La quiebra del Silicon Walley Bank pone a prueba las subidas de tipos a toda costa de los bancos centrales

Clientes esperan frente a una sucursal del Silicon Valley Bank en Wellesley, Massachusetts, Estados Unidos, el 13 de marzo de 2023.

Martine Orange (Mediapart)

Un banco que quiebra en cuestión de días, autoridades reguladoras obligadas a intervenir a toda prisa para apagar el incendio, miles de millones que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos, el Gobierno lanzando llamamientos a la calma... Todo esto trae algunos recuerdos. Desde el 9 de marzo, los fantasmas de la quiebra de Lehman Brothers y de la llamada crisis de las subprime han vuelto a acechar al mundo financiero. 

La quiebra de Silicon Valley Bank (SVB), la mayor quiebra bancaria desde 2008, ha desatado una oleada de pánico en Wall Street. Temiendo un posible contagio, todos los corredores de bolsa liquidaron sus posiciones bancarias: en pocas horas, las acciones de algunos bancos cayeron un 30, un 40, e incluso más de un 50%. En un solo día se esfumaron unos 60.000 millones de dólares de capitalización bursátil.

Para evitar el contagio, las autoridades bancarias de California, donde tiene su sede el SVB, cerraron el banco el 10 de marzo y aseguraron a los clientes que garantizarían sus depósitos a partir del lunes. En Washington, la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen –por otra parte ex presidenta de la Fed, y la Reserva Federal trabajan activamente para evitar el pánico en otros bancos. En la tarde del domingo 12 de marzo, las autoridades anunciaron que todos los clientes del Silicon Valley Bank tendrían acceso a todos sus depósitos a partir del lunes. Al mismo tiempo, han decidido crear un fondo para aumentar las garantías de los depósitos en caso de nuevas quiebras. Inmediatamente después, la Reserva Federal de Nueva York cerró otro banco, el Signature Bank, que estaba claramente en apuros.

El banco de las high-tech

Hasta hace unos días, el Silicon Valley Bank (SVB) era prácticamente desconocido para el gran público: su clientela se centraba esencialmente en el mundo de la tecnología y lo digital, las start-ups de la región, los fondos de inversión que las financian y apoyan, y los pequeños círculos en torno a los criptoactivos. Nadie cuestionaba su solidez: a principios de marzo, la revista Forbes le otorgó incluso el título de "mejor banco americano".

El edificio se derrumbó como un castillo de naipes. A principios de semana, Greg Becker, director general del banco que había vendido de manera oportunista algunos de sus títulos unas semanas antes anunció que, a raíz de una necesidad de liquidez provocada por unas retiradas de fondos de sus clientes mayores de lo previsto, había tenido que vender parte de su cartera mantenida en reserva.

Pero esos títulos, principalmente bonos del Tesoro americano y obligaciones compradas en un momento en que los tipos estaban casi a cero, habían perdido parte de su valor como consecuencia de la subida de tipos ordenada por el banco central americano. El resultado fue una pérdida de 1.800 millones de dólares para el SVB. Queriendo transmitir tranquilidad, la dirección anunció que lanzaría inmediatamente una ampliación de capital de 2.250 millones de dólares para reforzar su balance. En un escenario ya conocido, la agencia de calificación Moody's informó a la dirección del banco de que iba a rebajar su calificación.

El anuncio público de estas dificultades desató el incendio: el precio de la acción perdió más del 66% el 9 de marzo. El jueves por la mañana, un importante gestor de fondos de cobertura (hedge funds) aconsejaba a todos sus clientes que retiraran sus fondos del banco lo antes posible, mientras aún había tiempo. En cuestión de horas, el Silicon Valley Bank se enfrentaba a una auténtica corrida bancaria: según la autoridad reguladora californiana, la demanda de retirada ascendió ese día a 42.000 millones de dólares. El banco no pudo hacer frente y se hundió.

Los depósitos del banco están asegurados hasta un límite de 250.000 dólares. Más allá de eso, es un agujero negro. Algunas empresas se preguntaban, antes del anuncio federal, cómo podrán pagar a sus empleados en las próximas semanas. Una empresa de criptodivisas, la Circle Internet Financial, ya ha reconocido que tiene más de 3.300 millones de dólares invertidos en el Silicon Valley Bank: ya no puede asegurar la paridad entre su criptodivisa, el USD Coin, y el dólar. 

