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Dos décadas de Mohamed VI en el trono sumen a Marruecos en la desigualdad

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El 30 de julio de 1999, Mohamed VI (conocido como M6) ascendía al trono marroquí para suceder a su padre Hassan II, fallecido una semana antes tras 38 años de un reinado implacable e interminable. A los 36 años, se convertía en el 23º monarca de la dinastía alauita, el tercero que conseguía el título de rey de Marruecos. Tenía una ambición declarada, ser el rey de los pobres, cercano al pueblo. Veinte años después, sólo le queda el sobrenombre. Marruecos es el país más desigualdesigualdel Norte de África, según la ONG británica Oxfam. Incapaz de compartir la riqueza con quienes la crean. Una persona que percibe el salario mínimo necesita 154 años para ganar lo mismo que gana en 12 meses uno de los multimillonarios del reino.

Educación, sanidad, mercado laboral... No se salva ni un solo sector. Y detrás de estas desigualdades, están las malas decisiones económicas y políticas que incluso el rey cuestiona. No duda en hablar de “fracaso”. El “modelo de desarrollo nacional [...] está demostrando ser incapaz de satisfacer las demandas apremiantes y las necesidades crecientes de los ciudadanos [...] de reducir [...] las diferencias territoriales y de alcanzar la justicia social”, repitió en octubre de 2017.

En ese momento, Mohamed VI se enfrentaba al hirak del Rif, una protesta sin precedentes en 18 años de reinado y nacida un año antes tras la muerte de un joven pescadero aplastado por un camión de basura en la ciudad nororiental de Alhaucemas, mientras intentaba salvar 500 kilogramos de pez espada capturado ilegalmente.

Durante semanas, meses, toda una región protestó contra la injusticia de un sistema que aplasta a sus niños y los margina, privándolos de escuelas, hospitales, carreteras, fábricas... En un primer momento tolerado, el movimiento fue rápidamente reprimido con detenciones masivas. Más de 400 manifestantes están en prisión. Aunque el rey finalmente indultó a algunos, la mayoría permanece encarcelada, incluidos los líderes que han sido condenados a pasar la vida tras las rejas, al ser sentenciados a 20 años.

Pagan caro denunciar una constatación que, sin embargo, comparte el rey: un modelo de desarrollo profundamente desigual, confirmado por los principales organismos oficiales. El Alto Comisionado de Planificación (HCP, por sus siglas en francés) muestra su alarma por la pobreza y el desempleo galopantes “debido a la lentitud del crecimiento económico, de la falta de inversión y de un sistema educativo que no desarrolla las competencias”. Uno de cada tres titulados universitarios marroquíes no puede encontrar trabajo e incluso estudiantes de sectores de excelencia prefieren abandonar el país debido a la falta de condiciones de trabajo decentes. En similares términos se expresa ante el rey el gobernador del Banco Central e insta a Marruecos a “un cambio”. El CESE, Consejo Económico y Social, también afirma: “La pobreza, el desempleo juvenil y las desigualdades son cada vez menos toleradas en Marruecos”.

Marruecos sigue así languideciendo en la categoría de países con bajo nivel de desarrollo, como indica el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en 2018, al ocupar el puesto 123, muy por detrás de la vecina Argelia (85)... La culpa es inexistencia del Estado social, “pariente pobre de los cambios ocurridos durante esta década”, resume el profesor Abdallah Saaf, cordinador de un libro sobre los cambios políticos en el Magreb y en el Máshreq siete años después de las primaveras árabes. “La problemática de la justicia social no ha recibido una dedicación política convincente, salvo por algunos gestos simbólicos”. M6 es consciente de ello desde hace mucho tiempo. Durante estos 15 años de reinado, se preguntaba (sorprendentemente): “¿Dónde está la riqueza?” y apuntaba directamente a las desigualdades.

Y sin embargo, en el exterior, al otro lado del Mediterráneo, sobre todo en el “país amigo”, “hermano”, en Francia, se vende una imagen ideal, un “Marruecos, nueva potencia” por el que se movilizan los relevos, a menudo procedentes de la derecha soberanista francesa, que aplaude el “nacionalmonarquismo” de Mohamed VI... Relevos que preguntan, cuando se sabe lo mucho que esta clase política ataca a los “árabes”. Prueba de ello es el amplio reportaje publicado recientemente por la revista Le Point y las salidas de uno de los habituales representantes del reino, el geopolítico Aymeric Chauprade. El exdiputado europeo de la ultraderecha francesa, la eminencia gris de Marine Le Pen, acaba de publicar: Geopolítica de un rey, ensayo sobre un Marruecos moderno y multipolar, que narra cómo M6, “rey atípico”, ha hecho avanzar la democracia, las libertades...

