La diplomacia es una tarea compleja que a veces busca soluciones a través de medios muy prosaicos: una reunión aplazada para que coincidan las agendas de dos jefes de Estado, un viaje oportuno, un hotel con suficientes salas de reuniones para aumentar el número de negociaciones entre bastidores.
En junio de 2014, las conversaciones entre Ucrania y Rusia, cuando ésta acababa de invadir y anexionarse Crimea, fueron posibles gracias a la astucia de Angela Merkel. Según varias personas implicadas en aquel momento, la canciller alemana había invitado a Vladimir Putin a una reunión a dos durante las ceremonias del desembarco de Normandía.
Cuando el presidente ruso llegó, ella le dijo que en realidad serían cuatro: también asistirían el presidente ucraniano Petro Poroshenko y el presidente francés François Hollande. Vladimir Putin, que no tenía muchas ganas de reunirse con Poroshenko, que llegó al poder tras la revolución de Maïdan y cuya elección se negó a reconocer, no pudo negarse.
El sábado 7 de diciembre, en París, Emmanuel Macron también intentó impulsar posibles conversaciones entre Moscú y Kiev. El jefe de Estado invitó a Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, a la ceremonia de reapertura de Notre-Dame de París. Tras reunirse con él en el Palacio del Elíseo, el presidente francés le convenció para que se reuniera con un amigo suyo que estaba allí esperando: el presidente ucraniano Volodímir Zelensky, a quien Donald Trump desprecia abiertamente.
La reunión entre los tres hombres, sin intérpretes ni asesores, duró treinta minutos y terminó con un apretón de manos tenso pero firme. Zelensky llevaba semanas esperando este momento. “Zelensky tiene una meta, un objetivo clave: llegar a hablar directamente con Donald Trump, sin intermediarios ni asesores”, declaró a Mediapart una fuente diplomática ucraniana a principios de diciembre. La perspectiva de esta reunión fue sin duda la verdadera razón de su viaje a París, siendo la reapertura de Notre-Dame solo un pretexto.
Mensajes de texto e intermediarios
Ucrania sabe que su futuro depende literalmente del multimillonario americano reelegido en noviembre. Donald Trump amenaza con cortarle toda ayuda (financiera y militar) y ha prometido poner fin a la guerra con Rusia “en veinticuatro horas” sellando un acuerdo con Moscú y Kiev, una promesa que hace temer a muchos que Ucrania se vea obligada por Washington a algún tipo de capitulación. Así que la presidencia y el cuerpo diplomático ucranianos están quemando todos los cartuchos para convencer a Washington de que no deje a la intemperie a su país.
Para ganarse el favor de la galaxia MAGA (Make America Great Again), los representantes del Estado ucraniano están llamando a casi todas las puertas: desde el entorno cercano de Donald Trump hasta los republicanos más tradicionales, pasando por funcionarios o ex funcionarios del departamento de Estado.
Lindsey Graham, senador republicano por Carolina del Sur que sirvió varios años en las Fuerzas Aéreas americanas, es considerado por los diplomáticos ucranianos como uno de esos “canales clave” para llegar a Donald Trump, de quien es bastante cercano. Según nuestras cuentas, Graham ha visitado Ucrania al menos cinco veces desde la invasión rusa en febrero de 2022. El senador, que provocó un escándalo en marzo de 2022 al animar a los rusos a asesinar a Vladimir Putin, parece ahora entusiasmado con la idea de que Estados Unidos se beneficie de las riquezas del subsuelo ucraniano.
Al parecer Boris Johnson suele intercambiar mensajes de texto con Donald Trump para hablar de la guerra
Otro aliado del futuro presidente americano, Richard Grenell, que fue embajador de Estados Unidos en Alemania y luego director (en funciones) del servicio de inteligencia nacional con la anterior administración Trump, también parece ser objeto de mucha atención por parte de Kiev, e intercambia regularmente mensajes de texto con funcionarios ucranianos.
Pero su peso es relativamente pequeño en comparación con un peón clave en esta red pacientemente tejida: el ex primer ministro británico Boris Johnson, ferviente defensor de la causa ucraniana. Con el apoyo de la diplomacia de Kiev, se dice que él también intercambia cada poco mensajes de texto con Donald Trump para hablar de la guerra.