En la trampa de la subida de tipos

No es una casualidad que el sector de la alta tecnología sea el origen de las actuales tensiones del sistema financiero. Estuvo en el centro de la década de dinero gratis y tipos de interés cero, adoptada por los bancos centrales como salida a la crisis financiera de 2008. A lo largo de estos años, las empresas de este sector han recaudado miles de millones en capital, han practicado el efecto palanca en cantidades gigantescas y han conseguido que los fondos de inversión y los hedge funds accedieran a financiarlas sin restricciones, sin cuestionar la pertinencia de su modelo y mucho menos de sus innovaciones y actividades.

El Silicon Valley Bank ha estado en el centro de estos mecanismos, accediendo a dar préstamos sin discusión a sus clientes. A cambio de esos préstamos, las empresas abrían cuentas en el banco y depositaban allí su dinero. El banco creció como un hongo, al mismo ritmo que sus clientes, hasta el punto de convertirse en el 16º banco de Estados Unidos (207.000 millones de dólares en activos).

El mecanismo bien engrasado funcionó a toda máquina hasta el final de la pandemia, cuando el banco central americano cambió de línea, decidió endurecer su política monetaria y subir los tipos para frenar la inflación. Desde mediados de 2022, la Fed ha subido los tipos seis veces, hasta situarlos entre el 4,25 y el 4,5%.

Esto también ha llevado a los inversores a cambiar su punto de vista: ya no quieren crecimiento a toda costa, sino rentabilidad, liquidez. El sector de la alta tecnología, que a menudo le cuesta obtener beneficios, se encontró atrapado: los financieros ya no lo seguían, o lo hacían menos. Incluso los gigantes digitales tuvieron que dar explicaciones: se criticaron las enormes y hasta ahora deficitarias inversiones de Facebook con el Meta en desarrollo. Amazon también está bajo vigilancia, tras haber invertido fuertemente en Alexa, su dispositivo digital que ofrece servicios basados en la nube, sin cosechar los beneficios esperados.

La burbuja de la alta tecnología ha empezado a desinflarse. Desde finales de 2021, el índice Nasdaq de empresas del sector ha perdido más del 30% de su valor.

Esto ha tenido sus consecuencias para el Silicon Valley Bank. Sus clientes, muy endeudados y que ya no encontraban la financiación fácil a la que estaban acostumbrados, empezaron a retirar dinero de sus depósitos, recurriendo a su línea de tesorería para continuar con su actividad, para pagar sus vencimientos de crédito cada vez más elevados. Las retiradas empezaron a acelerarse a partir de mediados de 2022 y el banco, a su vez, empezó a encontrarse en apuros.

El dinero que sus clientes habían depositado se había invertido, en letras del Tesoro, en bonos americanos, –los activos financieros que se consideraban más seguros, pero en un momento en que los tipos estaban en su nivel más bajo. En cuanto los tipos empezaron a subir, estas reservas perdieron inexorablemente su valor: ¿por qué recomprar títulos que rinden un 0,2% cuando se pueden comprar bonos que prometen más de un 4%?

A finales de diciembre, cuando se cerraron las cuentas, el banco sabía que tenía una pérdida de capital latente de 15.000 millones de dólares en su cartera de reservas. Podría haber decidido liquidar sus posiciones y asumir sus pérdidas, para sanear su situación. En lugar de ello, optó por tomarse su tiempo. Eso podría haber funcionado si sus clientes, cada vez más preocupados, no hubieran aumentado sus retiradas en las últimas semanas. A falta de liquidez, la dirección tuvo que empezar a vender su cartera y reconocer las pérdidas. El mecanismo infernal se puso en marcha, llevándole al punto de la quiebra.

¿Un canario en la mina?

Desde la quiebra del Silicon Valley Bank, las autoridades y los analistas han venido lanzando mensajes tranquilizadores al considerar que la quiebra del banco sólo sería un accidente aislado y que no habría riesgo de contagio en el sistema bancario y financiero. Es decir, que este colapso bancario no sería el "canario en la mina" anunciador de una crisis financiera inminente (la expresión hace referencia a una práctica de los mineros en las minas de carbón: llevaban consigo al fondo un canario en una jaula; si éste dejaba de cantar, significaba que era inminente una explosión de grisú y que había que evacuar cuanto antes).

