Por qué los resultados en Turingia, nuevo bastión de la ultraderecha, decidirán el futuro político de Alemania

La vicepresidenta del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, llega a una conferencia de prensa del partido AfD en Berlín, Alemania, este lunes

Romaric Godin (Mediapart)

Por primera vez en la historia de la República Federal de Alemania, un partido de extrema derecha liderado por un nostálgico nazi se ha impuesto en unas elecciones regionales. En Turingia –antiguo land de la República Democrática Alemana (RDA), hoy el más pobre del país y con 2,1 millones de habitantes–, Alternative für Deutschland (AfD) obtuvo la mayor proporción de votos en las elecciones de este domingo 1 de septiembre para renovar el Parlamento regional, el Landtag.

Liderada a nivel regional por Björn Höcke, un notorio admirador del Tercer Reich, la AfD obtuvo el 32,9% de los votos, según los resultados definitivos, 9,5 puntos más que en las últimas elecciones de 2019. La ultraderecha de Turingia ya había ha logrado un resultado cercano al 33,5% en las elecciones europeas de junio. El domingo por la noche, Björn Höcke ha reivindicado el liderazgo de la futura coalición regional.

Mayorías salientes castigadas

La AfD se sitúa por delante de la conservadora Unión Cristiano-Demócrata de Alemania (CDU), que gana 1,9 puntos y obtiene el 23,6% de los votos. A pesar de ese pequeño crecimiento, es el segundo peor resultado de la CDU en unas elecciones regionales en Turingia después de 2019. En tercera posición, con el 15,8% de los votos, el partido autodenominado “conservador de izquierdas” de Sahra Wagenknecht (Bündnis Sahra Wagenknecht, BSW, Alianza Sahra Wagenknecht) que se presenta por primera vez. En junio, su partido obtuvo el 15% de los votos en Turingia en las elecciones europeas.

El partido de Sahra Wagenknecht se sitúa por delante de su antiguo partido de izquierdas, Die Linke, descendiente del antiguo partido dominante de la RDA, el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), que aún obtuvo el 31% de los votos en 2019 y que esta vez solo ha conseguido el 13,1%.

El partido del canciller federal socialdemócrata Olaf Scholz, el SPD, obtuvo poco más del 6%, justo para conservar los diputados regionales, pero con un descenso de 2,1 puntos respecto a su mínimo histórico en 2019. Los otros dos partidos de la coalición federal, los Verdes y los Liberales del FDP, quedan excluidos del nuevo Landtag. Los Verdes pierden 2 puntos hasta el 3,2%, los Liberales 3,9 puntos hasta el 1,1%.

En Sajonia, un land más al este, también parte de la antigua RDA y con una población de 4,1 millones de habitantes, la AfD quedó segunda, pero pisándole los talones a la CDU. Según los resultados definitivos, el antiguo partido de Angela Merkel obtuvo el 31,9% de los votos, prácticamente estable (-0,2 puntos) respecto a las elecciones de 2019, cuando obtuvo su peor resultado en una región que ha sido su bastión desde 1991. La AfD quedó muy cerca con el 30,6% de los votos, 3 puntos más que en 2019. Al superar el 30%, el partido se ha consolidado como la principal fuerza de oposición a la CDU.

Además de la confirmación de la posición de la AfD en las altas esferas y la irrupción del BSW, el tercer hecho relevante de esta jornada electoral ha sido la dura derrota de la coalición berlinesa llamada “semáforo”

El BSW de Wagenknecht, también tercero en Sajonia, se abrió paso con el 11,9% de los votos, arrebatando muchos votos a Die Linke, que bajó 5,9 puntos hasta el 4,5%. El SPD se mantiene estable con un 7,3% y Los Verdes se han salvado por poco en el Landtag con un 5,1%, pero sufrieron una caída de 3,5 puntos. El FDP obtuvo menos del 1%.

