En plena crisis agrícola, el Ejecutivo francés repite una y otra vez el mismo estribillo: no al acuerdo comercial entre la UE y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), mientras no se añadan "cláusulas espejo". "Siempre hemos impulsado la reciprocidad y las cláusulas espejo, y haremos que se respeten", declaró el primer ministro Gabriel Attal durante su discurso de política general ante la Asamblea el 30 de enero.
De visita en Berlín el 6 de febrero para reunirse con Olaf Scholz, Attal calificó las cláusulas espejo de "cláusulas de sentido común". Marcó así diferencias con el Canciller alemán, firme partidario del Tratado UE-Mercosur en su versión actual: para Berlín, no hay necesidad de añadir cláusulas de última hora a un proyecto que comenzó en el año 2000.
La posición francesa se ha hecho más audible en los últimos días, pero no es nueva. Como ya advirtió Emmanuel Macron en el último Salón de la Agricultura de febrero de 2023, París no firmará si los países del Mercosur "no respetan las mismas restricciones medioambientales y sanitarias que nosotros imponemos a nuestros productores".
Esta línea ya aparecía de fondo en el programa establecido por Francia para su presidencia de la UE en el primer semestre de 2022: "Los productos importados [deben estar] sujetos a ciertos requisitos de producción aplicados en la UE". Y ya en 2017, el panel de expertos que trabajó en Ceta, el acuerdo con Canadá, a petición del gobierno del entonces primer ministro francés Édouard Philippe, defendió ese enfoque en favor de una mayor "reciprocidad", inspirándose en trabajos como los del belga Olivier De Schutter (candidato también este año a las elecciones europeas por la lista ecologista en Bélgica).
El principio subyacente a estas cláusulas espejo es sencillo, al menos sobre el papel: imponer normas sociales o ecológicas idénticas en los dos espacios comerciales en cuestión. Por ejemplo, sería más difícil importar soja argentina, a través del texto UE-Mercosur, o lentejas canadienses, a través de Ceta, si esas soja y lentejas se produjeran utilizando pesticidas prohibidos en la UE.
Sería el inicio de un "cambio de paradigma", según la expresión acuñada por el Instituto Veblen en un estudio reciente. Ya no sólo nos interesa el producto acabado cuando llega al mercado europeo (¿cumple las normas de la UE?), sino también las condiciones en las que se ha producido (¿qué hay de los pesticidas utilizados o los árboles talados para fabricarlo). "Si no reflexionamos sobre las normas que deben imponerse a los productos importados, corremos el riesgo de convertirnos, con el consumo de estos productos, en responsables de losimpactos que intentamos prohibir aquí en casa", insiste Mathilde Dupré, codirectora del Instituto Veblen.
Una cláusula espejo amañada con Nueva Zelanda
En detalle, hay que distinguir entre las cláusulas espejo –incluidas en los acuerdos bilaterales de libre comercio con un país concreto– y las "medidas espejo", más ambiciosas. Estas últimas están integradas en la legislación europea y se aplican sin restricciones geográficas. Se trata de un punto ciego en las políticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero la UE ya ha adoptado medidas espejo equivalentes en materia de deforestación y precios del carbono.
En sus declaraciones, el primer ministro Attal mezcla un poco todo, ya que se refiere a cláusulas espejo, medidas espejo y, más recientemente, "medidas de salvaguardia" a nivel nacional. Sea como fuere, el Ejecutivo francés nunca ha revelado el contenido exacto de las cláusulas que defendería en Bruselas en el marco de las negociaciones de Mercosur: ni su número, ni los sectores que abarcarían, ni mucho menos su redacción exacta. Contactado por Mediapart, el nuevo Secretario de Comercio Exterior, Franck Riester, no ha respondido hasta ahora.
"Las medidas espejo se aplican a todo lo que entra en Europa: es más eficaz y armonizado que simples cláusulas insertadas en acuerdos de libre comercio. Por eso hemos optado por poner más energía en ello", argumenta Enzo Armaroli, responsable de temas agrícolas de la Fondation pour la nature et l'homme (FNH).
En la Asamblea Nacional, el diputado del socialista Dominique Potier ha aprovechado la ocasión y ha redactado una propuesta de resolución en la que pide un "intercambio justo" basado en medidas espejo. En este momento cuenta con el apoyo de todos los partidos de la Cámara, excepto LFI, LR y RN. A su vez, el senador verde Yannick Jadot defiende este "proteccionismo verde", alegando que "es un paso en la buena dirección, porque evita el dumping social y medioambiental".
Pero este ex eurodiputado, que seguía las cuestiones comerciales en Bruselas, también advierte contra "las patrañas francesas sobre las cláusulas de Mercosur": "Antes de la crisis agrícola, todo lo que tenía que hacer Lula era aprobar un pseudo-protocolo adicional para decir lo mucho que se preocupaba por los bosques, y Francia firmaría. Y los países del Mercosur ya estarían gritando por añadir este protocolo jurídicamente no vinculante. Así que añadir cláusulas espejo para elevar los estándares de la agricultura latinoamericana es imposible. Hay mucho bla bla en este asunto".
