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'Las niñas' y 'Ane', así se han abierto paso las óperas primas

La directora Pilar Palomero en el rodaje de la película 'Las niñas'.
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Entre las nominadas a la próxima edición de los Goya, hechas públicas el lunes, hay una visita inesperada. O no exactamente: Las niñas, debut en el largometraje de Pilar Palomero, se ha ido ganando su sitio en la temporada de premios desde su estreno el pasado septiembre. El sábado se hizo con el premio grande de los Forqué, los galardones de los productores, que la destacaron como mejor película del año, y es también una de las favoritas en los Feroz, las estatuillas de los informadores cinematográficos. Pero eso no vuelve más normal lo extraño: no es habitual que una ópera prima independiente se haga con 9 candidaturas —solo por detrás de las 13 de Adú—, tampoco lo es que esté dentro de las nominadas a mejor películas, y lo es menos aún que tenga papeletas para llevarse el galardón. Hay otra cosa verdaderamente extraña: con ella está Ane, de David P. Sañudo,Ane otra ópera prima que opta a mejor película y otras cuatro candidaturas, con serias posibilidades para los trabajos de las actrices Patricia López Arnáiz y Jone Laspiur.

Las niñas compite en categorías grandes como guion original, fotografía o montaje, pero Palomero figura entre los directores noveles. Sus actrices protagonistas, de hecho, ni siquiera compiten, porque no han cumplido aún los 16 años que la Academia de Cine establece como mínimo legal para resultar nominada. Esta narración íntima, ambientada en un colegio de monjas de Zaragoza en 1992, ha ido encontrando su espacio en el corazón del público y de la industria en un año no demasiado boyante para la industria. Lo mismo sucede con Ane, la historia de una madre que, cuando su hija adolescente no vuelve a casa a dormir, comienza a buscarla desesperadamente, para descubrir que la joven es una absoluta desconocida para ella. Pase lo que pase el 6 de marzo, cuando se celebra una incierta ceremonia de entrega en Málaga, ambas películashabrán pasado a la historia. En los últimos veinte años, solo siete debuts han sido nominados a mejor película, y solo dos de ellos (El Bola y Tarde para la ira) lo ganaron. Es la estirpe de El Bola, de El orfanato, de La herida, de A cambio de nada, de Tarde para la ira, de Estiu 1993 y de Carmen y Lola. Estas son sus historias. 

Estiu 1993, Carla SimónEstiu 1993

Estiu 1993 (Verano 1993) era una de esas historias que impregnan toda la carrera de un cineasta. Y Carla Simón la contó en su primera película. La historia de Frida (interpretada por la brillante Laia Artigas), una niña que pierde a sus padres por el sida y que ve cómo toda su vida se transforma en un solo verano de tristeza y ternura, bebía de la suya propia. En distintas entrevistas de aquella larga promoción de 2017 contaría cómo ella misma era muy pequeña cuando sus padres murieron, y cómo la atmósfera de Estiu 1993 bebía de la nebulosa de su propia memoria. Pero no era solo la honestidad de esa historia en primera persona lo que encandiló a los jurados de la Berlinale y del Festival de Málaga, sino también su acertada dirección de actores o un estilo que parecía estar filmando la propia vida. La Academia no dudó en seleccionarla para representar a España en los Oscar.

Luego llegaron las nominaciones: ocho, entre ellas mejor película, guion y dirección novel. En todas ellas —en sus equivalentes— había triunfado en los Premios Feroz, y el filme partía como favorito. ¿Podría pasar como con Tarde para la ira? No pasó. La noche fue de la veterana Isabel Coixet y La librería, y de Handia, segunda película de Aitor Arregi y Jon Garaño. Estiu 1993 se llevó tres estatuillasEstiu 1993: la de dirección novel, que llevaba grabado el nombre de Simón desde hacía tiempo, y las otorgadas a la pareja de intérpretes Bruna Cusí y David Verdaguer, tíos de la protagonista. No estaba mal para una edición competitiva, pero sabía a poco para la que era, para muchos, la película del año. Eso sí, la atención recibida por la cinta tuvo otro tipo de premio: Carla Simón ya ha conseguido arrancar su segundo largometraje, Alcarràs, que debía rodarse el pasado verano y se filmará finalmente en junio de 2021.   

