Sobre este blog

El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.

50 años de la UMD. La visión de un civil

Joaquín Ramón López Bravo

Un compañero se acercó y nos dijo en voz baja que habían detenido a unos militares demócratas. Nos quedamos todos de piedra. Primero porque en aquella España de 1975 militares y demócratas no iban nunca en la misma frase. Perdón, en esta sí, para anunciar su detención. Segundo porque nos parecía que la democracia para España iba en serio. Fue la primera vez que oí hablar de la UMD, la Unión Militar Democrática

Cuando en las elecciones sindicales de 1972 (sí, había elecciones al verticato, llamado UTT, Unión de Trabajadores y Técnicos que suponía el remedo de un sindicato, pero vertical y franquista, lo que demuestra que las elecciones no son lo que caracteriza a una democracia) Comisiones Obreras lanzó la consigna de “copar” los cargos sindicales yo era un chaval casi recién entrado en el mundo laboral. No militaba en CC.OO. pero leía el clandestino Mundo Obrero que siempre alguien del despacho llevaba al trabajo y circulaba restringidamente. Qué pena que el principal proveedor de aquella “munición” acabara en el PP jaleando al marqués propietario de nuestra empresa. 

Yo tenía pocos conceptos políticos claros. Me habían echado de la JGR por “anarquista”, que no sabía yo qué era aquello, pero dos conceptos grabados a fuego: uno, que se cantó en Grândola Vila Morena (“O povo é quem mais ordena”). Y otro de Daniel Viglietti: “Si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den.” 

Mi familia era de izquierda moderada, pero sin formación política, más allá que la que te da trabajar desde niño y darte cuenta de que la “meritocracia” era una milonga más de las muchas que te venden desde las clases pudientes. Mi padre, con varios trabajos para llevar un duro a casa. Mi madre, “sus labores”, el eufemismo franquista para las amas de casa, hacía maravillas con el salario exiguo de mi padre. Y yo un lector ávido de saber que leía cuanto caía en mis manos y me formaba una idea del mundo que el mundo se encargó de demostrarme que se alejaba mucho de la realidad. 

Así que a mis dieciséis años obtuve el cargo de “enlace sindical”. Sin mucho mérito: no competí contra nadie, pero conseguí el voto de la mayoría de la gente de una de las cuatro empresas en que, por motivos fiscales, y parece ser que de herencia se dividía el despacho donde trabajaba. 

En 1975, la UTT de “Oficinas y despachos”, el verticato donde se encuadraban las entonces incipientes empresas de servicios, tales como despachos de abogados y notarios, empresas de relaciones públicas no periodísticas, y algunos otros sectores que con el tiempo han decaído, convocó una asamblea que creo recordar que se llamaban reuniones generales de operarios y no estaban abiertas más que a los representantes elegidos en las elecciones generales. Una cobertura perfecta para hablar de lo que nosotros queríamos, pese a la férrea oposición de algunos que se creían la pantomima de la UTT. 

Como he dicho al principio, allí fue donde por primera vez oí hablar de la UMD. Seguí con bastante atención lo poco que se publicaba en la prensa “alternativa” y alguna noticia que se le escapaba a Pueblo y a Informaciones, los dos periódicos menos ligados al régimen entonces, si es que eso era posible, porque hacían un periodismo moderno y alejado de los rígidos modelos de ABC, Ya, El Alcázar, Arriba, etc. Pero un buen día desapareció todo rastro, cuando estos militares fueron excluidos de la ley de amnistía de 1977, y apenas hubo protestas. Muy poca gente reconoció a aquellos héroes, porque lo fueron: se jugaron sus vidas y sus carreras, acabaron en la cárcel y fuera del ejército y el agradecimiento que recibieron fue… ninguno hasta veinte años después. 

Pero a lo que iba. Aquella noticia, unida a lo que se sabía del golpe de los capitanes en Portugal contra la dictadura de Salazar, me hizo soñar, nos hizo soñar a muchos que en las fuerzas armadas españolas era también posible que los jóvenes capitanes se impusieran a los mandos, casi todos africanistas y pagados con generosidad por el régimen. Y que trajeran la democracia al país. Sabíamos que la situación era diferente. Los medios oficiales se encargaban de señalar más o menos machaconamente que el 25 de abril se debió al cansancio de la guerra en colonial en Mozambique y Angola. Ni una mención al salazarismo o la dictadura portuguesa o a las purgas del gobierno de Caetano y la actuación de la PIDE, la policía política del régimen. 

Inconsistencia de la juventud, más preocupada de sus propios sueños que por la realidad. En la rancia tradición de los espadones españoles y golpes de Estado o pronunciamientos desde el ejército durante casi dos siglos, no cabía un paso adelante. Conservar (sus privilegios y los de la clase que representan, claro) fue siempre el lema. Incluso cuando parecía lo contrario porque hartos de corrupción algunos intentaran echar a los Borbones. 

