Sala de visionado
Una cómica estratosférica en la Casa Blanca
La moda de las series políticas ha invadido las televisiones de todo el mundo. Sin lugar a dudas, el impacto que supuso The West Wing fue decisivo. El Ala Oeste de la Casa Blanca no tuvo en España grandes audienciasEl Ala Oeste de la Casa Blanca. TVE la programó en diferentes huecos, pero en ninguno de ellos llegó a consolidarse. Sin embargo, sí que consiguió gran número de fieles seguidores de un fenómeno televisivo que marcó uno de los hitos de la historia de las series.
El Ala Oeste… encumbró a Aaron Sorkin al Olimpo de los grandes productores ejecutivos de todos los tiempos. Durante 7 años, desde 1999, a lo largo de 155 episodios, la serie consiguió acercar a los telespectadores al siempre complicado mundo de la política. En la televisión en abierto, la convención establecida siempre obligó a que las series se apoyaran en la creación de héroes con los que la audiencia pudiera establecer fuertes vínculos de admiración y devoción. El problema con la política siempre fue la dificultad precisamente de establecer esos lazos. Casi siempre, en la historia del cine y la televisión, los políticos han formado parte habitualmente de la banda de los malos, casi siempre aliados a los tejemanejes de turbios intereses relacionados con la corrupción. Los políticos casi siempre fueron el enemigo a batir.
Sorkin consiguió escribir un espectacular y complejo relato en el que la Casa Blanca era en realidad el sueño de cómo anhelamos que fuera la vida política. La clave de su éxito era la suma de un gran número de factores difíciles de simplificar. Posiblemente, uno de los elementos más atractivos fue la verosimilitud que conseguía transmitir. Sorkin tuvo la habilidad de incluir en el equipo de guionistas la colaboración de asesores de primer nivel que conocían la Casa Blanca por dentro hasta el mínimo detalle. Tal era el caso del, en aquellos años, muy admirado Pat Caddell, el estratega que ayudó a Jimmy Carter a alcanzar la Presidencia en los años 70. Hoy es un famoso tertuliano cada vez más repudiado por el Partido Demócrata, para el que trabajó durante años, debido a su reiterada posición anti-Obama. La otra asesora estrella de la serie fue Dee Dee Myers, la primera mujer que llegó a ocupar la secretaría de Prensa de la Casa Blanca. Fue la responsable de la comunicación con Bill Clinton, justamente hasta el estallido del caso Lewinsky. En ella se basó Aaron Sorkin para crear el personaje de CJ Cregg, la jefa de prensa del Presidente Barlet interpretada majestuosamente por Allison Janney. Ganó 4 premios Emmy por su papel.
Por cierto, hace unos días Allison Janney compareció en la sala de prensa de la Casa Blanca remedando a su personaje CJ Cregg para sorpresa de los periodistas acreditados. El fin era benéfico, pero la sorpresa tuvo su gracia.
En la actualidad, subsisten en Estados Unidos varias series centradas, de una y otra forma, en la vida política norteamericana. La moda continúa. Al frente de todas ellas, se sitúa House of Cards, de la que ya hablamos hace unas semanas. Pero no es la única. En la televisión en abierto se han mantenido en la rejilla tres títulos que han dejado una errática impresión. En primer lugar, Scandal, una comercial y estandarizada aproximación a la vida política a través de una agencia de consultores especializados en resolver situaciones de crisis. Al frente de la misma se encuentra la popular actriz Kerry Washington que da vida a un personaje inspirado en Judy Smith, que fue responsable de prensa con George Bush padre. La serie, que concluye este mes en Estados Unidos, es una producción más de la excesivamente prolífica Shonda Rymes, que esta temporada mantiene otras tres producciones de éxito en antena: Anatomía de Grey, How to get away with murder y la recientemente estrenada The Catch.
El estilo Rymes tiene gran número de seguidores y bastantes detractores, entre los que me encuentro. Representa a mi juicio, la visión más comercial y convencional de la televisión en abierto. Esto no es en sí mismo un defecto. Al contrario. Maneja como nadie los códigos de la narrativa tradicional y sabe entremezclar con oficio las tramas profesionales con las clásicas historias sentimentales y cierto aire de telenovela. La cuestión es que hoy en día hay tanta oferta novedosa y apetecible que cuesta un poco tomar la hamburguesa de McDonald's, aunque sea evidente su consumo generalizado.
El otro título de referencia de estos años también llega a su fin después de siete temporadas en antena. Se trata de The Good Wife. Este pasado domingo se emitió en la CBS el último episodio. Posiblemente, se trata del mejor drama procedimental que ha dado la televisión en abierto en estos últimos años. En un período en el que las series de pago han copado los puestos de honor del prestigio televisivo, The Good Wife ha demostrado que sigue siendo posible mantener audiencias importantes en los canales generalistas y resistir la odiosa comparación con las producciones de la TV de pago, elaboradas desde otros parámetros más agradecidos. La actriz protagonista, Juliana Margulis, recorre un brillante arco dramático a lo largo de casi 150 episodios que componen la serie. No en vano, The Good Wife ha conseguido hasta 5 premios Emmy en pugna con algunas de las mejores series de toda la historia emitidas en la televisión de pago.