El acuerdo de libre comercio entre la UE y Nueva Zelanda, aprobado el pasado noviembre, fue presentado por sus partidarios como un acuerdo de "nueva generación". Entre otras cosas porque incluye una cláusula espejo sobre el vacuno alimentado con pasto (para evitar los cebaderos industriales). Pero en el archipiélago no existen tales cebaderos: esa cláusula espejo es un mero ejercicio de comunicación.
Por su parte, la eurodiputada Manon Aubry (LFI) advierte contra una "ilusión óptica": "Vamos a poner algunas condiciones a la entrada de productos, pero eso no permitirá revisar completamente la lógica comercial instaurada por la UE".
¿Un greenwashing de acuerdos de libre comercio a la antigua?
Más discretamente, estas cláusulas y "medidas espejo" también son objeto de un profundo debate en la sociedad civil y las ONG. Tanto la FNH como el Instituto Veblen defienden estos planteamientos "espejo" desde un informe de 2021.
La FNH dijo "¡adelante! a Gabriel Attal cuando habló de introducir "medidas espejo en todas partes". Pero las ONG quieren mantener las distancias con esa comunicación del Gobierno. "El ejecutivo ha hecho de estas cláusulas espejo su línea roja en el texto con Mercosur. En nuestra opinión, este acuerdo sigue siendo incompatible con el Pacto Verde, incluso añadiendo algunas cláusulas espejo. Estos cambios son un paso en la buena dirección, pero no son suficientes", explica Mathilde Dupré, de Veblen.
Para Attac, Aitec o la Confederación campesina, se trata más bien de una trampa estratégica destinada a hacernos tragar la píldora del libre comercio. En esencia, mientras sigamos discutiendo sobre las cláusulas espejo, seguiremos negociando acuerdos de libre comercio, que se consideran intrínsecamente perjudiciales.
Para Maxime Combes, economista de Aitec, "la intención de fondo puede ser buena, pero es totalmente inviable". E insiste: "En primer lugar, nunca habrá suficientes cláusulas sobre la mesa para que esto tenga sentido. E incluso si lo conseguimos, ¿cómo podemos comprobar que se respetarán?”
¿Son las cláusulas espejo un mero greenwashing de los acuerdos? El riesgo es evidente, sobre todo cuando se oye a Marc Fesneau, ministro francés de Agricultura, congratularse el pasado mes de octubre, como si su ministerio y la sociedad civil estuvieran de acuerdo sobre el fondo de la cuestión: "Hemos hecho un trabajo colectivo, con asociaciones y ONG, un trabajo útil, para que esta cuestión [de las cláusulas] entre en el debate".
"En este caso, llevemos la lógica hasta sus últimas consecuencias", insiste Maxime Combes. “Si sólo comerciamos con economías equivalentes, con países que tengan salarios mínimos altos, normas ecológicas ambiciosas y susceptibles de mejorar... al final, no comerciaremos con nadie".
Lora Verheecke, del Observatorio de las multinacionales, aporta otras críticas. "En cuanto se incluyan normas medioambientales en las cláusulas de los acuerdos de libre comercio, será muy difícil mejorar después las normas existentes, porque habría que pedir a todos los socios comerciales que lo hagan también".
También le preocupa un enfoque neocolonial: "En pocas palabras, estamos diciendo a estos países [del Sur]: vais a hacer como nosotros, porque lo hacemos mejor que vosotros”. “No se trata de decir que las normas europeas son mejores", responde Mathilde Dupré, “pero si tomamos como ejemplo el uso de pesticidas, en comparación con Sudamérica, en realidad prohibimos más productos que nuestros socios".
Tanto la FNH como Veblen insisten en la necesidad de tener en cuenta no sólo las importaciones, sino también las exportaciones: "La UE sigue exportando pesticidas prohibidos en la UE a otras regiones del mundo, y luego nos encontramos importando productos que, por efecto boomerang, han sido tratados con esos pesticidas", describe Mathilde Dupré.
Sea como fuere, estas diferencias en el seno de la sociedad civil recuerdan las divisiones de la izquierda francesa cuando en junio de 2023 se aprobó en la Asamblea Nacional francesa una resolución crítica con el tratado UE-Mercosur, aceptada por la mayoría de partidos.
El PS y los ecologistas votaron a favor del texto, junto a François Ruffin, mientras que la casi totalidad de LFI se opuso, por considerar que la moción, que retomaba la idea de las cláusulas espejo, apoyaba la retórica de la bancada gubernamental y preparaba el terreno para la aprobación del texto, apenas retocado. Es muy probable que esas divergencias sigan manifestándose en la próxima campaña de las europeas.
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Traducción de Miguel López
En plena crisis agrícola, el Ejecutivo francés repite una y otra vez el mismo estribillo: no al acuerdo comercial entre la UE y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), mientras no se añadan "cláusulas espejo". "Siempre hemos impulsado la reciprocidad y las cláusulas espejo, y haremos que se respeten", declaró el primer ministro Gabriel Attal durante su discurso de política general ante la Asamblea el 30 de enero.