Un retrato muy elogioso, muy bien dibujado por estos “intelectuales que critican a todos los poderes autoritarios excepto al marroquí”, comenta Orient XXI, y sobre todo muy alejado de la realidad social marroquí. “El reino es un polvorín social”, señalaba Jadija Ryadi, figura de la oposición marroquí y de la izquierda marroquí. De norte a sur, de este a oeste, en pueblos y aldeas remotas, aparecen o reaparecen hiraks, como ocurrió en 2017-2018 en Jerada, localidad de 43.000 habitantes, muy afectada por el desempleo, situada a las puertas del Rif (noreste). Se trata del otro gran movimiento social del reinado de M6 que terminaría por ser reprimido, cuando las caras negras y toda la ciudad se manifestaron después de la muerte de dos hermanos en una mina clandestina de carbón. ¿Las reivindicaciones? Pan, agua, trabajo, electricidad y que las promesas se cumplan de una vez.

Además, hace tan sólo un año, con motivo del 19º aniversario de su ascensión al trono, M6 volvió a centrar su discurso en lo social, un punto negro de su balance, comprometiéndose a revisar el modelo de desarrollo del país, en particular en el aspecto social (sanidad, desigualdades sociales y territoriales, empleo, educación), pero también en lo que respecta a la gestión pública, cuya regionalización, “obra real” que debe participar en la resolución del espinoso conflicto territorial en el Sáhara Occidental, todavía sigue rota.

“Una parte de la riqueza creada debe dirigirse a satisfacer estas demandas. Pero la única respuesta es la represión”, constata Abdellah Lefnatsa, militante de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). Las últimas cifras, en constante disminución, sobre la confianza de los hogares, un indicador básico de los sentimientos de las personas, son reveladores de un clima social muy deteriorado. Por su parte, los tecnócratas del rey se ven presionados por las medidas de austeridad dictadas por el FMI, que no hacen más que sumir a la población en graves crisis sociales, como la del sector sanitario, que ha visto dimitir colectivamente a más de 300 de sus médicos que trabajan en hospitales del norte del país. En una nota publicada hace un año, la asociación Tafra intenta demostrar que si un proyecto de desarrollo no ve la luz, no es sólo por corrupción y clientelismo. Otro factor puede entrar en juego, la falta de unidad entre los actores políticos. Esta combinación de factores hace de Marruecos “el alumno malo del desarrollo humano”.

Para contener el enfado social, el reino ha establecido la seguridad como modo de gobierno. Aunque la situación de los derechos humanos es mucho mejor que en los años de plomo de Hassan II, desde 2011 la situación se ha deteriorado.... Las asociaciones de derechos humanos, nacionales o internacionales, constatan un balance catastrófico. La primera de ellas y la más importante de Marruecos, la AMDH, volvió a alarmarse a principios de julio del deterioro.

Describe una “escalada de violaciones de los derechos humanos y de las libertades públicas e individuales” en Marruecos, ya que el Estado “elude sus compromisos internacionales e ignora las recomendaciones e informes” sobre la cuestión. La ONG cuenta “siete casos de muerte” y “27 casos de tortura o de trato cruel o inhumano o degradante” durante los arrestos o detenciones, en su informe sobre el año 2018 y el primer semestre de 2019.

El Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH), entidad para la “reconciliación” y el control del aparato de seguridad, está más que nunca en línea con esta política represiva. En su primera salida pública tras ser nombrada recientemente por el rey, Amina Bouayach señaló categórica a la agencia EFE que “no hay presos políticos” en Marruecos y que la tortura ya no se practica en las prisiones ni en las comisarías de policía... Una afirmación que ha provocado un clamor en la sociedad civil en un momento en que muchos activistas, periodistas y blogueros languidecen en la cárcel, por haber denunciado la injusticia, la corrupción y la falta de responsabilidad.