Tarde para la ira, Raúl ArévaloTarde para la ira

Raúl Arévalo parecía sinceramente abrumado en la temporada de premios que coronaron los Goya de 2017. Unos meses antes había estrenado su primer largometraje, Tarde para la ira, la historia de dos hombres lastrados por el peso del pasado y al filo de un barranco vital. El debut sorprendió gratamente a la crítica y a sus propios compañeros de profesión, que le conocían como actor, sobre todo por sus trabajos bajo la batuta de Daniel Sánchez Arévalo (AzulOscuroCasiNegro, Gordos, Primos...). Sin que sirviera de precedente, informadores y académicos coincidieron, y mientras los primeros le entregaban cinco estatuillas de los Feroz, los segundos le otorgaban cuatro cabezones. Pero qué cuatro: entre ellos, el de guion, director novel... y mejor película, por delante de Un monstruo viene a verme, de J. A. Bayona, que había ganado ya ocho estatuillas. Pese a aquel éxito, Raúl Arévalo no ha vuelto a filmar un largometraje. 

A cambio de nada, de Daniel GuzmánA cambio de nada,

Otro caso de un actor metido a director. El trabajo más conocido de Daniel Guzmán sea quizás su papel en Aquí no hay quien viva, uno de esos roles que llevan consigo popularidad e ingresos fijos, pero también  algo pegajoso que puede poner muy difícil continuar con la carrera de interpretación. Mientras trataba de reinventarse, empezó a darle vueltas a la historia que acabaría convirtiéndose en A cambio de nada: la suya propia. La de un niño de barrio obrero, con conflictos familiares, poco amigo del colegio y con un futuro que muchos veían negro. Durante las entrevistas de promoción del largo, estrenado en 2015, Guzmán transmitía un entusiasmo contagioso, la certeza de que esa película no era un estreno más del fin de semana, sino una marca en su biografía. Y eso jugó a su favor: "No sabéis lo que significa para mí después de 10 años de trabajo, habiendo dejado todo", confesó ante los académicos cuando le entregaron su Goya a mejor director novel. Guzmán tampoco ha vuelto a rodar un largo. 

La herida, de Fernando FrancoLa herida

La ópera prima de Fernando Franco era una película oscura para un momento oscuro. Estrenada en 2013, La herida seguía a Ana, una chica en la veintena con problemas relacionales y comportamientos autodestructivos y autolesivos. La atmósfera asfixiante del filme le valió seis nominaciones a los Goya, entre ellos la candidatura de Marian Álvarez como mejor actriz protagonista, clave en la consagración de la actriz como una de las mejores de su generación. El propio Franco fue nominado dentro de la categoría de mejor dirección novel, que también ganó, y compitió con los mayores en otras como película, guion y montaje. Fernando Franco volvió a estrenar un largometraje en 2017, Morir, con menos éxito. 

El orfanato, de J. A. BayonaEl orfanato,

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J. A. Bayona tenía 32 años cuando estrenó El orfanato, su primer largometraje, una cinta de terror —género no muy frecuentado en la tradición española, y menos apreciado aún por la Academia— protagonizada por Belén Rueda. El orfanato es una rareza en esta lista de comienzos exitosos: estuvo coproducida por Telecinco, contó con un presupuesto relativamente alto para un debut (alrededor de 4,5 millones de euros) y recaudó cerca de 80 millones de euros en todo el mundo. El director catalán entró en los Goya de 2008 por la puerta grande: con nada más y nada menos que 14 candidaturas, incluidas película, dirección novel, guion, actriz protagonista y de reparto y actor revelación, montaje, música... Se hizo con siete estatuillas, cinco de ellas en categorías consideradas técnicas, además de dirección novel y guion. El verdadero premio fue la proyección internacional del director: su siguiente largometraje fue Lo imposible, una superproducción rodada en inglés con 30 millones de euros de presupuesto. 

El Bola, de Achero MañasEl Bola

El Bola es quizás una de las historias de éxito más ambivalentes del cine español. Achero Mañas debutó con una película que retrataba el extraño paso de la infancia a la adolescencia. El Bola tenía cara de niño y voz quebrada, sueños infantiles y preocupaciones adultas, siendo la mayor de todas la figura de un padre maltratador. En la edición de los Goya del año 2001, la estrella era Juan José Ballesta, conocido ya para siempre como El Bola, un actor neófito de 13 años que ganó entonces su primer Goya —las normas para evitar nominaciones de menores de 16 cambiarían más tarde— y que fue en gran medida responsable de que el público se enamorara de la película. El filme se hizo con cuatro de sus cinco candidaturas, incluyendo guion, dirección novel y película. Pero después de aquella proeza la carrera de Mañas no terminó de tomar vuelo: rodó otras tres películas que no alcanzaron ni remotamente el éxito del debut. También Ballesta tuvo luego problemas para superar aquel personaje infantil. 

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