Seguramente si yo le pregunto "¿cómo es Dominique Pelicot?" no sabría ponerle cara. Su rostro apenas lo hemos visto durante estos meses. Y es toda una paradoja. El rostro visible de este episodio tan horrible ha sido el de ella. Ella ha querido dar la cara casi desde el primer día. No se ha escondido. Ha hablado en el juicio y ha dejado frases que quedarán para siempre como símbolos de la peor violencia contra la mujer, “la vergüenza tiene que cambiar de bando”.
Siento decirte, Gisèle, que no sé si, en tu caso, la vergüenza ha logrado cambiarse al bando de ellos, de esos monstruos que te violaron mientras estabas inconsciente porque tu marido te había drogado. No lo tengo muy claro.
Las sentencias que conocimos ayer se quedan tan cortas para la barbaridad que cometieron que da vergüenza, mucha vergüenza. Es cierto que el código penal francés se queda corto en este tipo de delitos. Y cierto es que muchos apuntan a que, tras el caso de Gisèle, urge una reforma para castigar este tipo de violencia. Que un hombre haya drogado durante años a su mujer, la madre de sus hijos, para que otros hombres la violaran mientras él lo grababa todo, no pase ni siquiera 20 años en la cárcel (porque cumplirá dos tercios de su condena), ¿qué quieren que les diga? Me parece un despropósito. Con la edad de Dominique es probable que ya no salga de la cárcel, pero si este hombre tuviera 30 o 40 años, todavía le quedaría vida para salir en libertad y hacer lo que le viniera en gana, como repetir esas atrocidades.
Todos consintieron esas violaciones a sabiendas de que la mujer que estaba en esa cama no era dueña de sus actos
Todos los acusados han sido condenados. Porque todos consintieron esas violaciones a sabiendas de que la mujer que estaba en esa cama no era dueña de sus actos, ni consciente de lo que pasaba. La trataron como un trozo de carne del que abusar. Y algunos, repitieron. Fueron más de una noche a aquella casa, sabiendo lo que se iban a encontrar. Pues bien, a algunos apenas les han caído 3 años de cárcel. Abusadores, violadores que, en nada, estarán de nuevo en la calle. Sin vergüenza alguna por lo que hicieron. Sus rostros no se han desvelado, se han cuidado muy mucho de ponerse todo lo que tenían a mano, gorras, mascarillas, capuchas, para no ser reconocidos. Seis de los condenados van a poder pasar las Navidades en su casa, van a poder salir en libertad.
Soy consciente de que, con el código penal francés, esto es a lo máximo que se podía aspirar. Soy consciente de que, en Francia, todavía queda mucho camino que recorrer para lograr condenar la violencia contra la mujer. Las cifras allí son terribles, una mujer muere asesinada por su pareja o ex pareja cada dos días. 138 mujeres han muerto ya en este 2024 al que le quedan todavía días para incrementar esta terrible cifra. Soy consciente de todo eso y de lo mucho que ha hecho Gisèle por intentar cambiar las cosas. Pero su sufrimiento, su dolor, sus abusos, su desengaño por saber que su marido, el padre de sus hijos, era un monstruo, no se compensa con nada. No hay reparo a tanto daño. 20 años de prisión no compensan. Pero ha logrado algo importantísimo: que esto no se vuelva a ocultar jamás, que esto marque un antes y un después en Francia y, lo más importante, que se reforme el código penal. Gracias, Gisèle.
Seguramente si yo le pregunto "¿cómo es Dominique Pelicot?" no sabría ponerle cara. Su rostro apenas lo hemos visto durante estos meses. Y es toda una paradoja. El rostro visible de este episodio tan horrible ha sido el de ella. Ella ha querido dar la cara casi desde el primer día. No se ha escondido. Ha hablado en el juicio y ha dejado frases que quedarán para siempre como símbolos de la peor violencia contra la mujer, “la vergüenza tiene que cambiar de bando”.