¿Con qué texto? “Tomemos el episodio del lanzamiento del misil Orechnik a finales de noviembre”, afirma una fuente diplomática ucraniana. “Me imagino a Boris Johnson enviándole un mensaje en ese momento para decirle que se trata de una maniobra para desestabilizar psicológicamente a los rusos, que no caiga en la trampa, y que está dispuesto a darle más detalles en una próxima reunión, por ejemplo.”
La presidencia y la diplomacia ucranianas también están intentando acercarse a personalidades cuyas posiciones están más alejadas de sus propias convicciones. Así, el presidente polaco, Andrzej Duda, cuyas relaciones con la administración ucraniana se volvieron gélidas en otoño de 2023, se ha movido por sus buenas relaciones con Trump, a quien Duda lo califica de “amigo”.
Parlamentarios y diáspora
Pero esta intensa labor de lobby no es tan reciente. Los ucranianos ya tuvieron ocasión de ponerlo en práctica a principios de 2024, cuando el Congreso estadounidense, bajo la influencia de los parlamentarios trumpistas, bloqueó durante meses un paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares (57.000 millones de euros) para Ucrania.
Ya entonces, Kiev hizo casi todo lo posible para desbloquear la situación: intercesión de Boris Johnson, de Mike Pompeo, ex secretario de Estado de Donald Trump, reunión entre el presidente de la Cámara de Representantes y una delegación de cristianos evangélicos ucranianos... Aunque para ello hubiera que tragar algunos sapos: según nuestra información, la diplomacia ucraniana había intentado en su momento reanudar las relaciones con Victoria Spartz, congresista republicana de origen ucraniano y virulenta crítica de Zelensky No lo logró.
“Lo hemos intentado con mucha gente”, recuerda una fuente diplomática implicada en estos esfuerzos. “Fue entonces cuando comprendimos lo compleja que puede ser la política americana, con muchos grupos y muchos intereses. Hay que intentarlo por todas las vías, no queda otra”.
La diáspora también se ha movilizado, a través de Razom Advocacy, el brazo especializado en lobbying de una importante organización de ucranianos residentes en Estados Unidos, que organiza actos públicos y reuniones con miembros del Congreso.
Volodímir Zelensky ha concedido innumerables entrevistas a Fox News
En cuanto a los miembros del Parlamento ucraniano, participan a través de la diplomacia parlamentaria. Los miembros de la Rada más activos en estos contactos son Oleksandra Ustinova, que fue una luchadora contra la corrupción y ahora militante del partido proeuropeo Holos, que hizo parte de sus estudios en Estados Unidos; Lesya Zaburanna, miembro del partido de Zelensky, Servidor del Pueblo; y Yaroslav Zhelezniak, economista de formación y vicepresidente de la comisión de finanzas de la Asamblea ucraniana.
Sus perfiles no han sido elegidos por casualidad: todos ellos trabajan en temas relacionados con la lucha contra la corrupción y la gestión de las finanzas públicas, una de las principales preocupaciones de los republicanos, que señalan regularmente el riesgo de malversación de fondos o de material para justificar la interrupción de toda ayuda americana a Ucrania.
Los parlamentarios ucranianos tienen por tanto la tarea de tranquilizar a sus homólogos americanos garantizándoles que “las armas suministradas por Estados Unidos serán entregadas y utilizadas correctamente”, explica Sofiia Oliinyk, analista especializada en las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania en el Instituto de Estudios Americanos, un think tank con sede en Kiev. “Les dicen que no acabarán en manos rusas, que no serán desviadas en un escándalo de corrupción y que Ucrania está mejorando en estos temas y aprobando reformas”.
El último canal por el que se puede llegar a Trump y su entorno es a través de las entrevistas concedidas a los medios conservadores americanos. Zelensky ha concedido innumerables entrevistas a Fox News y en formatos muy variados: desde la clásica entrevista en plató en Estados Unidos hasta la entrevista “cerca del frente” (donde “Zelensky habla de estrategia con fuego de artillería cerca”, según se lee en un banner del canal), pasando por una conversación en un vagón de tren.
Evitar un acuerdo que equivaldría a una capitulación
El mensaje transmitido por estos diplomáticos, intermediarios y representantes del Estado ucraniano ha evolucionado con el tiempo. Antes centrados en mantener o incluso aumentar la ayuda militar y financiera, ahora se dedican a preparar el terreno para la tarea que ocupará a las administraciones de Trump y Zelensky en los próximos meses: las negociaciones para un acuerdo de paz o, como mínimo, un alto el fuego entre Kiev y Moscú.
