Sarkozy vuelve al banquillo acusado de financiar con dinero de Gadafi la campaña con la que llegó al Elíseo

El expresidente francés Nicolas Sarkozy llega al Palacio de Justicia en París.

Fabrice Arfi (Mediapart)

Tres minutos, cuatro sillas y una escaramuza. Así podría resumirse la primera jornada del histórico juicio del caso Sarkozy-Gadafi, que se inició este lunes 6 de enero en el tribunal de París. El ex presidente de la República Francesa esperó hasta las 13:27 horas para entrar en la sala, tres minutos antes de la apertura del proceso.

Nicolas Sarkozy, acostumbrado ya a estas salas –este es su quinto juicio en cinco años–, nunca acude solo en estas circunstancias. Le acompaña todo un cortejo, aunque sólo sea para demostrar que no es un hombre solitario, abandonado a su triste destino judicial.

Lo componen su jefe de gabinete, Michel Gaudin (condenado junto a Claude Guéant en el asunto de los sobresueldos en metálico en el ministerio del Interior), su secretaria de prensa, Véronique Waché, especialista en comunicación de procesos judiciales, Guillaume Didier, ex portavoz de Rachida Dati en el ministerio de Justicia, así como su hermano Guillaume Sarkozy y su ex abogada, Jacqueline Laffont, que han venido a mostrar su apoyo al ilustre procesado.

Nicolas Sarkozy apareció con un traje azul marino con finas rayas blancas, luciendo su bronceado de las Seychelles, adonde fue a recargar las pilas durante las fiestas de fin de año antes del nuevo maratón judicial que le espera, pocos días después de conocer la sentencia por corrupción en el escándalo Bismuth.

A los característicos tics en los hombros y expresiones faciales, se suma ahora una nueva curiosidad, casi malsana, pero inevitable: cuando se recoloque los calcetines, ¿se le verá el brazalete electrónico al que ha sido condenado a llevar por el caso Bismuth? La respuesta es no. El ex presidente no lo lleva. Todavía no.

Sus ex ministros Claude Guéant, Brice Hortefeux y Éric Woerth, que luego se convirtieron en coacusados en el asunto de la financiación de Libia, ya están allí. A toda esa gente bien, rodeados por un bosque de togas de abogados, se les ve relajados. Las conversaciones son amistosas. Algunos de ellos –Nicolas Sarkozy, Claude Guéant y Brice Hortefeux– no han podido verse ni hablar desde hace años debido a su control judicial.

Hay otros acusados más discretos que no han tenido el honor de recibir esos calurosos saludos. Una dura condena social para aquellos que han estado cerca pero que ahora deben ser evitados, como el intermediario y presunto corruptor Alexandre Djouhri o el especulador Thierry Gaubert, amigo íntimo de Nicolas Sarkozy, del que se demostró que había recibido fondos libios en febrero de 2006 justo después de escribir en una nota de su agenda electrónica: “Ns-Campagne”.

Otros brillan por su ausencia, lo que no es ninguna sorpresa. Entre ellos, Béchir Saleh, antiguo jefe de gabinete de Gadafi, y Ziad Takieddine, el otro presunto corruptor, oculto en Líbano desde su condena en el asunto Karachi, un caso político-financiero anterior de gran repercusión.

Cuatro sillas plegables

Se abre la vista, que parece una reconstitución de una liga en desbandada. Nicolas Sarkozy, Claude Guéant, Brice Hortefeux y Éric Woerth ocupan su sitio, uno al lado del otro, en cuatro sillas plegables como símbolo de tanto poder político en el pasado confinado ahora en unos asientos tan pequeños para soportar la intemperie del calvario judicial. Todos dijeron ser “jubilados” cuando se les pidió que se identificaran ante la presidenta del tribunal, Nathalie Gavarino, salvo Nicolas Sarkozy, que se presentó como abogado.

Entre los cuatro han ocupado en el pasado muchos cargos: Jefe de Estado, ministro del Interior, del Presupuesto, de Trabajo, de Entidades Locales, secretario general del Elíseo, director de la Policía Nacional, diputado, eurodiputado, alcalde, supervisor financiero de la Asamblea Nacional, presidente de la Comisión de Finanzas, presidente de sección. Décadas de poder y mandatos acumulados, enfrentados aquí y ahora a una terrible sospecha. ¿La Francia que representaban pactó contra toda racionalidad con la dictadura de Muamar Gadafi antes de la campaña presidencial de 2007?

Los jueces de instrucción, que dirigieron la investigación durante diez años y elaboraron un impresionante informe de síntesis de 557 páginas, y los fiscales de la Fiscalía Nacional Financiera (FNF), que llevan el caso ante los tribunales, así lo creen y lo afirman.

Según sus palabras y sus escritos, eso se llama corrupción, organización criminal, financiación ilegal de una campaña electoral o receptación de de fondos públicos malversados, los cuatro presuntos delitos por los que Nicolas Sarkozy está siendo juzgado.

