracasos militares le han puesto entre la espada y la pared, y que el uso de armas nucleares podría ser su último recurso.
Putin es un hombre racional ahora mismo, no está loco, y podría usar armas nucleares en Ucrania para ganar la partida y asegurar así la supervivencia de su régimen
El reto para Vladímir Putin será hacer que estos ataques sean "aceptables", según el ex secretario de Defensa estadounidense William J. Perry. Entrevistado por el mensual estadounidense The Atlantic, Perry es un hombre que conoce estas cuestiones íntimamente. Durante la crisis de los misiles de Cuba, cuando era ingeniero, la CIA recurrió a sus conocimientos para analizar fotografías de satélite tomadas en Cuba y determinar la presencia de cabezas nucleares soviéticas. Más tarde, como secretario de Defensa de Bill Clinton, participó en programas de desarme del arsenal nuclear ruso. Desde entonces, se ha comprometido decididamente contra la proliferación nuclear, especialmente en el marco de la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear, de la que es cofundador. Por cierto, se ha reunido con Vladímir Putin en varias ocasiones.
Para él, "Putin es un hombre racional en este momento, no está loco, y podría utilizar las armas nucleares en Ucrania para ganar la partida y asegurar la supervivencia de su régimen". Lo haría por una razón principal: aunque las fuerzas convencionales (no nucleares) de Rusia son más débiles que las de Estados Unidos, Moscú tiene una "ventaja relativa" en un área, las llamadas armas nucleares tácticas.
La diferencia entre las armas nucleares "estratégicas" y las "tácticas" no radica en la potencia de la carga explosiva (que, en cualquier caso, puede ser muy superior a la de Hiroshima), sino en su alcance: un ataque táctico tiene, en principio, un alcance relativamente corto y se limita al campo de batalla. Según una estimación reciente, Rusia dispone de unas 1.900 armas nucleares tácticas.
"Sería muy ventajoso para Rusia establecer la legitimidad del uso de armas nucleares tácticas" tratando de utilizarlas sólo contra objetivos militares y limitando su lluvia radiactiva, dice William J. Perry, cuyo razonamiento es recogido por The Atlantic de la siguiente manera: "Rusia tiene más armas nucleares que cualquier otra nación del mundo. Su orgullo nacional está fuertemente ligado a sus armas nucleares. Su Ejército ya ha destruido ciudades ucranianas, ha atacado deliberadamente hospitales, ha matado a miles de civiles y ha tolerado saqueos y violaciones. Utilizar un arma nuclear de muy bajo rendimiento contra un objetivo puramente militar podría no parecer demasiado controvertido".
A la pregunta "¿atacará Putin?", el ex secretario de Defensa estadounidense tiene una respuesta que quizá sea una de las menos insatisfactorias que puedan formularse: "Las posibilidades de una guerra nuclear total eran mucho mayores durante la crisis de los misiles de Cuba, pero las posibilidades de que se utilice un arma nuclear son mayores hoy en día".
Si se produce una huelga de este tipo, ¿puede anticiparse?
Si se acepta que existe una posibilidad, por pequeña que sea, de que Rusia utilice un arma nuclear, la siguiente pregunta es: ¿lo veremos venir? La respuesta es: probablemente.
Sólo una parte del arsenal nuclear ruso está lista para ser utilizada en cualquier momento. Son los misiles balísticos de largo alcance, que se despliegan en bases militares en tierra o en submarinos. Pero –un raro motivo de celebración– muy pocos investigadores y analistas creen que sea probable que Moscú utilice tal arma en este momento.
Las armas nucleares tácticas, por el contrario, se almacenan en emplazamientos específicos (hay unos 50, véase este mapa) y deben trasladarse a las bases militares antes de poder ser utilizadas. Antes de ser lanzadas, estas ojivas también deben ser ensambladas con su sistema de lanzamiento (misiles). Es poco probable que este proceso escape a la vigilancia de los servicios de inteligencia estadounidenses, que controlan estos lugares a través de imágenes de satélite, pero probablemente también a través de fuentes humanas sobre el terreno, afirma Pavel Podvig, especialista en las fuerzas armadas rusas e investigador del Instituto de Investigación sobre el Desarme de la ONU.
