Por qué la nueva escalada de violencia está poniendo en peligro los cimientos democráticos de Israel

Protesta este fin de semana en Tel-Aviv contra el plan gubernamental de reforma del sistema judicial.

René Backmann (Mediapart)

La localidad palestina de Huwara, en la Cisjordania ocupada, fue atacada el pasado domingo por la noche por decenas de colonos israelíes, tras la muerte de dos de ellos por disparos palestinos, en lo que el Gobierno calificó de "ataque terrorista palestino". Los enfrentamientos se produjeron tras la incursión del Ejército israelí del 22 de febrero en Naplusa, que causó 11 muertos y un centenar de heridos.

Las autoridades israelíes pidieron a los colonos que se calmaran el lunes 27 de febrero, y durante una reunión celebrada el domingo en Jordania, altos responsables jordanos, egipcios, israelíes, palestinos y americanos "reafirmaron la necesidad de emprender una desescalada sobre el terreno y evitar más violencia".

Antes de la escalada de este fin de semana, Mediapart (socio editorial de infoLibre) habló con el historiador israelí Daniel Blatman, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y especialista en nazismo y genocidio. En su opinión, los proyectos políticos del primer ministro israelí recuerdan el final de la República de Weimar. Según él, a este paso, podrían desembocar en una guerra civil.

Mediapart: Usted dijo recientemente que la actual crisis política en Israel le recordaba a la Alemania de 1933. Esta apreciación, formulada por un historiador especializado en el fascismo y el nazismo, que trabaja actualmente en la creación de un museo del gueto de Varsovia, es preocupante.

Daniel Blatman: Seamos claros. Evidentemente, no estoy comparando ideologías, sino procesos políticos. En Alemania, lo que ocurrió tras la llegada de Hitler al poder en enero de 1933 fue una especie de revolución que sólo duró unos meses. En seis o siete meses, el Reichstag había sido incendiado, el Parlamento había aprobado leyes que cambiaban el sistema de gobierno, que paralizaban a la oposición, que le impedían actuar. E incluso existir. En Israel, dos meses después de las elecciones, el gobierno de Netanyahu empezó a introducir, a través de la Knesset (Parlamento), que controla su coalición, cambios que se presentan como reformas pero que modifican la naturaleza misma del régimen, hasta el punto de amenazar la existencia misma del sistema democrático. Eso es exactamente lo que ocurrió en Alemania. El proceso consiste en debilitar el sistema lo más rápidamente posible y proponer una solución sin dar tiempo a la oposición para debatir y llegar a un compromiso. Los que dirigen esta revolución en Israel son ultra-extremistas. No digo que sean nazis. Hablo de judíos y ministros israelíes.

Pero si hombres como Bezalel Smotrich (ministro de Finanzas) o Yariv Levin (ministro de Justicia) dirigieran hoy grupos políticos en Francia, Alemania o cualquier otra democracia occidental, serían considerados neonazis. No son de extrema derecha, están mucho más allá. Insisto: son neonazis. Me dicen que lo que se está preparando en Israel será similar a lo que ocurre hoy en Hungría o Polonia. No es cierto. Es mucho peor. En realidad estamos más cerca de Turquía. Digamos que entre Turquía e Irán.

La decisión de Macron de recibir a Netanyahu para cenar fue especialmente estúpida. De hecho, es el único jefe de Estado del mundo occidental que lo ha hecho

Netanyahu quiere dar al gobierno tal poder que pueda controlarlo todo. Hungría, por ejemplo, sigue perteneciendo a la Unión Europea. Y sus dirigentes saben que si van demasiado lejos, el país perderá los fondos asignados por Bruselas. Eso les puede hacer reflexionar. Israel, que no tiene esos frenos, puede ir mucho más lejos. Israel es un país sin Constitución, un país que mantiene una ocupación militar impune desde hace más de sesenta años. Un país con tensiones internas entre grupos políticos poco frecuentes. Israel es un país en el que ya se ha cometido un asesinato político. Y la víctima fue el primer ministro.

La situación podría deteriorarse de un modo que nunca hemos conocido, ni siquiera imaginado, en la corta historia de este país. Por eso hago la comparación con la Alemania de 1933. Si el Gobierno logra imponer lo que llama su reforma del sistema judicial, estaremos ante una nueva realidad...

¿Eso qué significa?