Como un eco disonante, la defensa de los acusados alega que todo es una fábula, una conspiración, constructos intelectuales fantasiosos o, en definitiva, un profundo vacío. Eso es lo que se verá en los debates, que durarán más de tres meses. Van a por todo.

Una escaramuza

Pero antes de entrar en el fondo de la cuestión, esta primera vista se dedicó, como es habitual, a los vicios de procedimiento que los abogados de la defensa creen haber identificado. En primer lugar, Jean-Yves Dupeux, abogado de Brice Hortefeux, pidió al tribunal que se declarara incompetente, argumentando que los hechos de los que se acusa a su cliente tuvieron lugar cuando era ministro y que, por tanto, deberían ser juzgados por el Tribunal de Justicia de la República (TJR), el único competente para juzgar los delitos presuntamente cometidos por miembros de un gobierno en el ejercicio de sus funciones.

Sin embargo, el abogado consideró que debía aclarar al tribunal que su petición no era una “moción de desconfianza” ni un intento de escapar a la justicia ordinaria en la medida en que Brice Hortefeux no tiene, dice, “nada que reprocharse”. Pero si pudiera ser juzgado por el TJR, que tiene la particularidad de estar compuesto por una gran mayoría de... políticos (parlamentarios), aún sería mejor.

Según Jean-Yves Dupeux, todo lo que hizo su cliente en Libia se llevó a cabo en el marco de sus prerrogativas como ministro delegado de las entidades locales (francesas), bajo la autoridad de su ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. “Se trata de un caso de manual de la jurisdicción del TJR”, asegura.

Uno de los tres fiscales de la FNF presentes en la vista, Sébastien de la Touanne, procedió a desmontar ese argumento. Explicó detenidamente por qué, en su opinión, la visita de Brice Hortefeux a Trípoli en diciembre de 2005, poco tenía que ver con su cargo ministerial. Una visita durante la cual se reunió en secreto detrás de la embajada francesa, sin traductor ni guardaespaldas, pero en compañía de Ziad Takieddine, con un dignatario libio llamado Abdallah Senoussi, buscado por la justicia francesa por haber organizado el atentado terrorista contra el avión DC-10 de UTA (170 muertos), justo antes del ingreso del dinero libio en la cuenta de su amigo Thierry Gaubert.

Usted quiere hacernos creer que existe algún tipo de asociación entre magistrados que guardan un enorme rencor a Nicolas Sarkozy. ¿No cree que esta fábula se ha escuchado ya bastante?

El fiscal Quentin Dandoy a la defensa de Nicolas Sarkozy

En la misma línea, Jean-Michel Darrois, uno de los abogados de Nicolas Sarkozy, también afirmó que el tribunal era incompetente y, además, pidió que se reconociera la inmunidad presidencial por los actos de los que se acusaba a su cliente cuando era presidente de la República. Comenzó diciendo: “Es la primera vez que un Jefe de Estado es procesado por corrupción. Es un momento a considerar”.

El alegato del abogado, durante el cual no dejó de referirse a Gadafi como “Mohamed” en lugar de “Muamar”, dio lugar a la primera escaramuza directa entre la FNF y Nicolas Sarkozy.

Reprochando a la FNF y a “ciertos jueces de instrucción” del tribunal de París que creyeran que “Nicolas Sarkozy es de su dominio exclusivo”, el abogado del ex presidente alegó la existencia de un ensañamiento judicial contra su cliente; peor aún, de una supuesta animadversión personal hacia él por parte de toda una cadena de magistrados.

Esto hizo reaccionar a otro fiscal de la FNF, Quentin Dandoy, que enérgicamente señaló que las cuestiones planteadas por Jean-Michel Darrois ya habían sido decididas por el Tribunal de Apelación de París durante la instrucción. “Usted quiere hacernos creer que existe una especie de asociación entre magistrados que guardan un enorme rencor a Nicolas Sarkozy. Este tipo de insinuaciones atentan gravemente contra la independencia de la justicia. ¿No cree que ya se ha oído bastante esta fábula?”, replicó, mientras a Nicolas Sarkozy se le veía inquieto en su asiento, murmurando y dando muestras de nerviosismo. “Espantoso”, dijo el ex presidente.

El fiscal Dandoy no dudó en utilizar un tono irónico para rebatir los argumentos de la defensa del ex Jefe del Estado, lo que no pareció del gusto de la presidenta en cuanto a las formas. “La palabra es libre, pero la ironía no tiene cabida», le dijo al fiscal.

Nicolas Sarkozy aprovechó la ocasión: "Sí, eso me ofende.”

“Sólo respondo a Nicolas Sarkozy, que dice que lo que digo es espantoso, mientras que sólo expongo los hechos”, prosigue el fiscal. Sin ironía. Fríamente.

Está previsto que el juicio se reanude el miércoles 8 de enero, que se dedicará de nuevo a cuestiones de procedimiento.

El Supremo francés confirma la primera sentencia definitiva contra Sarkozy por corrupción

El Supremo francés confirma la primera sentencia definitiva contra Sarkozy por corrupción

 

Traducción de Miguel López

 

Más sobre este tema
stats