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Los siete días que precipitaron la caída del régimen de terror en Siria

Un hombre sirio rompe una fotografía de Bashar al Asad en Belgrado.

Joseph Confavreux (Mediapart)

Ha bastado una semana para revertir por completo una situación militar y política congelada desde 2018, cuando el régimen sirio reconquistó Guta, la principal bolsa rebelde a las afueras de Damasco, tras asegurarse en 2016 el control de Alepo con el apoyo de la aviación rusa y el Hezbolá libanés.

En la noche del 7 al 8 de diciembre, el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTC), que llevaba diez días al mando, anunció en Telegram: “Declaramos la ciudad de Damasco liberada del tirano Bashar al Asad”.

Incluso teniendo en cuenta la deserción de los dos padrinos del régimen de Asad –Rusia, ocupada con Ucrania, e Irán, debilitado por la guerra con Israel–, la velocidad del avance de los rebeldes sirios parecía impensable.

El pasado fin de semana, desde su bastión de Idlib, en el noroeste del país, los rebeldes conquistaron Alepo, la segunda ciudad del país, para emprender la principal carretera que la une a la capital, 360 kilómetros más al sur.

En pocos días, los rebeldes alcanzaron Hama, ciudad símbolo de la dictadura del clan Asad desde principios de los años 80, y el sábado 7 de diciembre entraron en Homs, ciudad que se supone es la principal línea de defensa de la capital siria.

La capital siria se vio entonces rodeada por los rebeldes llegados del norte y los de la provincia de Deraa, al sur, la ciudad donde comenzó la revolución popular de 2011 y la sangrienta represión que siguió.

Al mismo tiempo, las fuerzas gubernamentales se retiraron de la provincia de Deir ez-Zor, en el extremo oriental del país, ante el avance de las fuerzas kurdas.

Desaparece la dictadura de al Assad

Un avance tan rápido demuestra que no es sólo el ejército del régimen, mal pagado y desmotivado, el que se ha derrumbado de repente, sino todo un país que estaba esperando la oportunidad de ver desaparecer la dictadura al Asad: el padre Hafez de 1970 a 2000, y luego el hijo Bashar durante casi un cuarto de siglo.

Desde la caída de Alepo en manos de los rebeldes la semana pasada, muchos residentes han señalado que nunca ha habido tanto pan y electricidad en la ciudad desde que fue reconquistada por el régimen sirio en 2016.

Esto demuestra que la caída de Bashar, por encima de consideraciones políticas e ideológicas, marca ante todo la caída de un régimen que había llevado la corrupción y la prevaricación a tal nivel que habían hecho insoportable la vida cotidiana de los sirios, incluso en las zonas que controlaba.

La repentina popularidad de los rebeldes que acaban de derrocar al régimen también tiene que ver con el hecho de que han abierto sistemáticamente las cárceles de las ciudades que han venido liberando del yugo del régimen. Gracias a ello, algunas familias han podido encontrar a parientes que desaparecieron cuando eran adolescentes y que ahora tienen más de cincuenta años, como se relata en este increíble reportaje de The Guardian .

Las cárceles sirias estaban tan abarrotadas y eran tan violentas –con una práctica de la tortura pocas veces igualada– como inaccesibles y opacas, lo que le valió a Siria el apodo de “el país del silencio”. No cabe duda de que el miedo causado por los Mukhabarat, los servicios de inteligencia sirios que han encarnado la dictadura de Al Asad, ha cambiado de bando en los últimos días, al menos en parte.

En un discurso leído a primera hora del domingo 8 de diciembre en la televisión pública siria, aparecieron en pantalla nueve personas para anunciar la liberación de todos los prisioneros detenidos “injustamente”.

Los rusos y los iraníes, en consulta aprovechando la cumbre de Doha celebrada el sábado 7 de diciembre, no habrían podido –o bien habrían renunciado– a salvar el régimen de Bashar al Asad, como hicieron entre 2014 y 2015, cuando ya estaba al borde del colapso.

La información aparecida en el New York Times a primera hora de la mañana del sábado 7 de diciembre, basada sobre todo en fuentes iraníes, afirmaba que Irán había comenzado a repatriar a su personal diplomático y a algunos de sus asesores militares presentes en Damasco, lo que ya hacía pensar que Teherán estaba optando por no apoyar a su aliado sirio, dejando el camino libre a los rebeldes islamistas.

Sin duda es demasiado pronto para saber si el grupo Hayat Tahrir al-Sham, surgido de una escisión del Frente al-Nosra afiliado a Al Qaeda, se ha limitado a suavizar su imagen o ha cambiado realmente su ideología y sus prácticas.

Últimamente, ciertos acontecimientos en la ciudad de Idlib, que el grupo administra, han dado lugar a signos de apertura real, en particular sustituyendo muchos imanes salafistas, seguidores de un Islam extremo, por imanes sufíes, de mentalidad mucho más abierta.

