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Militares como ascetas

Jorge Bravo (FMD)

Diariamente en los acuartelamientos de las Fuerzas Armadas, así como en lugares donde se celebran actos y paradas militares, se realiza un acto en homenaje y recuerdo de los fallecidos por España. Constituyen actos de memoria, agradecimiento y respeto para quienes se han sacrificado por el colectivo, reforzando al mismo tiempo el valor del compromiso y el honor, y fortaleciendo valores compartidos. También sirven para que las familias de los fallecidos no sientan la pérdida del sacrificio, y tengan consuelo en el reconocimiento; mientras se transmite al resto de la sociedad el valor y el compromiso de quienes velan por su seguridad y por el bienestar general. No en vano, se produce un efecto de catarsis en los compañeros vivos, que sienten saldada parte de una deuda: honrarlos es un deber, y hay necesidad de cumplir el compromiso. Se pretende que el militar purgue así la penas por el compañero fallecido, con recuerdo y con honor; saben con ello lo que les puede esperar si son ellos los que corren la misma suerte. Como si con ello se satisficiera la pérdida de una vida.

Pero ¿qué hay del conocimiento exacto del porqué o del cómo de lo sucedido?, ¿qué hay del derecho a conocer que tienen los familiares de los fallecidos y sus compañeros, para constatar que los sacrificios no son inútiles? ¿Qué hay de la verdad de lo ocurrido?

Corresponde sin embargo, a las instituciones del Estado, en concreto el Ministerio de Defensa, velar por los intereses y derechos de sus trabajadores, los militares, e ir más allá de lo que, en términos de parte de la deontología profesional, mediante ritos que dan "sentido" al fallecimiento, los propios compañeros realizan en busca de una "cura", y buscar la reparación, en todas sus vertientes, que tanto el resto de militares como las familias necesitan.

El 26 de mayo de 2003, se producen 62 fallecidos en Turquía por el accidente del avión Yakovlev (Yak-42) procedente de Afganistán. Bochornosa actuación del Ministerio de Defensa con el trato a los cuerpos de los fallecidos y el maltrato a sus familiares, con mentiras, falsificaciones y trato indigno desde la administración, con un resultado, tras los procesos de establecimiento de responsabilidades, de condenados sin cárcel y del máximo responsable ministerial "yéndose de rositas".

El 16 de agosto del 2005, se producen 17 fallecidos en Afganistán por el accidente de un helicóptero "Cougar" del Ejército de Tierra. Desde el primer momento, la presencia del ministro de Defensa en el lugar del accidente entorpece la investigación y, hoy en día, no se conoce con certeza lo sucedido.

El 19 de julio de 2008, se producen dos fallecidos en Bosnia, por el accidente de un helicóptero "Bolkow". La investigación se ve ensombrecida por extrañas circunstancias respecto a la misión que el helicóptero estaba realizando; oscurantismo, desaparición de pruebas e inefable investigación de la CITAAM (Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares) fue lo que se trasladó a la opinión pública.

El 28 de enero de 2015, se produce el fallecimiento del cabo Francisco Javier Soria Toledo, en el Líbano por un ataque del ejército israelí. La situación, entonces, como ocurre actualmente, es que al gobierno de Israel le incomodaba (como ahora) la presencia de Cascos Azules en la zona (contingente del que formaba parte el cabo Soria). Actualmente se han vuelto a producir ataques en las inmediaciones de las posiciones de los Cascos Azules con el resultado de civiles muertos y Cascos Azules heridos. El gobierno español no hizo más que dar por buena la versión de Israel de tratarse de un error, se desestimó la querella de la familia, y la justicia cierra rápidamente el caso.

Estos sucesos, que son una pequeña parte de los acontecidos desde que las Fuerzas Armadas participan en misiones internacionales, son una muestra de cómo el Ministerio de Defensa se olvida de los militares y de sus familias, en concreto, de los militares fallecidos. Hay cientos de familias aun clamando porque se haga justicia y por conocer la verdad de los hechos. La desinformación que se produce en torno a esos accidentes sirve para desvanecer las posibles responsabilidades, para obviar consecuencias, y, por tanto, para no tener nada que reparar.