Hoy nadie puede decirlo. Si Netanyahu y su coalición logran su objetivo, el sistema judicial estará totalmente controlado por el gobierno, que elegirá y nombrará a los jueces, no sólo para el Tribunal Supremo, sino para todo el sistema judicial. El equilibrio de poder entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial habrá desaparecido. Habremos entrado en una dictadura. Los ciudadanos no tendrán medios para defenderse del gobierno. Ya se trate de sus derechos civiles, de la protección de sus bienes o de su derecho a la oposición política, no tendrán nada que esperar del gobierno, que sólo protegerá a quienes lo apoyen. ¡Es irrealista! Pero eso es lo que podría pasarnos.

Netanyahu es un político populista, nada nuevo. Ha habido otros líderes populistas en Israel y en otras partes del mundo. Incluso en Europa. Pero lo que Netanyahu está haciendo hoy al denunciar la oposición entre el pueblo y las élites es cruzar el puente que le puede llevar a convertirse en un líder fascista.

Si Netanyahu logra su objetivo, el sistema judicial estará controlado por el gobierno, que elegirá y nombrará a los jueces, no sólo para el Tribunal Supremo. El equilibrio de poder entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial habrá desaparecido

Creo que es consciente de ello, porque es cualquier cosa menos tonto. Incluso es muy inteligente. Pero no sé si es consciente de que está llevando al país a riesgos a los que nunca antes se había enfrentado. No me refiero a los peligros que amenazaron al país entre 1967 y 1973, ni a los riesgos que pueden protegerse con un muro de seguridad. Dudo incluso en utilizar las palabras "guerra civil", pero podría ser algo parecido. Enfrentamientos, violencia en las calles como Israel nunca antes ha visto.

Desde hace casi dos meses, hay manifestaciones populares semanales de decenas de miles de personas, convocatorias en la prensa de intelectuales, economistas, militares que protestan o advierten contra los planes del gobierno. ¿Es probable que este rechazo masivo de las "reformas" propuestas por el gobierno le haga dar marcha atrás?

Fíjense en las manifestaciones. ¿Quiénes son las personas que protestan cada semana por decenas o a veces cientos de miles? La gran mayoría son personas que hasta ahora nunca se habían implicado en política, que nunca en su vida se habían manifestado contra el gobierno. Gente que nunca había salido a la calle a manifestar su rabia. Gente de clase media, intelectuales que se habían preocupado sobre todo de sus carreras, de sus trabajos, de su futuro personal. Se han convertido en políticos a una velocidad increíble.

¿Por qué? Porque han comprendido que la casa está ardiendo. Está claro que estas manifestaciones son esenciales para mostrar a Netanyahu que no todo el mundo está de acuerdo con él, y que los que rechazan sus reformas son cada vez más numerosos. Pero dudo que eso sea suficiente.

Por las mismas razones, no creo mucho en esas invitaciones al "diálogo" de las que se viene hablando desde hace unos días. Invitaciones que el Presidente Herzog ha acreditado con las suyas propias. ¿De qué diálogo estamos hablando? ¿De qué hablamos? Hasta la fecha, no hay nada sobre la mesa que permita abrir y alimentar un diálogo. ¿Vamos a hablar del 50% de dictadura o del 25% de dictadura? Esa no es la cuestión. Es más sencillo. ¿Queremos una Justicia independiente? ¿Queremos un poder controlado por contrapoderes? ¿Queremos instituciones democráticas? ¿Las queremos o no?

Como historiador, sé que destruir una democracia es muy fácil

Para ser sincero, no creo en absoluto en la buena fe de las personas que han propuesto esas "reformas". Ya sea el ministro de Justicia, Yariv Levine, o el presidente de la comisión de la Knesset encargada de preparar el proyecto de ley que se presentará a los diputados. No sé lo que ocurrirá. Lo que sí sé es que si no hay muy pronto una solución que garantice la independencia de la justicia israelí, será el principio del fin de Israel.

Esto no significa que el Estado desaparezca de la faz de la tierra, sino que la situación se volverá muy peligrosa. Ya hay gente que está buscando otros países para llevarse a la familia. Sabemos que si las "reformas" de Netanyahu entran en vigor, nuestras universidades tendrán dificultades para encontrar fondos extranjeros que les permitan funcionar, y los inversores de nuestro sector de alta tecnología buscarán invertir en otros países que sean jurídicamente más seguros. Los banqueros ya empiezan a quejarse de retiradas masivas y cierres de cuentas.

Como historiador, sé que destruir una democracia es muy fácil. Por eso tomé el ejemplo de Alemania en 1933. No hace falta una guerra civil ni una guerra mundial para provocar el colapso de un Estado. En Alemania, bastaron seis o siete meses en 1933 para que la democracia desapareciera. Hasta 1945.

