GALICIA

Sargadelos, víctima política del empresario que la salvó de la quiebra

Espacios de trabajo en el interior de la factoría de Sargadelos en Cervo

No es la primera vez que Segismundo García amenaza con cerrar Sargadelos como respuesta a un conflicto laboral. Ya lo hizo, por ejemplo, cuando en 2018 llevó a cabo una veintena de despidos y amenazó con otros tantos en el contexto de un enfrentamiento personal entre el dueño de la emblemática empresa y un delegado sindical de UGT. 

Este es uno de los primeros aspectos que hay que tener en cuenta al observar la situación de incertidumbre en la que, al anunciar este miércoles el cierre de su principal fábrica, el máximo accionista sumió a la compañía que, paradójicamente, salvó de la quiebra. Porque lo cierto es que, con García al frente, Sargadelos dejó atrás un panorama de quiebra (2014), deudas insostenibles y pérdida de empleos. Volvió a tener beneficios, no muy grandes, pero crecientes, y expandió el negocio a nivel internacional.

Tan cierto es que Segismundo García fue crucial en el rescate económico del grupo Sargadelos como que lo hizo combinando medidas drásticas en el terreno financiero –desde reestructuración de empleo hasta cierres de tiendas– con abierta presión sobre los derechos de la plantilla. Como condicionar la continuidad de la empresa al cese de las demandas y del control sindical en medio de reiteradas quejas por tener que cumplir con la normativa laboral vigente.

Porque esta, precisamente, es la otra gran cara del empresario hostelero que posee más del 90% de las acciones del grupo. Desde la conciencia de dirigir una empresa que es también depositaria de un enorme patrimonio estético, cultural y político de Galicia, Segismundo García optó por trasladar el universo simbólico de Sargadelos desde el legado del galleguismo y el republicanismo hacia marcos más compatibles con la derecha autoritaria que actualmente impera en algunos de los principales gobiernos del mundo. Ya sea vinculando la imagen de la marca a personajes públicos como Rosa Díez o Isabel Díaz Ayuso, o bien obviando la legislación laboral y sus controles.

En este legado galleguista y republicano donde Sargadelos se asentó desde mediados del siglo XX gracias a la labor de Isaac Díaz Pardo, quien se encargó de recuperar lo que había sido una fábrica de cerámica en esta localidad de A Mariña (Lugo) en el siglo XIX. Junto a otros intelectuales, muchos de ellos en el exilio –como Luís Seoane–, Díaz Pardo moldeó una auténtica estética nacional gallega en torno al Laboratorio de Formas.y convirtió a Sargadelos en general y al complejo de Cervo en particular en un epicentro creativo de primer nivel. Pero, sobre todo en la recta final de su trayectoria, fracasó en la gestión empresarial, ámbito en el que le sucedieron enfrentamientos con Segismundo García, con componentes económicos y de gestión, pero también personales.

Dos casos de trabajadores con silicosis

Ninguna de estas esencias está presente en los argumentos que García ha esgrimido contra la Inspección de Trabajo en los últimos días para amenazar y –de momento– empezar a ejecutar el cierre de la fábrica de Cervo. Según pudo confirmar Praza.gal en fuentes del Ministerio de Trabajo, el objetivo de los controles fue que dos trabajadores "desarrollaron neumoconiosis", una enfermedad pulmonar provocada por la inhalación de polvo como el que se manipula en la producción de piezas cerámicas. Y por eso la inspección tuvo que realizar "un informe de enfermedad profesional por silicosis", una de las formas de neumoconiosis.

Estas fuentes confirman que el inspector constató que la fábrica carecía de "medidas adecuadas para evitar la exposición de un trabajador afectado al polvo de sílice en su lugar de trabajo" y por ello exigió a la dirección de la empresa que facilitara "equipos de protección adecuados" o realizara "mediciones higiénicas" de este polvo en las instalaciones, entre otras medidas. Además, ante las deficiencias detectadas, impuso una sanción de 5.000 euros a Sargadelos .

Para Segismundo García, el monto de la sanción es irrelevante. Por su importe nominal y su insignificancia en relación con su patrimonio. En lo que asegura no está dispuesto a ceder es en el cumplimiento de la normativa laboral –en concreto en este caso, la de salud laboral– instada por la Inspección de Trabajo y por eso ha optado por la vía del cierre. El mismo cierre que, dadas las medidas impuestas, dicen que no tiene sentido en el Ministerio. Ni en la Xunta, dispuesta a colaborar económicamente, piden "flexibilidad" para que Sargadelos cumpla la ley. Pero esa no es la cuestión. No para el propietario.

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Nadie, al menos de momento, se atreve a pronosticar qué pasará con una fábrica cuyo eventual cierre supondría un duro golpe para el empleo y la economía de la comarca de A Mariña. Otro más. 

En este entorno, que sigue conteniendo la respiración por el futuro de la producción y el empleo en Alcoa, la potencial pérdida de un centenar de puestos de trabajo y de un foco de atracción de visitantes y de actividad socioeconómica tendría efectos muy relevantes. Nadie se atreve a descartar que García no siga adelante o lo contrario. Es capaz de ambas cosas y lo demostró este jueves, dando señales de una posible reapertura hacia la próxima semana.y descartar despidos, al menos inmediatamente.

Esta incertidumbre marcó, por ejemplo, este jueves al personal, al que se le impidió acceder a sus puestos de trabajo en la fábrica de Cervo. No sólo porque la actividad de Sargadelos en su otra fábrica, Cerámicas O Castro en Sada, continúa con plena normalidad, al igual que en las tiendas del grupo. Ni siquiera por la evidencia de que, aun si persistiese el cierre, habría que pasar por la vía legal que deplora Segismundo García, el imprevisible empresario que, al fin y al cabo, asumió el papel que nadie en el ámbito gallego o progresista pudo, quiso o supo asumir para salvar de la quiebra un emblema de Galicia sin distanciarlo de sus valores fundacionales.

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