Sin embargo, es un presagio de graves problemas. En primer lugar, en el mundo de los criptoactivos, que se vio gravemente sacudido por la quiebra de FTX, y en el espacio de unas semanas varios fondos y bancos, entre ellos Silvergate, se hundieron a su paso. El anuncio de que Circle Internet Financial estaba atrapado con 3.300 millones de dólares en depósitos en el Silicon Valley Bank desencadenó una nueva fuga: en pocas horas, las plataformas de intercambio tuvieron que hacer frente a miles de millones de retiradas, y el miedo se extendió por todo el mundo.

También se vio afectado acto seguido el sector de la alta tecnología. La quiebra del Silicon Valley Bank ha sacudido un sector ya de por sí frágil. El sábado, un centenar de gestores de fondos de inversión y de capital riesgo firmaron una petición para pedir a las autoridades americanas que presten especial atención a la gestión de la quiebra de SVB. El banco "ha sido un socio de confianza y a largo plazo del sector del capital riesgo", afirmaron, y "durante 40 años ha sido una importante plataforma que ha desempeñado un papel fundamental en el servicio a la comunidad de start-ups y en el apoyo a la innovación económica en Estados Unidos".

Piden el apoyo de las autoridades bancarias para evitar el estrangulamiento de las empresas del sector. La razón: han invertido miles de millones de capital en el sector. Y se les ha escuchado

Reguladores al límite

Pero es en el sector bancario donde las repercusiones serán probablemente mayores. Desde el 10 de marzo está en marcha la caza del más débil y circulan ya nombres, sobre todo de bancos regionales, que están siendo inmediatamente castigados con caídas espectaculares de las cotizaciones.

Las autoridades reguladoras están al límite. Quieren evitar que el pánico se extienda a otros bancos. Pero también están en muy mala posición porque el problema puesto de manifiesto con la quiebra del Silicon Valley Bank puede encontrarse en muchos otros balances bancarios: muchas entidades tienen carteras de bonos en reserva como garantía de sus depósitos y de su solidez, y estas carteras se deprecian constantemente a medida que la Reserva Federal sube los tipos.

Los reguladores no podían ignorar esta situación. Sin embargo, durante meses hicieron la vista gorda y se limitaron a avalar las cifras presentadas por los bancos: mientras no se reconocieran pérdidas, podían atenerse al valor nominal. Por complacencia, incluso relajaron su supervisión de las entidades más pequeñas, entre ellas Silicon Valley Bank, ya que las normas introducidas durante la crisis financiera de 2008 les parecían a muchos demasiado rígidas y restrictivas. Mientras los grandes grupos bancarios americanos obtenían beneficios multimillonarios por sus actividades en los mercados, ni siquiera exigían a estos últimos que apuntalaran sus reservas.

Hoy, a pesar de las palabras tranquilizadoras de las autoridades, vuelven a surgir dudas y sospechas sobre la solidez del sector bancario y su capacidad para resistir vientos en contra. Y esta duda va mucho más allá de los bancos estadounidenses: todos los bancos occidentales se encuentran en situaciones comparables, todos llevan en sus balances las huellas de una década de dinero a interés cero.

El presidente de la Fed, Jerome Powell, responsable de la regulación bancaria, se encuentra en una situación complicada: ¿debe continuar con su endurecimiento monetario, subiendo más los tipos para frenar la inflación, como ha dicho que va a hacer, a riesgo de debilitar un poco más el sistema bancario? ¿O debe aflojar un poco para ayudar a los bancos a consolidar sus posiciones?

Se está produciendo un tira y afloja con el mundo bancario y financiero, que no quiere oír hablar de un endurecimiento de las normas y quiere volver a los benditos días de dinero libre que tanto les benefició.

  

Caja negra

Este artículo ha sido actualizado el 13 de marzo por la mañana para incluir las últimas novedades y decisiones de las autoridades federales americanas del 12 de marzo.

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Traducción de Miguel López

 

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