Hace unos días, Joe Biden envió un mensaje a Netanyahu, a través de su Secretario de Estado, Antony Blinken, recordándole que la alianza entre Israel y Estados Unidos se basa, entre otras cosas, en el hecho de que ambos son democracias, fundadas en los mismos principios, en particular la independencia del poder judicial. ¿Cree que se lo ha tomado como una  advertencia?

Desde luego que sí. Sin duda es consciente del peso decisivo de la ayuda militar, diplomática y financiera de Washington. Pero también sé que los actos de los jefes de Estado extranjeros son más convincentes que sus palabras y, desde ese punto de vista, la decisión de Biden de no recibir a Netanyahu en la Casa Blanca desde su elección es un acto político muy elocuente que debe hacer reflexionar al primer ministro. Por otra parte, la decisión de Macron de recibir a Netanyahu para cenar fue particularmente estúpida. Es el único jefe de Estado del mundo occidental que lo ha hecho. Porque el aislamiento diplomático en el que se encuentra ahora Netanyahu es probablemente una de las pocas formas de presión de las que cabe esperar consecuencias.

¿Qué puede ocurrir en los próximos meses?

Creo que ya no debemos pensar en términos de meses, sino de semanas. Dentro de un mes y medio aproximadamente, la Knesset hará una pausa por la festividad religiosa de Pésaj. Si para entonces no se ha encontrado una solución para reducir la tensión que existe actualmente en la sociedad israelí, corremos el riesgo de entrar en un periodo de violencia interna como Israel nunca ha vivido.

¿Cómo se explica que Israel se encuentre en este punto? ¿Al borde de un enfrentamiento entre los que apoyan y eligieron a Netanyahu, es decir, una mayoría de israelíes que están cada vez más a la derecha, incluso a la extrema derecha, y una minoría que rechaza este giro a la derecha del electorado y de la sociedad?

El giro a la derecha es el resultado de un largo proceso con múltiples componentes. El primero es la ocupación de los territorios palestinos. La resistencia de los palestinos, la primera y luego la segunda Intifada, los diversos actos de violencia, todo ello ha contribuido a la aparición en el seno de la sociedad israelí el aumento de la intolerancia hacia los palestinos, pero también hacia los árabes israelíes (palestinos que son ciudadanos de Israel). Otro componente importante es el creciente peso de la religión.

Ser judío hoy, para muchos israelíes, es más importante que ser israelí. El judaísmo es ahora el valor dominante de la identidad israelí

A diferencia de la mayoría de las sociedades europeas, la sociedad israelí se ha vuelto cada vez más religiosa. Incluso las personas que no van a la sinagoga todos los días ni llevan kipá son cada vez más religiosas. Pero esa adhesión a la religión no significa un mayor respeto por cada palabra de la Torá o la halajá, es una cuestión de identidad. La identidad judía laica, la identidad israelí que era tan importante al principio del sionismo, se ha convertido en la identidad religiosa israelí.

Ser judío hoy, para muchos israelíes, es más importante que ser israelí. El judaísmo es ahora el valor dominante de la identidad israelí. La democracia es algo secundario. Por eso Israel no puede ser un "Estado democrático judío". Si el Estado es judío, no puede ser democrático. Puede ser una cosa o la otra, pero no ambas. Ese es todo el problema con la "Ley Fundamental" que proclama "Israel, el Estado-nación del pueblo judío", adoptada el 19 de julio de 2018 por la Knesset.

¿Cuáles podrían ser las consecuencias para los palestinos de un cambio autoritario en el régimen israelí?

Es obvio que si Israel se convierte en el Estado autoritario y dictatorial soñado por Netanyahu, los palestinos serán los primeros en sufrirlo. No creo en una anexión formal de Cisjordania ni en un establecimiento formal del apartheid: la presión internacional probablemente disuadirá a Netanyahu, que no quiere perder el apoyo fundamental de Estados Unidos. Pero podríamos asistir a un aumento de los "hechos consumados sobre el terreno" con un fuerte incremento de la construcción de asentamientos y de las demoliciones de edificios y confiscaciones de tierras en Cisjordania. Además de la prohibición a los partidos árabes de tener miembros electos en la Knesset, que no lo excluyo.

El 'apartheid' como signo de la impunidad israelí

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Desde la creación de Israel en 1948, ¿ha atravesado el país alguna crisis similar?

No. Israel, como todo el mundo sabe, ha vivido días difíciles. Crisis políticas y conflictos armados con sus vecinos. Pero hoy, lo que nos amenaza es un peligro mortal al que nunca nos hemos enfrentado y al que nunca pensamos que tendríamos que enfrentarnos algún día: la guerra civil. Cuidado, repito, el peligro está a nuestra puerta.

Traducción de Miguel López

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