Otra serie en abierto que ha conseguido alcanzar el encargo de una tercera temporada es Madam Secretary, protagonizada por Tea Leoni. El personaje central es una profesora de universidad que se convierte de rebote en la Secretaria de Estado del gobierno americano. Ha sido creada por Barbara Hall una prestigiosa y veterana productora ejecutiva que ha participado en un extenso número de trabajos de gran nivel. Se trata de un título menor que a duras penas resiste comparaciones con las extraordinarias producciones que han visto la luz en el género. Demasiado previsible, arquetípica y facilona.
Mientras, en la televisión de pago, además de la ya citada House of cards, se mantienen vivos al menos dos títulos más de especial relevancia. El primero de ellos es la mítica Homeland, que aún reúne a buen número de adeptos. Tras el extraordinario impacto que supuso su aparición, la serie sobrevive tras su quinta temporada, a la espera de una sexta ya confirmada. Seguramente, el altísimo nivel que consiguió en sus primeros episodios ha sido un lastre para su desarrollo. Una vez resuelta la impactante trama inicial, Homeland ha conseguido reconvertirse y mantener un buen nivel, aunque por debajo de su época dorada. Pese a que muchos serieadictos la tienen fuera de su menú televisivo, ahí sigue. La sexta temporada arrancará este próximo otoño y valdrá la pena entonces dedicarle un monográfico.
Y finalmente, llegamos a una sitcom, Veep (Movistar+)Veep , que acaba de estrenar en HBO su quinta temporada y en España se puede ver en Movistar+. En esta columna semanal, nos centramos habitualmente en los creadores de las series por delante de los actores que, aun siendo determinantes en el producto, ya son suficientemente reconocidos, en detrimento de quienes conciben y escriben las historias. Veep, probablemente, se desmoronaría sin el trabajo de Julia Louis-Dreyfus. Julia es, a sus espléndidos 55 años, la indiscutible reina de la comedia americana. Es, quizá, la cómica más importante de la historia de la televisión junto a Lucille Ball y Mary Tyler Moore.
En sus inicios, fue la mujer más joven fichada para el elenco del legendario Saturday Night Live. Entró en el equipo a los 21 años. Coincidió en esa época con un nombre clave. Uno de los guionistas que allí trabajaba, con unos resultados lamentables, era Larry David que alcanzó un primer record en su estancia en SNL. En un año escribiendo, no consiguió colocar ni uno de sus sketches. Unos años después, este incomprendido creó la telecomedia más importante de los 90, Seinfeld, junto a su amigo Jerry Seinfeld. La serie que definió esa década obtuvo en su despedida una audiencia de 76 millones de espectadores. Nunca jamás nadie podrá batir este segundo récord.
Julia Louis-Dreyfus fue la única mujer protagonista durante las nueve temporadas de la serie, pero ese no fue su final. Durante años se habló en Estados Unidos de “la maldición Seinfeld”. Ninguno de sus actores principales volvió a hacer algo destacable, pero esta pequeña cómica, que cuenta entre sus antepasados con miembros de la resistencia francesa a los nazis, no se iba a quedar en su casa limpiando los premios que había acumulado durante su estancia en Seinfeld. Lo intentó primero con su propia comedia, Watching Ellie, que, quizá por su carisma, aguantó dignamente dos temporadas. Posteriormente, estuvo a punto de ser elegida como una de las Mujeres Desesperadas. En 2005, reaparece al frente de otra sitcom, The New Adventures of Old Christine. Esta serie volvió a colocarla en el estrellato televisivo. Durante cinco años fue nominada en los Emmy como mejor actriz de comedia.
Y en 2012 nuevamente caía en sus manos una protagonista televisiva, la atolondrada vicepresidenta de Estados Unidos de Veep. Solo hay que comparar a Louis-Dreyfus con cualquier otra estrella de las series americanas para comprobar que nadie ha sobrevivido a su propio éxito como ella. Nadie de Friends, ni de Frasier, ni de la propia Seinfeld. Sólo ella ha podido con la maldición. Hasta ha tenido tiempo para hacer sus pinitos en el cine. En 2013, protagonizó la película Enough Said, obra póstuma del grandioso James Gandolfini, nuestro Toni Soprano, que componía junto a ella una pareja deliciosa. A lo largo de su carrera es la única actriz de la historia que ha conseguido ser nominada al Emmy en 15 ocasiones.
En Veep, Julia Louise-Dreyfus se exhibe de principio a fin. Está prácticamente presente en todas las secuencias y siempre está bien. Para preparar su personaje habló con varios vicepresidentes, incluido Al Gore, y ensayó arduamente. Es una comprometida votante demócrata, leal seguidora de Barack Obama. Es habitual verla presente en apoyo de causas políticas y ecológicas.
La serie es una creación de Armando Iannucci. Es un escocés que dejó sus estudios en Oxford por intentar hacer carrera en el mundo del entretenimiento. En 2005, creó para la BBC una brutal sátira de la vida política británica, The Thick of it. Se trata de la mejor comedia que nunca se haya grabado sobre el mundo de la política. Uno de sus grandes valores era el de estar inspirada en personajes reales de la era Blair y particularmente en la figura de su principal asesor de comunicación, Alastair Campbell. Lamentablemente, ninguna cadena la ha emitido en España hasta hoy y tampoco se ha publicado en DVD. Veep está claramente inspirada en The Thick of It, aunque quizá no alcance su brillantez. La serie tuvo una secuela en el cine, In the loop. Vale la pena verla. Es una pieza de humor ácido sobre el trasfondo de algunos de los hechos relevantes que rodearon las decisiones del Gobierno de Tony Blair en relación a la guerra de Irak.