Imagine una noticia falsa que le llega por WhatsApp o por Facebook, la que prefiera. Piense ahora en quién la ha compartido: ¿Es alguien próximo, de su círculo personal, a quien trata con frecuencia en el mundo real o es un conocido con el que apenas tiene vínculos?
La respuesta es importante, porque un estudio llevado a cabo recientemente en Estados Unidos ha demostrado que es mucho más probable que creamos esa noticia falsa (o cualquier otra) si nos llega a través de alguien con quien tenemos vínculos débiles que si quien la comparte es una persona de nuestro grupo de confianza. Y eso a pesar de que los usuarios de redes sociales son, a priori, más propensos a aceptar información directamente de los lazos fuertes y requieren más evidencia antes de aceptar información si viene de los lazos débiles.
¿Por qué sucede esto? La investigación concluye que la misma noticia falsa tiende a ser más creíble si quien nos la transmite no es alguien próximo por varias razones. En primer lugar, porque es mucho más probable que quien no está en nuestro entorno tenga acceso a información nueva o diferente que quienes, por compartir el mismo círculo que nosotros, tienen generalmente las mismas fuentes de información. En segundo lugar, porque atribuimos más “integridad” a las personas con las que tenemos vínculos más débiles que a las que nos son más próximas. La relación que tenemos con los “portadores” de información, los que transmiten por redes sociales, juega un papel mucho más importante de lo que creíamos a la hora de evaluar la información que nos llega más allá de los contenidos de que se trate y de quiénes sean sus creadores originales.
La mecánica del bulo
El estudio, titulado La fuerza de los lazos débiles y la credibilidad de las noticias falsas y publicado por la revista Decision Support Systems, trata de avanzar en el conocimiento de la mecánica de las noticias falsas en las redes sociales partiendo de varias evidencias ya asumidas por la comunidad académica: un número creciente de personas obtiene sus noticias de las redes sociales, muchos dicen que diferenciar las falsas de las verdaderas es difícil, alrededor del 60% de los usuarios de redes sociales admiten haber compartido noticias falsas y las noticias falsas se propagan más rápido que las noticias verdaderas.
La verificación de hechos y la señalización de historias falsas o fuentes de noticias que promueven rutinariamente noticias falsas son herramientas valiosas, recuerdan los autores del estudio, los profesores Babajide Osatuyi y Alan Dennis, de la Universidad Estatal de Pennsylvania y de la Universidad de Indiana, respectivamente, ambas en Estados Unidos. “Sin embargo, los usuarios continúan creyendo y compartiendo historias falsas cuando se alinean con sus creencias preexistentes” en virtud del conocido como “sesgo de confirmación”.
Todo eso ya lo sabíamos. La novedad de este informe es que, por primera vez, se establece por qué las redes sociales son tan dañinas en materia de desinformación y por qué favorecen tanto la propagación de noticias falsas.
Del boca a boca a las redes
Antes de la existencia de las redes sociales, la práctica totalidad de nuestro círculo estaba formado por personas con las que teníamos vínculos fuertes, a las que en principio estamos menos dispuestos a creer cuando nos hacen llegar una noticia falsa. La información que teníamos la obteníamos por medios de comunicación convencionales, que también influían en los más próximos, y como mucho del boca a boca, un mecanismo que solo funciona en proximidad.
Pero la llegada de las redes sociales nos ha conectado de repente con cientos o miles de personas con las que apenas tenemos vínculos y a las que estamos más dispuestos a creer, multiplicando así las posibilidades de que una noticia falsa se difunda mucho más. Nos llegan noticias a través de alguien que apenas conocemos, pero seguimos en redes sociales, que las ha tomado de sitios cuya fiabilidad en muchos casos desconocen y que en ocasiones han sido fabricadas por alguien con la intención de influir sobre nosotros en una u otra dirección.
Las noticias falsas (historias que parecen noticias reales, pero que son verificablemente falsas y no fueron creadas por accidente, sino con una intención manipuladora) son un problema social importante que ha sido alimentado exponencialmente por el uso generalizado de tecnología.
Capacidad, integridad y buena voluntad
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En su investigación, los autores de este estudio midieron también el efecto que tienen tres factores a la hora de creer una noticia falsa. En primer lugar, si consideramos que quien la comparte es una persona competente que sabe distinguir entre noticias verdaderas y falsas (“capacidad percibida”). En segundo lugar, si creemos que esa persona es honesta y sigue principios éticos al compartir información (“integridad percibida”). Y, en tercer lugar, si tenemos la convicción de que la persona que nos envía una noticia lo hace porque realmente quiere nuestro bienestar y no porque tenga alguna intención oculta o egoísta (“benevolencia percibida”).
La conclusión en este punto fue que, a la hora de dar credibilidad a una noticia falsa, influye la “capacidad percibida” de quien la difunde sin importar que sea o no alguien de nuestro círculo, y que la “integridad percibida”, en cambio, solo jugó a favor de la credibilidad en el caso de las personas con las que tenemos vínculos débiles. La “benevolencia percibida” no tuvo relevancia a la hora de creer en los más próximos ni en los más lejanos. O lo que es lo mismo: es la integridad percibida el factor que inclina la balanza a favor de las noticias falsas si nos llegan de personas con las que tenemos vínculos débiles.
Combatir las noticias falsas, por tanto, requiere estrategias centradas en los lazos débiles, donde la integridad y la capacidad del compartidor son cruciales.
Imagine una noticia falsa que le llega por WhatsApp o por Facebook, la que prefiera. Piense ahora en quién la ha compartido: ¿Es alguien próximo, de su círculo personal, a quien trata con frecuencia en el mundo real o es un conocido con el que apenas tiene vínculos?