España y la FINUL

Enrique Vega Fernández (FMD)

Ante la grave situación que lleva atravesando el Líbano desde el pasado octubre de 2023 y con ocasión del punto de luz al final del túnel que podría suponer la hasta ahora mal cumplida tregua entre Israel y Hezbolá del 27 de noviembre, España parece estar presionando en las Naciones Unidas para que se “refuerce” la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) con un Mandato “más potente y proactivo”, que le permita actuar por iniciativa propia y no solamente a solicitud del Gobierno libanés, al que indirectamente acusa de “eludir cualquier operación que pueda incomodar a Hezbolá”.

Una solicitud que también hizo suya (o viceversa) el hasta hace poco Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, señor Borrell, que en el debate sobre el Líbano del 8 de octubre de 2024 en el Parlamento Europeo defendió la necesidad de dar a la FINUL “un Mandato más fuerte para asegurar la paz en la frontera”, advirtiendo que “si no se refuerzan las fuerzas de las Naciones Unidas, será más difícil reestructurar la región y evitar que el Líbano se convierta en una nueva Gaza”.

Se entiende el deseo de las autoridades españolas de buscar alguna fórmula que subsane los pobres resultados que la FINUL ha podido tener hasta ahora en sus cometidos de mantener la paz en su área de responsabilidad, especialmente porque España tiene desplegado en ella un importante contingente e incluso ostenta en estos momentos la jefatura de la Misión, como ya la tuvo un par de veces anteriormente, pero su propuesta no sólo es peligrosa precisamente por eso, sino que más bien parece inviable, como ha venido siendo hasta ahora que la actual FINUL II (desde 2006) y su antecesora la FINUL I (1978-2006) hayan podido cumplir eficazmente sus cometidos de “mantener la paz en su área de responsabilidad”.

Reforzar la FINUL sólo es posible amparándola bajo el Capítulo VII (art. 42) de la Carta de las Naciones Unidas, que es el que permite el uso de la fuerza

Porque para que la FINUL tuviera capacidad de actuación eficaz necesitaría tener la autorización para imponer por la fuerza (mediante el uso de sus armas) los términos de la Resolución 1701, que ahora no tiene contra ninguna de las partes litigantes (Fuerzas de Defensa de Israel, FDI, y milicias armadas libanesas, fundamentalmente Hezbolá) ni siquiera a petición del Gobierno libanés, a quien solamente (art. 14 de la Resolución 1701) tiene el Mandato de prestar asistencia para impedir la entrada en el Líbano de armas o equipamiento militar.

Esto es así porque la FINUL fue creada bajo el modelo de las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP), que, como su nombre indica, tienen como finalidad coadyuvar a “mantener” una paz previamente acordada por las partes enfrentadas con la decidida intención de respetarla en los términos acordados. No parece ser el caso ni de Israel, ni de Hezbolá. Una tregua no es un acuerdo de paz.

De modo que, inevitablemente, “reforzar” la FINUL sólo es posible amparándola bajo el Capítulo VII (art. 42) de la Carta de las Naciones Unidas, que es el que permite el uso de la fuerza para “mantener o restaurar la paz y la seguridad internacionales” (art. 39). Es decir, transformándola de una OMP en ese otro tipo de operaciones con autorización para el uso de la fuerza para el cumplimiento de su Mandato, informalmente conocidas como “operaciones de imposición de la paz” -como contraste con las de “mantenimiento de una paz ya acordada”- normalmente camufladas bajo otras denominaciones como “de estabilización” o “contraterroristas”.

Supongamos, entonces, que para “reforzar” a la FINUL, ésta, con los cambios a que hubiera lugar, es amparada por el Capítulo VII (art. 42) de la Carta, manteniendo sus actuales cometidos, entre los que se encuentran el asegurar que su área de responsabilidad (entre el río Litani y la Línea Azul) no es utilizada para llevar a cabo actividades hostiles ni haya presencia militar no autorizada, así como el control de armas y equipamiento militar no autorizado.

¿A qué se verían entonces enfrentados los destacamentos y unidades de la FINUL si las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) entran una vez más en su área de responsabilidad (entre la Línea Azul y el río Litani) o simplemente se negarán a salir de ella, incumpliendo el mandato de no presencia militar no autorizada? ¿Debería la FINUL intentar expulsar a las FDI por la fuerza, como sería su cometido, ya que cuentan con la autorización de utilizarla para cumplir sus cometidos? 

Creo que es evidente que, aunque fuera su Mandato, ni por su entidad ni por sus capacidades, las fuerzas de la FINUL están en condiciones de enfrentarse con una mínima posibilidad de éxito con las bien experimentadas y pertrechadas FDI. Tal posibilidad no sólo se nos aparece como un tremendo error tanto de carácter táctico como estratégico, sino fundamentalmente como una auténtica locura conceptual.

Y lo que es más importante, porque parece ser la verdadera razón de la presión española para que se refuerce la FINUL, ya que España considera a Hezbolá una organización terrorista. ¿A qué se verían entonces enfrentados los destacamentos y unidades de la FINUL si se detectan unidades armadas de Hezbolá (que algún día se recuperará de su actual debilidad) en su área de responsabilidad (entre el río Litani y la Línea Azul)? ¿A tener que desarmarlas, neutralizarlas o destruirlas?

Es decir, a involucrarse en una guerra no convencional contra unas milicias, bien armadas y fogueadas, que cuentan además con un importante apoyo popular en la zona, y que, por esta misma razón, “se mueven por ella como pez en el agua”, según nos recuerda el viejo adagio guerrillero.

Como nos enseña la historia reciente, ni los más poderosos países del mundo logran salir airosos de este tipo de situaciones: americanos en Vietnam, rusos y americanos en Afganistán, franceses en África, las propias Naciones Unidas en Somalia, Sudán o la República Democrática del Congo, etc.

Ninguna de estas dos perspectivas, por tanto: tener que enfrentarse con las bien experimentadas y pertrechadas FDI o tener que hacerlo con las bien armadas y fogueadas milicias armadas de Hezbolá, parecen, no ya ser mínimamente recomendables, sino ni siquiera posibles.

No, reforzar el Mandato de la FINUL no es la solución. Desgraciadamente hay que reconocer que, en la actual situación del Próximo Oriente, las “fuerzas de paz” no tienen ninguna posibilidad de promover esa paz. La FINUL no es, ni siquiera, una autoridad moral con ascendencia sobre los contendientes (Israel y Hezbolá), los sufrientes (el Gobierno y la población libanesa) o los apoyos externos (desde Estados Unidos a Irán, con un buen número de aliados en cada parte). Como no es tampoco una fuerza operativa debidamente dotada como para poder imponerse a sus posibles oponentes (Israel y Hezbolá). Dejémosla estar.  

Sobre este blog

El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.

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26 de diciembre de 2024 - 19:36 h
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