Para el activista e historiador Maâti Mounjib, citado por Tel Quel, las palabras de Amina Bouayach son la prueba de una “negación total de las violaciones de los derechos humanos”. La misma reacción del presidente de la AMDH, Aziz Ghali, quien considera que estas declaraciones “confirman que el CNDH no es independiente”. “Esta es la misma versión del Estado que previamente había negado la existencia de Tazmamart y otras cárceles de la era Hassan II”, afirma.

Una negación de la represión del Rif, como lo demuestra el informe presentado a principios de julio por Ahmed Chaouki Benyoub, delegado interministerial para los derechos humanos (DIDH). "Se esperaba desde hace mucho tiempo, en relación a los acontecimientos de Alhaucemas y la protección de los derechos humanos", pero sirve para blanquear al Gobierno.

Sin embargo, en julio de 2017, la misma CNDH, entonces presidida por Driss el-Yazami, llegó a la conclusión, siguiendo el ejemplo de los informes elaborados por ONG y asociaciones nacionales e internacionales, de que se habían producido múltiples abusos, violaciones de los derechos humanos y casos de tortura cometidos por la Policía en varios casos de protesta social.

Si en la calle se contienen a palos las críticas, éstas han encontrado un nuevo campo de expresión en el mundo virtual, especialmente durante una vasta operación de boicot lanzada hace más de un año contra el “alto coste de la vida” y que ha afectado sobre todo a la multinacional francesa Danone, empresa tomada como símbolo de que este Marruecos sólo beneficia a las clases ricas.

Incluso por un post en Facebook, se puede terminar en la cárcel, ya que el “rastreo en internet” se ha vuelto sistemático, a menudo con el apoyo de las tecnologías francesas. Los pantallazos de las redes sociales tienen validez legal. Lo que le pasó al activista de paz El Mortada Iamrachen o al comediante Bziz es sintomático de este acoso.

Tras molestar en 1999 a Su Majestesquí (en alusión al deporte favorito del rey Mohamed VI al comienzo de su reinado) fue convocado a finales de 2018 por la Policía Judicial de Casablanca por haber denunciado en su página de Facebook las detenciones arbitrarias de artistas del Rif durante el hirak de 2017...

En otro ejemplo de esta represión indiscriminada, en octubre de 2018, los tribunales condenaron a 14 jóvenes seguidores de un club de fútbol de Tetuán, en el norte del país, por “desacato a la bandera nacional”; habían ondeado banderas españolas para protestar contra la muerte de una estudiante asesinada por el fuego naval marroquí cuando intentaba cruzar el Mediterráneo.

En cuanto a los derechos de la mujer, el rey podría haber hecho mucho más. Una primera ley contra la violencia contra la mujer, que entró en vigor en septiembre, sigue en gran medida incompleta. Lo mismo en los planes de igualdad ante la herencia…

El fracaso de las políticas públicas es sobre todo un fracaso patente de la “monarquía ejecutiva” de la que Mohamed VI se negó a alejarse, apoyándose en un poder sobre el que mantiene el control, perpetuando, a pesar de una cierta templanza, el autoritarismo oriental heredado de su padre. Así, para frenar el inexorable ascenso del islamismo, que arraiga entre los más pobres, ha promovido constantemente las falsas familias políticas, hasta el punto de detener la maquinaria gubernamental. Desde las últimas elecciones legislativas de 2016, el Ejecutivo ha estado integrado por una coalición tambaleante de partidos con ideologías divergentes, incapaces de transformar los deseos de desarrollo del rey en una realidad tangible...

Y como último recurso, el “Estado profundo” busca responsabilizar a los movimientos islamistas. Frente a la protesta polifacética a escala exponencial, las autoridades parecen tener una sola estrategia: deslegitimar la causa de los rebeldes acusando regularmente a los islamistas de ser los principales culpables, como sucedió con los precarios maestros contratados que salieron a manifestarse masivamente en Rabat.

En consecuencia, Marruecos, tomado como “modelo de estabilidad” en la región, vive un período de inercia preocupante, mientras que en el Magreb hay movimiento. En Túnez, pero sobre todo desde este año en Argelia, donde la esperanza se ha reavivado a través de una protesta civil sin precedentes que el reino observa con temor de ver cómo se extiende más allá de las fronteras cerradas durante un cuarto de siglo.