Los miembros de las Fuerzas Armadas son trabajadores con derechos, no ascetas que cumplen un propósito espiritual personal

Con los protocolos establecidos para dichas situaciones, se teje una red de ceremonias de honras, de agradecimientos, de loas, que de forma engañosa trasladan el acogimiento de la administración, la preocupación y la resolución de una deuda para con ellos (militares y familias). La situación de familiares y compañeros deja de importar: está saldada la deuda con el fallecido. Con ello el Ministerio de Defensa (el Estado) se adhiere a los ritos de esa parte ética de la deontología profesional y con ello expía su responsabilidad, dejando el resto al ámbito de lo meramente técnico y formal con unas actuaciones mínimas para el cierre u olvido del expediente.

Pero no, esto es del todo insuficiente y sobre todo es injusto. Familiares y compañeros necesitan saber, conocer las circunstancias, conocer si se podía haber evitado, conocer que con las mismas eventualidades no se va a volver a producir el mismo desenlace, conocer que a sus familias se les va a atender como se merecen.

Es fácil y a la vez mísero que unos cargos ministeriales disuelvan sus responsabilidades y deberes de reparación mediante el rito olvidándose de que los miembros de las Fuerzas Armadas son trabajadores con derechos, no ascetas que cumplen un propósito espiritual personal.

Recientemente, en la Pascua Militar de este año 2025, hemos comprobado por enésima vez como la máxima responsable del Ministerio de Defensa, en referencia a la actuación de los militares (y en concreto a los que actúan en Valencia tras el desastre de la DANA), se acoge al infame baño de loas, alharacas y agradecimientos a su trabajo, llegando incluso a apropiarse del sentimiento de las familias por su fallecidos: “nos dais cada día el mensaje de entereza y de amor a España, que es la mejor manera de honrar a vuestros seres queridos”. (Deberían tener las familias el "derecho a réplica" en el mismo momento ante semejante desfachatez en un acto oficial).

La ministra de Defensa cosifica a los militares, mujeres y hombres trabajadores, tratándoles simplemente como "carne de cañón", limitados en derechos, con sueldos ínfimos en el que les va la muerte, obviándolos a ellos y a sus familias como personas con derechos y, a pesar de los ceremoniales, dejándoles abandonados en el peor de los olvidos al no considerarlos iguales a los demás.

 

Diariamente en los acuartelamientos de las Fuerzas Armadas, así como en lugares donde se celebran actos y paradas militares, se realiza un acto en homenaje y recuerdo de los fallecidos por España. Constituyen actos de memoria, agradecimiento y respeto para quienes se han sacrificado por el colectivo, reforzando al mismo tiempo el valor del compromiso y el honor, y fortaleciendo valores compartidos. También sirven para que las familias de los fallecidos no sientan la pérdida del sacrificio, y tengan consuelo en el reconocimiento; mientras se transmite al resto de la sociedad el valor y el compromiso de quienes velan por su seguridad y por el bienestar general. No en vano, se produce un efecto de catarsis en los compañeros vivos, que sienten saldada parte de una deuda: honrarlos es un deber, y hay necesidad de cumplir el compromiso. Se pretende que el militar purgue así la penas por el compañero fallecido, con recuerdo y con honor; saben con ello lo que les puede esperar si son ellos los que corren la misma suerte. Como si con ello se satisficiera la pérdida de una vida.

Pero ¿qué hay del conocimiento exacto del porqué o del cómo de lo sucedido?, ¿qué hay del derecho a conocer que tienen los familiares de los fallecidos y sus compañeros, para constatar que los sacrificios no son inútiles? ¿Qué hay de la verdad de lo ocurrido?

Publicado el
9 de enero de 2025 - 20:47 h
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