Los monjes ortodoxos ucranianos se resisten a ser expulsados de Kiev

Fieles de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, adscrita al Patriarcado de Moscú (EOU-PM), en la Lavra de Kiev a finales de marzo.

Paul Daloy (Mediapart)

Kiev (Ucrania) —

El miércoles 29 de marzo, ni el viento helado ni la nieve que caía desde la víspera disuadieron a cientos de fieles de acudir a rezar por la mañana ante la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz, en el Lavra de Kiev, un enorme complejo religioso construido en el siglo XI en el centro de la capital ucraniana.

La afluencia es tal que se desparrama por la esplanada. Los creyentes han respondido a la llamada de las autoridades religiosas, amenazadas de expulsión por el Gobierno ucraniano. Con un puñado de cirios en la mano, Nadia, una madre treintañera que ha recorrido más de 500 kilómetros para estar allí, resume la situación: "No es el momento de entrar en conflicto con la Iglesia, porque hay que luchar contra el enemigo. Lo que hace el Gobierno es dividirnos".

De hecho, se está gestando un conflicto, pero todavía no ha estallado. Tiene su origen en las divisiones religiosas de la sociedad ucraniana. Una parte del 72% de ortodoxos pertenece a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, adscrita al Patriarcado de Moscú (EOU-PM), y otra parte pertenece a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (EOU), cuya independencia (autocefalia) fue reconocida en 2019 por el Patriarcado de Constantinopla. Hasta diciembre, en el Lavra de Kiev solo había clérigos de la EOU-PM.

Dado que los edificios son propiedad del Estado y las diócesis son sólo inquilinos, las autoridades pueden desalojarlos. Es lo que hicieron a finales de 2022 con el monasterio superior, y después con el resto del complejo en los últimos días. El ultimátum para abandonar los locales ocupados por 300 monjes y 200 estudiantes expiró ese mismo miércoles.

Esa importante decisión es un capítulo más de las tumultuosas relaciones entre esta rama de la Iglesia Ortodoxa, por un lado, y el Gobierno y la sociedad ucranianos, por otro. El EOU-PM afirma que en mayo del año pasado ya rompió con el Patriarcado de Moscú, dirigido por Kirill, un estrecho colaborador de Putin que bendijo a las tropas rusas poco después del inicio de la "operación especial". Sin embargo, sigue siendo sospechoso de mantener vínculos con el enemigo.

"La sociedad está presionando mucho al Estado para que tome medidas contra el EOU-PM, hasta el punto de exigir su prohibición", afirma el archimandrita y teólogo Cyril Hovorun, profesor del Colegio Universitario Sankt Ignatios de Estocolmo (Suecia). "El Estado debe por tanto encontrar un término medio, sin violar los derechos humanos ni la libertad religiosa, y al mismo tiempo responder a estas aspiraciones de la sociedad".

 

No se va a sacar a nadie a rastras

Secretario del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad

 

Las autoridades deben caminar con pies de plomo. Atacar a la Iglesia con demasiada brutalidad sería socavar el Estado de derecho, en un momento en que Kiev debe dar ejemplo para conservar el apoyo clave de sus aliados occidentales y seguir en la senda de la adhesión a la UE. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos acaba de recordar a Kiev sus obligaciones. En su último informe, expresa su "preocupación" por el carácter potencialmente "discriminatorio" de las acciones del Estado contra el EOU-PM, citando en particular las operaciones policiales lanzadas a finales de otoño.

El servicio secreto (SBU) había llevado a cabo registros en monasterios del EOU-PM, sospechosos de seguir sirviendo como agentes del poder ruso. Hay un vídeo grabado el 12 de noviembre que caldeó bastante el ambiente: se veía a feligreses del EOU-PM cantando alabanzas a Rusia durante un servicio religioso en el monasterio de Kiev. "Era falso", dice el arzobispo Kliment. Luego, mirándonos fijamente a los ojos y, sin miedo a contradecirse, dice: "¿Y en Francia os detienen por cantar?

Aunque el asunto es competencia del Ministerio de Cultura, tuvieron que intervenir las más altas autoridades para evitar una escalada. El martes por la noche, el secretario del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, Oleksiy Danilov, aseguró que no se emplearía la fuerza contra los inquilinos de la Lavra: "No se va a sacar a nadie a rastras".

El presidente Zelensky aludió a la cuestión en su discurso del miércoles por la noche, sin nombrar la Lavra de Kiev. En un ejercicio de equilibrista dijo: "Hoy se ha dado un nuevo paso para reforzar la independencia espiritual de nuestro Estado y proteger a nuestra sociedad de la antigua y cínica manipulación de la religión por parte de Moscú. Ucrania es el territorio de mayor libertad religiosa de esta parte de Europa (...) y siempre lo será". El ministro de Cultura, Oleksandr Tkachenko, asegura que "la vida religiosa continuará en el territorio de la Lavra de forma pacífica, civilizada y legal."

 

No puede haber compromiso con Dios, nos quedaremos aquí".

