Le Pen pelea pero no logra dar la talla ante un Macron que sobresale sin demonizarla

Los dos candidatos a la segunda vuelta de las elecciones francesas, Emmanuel Macron y Marine Le Pen.

Lucie Delaporte | Ellen Salvi (Mediapart)

La palabra no fue pronunciada ni una sola vez. El miércoles 20 de abril, durante casi tres horas de debate con Marine Le Pen, Emmanuel Macron logró el tour de force de no mencionar nunca a la extrema derecha. Como ha hecho desde el inicio de la campaña entre las dos vueltas, el presidente saliente atacó a la candidata del Rassemblement National (RN) como una adversaria política ordinaria, "proyecto contra proyecto". Al final de la emisión, solo recordó que luchaba contra sus "ideas", su "partido y su historia", antes de añadir: "Pero te respeto".

Los dos contrincantes encontraron incluso tiempo para hacer pequeñas bromas en tono galante. Felicitándose mutuamente por ser mucho más "disciplinados" que hace cinco años con respecto al cronómetro, la primera achacando esta evolución a la vejez, mientras que el segundo le sonríe: "Tú, no se nota”. Estos intercambios corteses, por no decir encantadores, consiguieron llevar a buen puerto la empresa de "normalización" emprendida desde hace varios años por Marine Le Pen. Y que forman parte de la estrategia utilizada por Emmanuel Macron desde el inicio de su campaña.

Convencido de que la "demonización" de la extrema derecha ya no es eficaz y de que el "frente republicano" ha desaparecido después de 2002, el presidente saliente se apunta a la estrategia de conseguir votos a su favor, no contra su adversario. Una peligrosa apuesta que transformó la campaña entre las dos vueltas en un referéndum a favor o en contra de su proyecto y alimentó la idea de que el programa neofascista de Marine Le Pen constituiría una alternativa. Por ello, el debate del miércoles por la noche era "importante", subrayó, porque debía permitir "aclarar" el fondo.

Al final, no hubo ninguna aclaración. En lugar de aprovechar ese momento para exponer sus visiones del mundo, de la sociedad francesa y de los conflictos sociales que se dan en ella, los dos candidatos clasificados para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales dieron un repaso a sus propuestas sin crear ningún vínculo entre ellas. Emmanuel Macron no habló ni de racismo ni de xenofobia. Y sólo mencionó brevemente la "preferencia nacional", rebautizada como "prioridad nacional", que es sin embargo la piedra angular del proyecto de la candidata de RN.

Un gran momento de despolitización

Entre fórmulas generales y propuestas técnicas, el debate, a menudo inaudible, dio lugar a un gran momento de despolitización. Un debate anodino que permitió al presidente saliente explicar sus políticas, sin ser nunca cuestionado. Al no haber confrontación de ideas antes de la primera vuelta, pudo sobrevolar la campaña exactamente como lo había planeado. El miércoles por la noche, el hombre que ha trabajado durante todo su quinquenio para enfrentarse a un nuevo cara a cara con Marine Le Pen pudo recoger tranquilamente los beneficios de su estrategia.

Sobre todo porque Emmanuel Macron consiguió desestabilizar a su oponente desde los primeros minutos del debate. A la ofensiva en el tema de Rusia, recordó inmediatamente la dependencia de la candidata de RN del Kremlin, refiriéndose al préstamo que obtuvo en 2014 de un banco checo-ruso, como reveló Mediapart. Marine Le Pen trató de exponer su "solidaridad con el pueblo ucraniano", al tiempo que recordaba su oposición al bloqueo de las importaciones de petróleo y gas rusos, pero fue rápidamente neutralizada con los ataques de su oponente.

Destacando que había sido "una de las primeras políticas europeas, ya en 2014, en reconocer la anexión de Crimea", el presidente saliente se explayó en las razones de este apoyo. "Ustedes dependen del poder ruso y dependen de Putin", dijo, refiriéndose al famoso préstamo. Y añadió: "Cuando se habla con Rusia no se habla con otro líder, se habla con el banquero. No puede defender adecuadamente los intereses de Francia en este tema. Sus intereses están vinculados a personas cercanas al gobierno ruso”. 