"Sobre todo, los rusos podrían hacer visible este proceso a propósito, para aumentar la presión sobre sus adversarios. Creo que los rusos, si van a hacerlo, tratarán de señalarlo", dijo Franklin Miller, ex funcionario de política nuclear del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, citado por el sitio web estadounidense Politico. Se asegurarán visiblemente de que las municiones nucleares salgan de los almacenes especiales. Nos sugieren que están trasladando las municiones de los almacenes centrales a las unidades de tiro. Nos darían más tiempo para pensar y preocuparnos.
En concreto, ¿cómo podría ser un ataque nuclear ruso?
Al principio del conflicto, varios analistas se inclinaron por una hipótesis: para mostrar su determinación sin cometer daños humanos (al menos inmediatamente), Vladímir Putin podría disparar contra una zona deshabitada, por ejemplo sobre el Mar Negro.
Pero esa elección no es tan obvia. Y por una buena razón: hay muchas posibilidades de que un ataque sobre el mar... no sea visto y, por tanto, no tenga exactamente el efecto deseado. "Si no está cerca de la superficie, no se puede ver. Si no hay nadie alrededor, no obtendrás ningún vídeo. Si quieres ser amenazante, tienes que hacer que parezca impresionante en la televisión", refunfuña Edward Geist, investigador sobre Rusia en la Corporación RAND (un think tank cercano al Ejército estadounidense). Si Putin hiciera algo así, dice, "no parecería intimidante, sino estúpido".
Este ataque, de producirse, podría tener como objetivo la destrucción de toda una ciudad ucraniana, a la manera de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, según un sector de la prensa estadounidense. Una reciente referencia del presidente ruso a estos episodios ha dado lugar a muchas especulaciones, infundadas, según Pavel Podvig, que lo ve más bien como una condena del comportamiento estadounidense en aquella época.
Una tercera posibilidad que se ha mencionado es la de un ataque a una instalación militar ucraniana diseñada para evitar, al menos en teoría, las víctimas civiles. El ex secretario de Defensa William J. Perry opta por este escenario, argumentando que el líder ruso tendría poco que ganar con un ataque en el Mar Negro, y demasiado que perder con un ataque a una ciudad que causaría incontables víctimas civiles.
¿Cómo respondería la OTAN?
Una vez que la conmoción y el pavor hayan pasado, el resto del mundo tendrá que tomar decisiones. Serán tanto más difíciles cuanto que se trata de un momento sin precedentes en la historia de la humanidad: en 1945, cuando Estados Unidos lanzó sus bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, era la única potencia del mundo que poseía armas nucleares. No se planteó la cuestión de una posible respuesta.
Hoy en día, nueve países los tienen. De ellos, tres serán especialmente analizados por ser aliados declarados de Ucrania: Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
¿Cómo reaccionarán? Por el momento, Emmanuel Macron ha respondido a la pregunta con bastante claridad en nombre de Francia: París no utilizará su propia arma nuclear. Sorprendentemente, además de recordar que Francia no respondería a un ataque a Ucrania, el presidente francés llegó a precisar que tampoco reaccionaría a un ataque "en la región". Sin embargo, la región incluye varios países (Polonia, Rumanía, etc.) vinculados a Francia a través de la OTAN y la Unión Europea.
Se podría haber dudado de una intervención nuclear en nombre de la cláusula de defensa mutua de la OTAN o de la solidaridad europea (el propio Emmanuel Macron declaró en 2020 que los "intereses vitales" franceses eran ya inseparables de los intereses europeos). Ahora sabemos que esto no sucederá.
¿Qué pasa con la OTAN, y con Estados Unidos en particular? Sabemos que sus más altas autoridades militares y políticas están trabajando en el tema. El 28 de febrero, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, creó un equipo (el Tiger Team) para pensar en posibles escenarios si Vladímir Putin utilizaba armas químicas, biológicas o nucleares, informa The New York Times.
El pensamiento de estos altos funcionarios está envuelto en el secreto. Pero la mayoría de los analistas militares coinciden en que un ataque nuclear táctico en territorio ucraniano no provocaría una respuesta nuclear de la OTAN por el riesgo de una escalada.
