Manu Leguineche

Manu, el jefe de ‘La tribu’

Manu Leguineche

Decir Manu en este oficio de contar lo que pasa, ha sido, en los últimos cincuenta años, sinónimo de Manu Leguineche. O, lo que es lo mismo, de reportero de guerra, de periodista mordaz, implicado en lo que ve, y dispuesto a perder todo con tal de contarlo (y a ser posible antes). Es también hablar de seres humanos "depresivos, divorciados, dipsómanos", como el definía a los miembros de La tribu, su única obra de ficción, repleta de realidad, la realidad de ese grupo de PERIODISTAS, que nos convierte al resto en meros gacetilleros; esa raza –casi en extinción– de culos inquietos que no se fían de las grandes agencias, ni de portavoces autorizados; ellos van allí, donde esta el conflicto, la guerra, el dolor, y se empapan y se sumergen en la vida real, y nos la cuentan; a veces descarnadamente, otras fijando la vista en el último personaje; siempre retratando la realidad que ellos pisan y comparten. De todos ellos, Manu era el mejor.

Vasco, socarrón, malhumorado, tierno, huraño, y padrazo con los nuevos periodistas. Así fue siempre. Y a la vez, culto, generoso, compasivo, líder y referencia sin pretenderlo. Había nacido para el periodismo bajo la mirada sabia de Miguel Delibes en El Norte de Castilla, pero él estaba hecho para volar, y el oficio, bajo la bota del franquismo, se arrastraba pegado al suelo.

Fallece el periodista y escritor Manu Leguineche

Fallece el periodista y escritor Manu Leguineche

Se fue a Argelia y su guerra colonial, prólogo de Vietnam, ese conflicto largo de víctimas, ausente de héroes, en el que todos los reporteros confluyeron. La última guerra contada desde dentro y que nos descubrió a todos una realidad que Manu sentenció, en su propia persona: “Estoy aquí para demostrar que todas las guerras se pierden”. Desde allí, a Indonesia, a Oriente Próximo, a Yugoslavia, la caída de la URSS, la primera guerra de Iraq..., siempre intentando contar lo que no aparecía en los planos que filmaban las grandes cadenas de televisión, lo que había detrás de declaraciones y comunicados oficiales: el pálpito real de la vida, las peripecias de los que sufren conflictos generados muy lejos de sus víctimas.

Trabajó para TVE, creo las agencias Colpisa y FaxPress, escribió una veintena de libros sobre sus vivencias. Pero mientras la salud se lo permitió, él estaba de paso, camino de otros conflictos, de otras realidades. Cuando el cuerpo dijo basta, se recluyó en tierras de la Alcarría. Su casa en Brihuega se convirtió en lugar de peregrinaje para viejos y nuevos periodistas, recibía premios que, en realidad, se prestigiaban con su nombre, y mantenía sus eternas fidelidades al Athletic y al mus.

Muchos hoy hablaran de Manu Leguineche como maestro de periodistas, yo prefiero evocar su memoria como lo que ha sido siempre para mi: ejemplo de periodismo libre, veraz y cercano. El resto, no le interesaba.

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