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Carola Rackete, capitana del 'Sea-Watch 3': "Me sentí abandonada a mi suerte"
"Si se retiran los cargos en mi contra, volveré al mar”. La capitana del Sea-Watch 3 se ha convertido en símbolo de la Europa humanista y ciudadana que actúa cuando sus líderes se ven atrapados en negociaciones tecnocráticas, cuyo raro denominador común es el deseo de cerrar las fronteras del continente europeo.
infoLibre publica la entrevista realizada por Der Spiegel, integrante del consorcio European Investigative Collaborations (EIC), a Carola Rackete, que se atrevió a desafiar y contrariar a Matteo Salvini. El dirigente italiano prohibió atracar en Italia a Rackete, y a su barco, tras haber rescatado a migrantes en peligro. Tras atracar en Lampeduda, a pesar de la prohibición de las autoridades, y de ser detenida para ser puesta posteriormente en libertad, esta mujer, de 31 años, se desespera por la inhumanidad de los líderes europeos. “Nadie, a nivel nacional e internacional, quería realmente ayudarnos [...] Nadie quiere a estos seres humanos”.
Pregunta: Para muchos, usted se ha convertido en una heroína que ha arriesgado mucho para salvar vidas. Para otros, usted es una figura odiada...
Respuesta: Me ha sorprendido mucho ver cómo todo esto se ha convertido en algo personal. Sólo debería hablarse de los hechos mismos, de la incapacidad de la Unión Europea a la hora de repartirse a las personas rescatadas, de ejercer esta responsabilidad conjuntamente. De eso es de lo que deberíamos estar hablando, no de individuos como yo que aparecimos por casualidad. Yo no busqué esta situación. Sustituí a un colega, él era el que debía estar en ese barco.
P: ¿Cómo ha vivido las últimas semanas?
R: Fue difícil. Pasamos casi 17 días a bordo con los refugiados. A nuestra llegada a aguas internacionales italianas, frente a las costas de Lampedusa, supimos que no se nos permitía entrar, se evacuaron los diez casos médicos más urgentes. Siguieron otras evacuaciones, incluso cuando había dudas médicas, porque nuestro puesto médico sólo está equipado para atender emergencias.
P: Luego pasó días frente a Lampedusa...
R: Pensamos qué podíamos hacer. En primer lugar, recurrimos la prohibición de atracar de Italia, pero enseguida fue desestimada. Entonces lo intentamos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. 34 de las personas rescatadas a bordo y yo, la capitana, presentamos una denuncia, pero llevó mucho tiempo.
P: ¿Cuál era la situación en el Sea-Watch 3?Sea-Watch 3
R: Cada día, la situación médica y la higiene empeoraban. Entonces recibimos la notificación judicial de desestimación. Todo nos parecía un callejón sin salida.
P: ¿Tuvo algún contacto directo con los guardacostas italianos?
R: Un día fue necesaria una evacuación porque uno de nuestros pasajeros estaba enfermo y tuvo que desembarcar inmediatamente. Llamamos a salvamento marítimo, los italianos llegaron en menos de dos horas y nos ayudaron, pese a que estábamos fuera de las aguas italianas. Fue rápido. Pero esto fue una excepción.
P: ¿Por qué?
R: Todos los días enviamos informes médicos al centro de coordinación de emergencias de Roma, al país del pabellón [Países Bajos], al puerto de Lampedusa. Pero nadie nos escuchó, nadie respondía. La mayor parte del tiempo, Roma respondía: 'Hemos enviado sus informes al Ministerio del Interior italiano'. Eso fue todo. Incluso políticamente, no se ha hecho nada. El Sea Watch 3 envió solicitudes a Malta, a Francia y continuamente enviamos solicitudes al Ministerio de Asuntos Exteriores y al Ministerio del Interior de Alemania.
P: ¿Y no hubo respuesta?
R: Nos dijeron: 'Nos ocuparemos de ello'. Pero, en realidad, no se presentó ninguna solución.
P: ¿Le sorprendió?
R: Sabía que sería difícil. El problema del reparto no se ha resuelto. Desde hace aproximadamente un año, la situación ha sido similar en todos los barcos de rescate, piense en el caso del Lifeline, en Malta, o en el Aquarius. Cada vez, la pregunta es la misma: ¿quién acoge a esta gente ahora? En cada barco, es de lo único que se habla.
P: Lo sabía al principio de la misión.
R: Continuamos porque era necesario. Pero, por supuesto, comenzamos las operaciones del Sea Watch sabiendo que nadie quería acoger a estos refugiados. Ni siquiera Túnez, Estado al que los países europeos consideran una alternativa segura. Mientras estábamos en el mar, el carguero Mare Dive aguardó dos semanas frente a la costa tunecina con 75 refugiados a bordo. Pero los tunecinos no desean convertirse en el siguiente puerto de rescate. A estos seres humanos, nadie los quiere.
P: ¿Cómo era la vida a bordo?
