Marine Le Pen abraza la solución trumpista para sobrevivir a su condena judicial

¿Un fracaso? ¿Qué fracaso? En el mundo de la Reagrupación Nacional (RN), todo va según lo previsto, según lo prometido. La manifiesta falta de preparación de la formación de extrema derecha, sacudida por la condena por malversación de fondos públicos a su líder, sería completamente normal, a juzgar por los portavoces del partido. Lo mismo ocurriría con la negativa absoluta a pensar en un plan B, en caso de que el juicio de apelación, cuya sentencia definitiva debe dictarse en verano de 2026, confirmara la pena de inelegibilidad.
El lunes 31 de marzo, tras la precipitada salida de Marine Le Pen del tribunal de París, se celebró una reunión de crisis en la sede del partido. Fue un momento de intensa vacilación, ya que el escenario de una condena tan severa no había sido anticipado por nadie. La triple candidata a la presidencia incluso se negó a hablar de ello, por superstición, según algunos. “Nadie se lo esperaba”, afirmó la interesada en Le Parisien. “Racionalmente, nadie podría haber imaginado que la presidenta del tribunal basara su decisión en razones políticas”.
Pero no se trata de sacar lecciones del acontecimiento ni de anticipar escenarios para el futuro. Jordan Bardella, entronizado como primer ministro putativo desde el otoño de 2023, no habrá tenido tiempo de imaginarse como candidato al Elíseo. El lunes, Marine Le Pen dejó las cosas claras en el plató de TF1: “Jordan Bardella es una baza formidable para el movimiento, espero que no tengamos que utilizarla antes de lo necesario”.
Cada uno en su sitio, pues. Y no importa que la responsable política que decide esta cuestión tenga muy pocas posibilidades de presentarse a las elecciones presidenciales de 2027. Todo seguirá girando a su alrededor. El martes por la mañana, en CNews, el presidente de RN siguió los pasos de su jefa: “Mientras no hayamos tirado la toalla, me negaré a plantearme esa hipótesis”, respondió cuando se le preguntó sobre la posibilidad de su candidatura.
Jordan Bardella asumió esta falta total de previsión, reivindicando una lealtad pura y perfecta: “Asumo el riesgo. Marine Le Pen me lo ha dado todo en la política. Lo mínimo que le debo es continuar la lucha con ella hasta el final”. “¿Qué cambiaría usted en el campo nacional para acceder al poder? ¿Será usted, a diferencia de Marine Le Pen, quien una a las derechas?”, insistió la periodista Sonia Mabrouk, sin obtener una respuesta clara.
“Marine siempre estará ahí...”
“Tenemos un partido y un electorado bonapartistas. Si le dices a la gente que el plan B es mejor que el plan A, debilitas el plan A”, teoriza un miembro del partido en Mediapart. “El movimiento tiene las cualidades de sus defectos, la fuerte personificación también nos aporta mucho. El bonapartismo del partido tampoco puede ser una excusa, pero es una explicación.” “Desde hace veinticinco años, he tejido un vínculo especial con los franceses”, justificó Marine Le Pen en Le Parisien, señalando implícitamente el hecho de que no todo el mundo en el partido puede decir lo mismo.
Porque RN sigue siendo un “partido patrimonial”, según la expresión de la politóloga Safia Dahani. “El FN-RN es una organización centralizada, pero también y sobre todo patrimonial, en la que la presidencia es la principal autoridad [...] para afianzar los cuadros. Sus carreras dependen así de patrocinios particulares”, escribe en la obra colectiva Sociologie politique du Rassemblement national (edic. Presses universitaires du Septentrion, 2023).
A los cuadros del partido, totalmente dependientes de la figura tutelar de Marine Le Pen, nos les queda más que repetir su admiración por la jefa, “una auténtica leona que luchará hasta el final” (Jean-Philippe Tanguy), “extremadamente combativa y totalmente decidida a llegar hasta el final de la aventura presidencial” (Sébastien Chenu). Incluso a riesgo de perderlo todo a pocos meses de unas elecciones presidenciales que algunos consideraban casi ganadas. “Si hay algún problema, de todos modos hay una continuidad perfecta entre los dos”, intenta tranquilizar un cacique del partido. “Además, Marine siempre estará ahí...”
Hay que resistir la tentación de ser más duros. Hay que calmarse un poco
La ultracentralización del movimiento, combinada con su falta de preparación, ha provocado numerosas aproximaciones. El lunes, Jordan Bardella (presidente formal de RN, ndt) publicó un comunicado en el que pedía una confusa “movilización popular y pacífica”, sin dar más detalles. “Obviamente, no vamos a hacer una manifestación”, aseguró Jean-Philippe Tanguy al día siguiente a los periodistas presentes en la Asamblea Nacional.
“No estamos haciendo llamamientos a la concentración”, confirma a continuación uno de sus colegas diputados a Mediapart. “Si la gente quiere presentarse ante los palacios de justicia, es cosa suya, pero no es nuestra línea en absoluto”. Pero unas horas más tarde, el partido anunció una gran concentración para este domingo en París.
A lo largo de la semana, el partido ha venido atacando frontalmente al Estado de derecho y a los “jueces rojos” que amenazarían la democracia y transformarían Francia en una “dictadura de los jueces”. “El sistema ha lanzado la bomba nuclear”, exclamó Marine Le Pen en una reunión de su grupo en la Asamblea. Con acentos trumpistas, señaló con el dedo a este supuesto “sistema” que querría “robar las elecciones presidenciales” a los franceses.
“No se dan cuenta de lo que han sembrado. Nosotros sí nos damos cuenta, la batalla no ha hecho más que empezar”, añade un portavoz del partido de extrema derecha. En la revista Frontières, el diputado Julien Odoul ha llamado al máximo de personas a “venir a decir basta a la dictadura de los jueces, para salvar nuestra democracia que está amenazada”.
Atrapado entre activistas dispuestos a atacar a las instituciones y la voluntad de no tirar por la borda diez años de estrategia de “normalización”, el RN navega a la vista. “Deseo una trumpización de la Agrupación Nacional. No lidera la batalla cultural, no tiene movimiento callejero, movimiento juvenil, medios de comunicación...” se quejó el polémico ultraderechista Driss Ghali en CNews frente a un portavoz de RN. “Por eso no disuaden a los jueces que pueden ejercer su falta de neutralidad y darles lecciones de moralidad.”
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“Debemos resistir la tentación de ser más duros. Hay que calmarse un poco”, dijo a Mediapart un allegado de Marine Le Pen. “Hay un dicho que dice que tenemos veinticuatro horas para maldecir a los jueces, y después hay que pasar a otra cosa. Creo que vamos a aplicar ese dicho”. Es fácil decirlo, después de haber acusado al sistema de dictadura y avivado las brasas de la ira de sus partidarios al señalar a la justicia y al Estado de derecho como enemigos.
Traducción de Miguel López