Las mayorías salientes fueron derrotadas en ambos länder. En Turingia, la alianza liderada por Die Linke con el SPD y Los Verdes (y tolerada por la CDU) ya no puede alcanzar la mayoría de escaños. En Sajonia, la coalición CDU-Los Verdes-SPD perdió la mayoría por un voto. La aparición del BSW rompió las alianzas de los partidos tradicionales y confirmó el estrechamiento de posibilidades en la política alemana.

Esta jornada electoral estuvo marcada por la dura derrota de la coalición en el poder federal conocida como el “semáforo” (por los colores de los tres partidos, ndt), formada en torno al canciller Olaf Scholz y su partido SPD, Los Verdes y los liberales del FDP. El domingo por la noche, el Frankfurter Allgemeine Zeitung anunciaba “un tsunami de ira contra el ‘semáforo’".

Es cierto que ni Turingia ni Sajonia son bastiones de esos tres partidos, pero el rechazo es, no obstante, evidente. En Turingia, la CDU salió algo beneficiada y ganó votos. El SPD perdió votos en ambos länder, y el FDP y Los Verdes perdieron escaños, sufriendo estos últimos una auténtica derrota electoral, aunque salvaron su presencia en el parlamento. El liberal FDP registró resultados anecdóticos. En términos más generales, el doble ascenso de la AfD y el BSW refleja un rechazo a las actuales políticas federales.

Los resultados también parecen que van a ser desastrosos en el land de Brandeburgo, donde se renovará el parlamento el 22 de septiembre. El SPD teme verse superado por la AfD, mientras que Los Verdes podrían perder sus escaños.

La derrota de la coalición federal

Es cierto que la coalición federal defiende todo y su contrario. Pretende llevar a cabo una ambiciosa política climática y social, pero está recortando el presupuesto de transición y las prestaciones sociales para satisfacer la obsesión del ministro de Finanzas, Christian Lindner (FDP), por el equilibrio presupuestario. Recientemente, incluso la ayuda a Ucrania, a pesar de ser uno de los raros puntos de acuerdo entre los tres partidos, fue víctima del deseo del ministro de cumplir con el famoso “freno a la deuda”, un mecanismo constitucional que limita los déficits pero que también puede suspenderse.

El Gobierno de Scholz es además incapaz de sacar a Alemania de su atolladero económico. Desde 2019, el país vive un auténtico estancamiento económico. En el segundo trimestre de 2024, el PIB cayó un 0,1%. En cómputo anual, creció un 0,3% y un 0,6% respecto al mismo trimestre de 2019.

Un estancamiento real que, lógicamente, plantea un problema de redistribución. Los salarios reales cayeron bruscamente durante el periodo inflacionista y no se han recuperado, mientras que los beneficios están bajo la presión de la competencia internacional. El problema de Alemania es estructural: la industria del país, mimada durante mucho tiempo por los bajos precios de la energía y el crecimiento chino, se ha dormido en los laureles. Ahora se ve lastrada por la guerra de Ucrania y el ascenso de China. El índice PMI de S&P, que mide la actividad de la industria manufacturera alemana, lleva más de dos años por debajo de 50, lo que indica una contracción.

Un «juego de suma cero”

En estas condiciones, el empleo se ha mantenido, pero a costa de un aumento del trabajo a tiempo parcial y de bajos salarios. A pesar de su reciente subida, los salarios reales siguen estando por debajo de su nivel de 2019. Una cuarta parte de los trabajadores alemanes ganan menos del 66% del salario medio, a pesar de la introducción de un salario mínimo federal en 2018, y los pensionistas se ven afectados por la pobreza. En 2022, el 17,5% de los mayores de 65 años estaban en riesgo de pobreza, y la situación no ha mejorado desde entonces, dada la inflación.

