El alcalde Almeida ha anunciado que Madrid celebrará con una mascletá su recién renovado hermanamiento político con Valencia. No apruebo su idea, pero la comprendo, vaya que la comprendo. No creo que Madrid necesite más ruido y más humo, sino todo lo contrario, pero no me extraña que Almeida esté ahora tan contento como una fallera mayor en la ofrenda floral a la Geperudeta. Valencia vuelve a ofrecer “nuevas glorias a España”. La Reconquista, como lo llaman sin tapujos los de Vox, ha comenzado allí.
Seguro que Berlanga, que está en el cielo de la inteligencia y el humor, lamenta que no se le hubiera ocurrido poner en una de sus películas a un vicepresidente ultra de la Generalitat valenciana, y además consejero de Cultura, que fuera torero de profesión. Esto es de un humorismo difícilmente superable. Y seguro que también se reprocha no haber imaginado que el líder valenciano de los ultras tuviera antecedentes penales como maltratador de mujeres,
De la mano de Vox y el PP, vuelve la Valencia de Rita Barberá, el curita Camps, el golfo Zaplana y los arrepentidos Ricardo Costa y el Yonqui del Dinero. La Valencia de la corrupción que Rajoy ponía como modelo para toda España. Las derechas no llevan allí ni una semana en el poder, pero ya han anunciado que ampliarán el puerto de Valencia, aun a costa de poner La Albufera tan en peligro como los regadíos de Moreno Bonilla lo hacen con Doñana.
Lo valenciano no es una excepción. El regreso de las corridas de toros y la circulación de coches sin restricciones han sido las primeras medidas adoptadas por el contubernio PP-Vox-Foro que va a gobernar Gijón. ¡Menuda pasión tienen las derechas por la tauromaquia y los vehículos contaminantes! Cabría pensar que la lucha contra el cambio climático y por la salvación de lo poco que va quedando de naturaleza virgen es un asunto transversal. Ni de derechas ni de izquierdas, causa común de la humanidad. Pues no, no es así, el PP y Vox, tanto monta, monta tanto, odian visceralmente a los ecologistas. ¿Se han fijado en la inquina con que pronuncian esta palabra? Tan solo los rojos, las feministas y los separatistas les provocan tanta mala baba. Debe de ser porque salvar Doñana y la Albufera, o limpiar el aire de las ciudades, son cosas que fastidian los negocios de constructoras, petroleras y otros patrocinadores.
El PP se mueve en su hipocresía habitual en lo que llevamos de campaña para las elecciones del 23J. A su lideresa en Extremadura, María Guardiola, le parece inaceptable que entren en su posible gobierno quienes niegan la existencia de la violencia machista y la crisis climática y tiran a la papelera la bandera LGTBI. O sea, los mismos con los que el PP ha pactado en la Comunidad de Valencia y decenas de ayuntamientos a lo largo y ancho de la piel de toro.
De la mano de Vox y el PP, vuelve la Valencia de Rita Barberá, el 'curita' Camps, el golfo Zaplana y los arrepentidos Ricardo Costa y el 'Yonqui del Dinero'. La Valencia de la corrupción que Rajoy ponía como modelo para toda España
Lo de Extremadura huele a finta táctica. El compadreo entre PP y Vox estaba llegando a niveles tan obscenos que igual al melindroso Feijóo le viene bien, de cara al 23J, una pequeña muestra regional de independencia. Para seguir vendiendo, con la inestimable ayuda de los telepredicadores, su monserga de moderación y centrismo.
“Nos encontramos con diecisiete PP diferentes”, lamenta el falangista Jorge Buxadé, cada vez más poderoso en Vox. A los de Buxadé hay que reconocerles que va de frente: han colgado su programa en el centro de Madrid. Se trata de un puño de hierro, con la pulserita rojigualda bien visible, que tira a la papelera el feminismo, el ecologismo, los derechos LGTBI, el comunismo y el catalanismo. ¡Todo a la basura! Vuelve triunfante la España monocolor.
Si se es progresista, o meramente demócrata, hay que ser muy tonto para plantearse la abstención el 23J. Las derechas, ahora ideológicamente lideradas por Vox, están proponiendo a España no un mero cambio político, sino todo un retorno vital y cultural al pasado. La estética y el contenido de la lona del odio de Vox, tan semejantes a la cartelería fascista de los años 1930 en la que una escoba barría tanto la hoz y el martillo como la estrella de David, no pueden ser más explícitas.
Por lo demás, ¿qué quiere decir el PP de Feijóo con su rollete de “derogar al sanchismo”? Seguramente que se cargará las subidas del salario mínimo y las pensiones, facilitará los despidos a bajo coste y eliminará las trabas a proyectos empresariales contaminantes. ¿Pero solo eso? No, agitando fantasmas como ETA y el Procés, también reabrirá las tensiones territoriales, devolviendo a Cataluña y Euskadi a sus años más conflictivos. ¿Y nada más? Pues no, si tiene que gobernar con Vox, lo hará, claro que lo hará. Y asumiendo, como en Valencia, el espíritu de Reconquista de los ultras.
Pero estamos en España y aquí el horror suele tener tintes berlanguianos. ¿Cómo calificar si no ese “las mujeres son beligerantes porque carecen de pene” del nuevo presidente del Parlamento balear, Gabriel Le Senne, de Vox? ¿O el “la violencia machista es una obviedad” del mismísimo Feijóo? Bueno, señor Feijóo, también son obvios el paro, la inflación y la pobreza, sin que ello impida a los gobiernos proclamar que quieren erradicarlos. ¿Y qué decir de su justificación con que tuvo “un divorcio duro” de la conducta maltratadora del ultra valenciano Carlos Flores? ¡Y tan duro, sobre todo para su ex!
Hará muy bien Fernández Vara en presentarse a la investidura en Extremadura, como anunció este miércoles. Feijóo tendrá así que mojarse antes del 23J. ¿Aplicará su cansina cantinela sobre que siempre debe gobernar el partido más votado? No la utilizó en Canarias, donde el PSOE fue el más votado y el PP se sumó a lo que solía tildar de “pacto de perdedores”, ni en numerosos ayuntamientos. ¿Dejará que presida Extremadura el partido que allí cosechó más sufragios, el PSOE de Vara? ¿Y en qué quedarán las palabras de María Guardiola sobre lo duro que le resultaría gobernar con un partido que niega la existencia de la violencia machista?
Señor Fejóo, ya ve, soy de los que prefieren las cosas claras y el chocolate espeso.
El alcalde Almeida ha anunciado que Madrid celebrará con una mascletá su recién renovado hermanamiento político con Valencia. No apruebo su idea, pero la comprendo, vaya que la comprendo. No creo que Madrid necesite más ruido y más humo, sino todo lo contrario, pero no me extraña que Almeida esté ahora tan contento como una fallera mayor en la ofrenda floral a la Geperudeta. Valencia vuelve a ofrecer “nuevas glorias a España”. La Reconquista, como lo llaman sin tapujos los de Vox, ha comenzado allí.