Pavlo, metropolita a cargo del monasterio

 

Lejos de capitular, la jerarquía del EOU-PM ha decidido echar un pulso. En primer lugar, en el plano jurídico. La Iglesia ha presentado varios recursos, que están siendo examinados, y asegura que confía en que prevalezca la justicia de los hombres. Al mismo tiempo, sus representantes atacan violentamente al Gobierno actual. "Es un Gobierno de corruptos y estafadores", se queja el arzobispo Kliment.

El clero no está muy abierto al debate. "No puede haber compromiso con Dios, nos quedaremos aquí", proclamó el metropolita Pavlo, a cargo del monasterio de la Lavra, tras el largo oficio del miércoles por la mañana. El jueves por la mañana lo repitió ante unas docenas de fieles muy decididos, invitados a "proteger" la Lavra.

El éxito fue desigual. Hubo muchas gente el domingo 26 de marzo, pero menos el miércoles y aún menos el jueves. El metropolita Pavlo está ahora en el punto de mira de la justicia. El SBU le acusa de haber "justificado la agresión armada de la Federación Rusa contra Ucrania y glorificado a sus participantes", y también de haber "violado la igualdad de los ciudadanos en función de su pertenencia racial, nacional o regional y de sus creencias religiosas".

Tras una vista celebrada el sábado 1 de abril, un tribunal de Kiev le impuso arresto domiciliario durante 60 días. Deberá "llevar un dispositivo electrónico de vigilancia" y "abstenerse de comunicarse con los testigos del proceso". El clérigo sale así debilitado, si no neutralizado. La sublevación que esperaba no se produjo, aunque el fin de semana se registró un incidente en una parroquia de EOU-PM en Khmelnytskyi, ciudad del oeste del país: un sacerdote agredió a un soldado que le había interpelado sobre los vínculos de la Iglesia con Rusia.

En general, la Iglesia vinculada al Patriarcado de Moscú pierde terreno, según los estudios del Instituto Internacional de Sociología de Kiev. Sin embargo, sigue siendo importante para sus fieles, algunos de los cuales parecen realmente disgustados. "Estamos por la paz, construyan sus iglesias pero no se lleven las nuestras", dicen Serhyi y Dmytro, dos policías jubilados de unos cincuenta años venidos especialmente de Kryvyï Rih, en el centro de Ucrania.

Anton, estudiante de teología de 20 años, da muestras de patriotismo a quien quiera escucharle: su hermano sirve en el ejército y él se está formando en la Lavra de Kiev. "Soy ciudadano de Ucrania, amo a mi país, a mi gente, los respeto, pero no es justo. Nuestra iglesia no pertenece a Rusia, no rezamos por Putin, rezamos por las fuerzas armadas ucranianas". El joven de barba incipiente termina diciendo, por este orden: "Gloria a Dios, gloria a Ucrania, gloria a nuestros soldados que defienden nuestra tierra".

Discordia religiosa

Según Cyril Hovorun, la brecha entre la comunidad de creyentes y los altos jerarcas del EOU-PM es cada vez mayor. Estos últimos son objeto de atención por parte de Moscú: "Para controlar a la Iglesia, basta con controlar a los obispos. Rusia ha invertido mucho con este fin: les da dinero, les chantajea, les corrompe...", señala el teólogo. En su opinión, el discurso del Gobierno ruso sobre los ortodoxos perseguidos tiene como objetivo suscitar divisiones en el seno de la sociedad, no atraer nuevos adeptos.

Hasta ahora, esa estrategia ha fracasado. Desde el comienzo de la guerra, la población se ha mostrado unida, contrariamente a lo que Moscú esperaba. Pero la cuestión religiosa sigue siendo un terreno abonado para la discordia.

"Vino a verme una familia para bautizar a su hijo", explica el archimandrita Lavrenti, de la EOU. "Los abuelos son fieles al patriarcado de Moscú y bastante fanáticos. La abuela dijo que no podía rezar por su nieto si lo bautizaba la EOU. Las divisiones llegan a veces a calar en las familias. Pero es absurdo enfrentar los lazos familiares con las afiliaciones religiosas".

Para evitar un conflicto abierto, el Gobierno confía en la moderación de algunos miembros de la EOU-PM. Uno de los líderes de la comunidad, el archimandrita Abraham, anunció el miércoles por la noche que se unía a la EOU. La ministra de Cultura se felicita por ello y espera ver otras decisiones similares en los próximos días. En los pasillos de la Lavra, emerge la sensatez sobre todo entre quienes tienen fe pero no sotana. Como Iulia, de 35 años, cuyo delgado rostro apenas sobresale de su gran capucha negra: "Voy a las dos iglesias, nuestro Dios es uno, está en todas partes".

  

Caja negra

Publicado el sábado 1 de abril, este artículo se actualizó en Mediapart el lunes 3 de abril con el arresto domiciliario del metropolita Pavlo.

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Traducción de Miguel López

 

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