Todo ello sienta las bases de un “juego de suma cero”, en el que la distribución de la riqueza a unos se hace a costa de otros. En este escenario, si la población se niega, como es el caso en Alemania, a impugnar la redistribución de la riqueza entre el trabajo y el capital, la batalla política se convierte en una batalla de redistribución dentro del trabajo. Es una oportunidad para la extrema derecha, que puede denunciar los “privilegios” de los emigrantes y jugar con los miedos culturales.

Esta estrategia parece haber triunfado, ya que el país ha experimentado dos grandes oleadas migratorias desde 2015, primero desde Oriente Medio y luego desde Ucrania. Ciertamente, Alemania necesita la inmigración para hacer frente al descenso de su población, sobre todo en los Estados federados del este, que se están despoblando. Pero la AfD ha sabido utilizar los temores ligados a la inmigración y los diversos atentados contra Alemania para centrar el debate en esta cuestión.

Esto no solo ha marginado a Die Linke, el partido de izquierdas surgido del antiguo SED, el partido dominante en la RDA, sino que también ha provocado su escisión y la aparición del movimiento “conservador de izquierdas” de Sahra Wagenknecht (BSW), que asume plenamente este “juego de suma cero” y defiende los intereses de los nativos” frente al “coste” de los recién llegados.

Un discurso especialmente popular en los dos Estados federados que han votado el 1º de septiembre. Sajonia y Turingia son länder envejecidos. La edad media en Sajonia es de 46,8 años y en Turingia de 47,5, frente a la media alemana de 44,6 años. Son Estados pobres. Turingia tiene el PIB per cápita más bajo de Alemania, con 35.715 euros.

Sajonia es el más rico de los Estados de la antigua RDA, pero sigue estando por debajo del más pobre de los Estados occidentales, con 38.143 euros per cápita. A modo de comparación, la media alemana es de 48.750 euros per cápita, la de Baviera de más de 57.000 euros y la de Hamburgo de más de 70.000 euros.

Estos Estados federados se desindustrializaron tras la reunificación, y el empleo se concentra en los servicios, donde los salarios son más bajos y menos dinámicos. A pesar de la baja proporción de extranjeros en estas regiones (la proporción de extranjeros no UE en la población activa es del 3,3% en Sajonia y del 2,7% en Turingia), una parte de la población activa se considera en competencia con los inmigrantes que vendrían a ocupar este tipo de empleos.

La retórica de la AfD y del BSW busca políticas de protección frente a esta competencia y, más en general, de protección “cultural” y de “seguridad”. Por otra parte, todos los partidos han gobernado, incluido Die Linke, del que procede el ministro-presidente saliente de Turingia, y están sufriendo las repercusiones de su balance.

¿Qué mayorías habrá a partir de ahora?

La cuestión ahora es la gobernabilidad de Alemania. El ascenso de la AfD en el este de Alemania, pero también en menor medida en el oeste, y la aparición del BSW, reducen la posibilidad de coaliciones en los länder y a nivel federal. Sobre todo porque el fracaso de las tres últimas coaliciones federales (CDU/CSU y FDP de 2009 a 2013, CDU/CSU y SPD de 2013 a 2021 y luego el “semáforo”) quita las ganas de más coaliciones, que son muy costosas en términos electorales y conducen a compromisos que ponen en peligro la credibilidad de los programas.

Desde este punto de vista, el desastre de la actual coalición federal, la primera tripartita desde 1953, es una lección para toda la política alemana. La dificultad de encontrar un punto de equilibrio coherente alimenta aún más la oposición. En las elecciones europeas del pasado junio, los tres partidos “excluidos” de cualquier coalición federal (AfD, BSW y Die Linke) obtuvieron el 24% de los votos, frente al 15% en las elecciones federales de septiembre de 2021.

Es cierto que en Alemania existe un fuerte rechazo mayoritario a la extrema derecha, como vimos tras las revelaciones sobre el plan de “remigración” de la AfD, pero este reflejo no resuelve los problemas económicos y políticos del país.

