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Feijóo, la cena secreta de los fiscales y una desmemoria letal
Esos guiños chuscos del azar han querido que uno anduviera con la pupila del ojo izquierdo dilatada a base de diversas gotas recetadas por el oftalmólogo antes de liquidar una catarata galopante cuando Alberto Núñez Feijóo proclamaba en Cádiz que él no necesita gotas ni oftalmólogo alguno, le basta con esa “luz impresionante gaditana” para dilatar la pupila (ver aquí). El dislate (la luz intensa tiene en la pupila precisamente el efecto contrario a la dilatación) ha provocado un nuevo festival del humor en las redes, pero a mí me dejó doblemente ojiplático. Sólo habían pasado un par de días desde que supimos, vía El País, de una cena secreta entre el líder de la oposición y varias decenas de fiscales conservadores que animaron a Feijóo a derogar leyes aprobadas en esta legislatura y ante los que éste se comprometió a hacerlo en cuanto pise la Moncloa (ver aquí). La desmemoria es uno de los rasgos que a mi juicio más han condicionado la historia de este país, y no me refiero exclusivamente a la desesperante lentitud con la que se aborda la reparación de las víctimas del golpe de 1936 y del franquismo, sino a asuntos tan próximos y concretos como el gravísimo hecho de que Feijóo sostenga que es “normal e institucional” una cena no agendada, es decir secreta y en absoluto institucional, con unos fiscales que siguen ocupando puestos de alta responsabilidad y que han violado sin ningún complejo su propio código ético y su obligación de “imparcialidad” (ver aquí).
Hagamos un poquito de memoria. En febrero de 2009, el entonces ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo se vio obligado a dimitir del cargo porque se supo que había coincidido en una cacería en Jaén con el juez Baltasar Garzón, que entonces iniciaba la investigación de la Gürtel, la trama de corrupción por la que el PP ha sido condenado una década más tarde y por la que aún tiene juicios pendientes (ver aquí). Ningún medio ni asistente a aquella cacería aportó indicio alguno de que el ministro y el juez se dedicaran a analizar, comentar o mucho menos pactar actuaciones en relación con el estallido del caso. Simplemente estaban juntos en un ámbito privado (eso sí, el ministro no tenía la licencia de caza en regla) en una fecha inoportuna. Lo cierto es que ni siquiera desde el propio PSOE se disimuló la necesidad de que Bermejo asumiera responsabilidades y dejara el Gobierno de Zapatero.
Catorce años después, el actual presidente del PP y principal aspirante a la jefatura del Gobierno, no es que haya “coincidido” una noche en un restaurante con un grupo de fiscales que celebraran una cena de su promoción. Es que se citó con la asociación mayoritaria de fiscales conservadores y se despachó con un mitin político tan contundente como las manifestaciones que acto seguido hicieron unos cuantos de los fiscales presentes sin que el resto moviera una ceja. Y aquí no pasa nada. A los dos días nos descojonamos colectivamente de la pupila dilatada de Feijóo o seguimos dando vueltas al molinillo de la disparatada escena de todo un ministro de la Presidencia discutiendo con una jefa de protocolo de la Comunidad de Madrid para ver si le permite acceder a la tribuna del desfile del 2 de mayo. Para mayor gloria y protagonismo de la audaz y osada Díaz Ayuso (incumplidora impenitente de la ley, en este caso la que regula el protocolo institucional, y siempre dispuesta a poner en duda la legitimidad del Gobierno) y para escarnio de todos los demás candidatos a las próximas elecciones autonómicas, que quedaron anulados y con cara de póker.
A los dos días nos descojonamos colectivamente de la pupila dilatada de Feijóo o seguimos dando vueltas al molinillo de la disparatada escena de todo un ministro de la Presidencia discutiendo con una jefa de protocolo de la Comunidad de Madrid
Uno entiende cada día menos las actuales tácticas políticas, pero cuesta tres vidas comprender cómo es posible que la misma semana en que conocemos una cita político-judicial que costaría probablemente la carrera del político y de varios fiscales en cualquier democracia homologable; la misma semana en que se conoce el mejor dato de empleo desde 2008; la misma semana en que quedan en evidencia todos los pronósticos catastrofistas sobre la economía española; la misma semana en que conocemos que la banca no sólo no se arruina tras el impuesto a sus beneficios sino que los multiplica; la misma semana en que sindicatos y empresarios preacuerdan un pacto salarial que afecta a más de diez millones de trabajadores y garantiza la paz social para los próximos tres años… ¡Oiga! Hablemos de pupilas dilatadas, de incumplimientos protocolarios, del paseo en carroza de oro de un rey coronado a los 74 años y, si acaso, de los profundos cambios en la programación de Tele 5. Ganas de irse a Urgencias o de hacerse portugués. Viva la desmemoria.
P.D. Por cierto, sobre lo de Tele 5 y la desmemoria española. El resultante de la crisis provocada por el ínclito Borja Prado al mando de Mediaset consiste en defenestrar a Jorge Javier Vázquez para entregar (también) las tardes de la cadena a Ana Rosa Quintana (ver aquí), la llamada “reina de las mañanas” que cada día lanza un mitin a favor del PP, a menudo basado en bulos y siempre cargado de “antisanchismo” y de infamias contra Podemos. Por si los más jóvenes lectores no lo saben, Quintana fue descubierta hace más de veinte años como “reina del plagio”, que tuvo que retirar de la circulación una novela de la que ya había vendido 100.000 ejemplares y que era un cortaypega de muy diversos “bestsellers”, ejecutado de manera burda por un excuñado suyo (ver aquí). Quizás en el Reino Unido, en Francia o en Alemania Quintana habría caído en desgracia. Aquí no: el escándalo hizo crecer la audiencia de su programa y, dos décadas más tarde, seguirá con sus mítines, mañana y tarde. Al menos (casualmente) hasta las elecciones generales. Desmemoria impúdica y letal.
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