De una posición de negarse a plantear públicamente la posibilidad de negociaciones con Moscú, la presidencia ucraniana ha pasado, desde hace menos de seis meses, a una postura más abierta. En el curso de sus declaraciones públicas, el presidente Zelensky se reafirma en exigencias (una invitación formal a entrar en la OTAN), concesiones (renunciar eventualmente a la reconquista militar de todos los territorios ocupados por Rusia) y líneas rojas (reconocer oficialmente que esos territorios pertenecen a la Federación Rusa).
Sin duda, esas posiciones no son inamovibles. Pero ha ido ganando terreno el principio de una futura negociación, sea cual sea la forma que adopte, y es ya un hecho para la presidencia ucraniana, según tres de los investigadores entrevistados para este artículo.
Para el analista político y comunicador ucraniano Max Dzhyhun, hay dos razones principales para el cambio de opinión de Kiev: la falta de recursos del ejército ucraniano, en particular de personal, y la reelección de Donald Trump. “Zelensky no puede decir que no a las negociaciones”, afirma Max Dzhyhun. “Porque Donald Trump quiere negociaciones, y Zelensky sabe que para Ucrania perder a Estados Unidos equivale a perder la guerra.”
“El gobierno de Zelensky está trabajando sin duda para cambiar algunas de las condiciones” del acuerdo que va a proponer Donald Trump, “pero en conjunto, ha comprendido que estas negociaciones serán sin duda la decisión final de Estados Unidos”, añade Sofiia Oliinyk, del Instituto de Estudios Americanos.
¿Qué palancas se pueden utilizar? La situación militar sobre el terreno es demasiado complicada para que Kiev pueda utilizarla a su favor en las negociaciones. Así que, para intentar influir en este proyecto de acuerdo y asegurarse de que no parezca una capitulación, los ucranianos trabajan en tres puntos: el ego de Donald Trump, los intereses financieros de Estados Unidos y sus intereses estratégicos.
Y hay un argumento que no se anda con sutilezas. “Creo que nuestra administración está tratando de aprovecharse de su ego, y le dice: 'Es usted un gran político, alguien inteligente, que ha ganado unas magníficas elecciones. Por eso no puede defraudar a Ucrania, no bajo su mandato. Porque, de lo contrario, la gente pensará que en realidad es usted un mediocre, un débil. Habrá perdido Ucrania, un país proamericano, y habrá dejado ganar a Rusia", afirma Volodímir Dubovyk, profesor del departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Odessa (Ucrania).
“Probablemente también le recuerden sus habituales críticas a la forma en que Joe Biden retiró las tropas americanas de Afganistán, diciéndole: “Imagine cómo le criticará de la misma manera la gente de la oposición si deja caer a Ucrania””, prosigue el profesor.
En cuanto a los intereses financieros y estratégicos de Estados Unidos, son bien comprendidos por Kiev, que ha incluido en su “plan de victoria” (su hoja de ruta presentada a los partidarios de Ucrania este verano y este otoño) “dos partes redactadas expresamente en caso de que Donald Trump ganara las elecciones”, según una fuente diplomática ucraniana.
En el plano financiero, se refieren a las condiciones muy favorables concedidas a los partidarios de Ucrania para la explotación del subsuelo ucraniano y la participación en la reconstrucción del país; y en el plano estratégico, implican que los soldados ucranianos podrían sustituir, al final de la guerra, a las tropas americanas estacionadas en Europa, que Donald Trump ya no quiere.
El senador Lindsey Graham captó el mensaje alto y claro, mostrándose exultante durante una visita a Kiev en septiembre a propósito de los “minerales por valor de un billón de dólares” sobre los que los ucranianos están “sentados” y que “podrían ser útiles para la economía” de Estados Unidos. Nadie sabe aún si su jefe estará de acuerdo.
Caja negra
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Ni Lindsey Graham ni el equipo de Boris Johnson respondieron a nuestros correos.
Traducción de Miguel López
La diplomacia es una tarea compleja que a veces busca soluciones a través de medios muy prosaicos: una reunión aplazada para que coincidan las agendas de dos jefes de Estado, un viaje oportuno, un hotel con suficientes salas de reuniones para aumentar el número de negociaciones entre bastidores.