En el campo diplomático, Mohamed VI hizo desaparecer Marruecos mientras que, bajo la dirección de su padre Hassan II, el reino era un actor, un árbitro esencial. “Imperio jerifiano”, en palabras del intelectual Mohamed Tozy, Marruecos, cuyas relaciones con sus tradicionales aliados en Europa, en el Golfo o al otro lado del Atlántico, están experimentando una serie de cambios, busca ahora un destino continental lanzándose, por razones tanto diplomáticas como económicas, a la conquista de África. Pero una vez más, el peso real de Marruecos en términos de influencia, desarrollo, gobernanza y poder económico debe relativizarse.

Así, no es casualidad que el Palacio Real solicitara una celebración de los 20 años del reinado de Mohamed VI bajo el signo de la “normalidad”, sin ostentación, porque en Marruecos reina una atmósfera crepuscular. Y ello a pesar de la satisfacción de las autoridades públicas, que sólo quieren destacar de este balance los grandes logros del propio rey, como el puerto de Tánger Med, “el más grande del Mediterráneo”, la línea TGV que une los dos principales centros económicos de Casablanca y Tánger desde hace algunos meses, la emergencia de una industria automovilística con, en particular, las plantas de Renault y PSA, etc. El propio Mohamed VI parece haber tomado intermitentemente períodos de alejamiento del centro de atención en los últimos dos años, prefiriendo encontrarse lejos del país o con un séquito improbable.

Hasta hace poco, para seguir a este rey, completamente opuesto a su padre, a menudo en el extranjero, y no sólo en Francia, para recibir cuidados, había que ir a Instagram. En la red social, posa junto a Abu Bakr Azaitar, un boxeador de full-contact apodado El Gladiador, o en compañía del comediante Jamel Debbouze y la estrella del rap Maître Gims. Todavía podemos verlo en la página de Facebook de la misteriosa Sufiane el-Bahri, “social media community manager of the King”. En las redes sociales, aparecen etiquetas inconfundibles como #masdatkichMVI: “Al final, eres decepcionante, tío”. La figura del rey, apodado “1º MRE" (marroquí residente en el extranjero), es desacralizada. Con razón. La imagen paralela que su entorno no ha dejado de promover con sus excesos.

"En la monarquía, la esfera privada del rey siempre se ha ocultado, mientras que se divulgaba su esfera privada”, analizaba el historiador Mohamed Ennaji en Le Nouvel Obs. “En ese sentido, con Mohamed VI, tenemos, por el contrario, un desbordamiento de esa esfera privada, como si ya no pudiera tolerar ser sometido a la esfera pública, una sobreexposición, casi un exhibicionismo. Esto está ciertamente en línea con nuestra era de ultratransparencia y voyeurismo, pero en la desacralización de la función, estamos alcanzando cotas altas”.

Su vida privada plantea, pues, muchos interrogantes cuando la prensa rosa europea se apodera de su divorcio de Lalla Salma, nunca anunciado oficialmente (por primera vez, recientemente, personas del entorno del palacio hablan de ella como su exesposa), o cuando su estilo de vida y la exhibición de su lujo se esfuman. El último exceso hasta la fecha: la adquisición de su nuevo yate por valor de más de 88 millones de dólares, amarrado en las aguas turquesas del norte del país, donde los marroquíes emigran en masa a la vecina Europa. El barómetro del mundo árabe publicado por la BBC a finales de junio indica que el 44% quiere emigrar, un 17% más que hace tres años, pero este porcentaje aumenta hasta el 70% cuando se hace la pregunta a los menores de 30 años. Un malestar descrito por las canciones cantadas por los seguidores del Raja de Casablanca y repetidas una y otra vez en internet por millones de jóvenes. Los marroquíes se encuentran, entre los pueblos de la región que quieren en mayor número (49%) ver un rápido cambio político en su país.

 

Una buena crónica sobre el Marruecos de Mohamed VI

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

El 30 de julio de 1999, Mohamed VI (conocido como M6) ascendía al trono marroquí para suceder a su padre Hassan II, fallecido una semana antes tras 38 años de un reinado implacable e interminable. A los 36 años, se convertía en el 23º monarca de la dinastía alauita, el tercero que conseguía el título de rey de Marruecos. Tenía una ambición declarada, ser el rey de los pobres, cercano al pueblo. Veinte años después, sólo le queda el sobrenombre. Marruecos es el país más desigualdesigualdel Norte de África, según la ONG británica Oxfam. Incapaz de compartir la riqueza con quienes la crean. Una persona que percibe el salario mínimo necesita 154 años para ganar lo mismo que gana en 12 meses uno de los multimillonarios del reino.

Le Desk

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