R: Los refugiados están casi en la cárcel. Hay poco espacio, no hay privacidad. La mayoría de la gente duerme en la cubierta de popa, en una tienda de campaña en el suelo, cada uno con una manta de lana. Hay tres WC móviles. No hay suficiente agua para ducharse todos los días. Anteriormente, la organización Médicos Sin Fronteras se ocupaba de estos barcos. En ese momento, la gente no pasaba más de tres días a bordo. Estos barcos no están diseñados para más.
P: ¿Cuál es la atmósfera en el barco?
R: No podíamos prometerles lo imposible. Nadie quería acogerlos. Esta situación desesperada a menudo se mezcla con el trastorno por estrés postraumático. Muchos de ellos han sufrido abusos contra los derechos humanos, han sido torturados, vendidos, han trabajado en condiciones similares a la esclavitud o han sido víctimas de violencia sexual. Queríamos darles confianza, pero cuanto más tiempo pasaba, más perdíamos la suya.
P: También justificó la decisión de atracar en Lampedusa por que algunas personas a bordo podrían haber intentado suicidarse.
R: Algunos habían hablado con nuestro equipo médico sobre sus anteriores intentos de suicidio y nos pidieron que nos ocupáramos de ellos porque se encontraban mal. Fue así sobre todo con tres personas.
P: ¿Qué se dijo usted?
R: Al principio de la misión, en el equipo, hablamos y establecimos líneas rojas, a partir de las cuales tendríamos que entrar en un puerto seguro. Cuando se cruzaron estas líneas, entramos en el puerto.
P: ¿Cuáles eran esas líneas rojas?
R: Muchos pasajeros deberían haber sido tratados por especialistas. Sospechábamos de un caso de tuberculosis. No podíamos ni hacer pruebas a bordo ni ocuparnos de ello. A los demás, sólo podíamos tratarlos con analgésicos, sin poder hacer un solo diagnóstico. Casi todos ellos necesitaban seguimiento psicológico, pero no teníamos psicólogos. Cuando se retiene a la gente durante dos semanas en estas condiciones, la situación es explosiva.
P: ¿Qué le dijeron las autoridades italianas?
R: La policía aduanera y financiera italiana había subido a bordo para comprobar nuestros documentos. Me habían dicho: 'Capitana, no se ponga así, la solución está en camino, espere'. Les dije: 'Bien, estamos esperando'. Los diputados italianos que habían estado en el Sea-Watch también nos habían dado esperanzas, hubo conversaciones entre Francia, Alemania y Portugal. Salvini dijo que nos permitiría atracar cuando los Estados estuvieran listos para acoger a la gente.
P: ¿Qué pasó en las últimas horas antes de llegar a Lampedusa?
R: La víspera, tuvimos una segunda evacuación por motivos médicos. Un pasajero tuvo que ir al hospital de emergencias, tenía muchos dolores, probablemente cálculos renales. A partir de entonces, la situación ya no era sostenible. El sentimiento entre los pasajeros era: ‘¿Tenemos que estar todos enfermos o tenemos que saltar al agua para que suceda algo?’. Además, la tripulación estaba al límite. Cada día se volvía más y más agotador. Al final, estábamos totalmente desesperados.
P: Y mientras tanto, los Gobiernos europeos discutían quién se lleva a quién y cuándo.
R: Eso es lo que nos dijeron los diputados: la solución está a la vista, será firme en las próximas horas. No quería entrar en el puerto. No quería infringir la ley. Aumentamos las guardias en el barco para que nadie se hiciera daño. Eso fue la noche del jueves. El viernes me levanté a las seis y pregunté a los diputados: '¿Dónde está vuestra solución?'. Por supuesto, no había ninguna. En ese momento, no sabía cómo seguir. Las cosas no iban bien. Ya no podía garantizar la seguridad a bordo.
P: ¿Y luego qué?
R: El viernes por la tarde, los aduaneros italianos volvieron a bordo y me devolvieron los papeles. Me dijeron que se abriría una causa en mi contra por entrada prohibida en aguas territoriales y por complicidad de entrada ilegal en el territorio. Tomaron el cuaderno de bitácora de la nave y quisieron irse. Les pregunté qué iban a hacer con las 40 personas a bordo; si iban a aceptarlos. Respondieron negativamente, no sabían nada al respecto. En Berlín me dijeron poco después que Salvini seguía bloqueando una solución. No quería asumir la responsabilidad de una noche más con los refugiados. Así que decidí ir.
P: Y cuando entraste en el puerto...
R: Los aduaneros italianos se situaron en mi ruta. Entramos muy despacio, detuvimos el barco y lo giramos para atracar de popa. En ese momento, vi el barco de la aduana italiana colocado en medio del puente para evitar que atracáramos. Chocamos con su nave, pero fue un accidente, no un ataque a un buque de guerra, como algunos me han acusado.
P: ¿Esperaba que la arrestaran?