En este sentido, serán muy interesantes los próximos pasos para la formación de coaliciones en Turingia y Sajonia. En febrero de 2020, en Turingia, una coalición formada por la AfD, el FDP y la CDU eligió conjuntamente a un ministro-presidente liberal, Thomas Kemmerich. El asunto provocó tal escándalo que la CDU acabó reconsiderando su postura. Bodo Ramelow, de Die Linke, fue finalmente reelegido en marzo con el apoyo de la CDU. Pero en aquella época Die Linke había ganado las elecciones de 2019 con el 31% de los votos.

¿Qué ocurrirá esta vez? El nuevo jefe federal de la CDU, Friedrich Merz, admirador de Margaret Thatcher, es muy ambiguo sobre la cuestión de una alianza con la AfD. El año pasado aceptó la idea de alianzas locales, pero luego se retractó. Ahora la CDU va a tener que tomar algunas decisiones. En Turingia es imposible una mayoría sin BSW o la AfD, ya que los dos partidos juntos tienen mayoría. En Sajonia, la única opción posible es que la coalición saliente de CDU, Los Verdes y SPD forme una alianza con lo que queda de Die Linke. El partido de izquierdas ha indicado que “toleraría” una coalición liderada por la CDU, lo que debería permitir conservar su puesto al ministro-presidente saliente Michael Kretschmer.

Pero en Turingia, la tarea es más difícil. ¿Habrá que negociar con BSW para que se abstenga y dé su apoyo tácito a un ministro-presidente de la CDU? Sahra Wagenknecht no había descartado participar en una coalición. Había puesto condiciones durante la campaña, algunas de las cuales eran de política federal, como abandonar el apoyo a Ucrania y rechazar las bases americanas, mientras que otras, como la mejora de los servicios públicos, eran más coherentes con las competencias de los länder. Pero no se ve cómo podrían gobernar juntos la CDU y el BSW, dado que para Sahra Wagenknecht sería una vuelta a los acuerdos locales de Die Linke.

¿Propondrá entonces la AfD una alianza al BSW siendo ambos partidos mayoritarios en el Landtag de Turingia? Para Sahra Wagenknecht, esto sería una especie de traición, a pesar de que, según ella, creó su partido precisamente para frenar el ascenso de la extrema derecha, y sigue afirmando que ella es de izquierdas. Además, es poco probable que la AfD se alíe con la antigua líder de Die Linke. Esto deja una última opción: una alianza entre la CDU y la AfD, que tiene mayoría en ambos Estados.

Pero, ¿es aceptable una alianza de este tipo? El domingo por la noche, la CDU lo descartó, aunque este partido se encuentra en un callejón sin salida. En las próximas elecciones federales del año que viene debería ganar, si la situación no cambia. Pero, ¿con quién gobernará? Los partidos de la actual coalición tripartita están ya muy debilitados, y el conservador Friedrich Merz no tiene suficientes palabras duras contra ellos. El duelo con el FDP sobre la cuestión de la buena gestión financiera del país podría incluso costar a los liberales sus escaños en el Bundestag. En ese caso, Merz podría no tener suficientes aliados con los que negociar.

El bloqueo en Turingia podría ser entonces una oportunidad para poner a prueba una alianza local con la extrema derecha. Aunque en Alemania es habitual formar alianzas locales pero rechazarlas a nivel federal (así ocurrió durante mucho tiempo con la alianza entre el partido de izquierdas SPD-Los Verdes-Die Linke), el caso aquí es más delicado dada la naturaleza de la AfD, especialmente en Turingia, donde el líder del partido, Björn Höcke, no oculta su nostalgia por el nazismo.

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Además, en algunos casos, las alianzas regionales son también pruebas para las alianzas federales, sobre todo cuando se produce un bloqueo político. En resumen, el futuro político de Alemania se decidirá en los próximos meses en Turingia.

 

Traducción de Miguel López

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