Las respuestas de Le Pen demostraron que aún está lejos de la talla de "mujer de Estado" que promocionan sus carteles electorales

Marine Le Pen se defendió hasta la médula. "Lo que dices ahora es falso. He encontrado un tuit que hice el 9 de noviembre de 2014", señaló desplegando una hoja A3 en la que había impreso un antiguo mensaje: "Apoyo a una Ucrania libre, que no esté sometida a Estados Unidos, la UE o Rusia." Una defensa tanto más absurda cuanto todo el mundo sabe que la candidata de RN aplaudió de hecho la organización de un referéndum títere que avalaba la anexión de Crimea unos meses después. 

Las vacilaciones de Marine Le Pen demostraron que aún está lejos de la talla de "estadista" que pregonaban sus carteles electorales

Después de este intercambio de acusaciones, Le Pen nunca tomaría la iniciativa en el debate. Traumatizada por el cara a cara de 2017 y su ya famosa arenga "mira, están aquí... están en el campo, en las ciudades, en las redes sociales", Marine Le Pen había hecho todo lo posible para demostrar que estaba "preparada". En las últimas semanas, su entorno repitió que había trabajado mucho en los últimos cinco años y que podía aspirar fácilmente al cargo más alto de la República.

En varias ocasiones, la candidata ultraderechista pareció abrumada por el desarrollo del debate, sin poder siquiera defender sus propuestas clave, como la bajada del IVA en una cesta de productos básicos. Emmanuel Macron le dio la espalda en la mayoría de los temas tratados para subrayar mejor la "incoherencia" de su proyecto. El intercambio de argumentos sobre el diferencial entre inflación y crecimiento reveló a una Marine Le Pen todavía poco cómoda en temas económicos que el presidente saliente, procedente de la Inspección General de Finanzas (IGF) y ex ministro de Economía, se precia de conocer al dedillo.

La arrogancia de uno, la incoherencia del otro

Cortando a su interlocutor, el presidente saliente no ocultó su indignación ante algunas de sus afirmaciones. "¿Pero estás bromeando o qué?", le preguntó dos veces. Dijo: "Ay, ay, ay", durante una explicación sobre las pensiones. Pero también: "Es fascinante ver el cinismo con el que sigue. O de nuevo: "Se dice cualquier cosa siendo mentiroso”. Y finalmente: "Esta noche no es Gérard Majax [conocido ilusionista francés]. (Sí, la referencia es un poco antigua). 

Emmanuel Macron subrayó los errores y "falsedades" de su oponente, y volvió a su conocido tono profesoral: "No diga tonterías, por favor”. "No vienes lo suficiente al Parlamento", la reprendió de nuevo, a propósito de las negociaciones del tratado de libre comercio, en las que Marine Le Pen parecía titubear.

La candidata de RN fue incapaz de acorralar a su oponente y ni siquiera consiguió hacer nada respecto al escándalo de McKinsey [contratación de consultoras externas para realizar informes sobre las políticas del gobierno] que sus partidarios llevan retransmitiendo en bucle desde hace semanas hasta el punto de avergonzar al presidente saliente. Sacó esta carta torpemente, en tono de ironía, durante un debate sobre la remuneración por méritos de los profesores, provocando apenas una ceja levantada de su oponente. "Estaba esperando eso”, respondió Macron.

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Durante casi tres horas, la naturaleza profunda de ambos candidatos salió a la superficie. La arrogancia de uno, la incoherencia del otro. Este fue el caso, en particular, de sus intercambios de argumentos sobre la propuesta de Marine Le Pen de prohibir el velo en los espacios públicos. "Usted no ha leído mi ley", dijo la candidata de RN. "No, pero he leído la Constitución francesa", replicó el presidente saliente, antes de atacarle frontalmente por lo que calificó de "traición al espíritu francés y a la República". "Crearán una guerra civil si lo hacen", advirtió.

No fue hasta el final del debate cuando Emmanuel Macron expresó claramente el peligro que supondría la llegada de la extrema derecha al poder. Hasta ahora, los dos contrincantes se habían contentado con permanecer en sus zonas de confort, sin siquiera aventurarse en el campo de los problemas legales: el partido de extrema derecha ha sido condenado en el asunto de la financiación de la campaña, y el entorno del presidente está implicado en varios casos. Para concluir, el presidente saliente habló de "desacuerdos sinceros", pero "respetables". Marine Le Pen, en cambio, salió tan normalizada como siempre.

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