Hoy, 8 de diciembre de 2024, anunciamos el fin de esta era oscura y el comienzo de una nueva era para Siria

El grupo Hayat Tahrir al-Sham en Telegram

Desde el inicio de la ofensiva en Alepo, el grupo se ha esforzado sobre todo por tranquilizar a las distintas minorías de este país multiconfesional, muchas de las cuales habían optado por apoyar a Bashar al-Assad al principio de la guerra civil por miedo a los yihadistas suníes.

Construir una nueva Siria basada en la democracia y la justicia

En las zonas liberadas los últimos días, los rebeldes han hecho esfuerzos por asegurar a cristianos, kurdos e incluso alauitas –comunidad de la que procede Bashar al Assad– de que su voluntad es crear una Siria democrática formada por todos sus componentes religiosos y políticos.

“Tras cincuenta años de opresión bajo el régimen de los al Assad, trece años de crímenes, tiranía y desplazamientos, y tras una larga lucha y enfrentamiento con todas las formas de fuerzas de ocupación, anunciamos hoy, 8 de diciembre de 2024, el fin de esta era oscura y el comienzo de una nueva era para Siria”, escribió el grupo islamista HTC en Telegram.

Mazloum Abdi, comandante en jefe de las Fuerzas Democráticas Sirias, una coalición dominada por combatientes kurdos, ha declarado en un comunicado: “Vivimos tiempos históricos en Siria al ser testigos de la caída del régimen dictatorial de Damasco. Este cambio es una oportunidad para construir una nueva Siria basada en la democracia y la justicia, que garantice los derechos de todos los sirios”.

En cuanto al actual primer ministro sirio, Mohammad Ghazi al Jalali, ha dicho estar dispuesto a “cooperar” con un nuevo “liderazgo” elegido por el pueblo, precisando que el domingo por la mañana estaría en su despacho de la sede del gobierno para cualquier procedimiento de “traspaso” del poder.

“Este país puede ser un país normal, construyendo buenas relaciones con sus vecinos y con el mundo [...], pero esta cuestión será competencia de cualquier liderazgo elegido por el pueblo sirio, y estamos dispuestos a cooperar y darle todas las facilidades posibles”, dijo en un vídeo publicado en su cuenta de Facebook.

Por parte de las cancillerías occidentales, un comunicado publicado a mediodía del domingo por el ministerio de Exteriores francés ha afirmado que “Francia celebra la caída del régimen de Bashar al Assad”, haciendo referencia a un “día histórico para Siria y el pueblo sirio” después de “más de trece años de represión y violencia extrema” contra quienes se oponían al régimen. La diplomacia francesa “pide una transición política pacífica que respete la diversidad del pueblo sirio y proteja a los civiles y a todas las minorías”.

Alemania, que fue el único país europeo que abrió sus puertas de par en par a los refugiados sirios que huían de la guerra, declaró en un comunicado de la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, que “el fin de al Assad es el primer gran alivio para millones de personas en Siria”. Añadió que “el país no debe caer ahora en manos de otros radicales, sea cual sea la forma que adopten”.

El domingo, el presidente francés, Emmanuel Macron, expresó en la red social X su satisfacción por la “caída del Estado de la barbarie” en Siria, al tiempo que subrayó que Francia seguirá “comprometida con la seguridad de todos” en la región.

Según testigos contactados por la Agencia France-Presse (AFP) en la mañana del domingo 8 de diciembre, varias personas que se habían congregado en torno a la plaza de los Omeyas, en el centro de Damasco, habían derribado una estatua de Hafez al-Assad, padre de Bashar, según imágenes de la AFP.

Según el testimonio de esos residentes contactados por AFP, los soldados del régimen se quitaban a toda prisa sus uniformes al salir del cuartel general del Estado Mayor en la plaza de los Omeyas, mientras seguían oyéndose disparos en toda la ciudad.

Las imágenes del palacio presidencial abandonado por Bashar al-Assad y tomado por los sirios en la mañana del domingo 8 de diciembre recuerdan a los palacios de Bagdad y Túnez tras la huida de Sadam Hussein y Ben Alí.

Irak se hundió entonces en la guerra civil y Túnez, tras una revolución democrática fracasada, volvió al autoritarismo: dos ejemplos que nos obligan a recordar que la salida de un dictador no basta para asegurar el destino democrático de un país liberado de la opresión.

La violación de menores o los otros crímenes de guerra del régimen sirio

Pero también son un recordatorio de hasta qué punto la caída de un tirano que ha gobernado un país de forma autoritaria y sanguinaria durante décadas puede transformarlo profundamente. Hoy, Siria se sumerge sin duda en lo desconocido, pero al menos recupera la esperanza.

 

Traducción de Miguel López

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