La última revisión de la postura nuclear de Estados Unidos afirma que este país "tratará de poner fin a cualquier conflicto con el menor nivel de daños posible"
¿Qué pasaría si el territorio de un país miembro de la OTAN fuera objetivo, por ejemplo, para destruir los canales de entrega de la ayuda militar occidental? En ese caso, la organización estaría obligada a tomar represalias, en virtud del artículo 5 de su tratado fundacional sobre "defensa colectiva". ¿Pero cómo?
La última Revisión de la Postura Nuclear de Estados Unidos, publicada en 2018, establece que Estados Unidos "buscará terminar cualquier conflicto con el menor nivel de daño posible y en las mejores condiciones posibles para Estados Unidos, sus aliados y socios". ¿Cómo se puede infligir el "menor nivel de daño posible" sin dar un cheque en blanco a una posible agresión futura?
Los miembros del Equipo Tigre creado por Joe Biden también tienen la tarea de pensar en esto. No se conocen sus conclusiones.
Un ejercicio anterior, organizado durante el segundo mandato de Obama, arrojó resultados dispares. La flor y nata de los estrategas estadounidenses se reunió para realizar un simulacro basado en el siguiente escenario: tras la invasión rusa de un Estado báltico, la escalada con la OTAN lleva a que se dispare un misil nuclear táctico ruso contra las tropas de la OTAN o contra una base militar en Alemania. Los altos funcionarios y los altos mandos deben decidir qué hacer a continuación.
El periodista estadounidense Fred Kaplan relata el episodio en su libro The Bomb: Presidents, Generals, and the Secret History of Nuclear War (y en este artículo). Dos grupos realizan el ejercicio. Uno de ellos concluye que un ataque nuclear a Bielorrusia, aliada de Rusia, es la respuesta correcta. Según Kaplan, la decisión está motivada principalmente por el deseo de "seguir siendo creíble" a los ojos del mundo.
El segundo grupo, en cambio, tras muchas horas de debate, concluyó que Estados Unidos debería, al menos inicialmente, no utilizar armas nucleares en su respuesta. Entre sus argumentos: el hecho de que en el momento en que Rusia utilizara armas nucleares, se convertiría en un paria a los ojos del mundo y acabaría perdiendo mediante una combinación de diplomacia, presión económica y represalias militares convencionales. Esto, por cierto, evitaría una escalada destructiva de consecuencias incontrolables.
De hecho, hoy en día, ninguno de los altos funcionarios, oficiales superiores, políticos, investigadores independientes o académicos que se han expresado sobre la cuestión (especialmente en este artículo) quiere que Estados Unidos responda con un ataque nuclea como primera opción. Prescriben, como el ex senador Sam Nunn, la "destrucción inmediata del barco ruso que lanzó la bomba", o incluso "hundir [toda] la flota rusa en el Mar Negro", la imposición de una "zona de exclusión aérea sobre Ucrania, incluso si esto significa destruir unidades antiaéreas en suelo ruso"..., pero nunca pulsar el fatídico "botón".
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Nadie quiere correr el riesgo de una Tercera Guerra Mundial y la "destrucción mutua asegurada" que implica una escalada entre potencias armadas. Pero a casi todo el mundo le interesa dejar una duda en el aire, con la esperanza de que esta duda impida a Moscú actuar; este es el principio de la disuasión.
Este es el sentido de las palabras de Joe Biden cuando promete "consecuencias catastróficas" a Rusia si utiliza armas nucleares. Es también el sentido del exabrupto del habitualmente comedido jefe de la diplomacia europea, que promete la "aniquilación" del Ejército ruso si esto ocurre.
Esta puede ser incluso la razón por la que se filtraron los resultados de los ejercicios de simulación realizados por el Ejército estadounidense bajo el mandato de Barack Obama (aunque se suponía que eran especialmente sensibles y confidenciales): estos resultados enviaron oportunamente la señal de que al menos una parte de la Administración estadounidense no se echaría atrás ante un ataque nuclear. En este juego global de póquer de mentiras, los medios de comunicación también son a veces un jugador a su pesar.