Los años siguientes se encargaron de ir aguando sueños, y en 1981 el 23F fue el aldabonazo o timbrazo final. Todo lo que ha venido después, incluyendo los chats de asesinos de 26 millones, no fue sino la amarga realidad. 

Pero a lo que iba. Desconectado como yo estaba de los sindicatos, hablé en la plataforma constituida en aquella asamblea de verano de 1975 con compañeros del CC.OO., CSUT, SU, USO, OSO, UGT y CNT para tratar de montar una plataforma de apoyo a los militares demócratas. Vano intento. Ya entonces se apuntaba que la izquierda no va junta ni siquiera cuando es atacada. Y apoyar a militares era inconcebible para algunos, aunque esos militares fueran demócratas. Muchos aún pensaban en la ruptura cuando no en la revolución. Además de mi ausencia de militancia “oficial”, mi visceralidad y mi tendencia al extremo hizo que mi propuesta fuera descartada apenas la enuncié, o casi. 

Tres años después, mientras negociábamos el convenio colectivo del sector de Oficinas y Despachos, todos esos sindicatos (era curioso que en la mesa estuviéramos siete sindicalistas y dos patronos) en una de las charlas preparatorias de la postura común, que curiosamente conseguimos alcanzar, comenté lo que había sucedido. Algunos de los compañeros ni siquiera sabían de la existencia de la UMD, que les parecía una invención, y el resto sentíamos el mismo desencanto, la misma pena y las mismas ansias de saber y conocer a quienes eran, a nuestros ojos, héroes de la democracia. 

En una reciente polémica alguien ha afirmado que la UMD era de naturaleza republicana. En mis charlas con los sobrevivientes debo decir que he encontrado de todo, así que lo único real de la UMD es que era democrática

Porque plantarle cara al fascismo desde dentro del ejército era heroico. Se jugaron la vida y la carrera. Conservaron la primera (casi todos encerrados durante más o menos tiempo en penales militares) pero perdieron la segunda. Cierto que unos años después se les permitió su reingreso a la carrera militar, pero “de aquella manera”, prácticamente forzándoles a entrar en la Reserva al no concederles destino alguno. Y no sería hasta la ministra Chacón que se les reconoció su actuación en pro de la democracia. 

Su historia, a la que no voy a referirme más, se ha contado ya, lo más reciente en este mismo medio (aquí prepublicación de uno de los supervivientes de aquella UMD, Xosé Fortes) y aquí. Además de en los excelentes libros de Fidel Gómez Rosa Unión Militar Democrática: los militares olvidados por la democracia, y el divertido pero profundo Casos verídicos del capital Domínguez

Por todo ello, cuando un buen amigo me invitó a que me uniera al Foro Milicia y Democracia (FMD), asociación que recoge el legado de la UMD, me pareció un sueño. Casi cuarenta años después conocería en persona a aquellos militares valientes, sabría de sus historias. Y bajo la dirección del Foro que entonces ostentaba el general Julio Rodríguez, otra figura que me inspiraba e inspira respeto y admiración. 

Así fue. He tenido el inmenso honor de compartir con muchos de ellos comidas, reuniones, acuerdos, artículos… En una reciente polémica alguien ha afirmado que la UMD era de naturaleza republicana. En mis charlas con los sobrevivientes debo decir que he encontrado de todo, así que lo único real de la UMD es que era democrática: no se trataba de imponer nada, sino de evitar por todos los medios una intervención (una más) del ejército para frustrar el camino hacia la democracia. “Mojar la pólvora”. 

He encontrado entre ellos respeto, discusión, algún enfrentamiento y algún distanciamiento, pero siempre con respeto, siempre con un ejemplo democrático que para sí lo quisieran muchos de los grupos políticos (partidos, sindicatos, asociaciones). Soy antimilitarista. No ingenuo, sé que ahora es imposible prescindir de un ejército, pero sé también que con militares como los de la UMD estaría mucho más tranquilo y me sentiría mucho más protegido. Ojalá cundiera el ejemplo en las Fuerzas Armadas. 

Y desde estas líneas mi más profundo agradecimiento, el de un civil metido a comentar cuestiones de la sociedad y la milicia. Mi reconocimiento, mi aplauso y mi deuda porque estoy seguro de que algo de peso tuvieron en el “aquietamiento” de muchos militares. Gracias por permitirme ser compañero en el intento de que la historia no deje caer sobre este recuerdo los cascotes de la desmemoria y la indiferencia.

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10 de octubre de 2024 - 21:32 h
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