R: Tenía miedo de algo así.
P: ¿Qué pasó después de eso?
R: Los funcionarios fueron amables. Después de ocho horas en la aduana italiana, me llevaron al campamento de refugiados en mitad de la isla. Allí se encuentra la única comisaría de Policía equipada para mediciones antropométricas. Las personas que habíamos rescatado estaban allí en el suelo y empezaron a aplaudir cuando me vieron. La Policía tomó mis huellas dactilares. Quedé bajo arresto domiciliario. Y el lunes, me llevaron en barco a Sicilia para prestar declaración.
P: ¿Qué le dijo al juez?
R: Le expliqué mis razones y describí la colisión con el barco italiano tal y como la había vivido. Luego me pusieron bajo arresto domiciliario en otro lugar.
P: ¿En aquel momento percibe ya la exaltación que le rodea, la adoración digna de una heroína, pero también el odio que ha suscitado?
R: Apenas, ya que estaba bajo arresto domiciliario. Pero me alegró no haber tenido que preocuparme por lo que se decía. En el segundo lugar donde estuve detenida, la televisión estaba encendida, se veían imágenes, pero no quería mirar.
P: ¿Qué opinas de este papel de heroína? Después de Greta Thunberg, la joven activista del clima, usted es ahora la luchadora de los migrantes.
R: Aún no soy plenamente consciente. Por otro lado, soy más una persona de actuar que de hablar. Y creo que esta acción en sí misma es suficientemente explícita.
P: El martes por la noche, una jueza decidió ponerla en libertad.
R: Sorprendentemente, mantuvo nuestra argumentación casi punto por punto. También escribió que no entramos ilegalmente en aguas territoriales: no somos contrabandistas, esta prohibición sólo se aplica a los contrabandistas.
P: ¿Qué pasará ahora?
R: El martes declararé por segunda vez, esta ocasión por complicidad en la entrada ilegal y la entrada en aguas territoriales. En otros casos, que yo sepa, se han modificado estas razones. Pero esto puede durar meses.
P: ¿Le gusta que la vean como la adversaria de Salvini?
R: No apruebo su forma de hablar. Sé lo que votó Italia en las elecciones europeas, muchos italianos apoyan su política. Pero también en Italia hay muchos movimientos de solidaridad. El país está dividido.
P: ¿Qué le diría si estuviera delante de él?
R: No es alguien a quien quiera conocer. Su política es contraria a los derechos humanos. Su forma de expresarse es irrespetuosa, inadecuada para un político de primer nivel.
P: ¿Cómo explica que Salvini la pusiese en su punto de mira?
R: Hoy en día, todos los capitanes de barcos de rescate saben que sus actividades están penalizadas. Lo que es inusual es lo extremo que se ha vuelto este caso. Hubo una secuencia notable de circunstancias: mientras aún teníamos a los refugiados a bordo, Salvini emitió un decreto que prohibía a las organizaciones humanitarias entrar en los puertos italianos. Fue aprobado por la vía de urgencia. Prestamos asistencia en el mar un miércoles, el viernes el decreto llegaba al Parlamento de Roma, publicado online poco después. Detrás de tal velocidad, había una fuerte presión política.
P: ¿Alemania, su país, le ha apoyado lo suficiente?
R: Me sentí abandonado a mi suerte. Por supuesto, hay quienes han ayudado, como las ciudades que querían dar la bienvenida a nuestros refugiados. Pero el fracaso fue a nivel del ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, que no quiso aceptar las ofertas de estos municipios. Mi impresión es que en el panorama nacional e internacional, nadie quería realmente ayudarnos. Mientras teníamos a 40 personas rescatadas a bordo de nuestro barco, se pasaban la patata caliente.
P: ¿Qué hay que hacer políticamente para mejorar la situación?
R: Necesitamos una solución para acoger a las personas que huyen a Europa. Y distribuirlos con un espíritu de solidaridad. El convenio de Dublín, que deja esta responsabilidad a los Estados con fronteras exteriores, no es justo.
P: ¿Y mientras tanto?
R: Tengo curiosidad por saber qué ocurrirá con otros barcos que actualmente están en el mar y que sin duda acogerán a refugiados, como el Open Arms, que actualmente se encuentra cerca de la costa norteafricana.
P: ¿Qué pasará ahora con su barco, el Sea-Watch 3?Sea-Watch 3
R: A priori, nuestro barco pronto nos será devuelto. Actualmente se encuentra retenido para un análisis. A continuación, será objeto de trabajos técnicos. Y luego nos iremos. Simplemente será más difícil encontrar a un capitán que corra el riesgo.
P: ¿Lo volvería a hacer?
R: Por el momento, los abogados me lo desaconsejan. Pero si se retiran los cargos en mi contra, volveré al mar. ________________
Traducción: Mariola Moreno
La UE no consigue alcanzar un acuerdo para resolver el desembarco y reparto de inmigrantes rescatados en el Mediterráneo
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