Aquí me cierro otra puerta

Ser padre duele: que no te engañen

Quique Peinado nueva.

El otro día, en Buenismo Bien (un programa fenomenal de la Cadena Ser, os comento) mi compañera Henar Álvarez estaba reflexionando sobre lo que pensaba de los permisos de paternidad igualitarios e intransferibles y a mí me dio por intervenir para contar cuatro obviedades sobre mi experiencia como padre. Bien, he recibido taaaaantos mensajes de agradecimiento por decir en la radio "esas cosas que nunca se dicen" que se ve que no son tan obvias. Así que las voy a dejar por escrito por si sois más de este formato.

Ser padre (y madre, más; valga todo lo que escribo para las madres pero multiplíquenlo por diez) es doloroso. Mucho. Te coloca en unas situaciones y te hace explorar unos límites que desconoces. Tienes que aprender a querer de una forma que ni imaginabas, a lidiar con un miedo constante (y que nunca se acaba) que no conocías y te hace daño. Puede destrozar tu salud mental, te hace sentir que nunca eres suficientemente bueno y te hace ver, incluso, que igual no has elegido bien. Si asumimos que nadie que no sea mínimamente feliz va a poder hacer dichoso a nadie, y si convenimos que todos los que queremos tener hijos cargamos como máxima aspiración en la vida hacer que ellos sean lo más felices que puedan, voy a daros unos humildes consejos.

Que os la sude que os juzguen. ¿Cuántas gilipolleces habéis dicho de la gente que tenía hijos cuando vosotros no erais padres y os las habéis tenido que comer con patatas? ¿Cuántas, incluso, siendo padres? Todos hacemos lo que podemos. Escucha consejos pero niégate a que te juzguen. Nadie es un padre modelo. Tú tampoco. No pasa nada.

Habrá días que no quieras estar con tus hijos. Que los estamparías, que lloras de emoción cuando se quedan en el cole porque te quitas ese marrón, que piensas que en qué momento los tuviste. Te llegarás a plantear si mereció la pena (normalmente suele ser que sí, pero si resulta que no, no eres un monstruo) y echarás de menos cuando tu vida era tuya. No pasa nada.

Perderás los nervios. Si eres explosivo, llorarás. Si eres más contenido, igual te echas a llorar. Necesitarás helado, un porro, salir a correr, según gestiones la ansiedad que te provocarán tus hijos. No pasa nada.

Te darás cuenta de que lo que te contaron de la paternidad (especialmente de la maternidad) es un cuento, que cambiar cacas o no dormir es el menor de los problemas. No eres tonto: nos ha pasado a casi todos. No pasa nada.

Por edad, puede que se te junte con problemas de salud de tus padres y, de repente, te ves haciéndote cargo de hijos y de padres a la vez. Llegarás a pensar que la paternidad es la peor época de tu vida. ¿Por qué? Porque puede que lo sea. No pasa nada.

Que no te engañen: ser padre duele. Evidentemente, si después de todo esto la gente sigue teniendo hijos es, o bien porque el cuento está muy bien contado y ya cuando estás dentro no puedes salir, o porque a pesar de todo eso, compensa. Mi experiencia personal es que la respuesta correcta es la segunda. Pero puede que no sea la tuya. Y no eres ni mejor ni peor. Haces lo que puedes. Como todos.

Y no pasa nada.

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